Nació en Vietnam. Ordenado Sacerdote el 20 de octubre de 1925 en Vietnam. Consagrado obispo el 5 de mayo de 1938 en Hué, Vietnam por el Delegado Apostólico en Indochina Mons. Antonin Drapier O.P., Arzobispo Titular de Neocesarea en Pontus, asistido por Mons. Isidore Dumortier, M.E.P., Obispo Titular de Lipara, y por Mons. Dominique Ngo Ngoc Can Titular, Obispo Titular de Zenobias. Mons. Dinh Thuc fue Obispo Titular de Saesina entre 1938-60, Arzobispo de Hué, Viet Nam, entre 1960-68, y Arzobispo Titular de Bulla Regia, entre 1968-1984.

Esta recopilación de textos tiene ocho partes, y se los ofrecemos aquí de manera que puedan saltar de una a otra con facilidad. Añadimos tres apéndices más de dos estudiosos de distintas sensibilidades: el P. Altamira y el P. Cekada.

Estos textos escogidos, entre decenas de estudio, demuestran como mons. Thuc ha sido víctima, y aún lo es hoy, de calumnias monstruosas, cóleras desenfrenadas, odios implacables, estafas y manipulación de sus escritos, y hasta de secuestros antes de su muerte.

Con claridad meridiana había quedado demostrada su gran lucidez, así como también la deshonestidad intelectual de quienes no les tembló la mano para falsificar sus palabras en el conciliábulo.

El asunto parecía zanjado y el mar calmado. Pero he aquí que los rencores atávicos de antaño han renacido, cual cizaña, en otros corazones, quizá por su ignorancia sobre el asunto o por la negación de la Luz- Dios sabe-, o tal vez por los celos de la incesante ordenación de nuevos sacerdotes y la continua consagración de nuevos obispos, la mayoría del linaje de mons. Thuc- Aunque en verdad, no es la única línea de sucesión apostólica que sostiene que la Sede de Pedro está vacante, o usurpada . Y no podía ser de otra forma, puesto que los obispos lefebvrianos- también consagrados válidamente- han traicionado, no a mons. Lefebvre – varón de su tiempo sobre el que no se puede hacer un juicio anacrónico-, pues también estuvo lleno de contradicciones – sino hubiera sido contradictorio no le usarían como bandera tanto mons. Fellay, como mons. Williamson, como otros lefrebvianos capillistas-, sino traición a la Iglesia católica con su falsa posición de reconocer a los herejes como papas, pero resistirlos en todo, mientras Misa tras Misa cometen el grave pecado de la Communicatio in sacris celebrando la Misa una cum con Bergoglio y antes con Ratzinger y Wojtyla.

Aquí sólo expongo la verdad con documentos, sin prejuicios. No me interesan las opiniones, ni los gritos, sólo la verdad. Por lo tanto, quien esté interesado en ella y no en patrañas, solo ha de leer estos documentos. Para quien esté lleno de prejuicios y prefiera la mentira no tengo ningún remedio para sacarle del error.

PARTES DE ESTE ARTÍCULO

1.Secuestro de Monseñor Thuc por los modernistas. 

2. Las calumnias a Mons. Thuc descubiertas ( Se pesca antes a un mentiroso que a un cojo). Nada hay oculto que no sea revelado.

3. Breve resumen para los que tienen prisa.

4. La falsificación de las palabras que mon. Thuc dijo en el conciliábulo.

5. Mons. Lefebvre anima a mons, Thuc a trabajar con los del Palmar ( testimonio del P. Barbera).

6. La muerte de Mons. Thuc.

7. La falsedad de que mons. Thuc murió en la iglesia conciliar.

8. Notas.

OTROS APÉNDICES SOBRE EL TEMA AJENOS A ESTE ARTÍCULO:

A. La teología sacrametal  católica sobre la validez de las consagraciones de mon. Thuc ( P. Fernando Altamira).

B. La validez de las consagraciones de Thuc. Respondiendo objeciones ( P. Altamira)

C. Contra el terroristo teológico de la FSSPX (título original del trabajo: La validez de las consagraciones de mons Ngo Ding Thuc. (Padre Cekada).

