Por vía de redención

Otro matiz importantísimo de la salvación que Cris­to nos trajo con su pasión y muerte fue haberla producido por vía de redención. Este aspecto es tan importante que ha pres­tado su nombre a todo el misterio salvífico de Cristo Redentor: la redención del género humano, También, proporcionalmente, ha dado su nombre al misterio de María en cuanto Correden­tora de la humanidad.

Como de costumbre, vamos a dar, antes de demostrarlo, unas nociones previas.

1ª CONCEPTO DE REDENCIÓN. Como ya dijimos en las nociones preliminares de este capítulo, la palabra redimir signi­fica volver a comprar una cosa que habíamos perdido, pagando el precio correspondiente a la nueva compra. Aplicada a la re­dención del hombre, caído por el pecado original, significa su rescate y vuelta al estado de justicia y amistad con Dios me­diante la sangre de Cristo ofrecida por El al Padre.

2ª LAS SERVIDUMBRES DEL HOMBRE PECADOR. Por el pe­cado el hombre había quedado sometido a una serie de escla­vitudes o servidumbres: a) a la esclavitud del pecado; b) a la pena del mismo; c) a la muerte; d) a la potestad del diablo, y e) a la ley mosaica. Jesucristo nos liberó de todas ellas, pro­duciendo nuestra salud por vía de redención.

Esto supuesto, vamos a exponer la doctrina relativa a Cris­to y a María en dos conclusiones.

1ª Jesucristo con su pasión y muerte causó nuestra salud por vía de redención. (Doctrina católica.)

Esta es la vía o modalidad más clara y terminante­mente expuesta en la Sagrada Escritura y en el magisterio de la Iglesia.

a) LA SAGRADA ESCRITURA, Hay textos abundantes para probar la redención en general y de cada una de las esclavitu­des en particular. Citamos tan sólo algunos por vía de ejemplo:

1º De la redención en general:

«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos» (Mt 20,28).

«Se entregó a sí mismo para redención de todos» 1i Tim 2,6). «Se entregó por nosotros para rescatamos de toda iniquidad» (Tit 2,14).

«Habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de vuestros padres, no con plata y con oro corruptible, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de cordero sin defecto ni mancha» (1 Pe 1,18-19).

2º De las esclavitudes en particular:

a) Del pecado: «En quien tenemos la redención por la virtud de su sangre, la remisión de los pecados» (Ef 1,7)

b) De la pena del pecado: «A quien ha puesto Dios como sacri­ficio de propiciación mediante la fe en su sangre» (Rom 3,25).

c) De la muerte: «Aniquiló la muerte y sacó a luz la vida y la incorrupción» (2 Tim i,io).

d) De la potestad del diablo: «Y (Cristo), despojando a los prin­cipados y a las potestades, los sacó valientemente a la vergüenza, triunfando de ellos en la cruz» (Col 2,15). «Para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Heb 2,14).

e) De la ley mosaica: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley» (Gál 3,13). «Envió Dios a su Hijo… para redimir a los que esta­ban bajo la ley» (Gál 4,4-5).

b) EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA, La Iglesia ha enseñado siempre y constantemente esta verdad fundamental de nuestra fe. He aquí algunas declaraciones del concilio de Trento:

«El Padre celestial, cuando llegó la plenitud dichosa de los tiem­pos, envió al mundo a su Hijo, Cristo Jesús,.., tanto para redimir a ¡os judíos, que estaban bajo la Ley, como para que las naciones que no seguían la justicia aprendieran justicia y recibieran todos la adopción de hijos de Dios» (D 794).

«Jesucristo nos reconcilió con Dios en su sangre, hecho para nos­otros justicia, santificación y redención» (D 790).

(La justificación del impío es obra de la gracia de Dios por la re­dención de Cristo Jesús» (D 798).

