Estoy convencido de que una de las causas de la actual crisis religiosa ha sido el abandono del sentido común, es decir, del realismo moderado de Santo Tomás de Aquino.Toda  una jerarquía eclesiástica, en masa, ha dado la espalda a la filosofía y teología del Doctor Angélico desde, incluso, mucho antes del Concilio. Tengo la certeza de que, más que nunca, es necesario volver hoy a enseñar y a estudiar los principia et pronuntiata maiora doctrinae S. Thomae, como lo prescribió San Pío X cuando se dio cuenta de la gravedad de la situación que provocaba en la mente del clero el modernismo. Si ya entonces era necesario, hoy, tras el personalismo existencialista Wojtyliano, el devenir hegeliano ratzingeriano y el epicurismo indeferentista de Bergoglio es muy urgente e imperativo volver a los principia maiora de San Tomás. Y no me refiero sólo a los errados conciliares, que son pasto del más craso y herético pensamiento liberal y sin arreglo mental posible- salvo extraordinarias gracias derramadas por Nuestro Señor-, sino, por desgracia, entre la mayoría del clero “tradicionalista” (FSSPX, resistencia, sedevacantistas, ora conclavistas, ora defensores de la tesis del papa materialiter, ora  absolutos), cuya formación es, salvo algunas excepciones, muy deficiente; lo que explica la abundancia de tanta estupidez y exageración por su incapacidad para distinguir la substancia de lo accidental, y para sostener un discurso que determine el terreno de lo análogo y  de lo unívoco; todo lo cual es muy lamentable.

Las 24 tesis tomistas, según el papa Bendicto XV, exigen, si no el asentimiento interior, al menos que fuesen propuestas como la doctrina preferida de la iglesia.

Traemos a nuestros lectores, pues, las 24 tesis que el papa Benedicto XV encargó compilar al P. E. Hügon,  y que éste escribió en francés, hoy traducidas al español, con el fin de interesar a todos los lectores de la necesidad de volver a Santo Tomás, alejándose, incluso, de la escolástica que no ha sido fiel al doctor Angélico.

He preferido hacer entregas cortas dado que es un material más destinado a estudiarse y meditarse. Así, podrá alcanzar una elemental cultura tomista guiado por un maestro seguro, recomendado por Benedicto XV: P. Hügon; y todo ello expurgado de los errores ontológicos de los jesuitas como  Suárez, Molina,..especialmente en la tesis sobre la Potencia y Acto, que es fundamental en Santo Tomás, de la cual se apartan  aquéllos y tantos otros; una de la causas remotas, según mi modesto entender, de la devastación filosófica contemporánea.

Contra tanto teólogo averroista moderno, adoradores de las ciencias , que todo lo basan en la razón, Santo Tomás va a demostrar que la razón no puede probar nada contra la fe. En contra de los neoagustianianos poco fieles al espíritu del maestro, Santo Tomás hará la distinción entre razón y Fe, pero lejos de separlas, las unirá. Contra los fideístas- aparicionistas, sectarios, pentecostalistas… – mostrará que la filosofía puede establecer de un modo racional los preambula fidei. Contra el ignorantismo concebirá a la teología, además de enderezada a la piedad, a la edificación personal, etc., como un cuerpo doctrinal que tenga valor universal, como una verdadera ciencia de las verdades de la fe. Contra los racionalistas mostrará Santo Tomás que la razón debe estar al servicio de las verdades de la fe. Contra tanto “católico” perplejo por los avances científicos, siempre dispuestos de forma rauda a dejar de creer en las verdades reveladas y a poner en cuestión casi todo, mostrará que la fe infusa, por consiguiente, es no sólo muy superior a las ciencias y a la más alta filosofía, sino también a la más sabia teología, la cual nunca será otra cosa sino su comentario explicativo y deductivo. Contra los rutinarios papólatras y/o circunspectos siempre pendientes de lo “oficial” y que procuran en cada ocasión que se presenta  no moverse para no salirse de la foto, pseudo intelectuales blogueros, caóticos informadores del devenir curialesco, tibios, línea media y acuerdistas e irenistas revestidos de aparentes sesudas meditaciones, mostrará el Angélico Doctor que, “lejos de disminuir en lo que fuere la elevación de la fe cristiana por su concepción de la teología, Santo Tomás dice que la enseñanza de la Teología debe proceder de la plenitud de la contemplación, es decir, de la fe infusa, no sólo vivificada por la caridad, sino también esclarecida por los dones de ciencia, de entendimiento y de sabiduría, que tornan la fe más penetrante y sabrosa”.