 

SECUESTRO DE MONS. THUC POR LOS MODERNISTAS

En varias ocasiones los modernistas habían intentado tomarcontacto con el Arzobispo Ngo.

Era el mes de febrero y había nevado de manera inusual. Estábamos cerca del festival de luna nueva. Una limosina se paró en nuestro jardín. Dos vietnamitas y un australiano, junto con un corpulento hombre negro que los seguía llegaron a la puerta. Fue el más viejo de los vietnamitas quien habló. Yo pensé que tenía algún tipo de tic nervioso o alguna enfermedad de ese tipo. Venían a “visitar” a Monseñor Ngo y deseaban llevarlo a Nueva York a una cena realizada en su honor, entre amigos y familiares que habían formado parte del gobierno de su hermano. Por cortesía dejé el salón para el Señor Arzobispo. Después de un momento regresé y de la mejor manera pregunté si todo procedía bien. El arzobispo me aseguró que conocía a estos hombres y que todo procedía en orden. El másanciano de ellos, preguntó de nuevo si aceptaba la invitación a nueva York para la celebración. ¿Qué podía decir yo? Le pregunté al Arzobispo si quería ir y respondió afirmativamente. Pensando que debía ser precavido sugerí que uno de los seminaristas acompañara a su Ilustrísima, con el fin de que tomara cuidados de lo que pudiera necesitar. Como era diabético debían revisarle su sangre periódicamente. El más anciano de los vietnamitas estuvo de acuerdo. Luego de ver algunos problemas con los vuelos nos dimos cuenta de que el ARZOBISPO HABIA SIDO SECUESTRADO.

Nuestro seminarista que lo había acompañado a la celebración se dió cuenta de que le habían servido un alimento dañoso para su salud y en el momento que le protestó a un doctor vietnamita allí presente, le dijo que todo estaba bien. Al día siguiente el Arzobispo fue llevado a Washington D.C. a la residencia del nuncio papal. Se ha descubierto que Pío Laghi era francmasón. Fueron llevados a la oficina de Laghi y después de una corta conversación, éste señalo que la entrevista se había terminado y despidió al seminarista, de tal forma que quedaron solos Lahgi y el Arzobispo Ngo.

El seminarista esperó en el corredor. El secretario de Pío Lahgi le preguntó por qué tenían problemas con los cambios de la Iglesia y porqué rechazaban al “Papa”. El seminarista señaló lo herético de Wojtylay que esto lo hacía antipapa. Después de la visita con Laghi regresaron al hotel donde el Arzobispo era tenido como prisionero. Allí pude comunicarme con Monseñor y le pregunté qué había pasado con el Nuncio a lo cual me respondió: Quería que desaprobara todo lo que he hecho, a lo cual le dije que no, pues eso echaría en tierra todo lo que he realizado. Estas eran las últimas palabras que escucharía del Arzobispo. Lo que siguió es verdaderamente dramático.

El seminarista afirmó que había mucha gente envuelta en este asunto. Había obispos vietnamitasque eran quienes jugaban un papel inmediato. Pero de manera mediata estaba también el Cardenal Arzobispo de Nueva York O’Connor.

Como no tenemos ningún afán de exagerar la verdad para aparecer importantes en la narración, será suficiente a nuestros lectores seguir la narración objetiva de los hechos. Describiré lo que pasó en el cuarto del hotel de Nueva York donde el Arzobispo había sido tomado prisionero.

El cuarto se encontraba localizado en piso número 32, y estaba lleno de clero vietnamita, al menos dos obispos, el rector del seminario vietnamita y otros clérigos. Discutí la situación de la Iglesia con ellos. Inflexiblemente rechazaban creer que los comunistas se habían infiltrado en la Iglesia Católica. Pretendían que nos juntáramos para combatir a los comunistas. El rector del seminario también se mostraba inflexible.

