24 TESIS TOMISTAS (4ª)
Esencia y existencia
ONTOLOGÍA
TESIS IV. — «Ens, quod denominatur áb esse, non univooe de Deo et creaituris dicitur, neo tamen prorsus aequivoce, sed analogiee, analogía tum attributionis tum proportionalitatis.»
«La noción de ente (o de ser) se aplica a Dios y a las criaturas, no de una manera unívoca, ni tampoco puramente equívoca, sino más bien analógica, con analogía de atribución y de proporcionalidad».
Se llaman unívocas dos o más cosas que llevan el mismo nombre, cuando en todas ellas es idéntico el significado de tal nombre. La palabra hombre es unívoca en Pedro y en Pablo; la palabra animal es unívoca en hombre y animal, cuando aludimos al género común a los dos, y no a la especie de uno y de otro.
Hay equívoco en los términos cuando se emplean en muy diverso sentido. No es lo mismo el carnero lanígero, que el signo del zodíaco, o la antigua máquina de guerra que designamos con el mismo nombre.
Hay analogía siempre que la realidad significada por el término común ni del todo sea igual, ni del todo diferente, implicando una relación de semejanza entre los objetos aludidos. El hombre es sano, el color del semblante sano, el alimento sano. Claro es que el alimento sano no significa lo mismo que el color sano, o el hombre sano; pero en los tres casos se descubre una indudable relación manifiesta. El hombre se llama sano como sujeto de salud, el color como signo, el alimento como causa.
Se dice que hay analogía de atribución cuando la realidad significada se aplica a un sujeto por su mayor o menor semejanza con otro en quien tal realidad se halla en un estado principal y supremo (Summum ana-logatum). Así la salud no se dice del pulso, ni de la medicina, sino por relación al hombre, donde se realiza en todo su sentido. Hay analogía de proporcionalidad cuando está real e intrínsecamente en los términos comparados, mas no de la misma suerte. Así la criatura tiene el ser real e intrínsecamente, mas no en el grado absoluto, propio de Dios.
Nos ceñiremos a la tesis tomista, sin entrar en controversias de escuela.
El ser no puede llamarse unívoco a Dios y a las criaturas, pues a Dios pertenece en la más absoluta plenitud, y a los demás seres en proporciones limitadas. En vano responderán que todos los seres son iguales, en cuanto opuestos a la nada, y que un solo concepto puede abrazar lo creado y lo increado. Tampoco es cierto que sean todos los seres igualmente opuestos a la nada. ¿Lo Necesario, lo Infinito, lo Perfecto, lo Inmutable, lo Eterno, no difiere realmente de lo contingente, finito, imperfecto, cambiante y temporal? ¿La substancia y el accidente, el espíritu y la materia, existen del mismo modo?[1]
Si el ser de Dios no es unívoco al de las criaturas, tampoco puede llamarse equívoco. Todo nuestro conocimiento de Dios parte de las criaturas, como de efectos que infaliblemente revelan la soberana causa. La Iglesia nos manda confesar que Dios es cognoscible mediante las obras visibles de la creación, que demuestran su existencia. «Per visioilia creationis opera tanquam causam per effectus cognosci, adeoque demonstran etiam posse profiteor». Tal demostración estriba en la necesaria conexión deducida de la analogía del ser.
Se habrá ya comprendido que se trata aquí lo mismo de una analogía de atribución, en cuanto la criatura depende de Plenitud subsistente, causa de todo ser participado, y también de alguna analogía de proporcionalidad, ya que el ser es intrínseco a la criatura como a Dios, aunque en Dios está de un modo infinitamente superior, trascendente en absoluto.
A innumerables aplicaciones se presta el principio universal enunciado en esta IV Tesis, así en el orden natural, como en el sobrenatural, que es el propiamente divino.
»Por doquier llegue a nosotros un elemento propiamente divino, la inteligencia debe elevarse mediante una proporción, cuya razón es la relación fundamental del ser condicional, expresado en nuestros habituales conceptos, con el ser incondicionado al que la aplicamos. Cuando, por ejemplo, se dice que la gracia habitual es una cualidad creada, debemos entender que lo que la cualidad creada es en el orden de las perfecciones de la substancia creada, eso proporcionalmente es la gracia habitual en el orden de las divinas perfecciones con que Dios enriquece el alma. La palabra «divina» suscita y provoca una especie de vuelo mental que nos transporta a otro mundo, a la esfera del ser y de la perfección sin límites. No se tema que tal vuelo, al parecer desmesurado y violento, llegue a romper nuestras alas. La relación de causa y efecto, entre lo divino y lo creado, es rígida y necesaria; no hay fuerza de tensión posible capaz de romperla. Más bien que un vuelo de águila, podemos decir que la relación fundamental de todas las proporciones teológicas semeja al ascensor que nos eleva y habilita para contemplar el orden de las cosas divinas, humanizándolas y acomodándolas a nuestro alcance. No temáis aplicar con toda amplitud la proporcionalidad. Jamás se ha aplicado bastante».
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