En sus luchas doctrinales, enderezadas por completo a la defensa de la fe, se ha mostrado humilde, paciente, magnánimo, audaz, ordenado y nunca caótico, siempre prudente -pero nunca tibio ni equidistante- ” Siempre que quería estudiar, llevar a cabo una disputa solemne, enseñar, escribir o dictar, comenzaba por retirarse al  lugar secreto de la oración y oraba derramando lágrimas, al fin de alcanzar la inteligencia de los misterios divinos. Salía de allí con la luz que el señor le daba”, dice su biógrafo Guillermo Tocco.

Volved, pues a Santo Tomás.

Dicho esto, ¡calle yo de una vez y que hable el maestro, Doctor Angélico!

ORIGEN DE LAS VEINTICUATRO TESIS TOMISTAS.

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Recuérdese que S. S. Pío X con su Motu proprio del 29 de junio de 1914 prescribió que en todos los cursos de filosofía fuesen enseñados los principia et pronuntiata maiora doctrinae  S. Thomae y que en los centros de estudios teológicos la Suma teológica fuese el libro de texto.

1. El origen de las veinticuatro tesis

S. Pío X quería remediar un estado de cosas que el cardenal Villeneuve ha caracterizado de la siguiente manera en la “Revue de l’Université d’Ottawa“, oct.-dic. de 1936 (hemos citado poco ha una parte de este texto):

“No pocos autores, después de León XIII, han procurado no tanto ponerse de acuerdo con Santo Tomás, como ponerlo a él de acuerdo con su propia enseñanza. Por eso se ha querido deducir de los escritos del Doctor común las consecuencias más opuestas. De ahí se originaba una increíble confusión sobre su doctrina, que acababa por parecer a los estudiantes como un conjunto de contradicciones. Con esta manera de proceder no se podía inferir mayor injuria a aquel del cual ha escrito León XIII: «La razón apenas si parece que pueda elevarse a mayor altura.»

“Y así algunos han llegado a decir que todos los puntos sobre los cuales los filósofos católicos no están de perfecto acuerdo, son dudosos. Por último, han concluido algunos, para atribuir a Santo Tomás la gloria de no ser contradecido por nadie, que era preciso limitar su doctrina a aquello en lo cual estuviesen de acuerdo todos los pensadores católicos. Lo cual se reduce  poco más o menos a lo que ha sido definido por la Iglesia y que se debe sostener para guardar la fe… Pero reducir así la doctrina tomista a un conjunto amorfo y sin vértebras lógicas de verdades triviales, de postulados no analizados, no organizados por la razón, equivale a cultivar un tradicionalismo opaco, sin substancia y sin vida, y acabar, si no de una manera teórica y consciente, por lo menos en la práctica, en un fideísmo vivido in actu exercito. De ahí el escaso interés y vigilancia, la poca reacción que provocan las tesis más inverosímiles, en todo caso las más antitomistas por su misma naturaleza.

“Cuando el criterio de la verdad estriba prácticamente y de hecho en el número de autores citados en pro y en contra, esto en el campo en que la razón puede y debe llegar a la evidencia intrínseca mediante el recurso a los primeros principios, estamos ante la atrofia de la razón, ante su embotamiento, ante su abdicación. El hombre acaba por ello por dispensarse de la mirada del espíritu; todos los asertos permanecen en el mismo plano, el de una persuasión neutra, que proviene de la voz pública . . . Podrá adjudicarse esta abdicación a una laudable humildad; de hecho engendra el esceptimismo filosófico de unos, el escepticismo vivido de los más en los ambientes en que reina un misticismo de sensibilidad y una vana piedad.”

De ahí se derivan dudas hasta sobre el valor de las pruebas clásicas de la existencia de Dios, especialmente sobre el principio quidquid movetur ab alio movetur, y sobre la imposibilidad de llegar hasta lo infinito en la serie de causas actual y necesariamente subordinadas; lo que equivale a poner en duda el valor de las “cinco vías” de Santo Tomás.

S. S Pío X se dio cuenta de la gravedad de la situación y por eso prescribió el 29 de junio de 1914 que se enseñasen los principia et pronuntiata maiora doctrinae S. Thomae.

¿Pero, cuáles eran estos pronuntiata maiora, si era preciso no contentarse con algunas verdades triviales de sentido común, que permiten, a cada cual interpretar según su propio sentir la doctrina del Doctor Común?

Algunos tomistas, profesores en diversos Institutos, propusieron entonces a la S. Congregación de Estudios veinticuatro tesis fundamentales. La S. Congregación las examinó, las sometió al Santo Padre y respondió que contenían los principios y los grandes puntos de la doctrina del Santo Doctor (cf. Acta Apost. Sedis, VI, 383 ss.).

Luego en febrero de 1916, después de dos reuniones plenarias, la S. Congregación de Estudios decidió que la Suma teológica debe ser el libro de texto en cuanto a la parte escolástica y que las veinticuatro tesis deben ser propuestas como reglas seguras de dirección intelectual: Proponantur veluti tutae normae directivae. S. S. Benedicto XV confirmó esta decisión que fue hecha pública el 7 de marzo de 1916.