Según el testimonio de nuestro fraile-seminarista el arzobispo deseaba regresar con nosotros a Rochester; por lo que intentaban sacarlo de allí y no le permitieron estar con él. Cuando llegué al cuarto usé superficialmente la cortesía, pero la atmósfera estaba tensa. El cuarto estaba lleno de vietnamitas, como ya lo dije, y me dirigí a la cama donde se encontraba el Arzobispo Ngo. Inmediatamente me rendí cuenta que era inútil tratar de rescatarlo, pero me esforzaba en obrar de la manera más normal. El Arzobispo estaba acostado en la cama y con una clase de estupor,tenía sus ropas episcopales pero no parecía normal, más bien parecía drogadoMe reconoció y le dije que venía por él para llevarlo a Rochester. Él estaba listo para regresar e intentó incorporarse de la cama, pero un vietnamita (¡sacerdote que había ordenado!) lo impidió. Mientras tanto uno con cuello romano sacaba fotos de todo lo que pasaba. Tomó fotos del Arzobispo en su lecho y de nosotros. En ese momento me puse furioso, fui a arrebatarle la cámara y arrojarla al suelo, pero no funcionó sólo creó más hostilidades de parte de los captores. Después pedí a uno de los más ancianos del clero que no hicieran eso e intenté ponerme al lado del Arzobispo Ngo pero me hicieron a un lado. En este momento entendí que no había ningún medio para sacarlo de allí. Era tarde y debíamos salir de allí.El seminarista permaneció con el Arzobispo ¿Qué más podía hacer yo?

El joven que me había acompañado hizo las cosas más dramáticas y de nuevo con un acto de mucha paciencia tuve que intervenir para ordenar las cosas.

Ya al día siguiente nos instalamos en una oficina de un conocido mío que fabricaba sombreros o algo por el estilo. Llamé a nuestro abogado en Rochester, para pedirle algún consejo, y le manifesté la realidad de las cosas. El me respondió: Monseñor, en verdad hay muy poco que usted pueda hacer aun si tuviera dinero y un abogado esto tomaría mucho tiempo. Veamos las perspectivas de Dios: El Arzobispo hizo lo que Dios permitió para él, dejémoslo en sus manos.

Finalmente y como último recurso, a instancias del joven que me acompañaba, fuimos a la policía y un detective se aproximó a mí y me dijo: Yo no soy católico, pero le diré que va a pasar si lleva a cabo su denuncia: La policía tomará a la persona en cuestión y la llevara a un hospital y si usted no es pariente no tiene ninguna oportunidad. Sin embargo tomamos el riego y cuando la policía estaba presente y como los vietnamitas no habían dormido en sus planes, se recibió una llamada de teléfono y lo único que pude ver es que el arzobispo tomó el teléfono y mecánicamente respondióje veuxresterici.(Yo quiero permanecer aquí). Y lo repitió un par de veces. Después de esto ¿Que podía decir yo?

Ni el plan A ni el plan B funcionaron. Además no teníamos medios para regresarlo a Rochester. Solo nos restaba rezar por su perseverancia final. El Arzobispo hizo lo que tenía que hacer y cumplió con esto la voluntad de Dios.

No había pasado mucho tiempo después de esto cuando un agente del F.B.I nos visitó para hacernos algunas preguntas con respecto al secuestro del Arzobispo Ngo. Después de todo lo que hemos hecho por nuestro prelado hay algunos que nos acusan de que tomamos parte en su secuestro. Después de que ellos no movieron siquiera un dedo para ayudarlo. Era nuestra obligación tomar cuidado de este gran hombre que el mundo y la Iglesia habían abandonado.

Mis palabras finales a los Obispos vietnamitas fueron: “Ustedes han hecho una cosa muy mala hoy, han deshonrado a un gran obispo vietnamita y han deshonrado a Vietnam”. Sé en mi corazón que vendrá un día de justicia y que no está muy lejos de nosotros. Podríamos decir por justificación: ¿Señor cuándo nos vengarás de aquellos que nos matan? Los enemigos de la verdad han matado a algunos en la carne y a otros en el espíritu. Mientras que nuestro Señor nos consuela diciendo: Un poco de tiempo, tan sólo un poco, justo cuando se ajuste el número de los elegidos, cuando el último de ellos sea signado con el signo de la cruz.

