Por vía de satisfacción

El segundo modo con que Cristo realizó la reden­ción del mundo—y, por tanto, analógicamente, María su corre­dención—fue por vía de satisfacción. Vamos a estudiar este nuevo aspecto en Cristo y María, estableciendo en primer lugar algunos prenotandas que aclaran los conceptos y preparan las rectas conclusiones.

LA CULPA Y LA PENA DEL PECADO. En el pecado hay que considerar dos cosas: la culpa u ofensa que se comete con­tra Dios y el reato de pena que lleva siempre consigo aquella ofensa. Con el pecado el hombre ultraja el honor de Dios, apartándose de El para seguir sus gustos y caprichos. En el derecho humano, al que quebranta la ley se le impone una pena: de muerte, de cárcel, de trabajos forzados, una multa, etcétera, para restablecer el orden conculcado. La justicia di­vina exige también una satisfacción para perdonamos el pe­cado.

2.° CONCEPTO DE SATISFACCIÓN. Santo Tomás la define: la compensación de una injuria inferida según igualdad de jus­ticia 15.

ELEMENTOS QUE LA INTEGRAN. Son dos: uno material, que es cualquier obra penosa sufrida como pena del pecado, y otro formal, que consiste en la aceptación voluntaria y por ca­ridad de esa obra penosa con la intención de satisfacer la ofensa inferida a Dios.

CLASES DE SATISFACCIÓN, a) Por razón de la forma, es triple: reconciliativa, expiativa y formal. La reconciliativa tiene por objeto reparar solamente la culpa u ofensa del pecado; la expiativa se refiere solamente a la satisfacción de la pena debida por la culpa, y la formal incluye ambas reparacio­nes: de la culpa y de la pena. Interesa esta distinción, porque, según los protestantes, nuestra satisfacción tiene un sentido puramente expiativo de la pena, sin reparar o extirpar la culpa. En sentido católico, en cambio, la expiación es formal, o sea expía y repara la culpa y la pena. b) Por razón de la persona que la ofrece se divide en per­sonal y vicaria, según la ofrezca La misma persona que infirió la ofensa u otra persona en representación de aquélla.

Teniendo en cuenta todo esto, podemos establecer las siguientes conclusiones con relación a Cristo y a María:

Iª, La pasión de Cristo es causa satisfactoria, en sentido formal y vicario, de los pecados de todos los hombres; o sea ofreció al Padre una reparación universal, sobreabundante, in­trínseca y de rigurosa justicia por los pecados de todos los hombres. (Doctrina católica.)

Expliquemos ante todo los términos de la conclusión:

a) Es CAUSA SATISFACTORIA EN SENTIDO FORMAL, o sea, que reparó la culpa y satisfizo la pena del pecado, las dos cosas.

b) VICARIA, o sea, ofreciendo su vida, no por las propias cul­pas, que no tenía, sino por las de todos nosotros.

c) UNIVERSAL, o sea, ofreciéndola por todos los hombres del mundo sin excepción, ya que todos ellos fueron redimidos por Cristo.

d) SOBREABUNDANTE, en virtud de la dignidad infinita de la persona de Cristo, que rebasó con mucho la magnitud de la oFensa hecha a Dios por todo el género humano.

e) INTRÍNSECA, o sea, por su propio valor objetivo, y no por una simple aceptación extrínseca por parte de Dios.

f) DE RIGUROSA JUSTICIA, como hemos explicado en la cuestión anterior relativa al mérito de Jesucristo.

Esto expuesto, he aquí las pruebas de la conclusión:

a) LA SAGRADA ESCRITURA. Consta clarísimamente en los vaticinios del profeta Isaías y en el Nuevo Testamento. Veamos tan sólo algunos textos:

»Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nues­tros pecados. El castigo salvador pesó sobre él, y en sus llagas he­mos sido, curados» (is 53,5).

«Por eso yo le daré por parte suya muchedumbres y recibirá muchedumbres por botín; por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores cuando llevaba sobre sí los pecados de todos e intercedía por los pecadores» (s 53,12).

«El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo* (1 Jn 2,2).

«A quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación,, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia» (Rom 3,25).

b) EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. El concilio de Trento enseña expresamente que Jesucristo «nos mereció la justifica­ción por su pasión santísima en el leño de la cruz y satisfizo por nosotros a Dios Padre»  Y también que, « al padecer en satisfacción por nuestros pecados, nos hacemos conformes a Cristo Jesús, que por ellos satisfizo y de quien viene toda nuestra suficiencia» (D 904).

Esta misma doctrina ha sido enseñada siempre por el ma­gisterio universal ordinario de la Iglesia 16,

c) LA RAZÓN TEOLÓGICA. Escuchemos el hermoso razo­namiento de Santo Tomás 17:

«Propiamente hablando, satisface por la ofensa el que devuelve al ofendido algo que él ama tanto o más que el odio con que abo­rrece la ofensa. Ahora bien: Cristo, padeciendo por caridad y obe­diencia, ofreció a Dios un obsequio mucho mejor que el exigido para la compensación de todas las ofensas del género humano. Y esto por tres capítulos:

  1. ) Por la grandeza de la caridad con que padeció su pasión.

2) Por la dignidad de lo que entregó en satisfacción del peca­do: su propia vida de Hombre-Dios.

3) Por la amplitud e intensidad del dolor que padeció.

De manera que la pasión de Cristo no sólo fue suficiente, sino sobreabundante satisfacción por todos los pecados del género hu­mano, según las palabras de San Juan: «El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo (i Jn 2,2)».

Al resolver las dificultades añade el Doctor Angélico ob­servaciones muy interesantes, como vamos a ver.

