24 TESIS TOMISTAS. Aplicación: Refutación del teosofismo

COSMOLOGÍA

La Cosmología de Santo Tomás, resumida en las cinco últimas tesis, demuestra que no es el mundo ese infinito, en el cual todo sería el todo, sino un conjunto armónico de muy diversas substancias. Hay multiplicidad en el universo, porque hay potencia y acto, materia y forma, hay cantidad que extiende la substancia en mil y mil partes distintas.

Estas doctrinas tomistas sobre el hylemorfismo son perentoria refutación del panteísmo bajo todas sus formas.

Para completar nuestro asunto, queremos aplicar estos principios a la refutación de los más recientes errores; diremos algunas palabras acerca del teosofismo, que la Iglesia acaba de condenar.

En reunión plenaria de los EE. Cardenales e Inquisidores Generales en asuntos de fe y costumbres, el día 19 de julio de 1919, fue propuesta esta cuestión: «Si las doctrinas, llamadas teosóficas, pueden conci-liarse con la católica, y si es lícito a los fieles inscribirse en las sociedades teosóficas, asistir a sus reuniones, leer sus libros, revistas o escritos en general.» Los EE. Cardenales, asesorados por los Consultores, mandaron responder: Negativo. Al día siguiente, en la acostumbrada audiencia del Papa al Asesor del S. Oficio, S. S. Benedicto XV aprueba la decisión, con orden de que se publique.

Para mostrar el alcance de este decreto, recordaremos a grandes rasgos las doctrinas del teosofismo, confrontándolas con las católicas.

El título en sí es harto inofensivo. Teosofía quiere significar sabiduría divina, conocimiento superior de las cosas de Dios; teósofo pudiera llamarse al discípulo o iniciado en tan alto saber. En tal sentido, no pocos escritores eclesiásticos alabaron la Teosofía y al teósofo, como son de alabar los nombres de Teología y de teólogo.

El título es aquí lo de menos. Así como los antiguos gnósticos abusaron de la palabra gnosis, o ciencia, los fundadores del teosofismo entienden por teosofía, o sabiduría divina, un conocimiento antiguo, universal y oculto, que tiende a confundir a Dios con el hombre y el mundo. Aunque este sistema se haya ofrecido y se ofrezca disfrazado con innumerables formas, pueden todas éstas reducirse a la forma fundamental del panteísmo.

Mad. Blavatski, noble rusa de gran ardor militante, fue, con el norteamericano coronel Olcott, la fundadora y principal propagandista de la sociedad teosófica; el secretario era Leadbeater, perseguido en estos últimos años por un asunto de moralidad. Hoy es presidenta de la sociedad Mad. Annie Besant, alta dignataria de la masonería mixta y harto célebre por sus escritos y conferencias teosóficas.

Hay otra corriente de las mismas ideas fundamentales, vigorosamente desarrolladas bajo la dirección del alemán Rodolfo Steiner.

Ante todo, el teosofismo ataca la doctrina fundamental del verdadero Dios personal y creador de todas las cosas. «Nosotros rechazamos la idea de un Dios personal, o extracósmico. Afirmamos y probamos que el Dios de la Teología es un conjunto de contradicciones, una imposibilidad lógica. Por esto nos resistimos a reconocerlo». El Dios de la Teosofía se confunde con el mundo; más todavía, el espíritu y la materia constituyen un solo ser. »Según nuestras enseñanzas, el Espíritu y la Materia son cosa idéntica; el Espíritu contiene a la Materia en estado latente, y la Materia es Espíritu cristalizado, como el vapor enfriado se convierte en hielo».

Huelga decir que en tal sistema el dogma de la Trinidad se desvanece; no hay para el teósofo más Trinidad que la manifestación intelectual y gnóstica de la Unidad impersonal e infinita.

Niegan rotundamente el dogma de la creación ex nihilo, pues todo está en todo; Dios, el alma y el universo son uno con la unidad absoluta, la esencia divina incognoscible. «Creemos, no en una creación, sino en consecutivas manifestaciones del Universo, pasando del plano subjetivo al objetivo del ser, con regulares intervalos o períodos cíclicos de inmensa duración».