El Arzobispo Ngo pasó a la eternidad el 13 de diciembre de 1984. Murió sin nada, murió en la soledad de su prisión. ¿Cuál puede ser el gran tributo para este arzobispo vietnamita?

Parece que nos encontramos en una terrible era de arrogancia y de orgullo maléfico, para que exista alguien que verdaderamente reconozca lo que este prelado ha hecho por la Santa Madre Iglesia Católica. Pero no sólo eso sino que acepte plenamente seguirlo en la pena de la soledad y en el doloroso camino del calvario. Ya lo había dicho a nuestros seminaristas: Cuando muera el Arzobispo Ngo habrá muchos que se levantaran atribuyéndose alguna conexión con él. Aunque durante su vida no dieron ni un centavo para él.

Aquí termina la narración de la vida del Arzobispo Ngo quien consagró su vida a Dios y la dedicó al servicio de la Iglesia Católica. Dios lo tenga en su gloria. Para concluir citemos textualmente a monseñor Ngo: “Acepte mi vocación sacerdotal sin ninguna reserva en mi puesto de batalla en este mundo, sin importarme donde fuera a morir”.

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CALUMNIAS A MONS. THUC

Extractos de la obra “An Open Letterto Bishop Clarence Kelly on the‘Thuc Bishops’ and the Errors in The Sacred and the Profane” escrita por el católico sedevacantista estadounidense Mario Derksen, en el año 2011, y que puede ser encontrada íntegramente en inglés en el sitio www.thucbishops.com

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A: Su Excelencia, Mons.Clarence Kelly, CSPV

CC: Su Excelencia,Mons José Santay, CSPV

Al clero de la SSPV y CSPV

A otros clérigos y feligreses

+JMJ+

+AMDG+

8 de enero del 2011 AD

Cincinnati, Ohio (EE.UU.)

Su excelencia:

Desde hace más de 20 años, la Sociedad San Pío V[2] se ha distinguido por oponerse firmemente a las consagraciones episcopales de los obispos Moisés Carmona, Adolfo Zamora, y Michel-Louis Guérard des Lauriers, llevadas a cabo por el Excelentísimo Obispo Pierre-Martin Ngo-Dinh-Thuc [3], en 1981.[4] La SSPV y especialmente vuestra excelencia ha advertido a los católicos tradicionales de que estas consagraciones son de dudosa validez, escandalosas y sacrílegas, y que no es permisible, incluso en estos tiempos difíciles, tener nada que ver con los obispos o sacerdotes cuyas órdenes se remontan al obispo Thuc, como tampoco con aquellos que, aunque no forman parte de la línea Thuc,  reconocen su validez y legalidad y trabajar junto a ellos. Esta postura dura de la SSPV ha incluido el negarles los sacramentos a aquellas personas que no están de acuerdo con esta posición.

Debido a que la SSPV no opera fuera de los Estados Unidos, esta polémica ha sido en su mayor parte un fenómeno estadounidense, y dicha posición no es tomada en cuenta en más ningún otro lugar. Dicha postura ha dividido amargamente a los católicos sedevacantistas en Estados Unidos desde hace décadas. Familias enteras han sido desgarradas por los supuestamente “sacramentos dudosos” y “asociaciones escandalosas” de los sacerdotes y obispos Thuc. Muchos católicos piadosos han visto su catolicidad en entredicho, y muchas relaciones que podría haber resultado en santo matrimonio se han roto o impedido por completo. Año tras año, la posición de la SSPV ha causado discordia en los bautismos, confirmaciones, bodas y comuniones.