«Si alguno dijere que Cristo Jesús fue dado por Dios a los hom­bres únicamente como redentor en quien confíen y no también como legislador a quien obedezcan, sea anatema» (D 831).

c) LA RAZÓN TEOLÓGICA. Escuchemos a Santo Tomás 27: «De dos maneras estaba el hombre sometido a servidumbre:

a) Por la esclavitud del pecado, pues, como dice Cristo por San Juan, «quien comete el pecado es esclavo del pecado» Un 8,34). Y San Pedro dice: «Cada uno es siervo de aquel que le ‘venció» (2 Pe 2, 19). Pues, como el diablo venció al hombre induciéndole a pecar, quedó el hombre sometido a la servidumbre del diablo.

b) Por el reato de la pena con que el hombre queda obligado ante la divina justicia, lo cual supone cierta servidumbre, pues a ella pertenece el que uno sufra lo que no quiere, ya que es propio del hombre libre el disponer de sí mismo.

Pues como la pasión de Cristo fue satisfacción suficiente y so­breabundante por el pecado de todo el género humano y por el reato de pena a él debido, fue su pasión algo a modo de precio, por el cual quedamos libres de una y otra obligación… Cristo satisfizo por nos­otros, no entregando dinero o cosa semejante, sino entregándose a sí mismo, que vale infinitamente más. De este modo se dice que la pasión de Cristo es nuestra redención o rescate».

Nótese que el hombre, al apartarse de Dios por el pecado, se hizo esclavo del diablo por razón de la culpa, pero quedó vinculado a la justicia de Dios por razón de la pena que corres­ponde a ese pecado. La redención de Cristo para liberar al hombre era exigida por la justicia de Dios, no por lo que toca al diablo, que ejercía injustamente su imperio sobre el hombre sin tener ningún derecho a ello. Por eso no se dice que Cristo haya ofrecido su sangre, que es el precio de nuestro rescate, al diablo, sino a Dios 28

2ª También la Virgen María, guardadas las debidas pro­porciones y diferencias con Cristo Redentor, causó nuestra salud por vía de redención, principalmente con su compasión al pie de la cruz; por lo que debe ser llamada y es con toda propiedad nuestra Corredentora. (Doctrina cierta y casi común.)

  1. Escuchemos a Roschini explicando la doctrina de esta conclusión 29:

La Virgen Santísima, además de cooperar con su compasión a la redención del género humano a modo de mérito, de satisfacción y de sccrificio, cooperó también, finalmente, a modo de redención. Es la consecuencia lógica y podríamos decir el epílogo de los tres modos precedentes, a los que nada añade de real y positivo. La re­dención, en efecto, es una locución metafórica que expresa por sí misma un pago del precio, hecho a Dios Padre para la liberación del género humano de la esclavitud de Satanás. Dice, pues, una libera­ción tanto del reato de culpa como del reato de pena. De esta servi­dumbre, de este doble reato, Cristo nos ha liberado con su sangre, con su vida, y especialmente con su pasión; la Virgen, en cambio, ha cooperado a liberarnos ctn su compasión, ofreciendo, no sólo la vida y la sangre de su divino Hijo (o sea, el valor meritorio y satisfac­torio de la pasión), sino también sus propios dolores, o sea, el valor conmeritorio y consatisfactorio de su compasión…

Esta cooperación de la compasión de María Santísima a nuestra redención es razonabilísima. La Virgen Santísima ha cooperado de modo inmediato al pago del precio de nuestra redención. Ella, por benignísima y sapientísima disposición divina, deterrninó, en el orden de ejecución del designio divino, el pago del precio de nuestro res­cate, porque sólo por su libre consentimiento se realizó (la Encarna­ción). Cooperó, pues, formalmente a la redención, y puede, por tanto, ser llamada, con razón, verdadera y propia Corredentora del género humano»

En el próximo artículo veremos la corredención de la Virgen María por vía de eficiencia.

NOTAS:

(27) III 48,4.

(28)  Cf. ibid., ad 2 et ad  3.

(29) Cf. ROSCHINI, O.C., VOL I  p.56-62. El pequeño paréntesis explicativo (la Encarnación) es nuestro. (Nota del autor.)

 

VER LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 1/9

VER LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 2/9

VER LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 3/9

VER LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 4/9

VER LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 5/9

VER LA VIRGEN MARÍA CORREDENTORA 6/9