DIFICULTAD. Es el pecador quien debe satisfacer, pues es él quien cometió la ofensa y es él quien debe arrepentirse y confesarse, no otro en su lugar.

RESPUESTA. La cabeza y los miembros constituyen como una sola persona mística, y por eso la satisfacción de Cristo pertenece a todos los fieles como miembros suyos. Cuando dos hombres están unidos por la caridad, y por ésta vienen a ser uno, pueden satisfacer el uno por el otro 18 La satisfacción es un acto exterior, para cuya ejecución se puede uno valer de instrumentos, entre los cuales se cuentan los amigos. No ocurre lo mismo con el arrepentimiento y la confesión, que tienen que ser actos personales del propio pe­nitente (ad r).

DIFICULTAD. A nadie se le puede ofrecer satisfacción in­firiéndole una ofensa mayor. Pero la mayor ofensa que jamás se haya hecho a Dios fue, precisamente, la crucifixión de su divino Hijo. Luego parece que con ello no quedó satisfecha la deuda de nuestros pecados, sino que se aumentó muchísimo más aún.

RESPUESTA. Fue mucho mayor la caridad de Cristo paciente que la malicia de los que le crucificaron, y, por lo mismo, satisfizo Cristo a Dios mucho más con su pasión que le ofendieron con su muerte los que le crucificaron. La pasión de Cristo fue suficiente y sobreabundante satisfacción por el pecado que cometieron los mismos que le crucificaron (ad 2).

DIFICULTAD. El alma, en la que está propiamente el peca­do, es superior a la carne. Pero Cristo padeció «en la carne», como dice San Pedro (1 Pe 4, 1). Luego no parece que pudiera satisfacer con ello nuestros pecados.

RESPUESTA. La dignidad de la carne de Cristo no se ha de me­dir por su propia naturaleza corporal, sino por la dignidad de la persona que la asumió: el Verbo divino, en virtud del cual pasó a ser carne de Dios y, por lo mismo, alcanzó una dignidad infinita (ad 3).

2ª Por el misterio de su compasión al pie de la cruz, la Santísima Virgen María, en estrecha dependencia y subordi­nación a la pasión de Cristo, ofreció también al Padre una sa­tisfacción universal e intrínseca; pero insuficiente y finita, aun­que dignamente proporcional. (Doctrina cierta y casi común.)

El solo enunciado de la conclusión explica claramen­te la relatividad satisfactoria de la compasión de María y sus diferencias esenciales con la satisfacción absoluta e infinita rea­lizada por la pasión de Cristo. La de María, en efecto, fue:

a) UNIVERSAL, por la ordenación divina de sus dolores a la salvación del género humano, en plena y absoluta depen­dencia de Cristo Redentor.

b) INTRÍNSECA, porque intrínseca es la asociación de Ma­ría a Cristo en el fin mismo de 5. edención y, por lo mismo, la cooperación de María a la pasión de Cristo, con la que for ma como una misma cosa por divina ordenación.

c) INSUFICIENTE, porque por sí misma (o sea, indepen­dientemente de la pasión de Cristo) la compasión de María no hubiera podido satisfacer por todos los pecados del mundo, al menos en plan de rigurosa y estricta justicia, por la infinita desproporción entre el ofendido (Dios) y el que ofrece la sa­tisfacción (una pura criatura, María).

d) FINITA, porque ninguna pura criatura puede realizar un acto infinito.

e) AUNQUE DIGNAMENTE PROPORCIONAL, porque—como vimos al hablar del mérito de María—ésta nos conmereció con mérito proporcional (ex condignitate») lo que Cristo nos me­reció en todo rigor de justicia, y esto mismo hay que aplicarlo a la co-satisfacción ofrecida al Padre por María Corredentora. Es más: como dice un ilustre mariólogo, «las satisfacciones de María ofrecidas a Dios por el pecado, pertenecen de algún modo al orden hipostático y están colocadas, por consiguiente, en un plano trascendente a la misma ofensa del pecado por parte del hombre» 19.

«La razón misma—escribe a propósito de esto Roschini 20_ nos dice que la Virgen Santísima, habiendo sido «mártir con Cristo)> para la redención, ha satisfecho juntamente con Cristo la pena debida por el pecado. Lo inmenso de su caridad, la dignidad de sus actos satisfactorios, la magnitud de su dolor, nos revelan toda la excelencia de su satisfacción. A quien nos objetase que a una satisfacción por sí misma suficiente, más aún, de infinito valor —como es la de Cristo—, no se puede añadir otra satisfacción, res­pondemos que la satisfacción de María no se añade a la de Cristo para aumentar el valor infinito de ésta, sino sólo para que se cum­pla la ordenación divina, que lo ha dispuesto así libremente para la redención del género humano».

En l próximo artículo veremos la corrededención por vía del sarificio

NOTAS:

15) Suppl. 12.3

(16) En nuestros días pueden verse, entre otros muchos, los testimonios siguientes: León XIII, Isu Christo Redemptore: ASS 33,275; Pto XI, MiserentissimusS Rdemptor AAS 20, 16o; Pío XII, Mediator Dei: AAS 39,528.

(17) III 48,2.

(18) No se confunda la satisfacción de la pena, que puede ser ofrecida por otra persona (cf. Suppl. I3,2), con el mérito de las buenas obras, que es personal e intransferible. Sólo Cristo, y María como corredentora, pudieron merecer para los demás por la ordenación social de la gracia capital de Cristo y maternal de María a todos los redimidos.

(19) Cf. P. CUERVO, Maternidad divina y corredención mariana (Pamplona 1967) p314.

(20) Cf. ROSCIHNI, C.C., vol.1 p.555.

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