Debido a que dicha división ha afectado mi vida personal, decidí investigar estos temas para ver de qué lado estaba la verdad. Asistí a una parroquia de la SSPV en su momento, y me sorprendió encontrar que la información que había sido propuesta por el SSPV sobre estos temas no pudo resistir el escrutinio riguroso, si se compara con las pruebas presentadas por el grupo que defiende a Mons. Thuc. Es esta evidencia la que precisamente quiero compartir con ustedes ahora. Lo hago en una carta abierta a Vuestra Excelencia, y enviada por correo a todo el clero de la SSPV así como a otros fieles y clérigos de otras capillas tradicionalistas, publicándose en internet en la página www.thucbishops.com, con el doble propósito de (1) compartir la evidencia con todo el mundo que esté interesado en el tema, ya que todo el mundo puede ver por sí mismo dicha evidencia; y (2) para provocar una respuesta pública de vuestra excelencia por lo que, si he falsificado accidentalmente cualquier punto de su posición o perdido alguna evidencia crucial que corroboraría su posición en lugar de la mía, se sienta usted motivado a darlo a conocer públicamente por escrito.

Su Excelencia, en su trabajo The Sacred and the Profane (TSTP de aquí en adelante), usted afirma que escribió el libro porque “[una] respuesta tenía que ser hecha” y “la verdad debía ser dicha” con el fin de “advertir a los fieles” y “minimizar el daño causado a almas…”.[5] Irónicamente, estas son exactamente las mismas razones por las cuales publico ahora este estudio, que examina sus alegaciones, argumentos y referencias con respecto a estas cuestiones, sobre todo como se establece en su libro TSTP.[6]

En una carta publicada en 2002 como seguimiento a un debate público sobre los obispos Thuc y la política de la SSPV (rechazo de los sacramentos a los católicos que asisten a las parroquias de la línea Thuc), el P. William Jenkins aconsejó a sus fieles:

Para aquellos de ustedes que aún no lo hayan hecho todavía, les recomiendo que lean el libro de Mons. Kelly sobre este tema, The Sacred and the Profane, que contiene mucha información. Si usted no ha leído el libro, ni va a hacerlo, entonces no tiene derecho a criticar lo que no sabe.[7]

En verdad, no hay que criticar lo que se desconoce. Sin embargo, yo ya leí el libro, examinándolo con cuidado, y comparé sus pretensiones con mi propia investigación. Estoy, por lo tanto, en condiciones de criticar lo que conozco. La pregunta es: ¿Estarán de acuerdo las personas – y usted vuestra excelencia – en leer con imparcialidad y honestidad, la evidencia contraria a la posición mantenida por la SSPV? Si no es así, entonces sólo puedo repetir las palabras del P. Jenkins: “Si usted no ha leído la [carta], ni piensa hacerlo, entonces no tiene derecho a criticar lo que no sabe”.

Esta carta se divide en cuatro secciones principales:

Parte I –Los hechos en sí mismos de las consagraciones episcopales realizadas por Mons. Thuc en 1981.

Parte II -La validez de estas consagraciones.

Parte III -La licitud de estas consagraciones.

Parte IV – Resumen y Comentarios Finales.

Estas cuatro partes principales serán seguidas por una serie de nueve apéndices, que se encuentran en el pdf, excepto la C, la cual trasladamos aquí:

Apéndice A – ¿Rechazaremos las consagraciones de Mons. Thuc por seguir el camino más seguro?

Apéndice B – ¿Simuló sacramentos el obispos Thuc?

Apéndice C – Intervenciones de Mons. Thuc en el Vaticano II sobre el tema de los no cristianos.

Apéndice D – ¿Fue culpable de herejía Mons. Thuc?

Apéndice E – ¿Modificó el Rito de Consagración Episcopal Mons. Thuc?

Apéndice F – ¿El linaje episcopal de Mons. Thuc es “sórdido”?

Apéndice G – Fotografías de las consagraciones episcopales de Mons. Thuc en el año 1981.

Apéndice H – El certificado de consagración de Mons. Carmona

Apéndice I – Breve Bibliografía.