Contra nuestras doctrinas católicas de la libertad, de los actos humanos, de la moralidad, del último fin, oponen la substancia universal, que, pasando a través de innumerables formas, se convierte en hombre, en ángel y en Dios. «La humanidad es una sola substancia o esencia, única, infinita, increada y eterna». «Esta substancia evolucionando, llega a ser todo, llega a ser ella misma, por una especie de maravilloso retorno.» «Tal es el poder misterioso de la evolución, de la omnipotente, omnipresente y hasta omnisciente potencia creadora».

Nada puede llamarse sobrenatural o gratuito; todo en el Todo Universal es debido a la Naturaleza.

Los mandamientos de Dios y de la Iglesia, la oración y los actos religiosos, no tienen razón de ser; no necesita elevarse sobre sí misma el alma; le basta con replegarse interiormente en ese gran Todo, que osan llamar nuestro Padre en los cielos.

En orden a la Encarnación del Divino Salvador, sólo acierta a proferir blasfemias, llamando a Dios encarnado «antropomorfo», o la sombra gigantesca del hombre, sin reproducir siquiera lo mejor que el hombre tiene. Distingue, además, el Cristo universal del Cristo singular. El Cristo universal puede considerarse, o en su estado de involución, y es entonces el Verbo o Logos, encarnado y de algún modo inmolado por su inmersión en el Universo; o bien en estado de evolución, elevándose de grado en grado hasta alcanzar el matrimonio en espíritu con lo Absoluto.

El Cristo singular o histórico es un gran sabio o perfecto teósofo, semejante a Manú, Zoroastro, Buda, etc., mas de ningún modo un verdadero Dios Personal. El dogma de la Redención, que supone y repara un pecado original, carece de sentido, pues el género humano, substancia divina y eterna, en lo íntimo de su ser, es impecable e infalible, y también porque las acciones de un puro hombre, como llaman al Cristo de la historia, carecen de valor infinito necesario para satisfacer por la culpa.

Queda, pues, destruida de un golpe en su raíz, toda la economía sobrenatural de la gracia y de los sacramentos, que en los dogmas de la Encarnación y de la Redención se fundan.

Niega también el Teosofismo todas nuestras verdades de novissimis, muerte, juicio, infierno y gloria, haciendo consistir toda la sanción y expiación de nuestras culpas en una serie de transmigraciones o encarnaciones sin número, en otros tantos cuerpos renovados.

A tantos ensueños y aberraciones nos basta oponer la definición del IV Concilio de Letrán: «El Juez supremo dará a cada uno según su merecido, tanto a los réprobos como a los predestinados, todos los cuales han de resucitar con el mismo cuerpo que ahora tienen (cum suis propriis resurgent corporibus QUAE NUNC gestant), para recibir, conforme a sus buenas o malas obras, los unos el castigo eterno con el diablo, los otros la gloria eterna con Cristo.

Era, por consiguiente, muy justo e indispensable que el Santo Oficio, tribunal supremo y guardián nato de la doctrina y de la moral, condenara tales errores, prohibiendo a los católicos entrar en las sociedades, asistir a las reuniones y leer los escritos teosóficos.

Tales aberraciones no tendrán fácil cabida entre los buenos tomistas que han comprendido a fondo la triple composición de la criatura corpórea, composición de potencia y acto, de materia y de forma, de substancia y accidentes. De todo esto necesariamente resulta la radical distinción en géneros, especies e individuos, unos en la especie, distintos cada uno de por sí por su principio de individuación, que es la materia tal, sellada por tal cantidad (materia signata quantitate).

Firme la mente en los anteriores datos y principios fundamentales, fácilmente descubre el absurdo del panteísmo en todas sus formas, que, al identificar las substancias, admite necesariamente la consubstancialidad de Dios con todas las cosas del Universo. Notemos especialmente la oposición radical entre el panteísmo y el dogma de la encarnación. Si la persona divina uniera a sí misma hipostáticamente todas las substancias humanas y aun las de todo el Universo, no iría tan allá como el panteísmo; la substancia divina jamás se confundiría con todas estas substancias; no habría jamás consubstancialidad de Dios y del mundo.

Ved cómo estas tesis, a primera vista meras sutilezas sin transcendencia, que se relacionan con la composición de las substancias creadas y con el principio de individuación, nos llevan a la glorificación del Acto Puro, verdadero Dios personal.

Las próximas tesis describen la Biología y la Psicología de Santo Tomas.