En 1917 el Código de derecho canónico fue aprobado y promulgado por Benedicto XV, y en él se dice (can. 1366, § 2 ) : Philosophiae rationalis ac theologiae studia et alumnorum in his disciplinis institutionem professores omnino pertractent ad Angelici Doctoris rationem, dóctrinam et principia, eaque sánete teneant. El método, los principios y la doctrina de Santo Tomás deben ser seguidos religiosamente. Entre las fuentes que indica, el Código señala el decreto de la S. Congregación aprobando por las veinticuatro tesis como pronuntiata maiora doctrinae sancti Thornae.

S. S. Benedicto XV tuvo ocasión en numerosas oportunidades de expresar su pensamiento sobre este punto, recomendó por ejemplo al P. E. Hugon, O. P., en una audiencia especial, que escribiese en francés un libro  sobre las veinticuatro tesis, y, como refiere este último (Las venticuatro tesis tomistas, Bs As 1940; libro que seguiremos para exponer las 24 tesis a nuestro lectores de una forma muy clara), le dijo que si no pretendía imponer estas veinticuatro tesis al asentimiento interior, exigía que fuesen propuestas como la doctrina preferida de la Iglesia.

Ya el P. Guido Mattiussi, S. J., había publicado en 1917 una obra italiana de capital importancia: Le XXIV Tesi della Filosofía di S. Tommaso d’Aquino approvate dalla Sacra Congreg. degli Studi, Roma. Esta obra ha sido traducida al francés.

Se ha sabido desde entonces que estas veinticuatro tesis habían sido redactadas por dos tomistas de gran valor que las habían enseñado durante toda su vida comparándolas con las tesis contrarias. Han sido ordenadas admirablemente, de tal modo que todas dependen de la primera que enuncia el mismo fundamento de la síntesis tomista: la distinción real de la potencia y del acto.

LA SÍNTESIS TOMISTA P. Reginald Garrigou-Lagarnge, O.P.

Seguiremos pues la recomendada obra siguiente:

Rdo. P. Eduardo Hügon, O. P.

Maestro en Teología

Profesor de Dogma en el Colegio Pontifical “Angélico”, de Roma

Miembro de la Academia Romana de Sto. Tomás de Aquino

Principios de Filosofía

Las Veinticuatro
Tesis Tomistas

Carta de su Santidad Benedicto XV

A nuestro Querido hijo Eduardo Hugon, religioso Dominicano, doctor y profesor de Teología en el Colegio Angélico de Roma.

BENEDICTO XV, PAPA

QUERIDO HIJO: SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA.

Santa y saludable obligación impuesta a las escuelas católicas, donde se forma en la ciencia de la Filosofía y de la Teología la juventud del santuario, es la de tomar por maestro supremo a Santo Tomás de Aquino. Cuanto en este asunto quedó establecido con tanta sabiduría por nuestros predecesores, en particular por León XIII y Pío X, de feliz memoria, inviolablemente debe mantenerse y observarse.

También Nos tenemos por oportunísima la obra, digámoslo así, de hacer salir del recinto de la Escuela al Doctor Angélico; la de ponerlo en condiciones de irradiar al exterior, de lanzar la casi divina luz de su genio sobre cuantos aspiran a profundizar nuestra religión. Cierto que los modernistas no se habrían alejado tanto de la fe, extraviados por tan diversas opiniones, de no haber descuidado los principios y la doctrina de Santo Tomás.

Por eso ha sido excelente vuestro plan de explicar, bajo la guía de tal maestro, las verdades de nuestra fe y nuestros más augustos misterios, para especial utilidad de los seglares, empleando un estilo adaptado a las inteligencias que no han tenido ocasión de iniciarse en los estudios y métodos peculiares de las escuelas.

Celebramos que vuestros libros, donde habéis abarcado poco menos que todo el conjunto de la Teología, obtengan, según la estimación de jueces competentes, pleno éxito por su mérito especial, que consiste, por un lado, en la luminosa explicación y defensa de los dogmas de la salvación, y por otro en los piadosos sentimientos de religión que suscitan. No habiendo otra verdadera piedad que la que brota y se extiende después de alimentarse de algún modo en la raíz misma de la sana Teología, excelencia propia de los libros teológicos es encender en sus lectores el amor de la piedad. Gratísimo Nos resulta el poder tributaros este elogio, con el mayor deseo de que vuestro trabajo resulte de utilidad a un gran número de almas.

Para vos, querido Hijo, además de los frutos abundantes de vuestra obra, esperad de Dios una recompensa muy abundante.

En prenda de estos favores y como testimonio de nuestra paternal benevolencia, os otorgamos muy afectuosamente la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, en San Pedro, a 5 de mayo de 1916, año segundo de nuestro Pontificado.

BENEDICTO XV, PAPA.

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