Al darse cuenta de que algunas personas pueden no tener el tiempo de leer esta larga carta en su totalidad, deseo sugerirles que vayan directamente a la Parte IV para leer allí un conciso resumen, punto por punto, de los principales argumentos presentados. Al mismo tiempo, quiero destacar que sólo la lectura del documento completo, investigado meticulosamente, permitirá entender cabalmente el asunto en cuestión. Invito a todos los lectores a examinar este estudio en su totalidad, incluyendo todas las notas al pie, que a menudo contienen contenidos fundamentales. Si bien es un poco incómodo tener que interrumpir constantemente la lectura para ver las notas al pie, esto será necesario para una comprensión plena y adecuada de los argumentos presentados. Los lectores no deben pasar por alto las notas al pie y esperar así tener un “cuadro completo”. Asimismo, otra gran cantidad de información importante se encuentra en los apéndices, que complementan el texto principal de esta carta.

Es un hecho curioso que en el mundo católico tradicionalista de hoy, la SSPV es prácticamente el único grupo de clérigos que consideran dudosas las consagraciones episcopales de Mons. Thuc del año 1981. El 16 de julio de 1994, en su “Carta abierta sobre el Monte de San Miguel y las consagraciones de Mons. Thuc” al P. Thomas Zapp, usted predijo con confianza: “Con el tiempo, la verdad sobre las personas involucradas en las consagraciones de Thuc, las circunstancias, la falta de pruebas y los problemas con su estado mental, habrán cada vez menos sacerdotes que acepten la validez de dichas consagraciones”[8]Ahora, más de 16 años después, ha ocurrido exactamente lo contrario: como ha pasado el tiempo y los hechos han sido conocidos cada vez más, casi ningún clérigo tiene dudas sobre las consagraciones de Mons. Thuc. La posición de su excelencia es prácticamente única, y esto es así porque se basa en una distorsión de los principios y enseñanzas de la teología católica y del derecho canónico en esta materia, como quedará demostrado en este estudio.

En 2006, el Padre Kevin Vaillancourt de Spokane, Washington, publicó un libro titulado “Las respuestas”,[9] en el cual se ofrecen los argumentos de ambos lados del debate en torno a las consagraciones de 1981 y a la persona de Mons. Thuc. En dicho libro se reprodujeron muchos artículos de diferentes autores escritos sobre este tema en los últimos años. Abundantes citas y referencias de su libro The Sacred and the Profane, tanto a favor como en contra, se pueden encontrar en “Las respuestas”. La lectura de este libro me dio un incentivo adicional para la investigación de este tema con profundidad y, finalmente, me ayudó a llegar a una mejor comprensión de las cuestiones en juego en este debate.

Su Excelencia, he puesto mucho tiempo y esfuerzo en este estudio. Por favor, no lo descarte a la ligera. He escrito esta carta por amor a la verdad, para refutar el error, y para levantar una carga innecesaria de la conciencia de muchos, pero sobre todo, para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas. Lo he escrito para el bienestar de su propia alma, que es lo más precioso a los ojos de Dios. Yo no escribo con espíritu de venganza o ira, sino en espíritu de caridad. Por favor, recuerde esto mientras lea las líneas que siguen a continuación. Gracias.

Mario Derksen

Breve resumen de los principales puntos considerados sobre el tema[10]

(A) Las consagraciones episcopales de Mons. Carmona, Zamora, y des Lauriers en 1981 por Mons. Ngo-Dinh-Thuc tuvieron lugar y son válidas porque:

  1. Tenemos la certeza moral estricta en cuanto al hecho de que Mons. Thuc consagró estos hombres obispos. Las fotografías publicadas en una revista sedevacantista, testimonio jurado de varios testigos, el testimonio de los clérigos implicados, un certificado firmado por el mismo Mons. Thuc y los dos laicos asistentes, y una “excomunión” vaticana ampliamente publicitada contra los clérigos implicados no deja ninguna duda razonable en cuanto al hecho de que ocurrieron las consagraciones. Incluso su propia Excelencia no discute en serio el hecho de las consagraciones. Las consagraciones se consideran por tanto “notoria de hecho” y, de acuerdo con la ley de la Iglesia, por lo tanto no requieren más pruebas legales.
  2. Se desprende de la propia enseñanza y práctica de la Iglesia, así como de su ley canónica, que la certeza moral respecto la verdad de una afirmación es suficiente para aceptarlo como un hecho. La certeza moral, a pesar de que admite grados, es la clase de certeza más alta que se puede tener en un asunto bajo discusión y es incluso el mejor juicio legal que la Iglesia puede producir.
  3. La Iglesia enseña que una vez que se ha establecido el hecho de las consagraciones, su validez está presumida hasta que se prueba que no eran válidos. Los católicos tradicionales actúan acorde con esto todo el tiempo en sus vidas sacramentales diarias, por ejemplo, adorando el Santísimo Sacramento de la Santa Misa, incluso sin haber escuchado el sacerdote pronunciar las palabras de la consagración o sin haber verificado que los ingredientes en el pan y el vino constituyen materia válida.
  4. No hay evidencia de que Mons. Thuc hizo algo que habría invalidado las consagraciones, o que, en ese momento, no estaba en un estado mental suficiente para formar la intención sacramental necesaria.
  5. B) Las consagraciones episcopales de Mons. Carmona, Zamora, y des Lauriers realizadas por Mons. Thuc en 1981 son totalmente lícitas porque:
  6. El contexto de las consagraciones de 1981 es la de una crisis extraordinaria y sin precedentes en la Iglesia. Esto hay que admitirlo, simplemente porque es cierto. Esto no quiere decir que “todo vale”, pero tampoco podemos juzgar como si las consagraciones hubieran tenido lugar en tiempos normales. Esta consideración es una condición previa esencial a cualquier argumentación canónica posterior.
  7. Todas las leyes eclesiásticas, como tal, son leyes humanas y por lo tanto, están sujetas a cambios y derogación. En esto se diferencian de la ley divina, que tiene a Dios por autor y no puede cambiar nunca.
  8. El propósito de toda la ley eclesiástica es un recto ordenamiento de la disciplina de la Iglesia para asegurar el bien común de la Iglesia en general, como fin último, el proteger y facilitar la salvación de las almas.
  9. La Iglesia tiene el derecho de sancionar a los delincuentes por la no observancia de la ley. Algunas sanciones son medicinales en su naturaleza ya que están encaminadas a buscar la reforma del culpable, mientras que otras son vindicativas en su naturaleza y su objetivo es hacer que el delincuente expíe y repare su crimen. La excomunión es una pena exclusivamente medicinal.
  10. Algunas penas son infligidas por una sentencia dada por un juez eclesiástico; estos son llamados ferendae sententiae y no tienen ninguna fuerza hasta que no sean impuestas. Existen otras penas, en las que se incurre de forma automática, simplemente por violar la ley culpablemente; estos son llamadas latae sententiae y no dependen de un juicio eclesiástico. Este último tipo de penalización es el más grave de los dos.
  11. Para que una persona incurra en una penalidad, debe ser culpable en la comisión de un delito. En el fuero externo, la Iglesia presume que todos los delincuentes sean totalmente culpable de sus crímenes hasta que hayan demostrado en un juicio eclesiástico que son inocentes o que su culpabilidad se ve disminuida.
  12. La Iglesia reconoce que a veces pueden surgir circunstancias en las que la ley eclesiástica no puede, no debe, o no tiene que ser observada, porque su observancia sería imposible, dañina, irrazonable o inútil. Puesto que la ley de la Iglesia es humana en su naturaleza, no puede prever todas las circunstancias posibles, en tanto que la ley divina si puede prever todas las posibilidades. Por lo tanto, cada vez que hay un conflicto entre la ley eclesiástica y la ley divina, la ley divina prevalece sobre el derecho humano de la Iglesia porque la Iglesia está subordinada a Dios y existe para cumplir con la ley divina.
  13. La ley de la Iglesia se hizo por el bien de las almas; pero las almas no fueron creadas para la ley de la Iglesia.

B.Podemos conceder como caso posible, que Mons. Thuc estuviera bajo la censura de excomunión en 1981 cuando consagró a Mons. Carmona, Zamora, y des Lauriers, debido a sus anteriores consagraciones episcopales ilegítimas sobre individuos que no eran católicos o de otra manera no eran aptos para recibir el episcopado.

  1. Sin embargo, la prohibición de recibir órdenes episcopales de un obispo excomulgado (basado en la ley de la Iglesia de que nadie puede consagrar un obispo, o recibir tal consagración, si no tiene la necesaria autorización papal) no es más que una ley humana, es decir, una ley de la Iglesia, no una ley divina. En tanto que el bien de las almas exigió mayor urgencia para tener obispos sedevacantistas, la ley humana de la Iglesia que prohíbe la recepción de órdenes de excomulgados tuvo que ceder a la ley divina de la protección de la salud de las almas, que es el propósito para el cual existe la ley de la Iglesia. Por lo tanto, es razonable creer que las consagraciones de Mons. Thuc de 1981, realizadas para la salvación de las almas, eran lícitas de acuerdo con el espíritu de la ley y por lo tanto también es muy loables.
  2. Si la imperiosa necesidad de preservar la sucesión apostólica, para con ello garantizar sacramentos válidos para la posteridad católica, no justifica la recepción de órdenes incluso de un excomulgado, entonces nada será nunca una razón suficiente para romper la letra de la ley con el fin de mantener su espíritu.
  3. El carácter razonable de esta posición es corroborada teniendo en cuenta que, de acuerdo con el Canon 2261 § 2, la Iglesia permite a los fieles a recibir los sacramentos incluso de clérigos excomulgados, siempre y cuando estos no han sido denunciados por su nombre por la Santa Sede. Esto lo permite la Iglesia en beneficio de los fieles, y no para el beneficio de los excomulgados. Del mismo modo, podemos considerar las consagraciones episcopales de Mon. Thuc como lícitas, no para el beneficio de Mons. Thuc o los ordenados, sino para el beneficio de los fieles.
  4. Las personas que están excomulgados no lo están por el hecho de que sean culpables de cisma. Cisma es un delito contra la unidad de la Iglesia; excomunión es una pena que priva al infractor de la ley de determinados bienes y beneficios espirituales.
  5. C) Las respuestas a los principales argumentos presentados por Vuestra Excelencia:
  6. En su carta abierta al P. Thomas Zapp (1994), usted afirma que hay nosotros debemos probar las consagraciones de Mons. Thuc de 1981 ante la ley de la Iglesia. Esta afirmación, sin embargo, se hace gratuitamente, sin ninguna prueba. Niego la afirmación porque no es cierta. Nada actualmente se puede probar antes de la ley de la Iglesia, de todos modos, porque, estando la Santa Sede vacante, no hay corte eclesiástica actualmente en sesión. Su consagración por Mons. Méndez tampoco ha sido probada antes de la ley de la Iglesia, porque a pesar de que pueda tener suficiente evidencia legal, el asunto no ha sido decidido por un juez eclesiástico.
  7. En “The Sacred and the Profane” (1997),su Excelencia ha suavizado la reclamación original que hay que probar las consagraciones Thuc ante la ley de la Iglesia y se limita a afirmar que hay que demostrar que están de acuerdo con las normas de la ley de la Iglesia. En esto si podemos estar de acuerdo. Las consagraciones, sin embargo, han sido probadas de acuerdo con las normas de la ley de la Iglesia, ya que son conocidas de hecho.
  8. Su afirmación de que antes de que podamos aceptar el hecho de las consagraciones de Mons. Thuc, debemos tener documentos “auténticos” firmados por un cierto número de personas particulares, o que debemos tener el testimonio de testigos especialmente capacitados que pueden confirmar que la materia y la forma del sacramento fue usada correctamente, es falsa. Esto deja fuera de consideración el hecho de que las consagraciones de Mons. Thuc fueron notorias, de hecho, y por lo tanto no requieren más pruebas. Si bien es necesario o al menos altamente deseable tener testigos, tales testigos sólo están obligados a haber estado presente en la ceremonia; ellos no tienen que saber o testificar que la materia y la forma del sacramento se aplicaron correctamente. Todas las pruebas necesarias para permitir que tengamos la certeza moral en relación con el hecho de las consagraciones Thuc han sido suministradas, y esta certeza moral es suficiente para que un juez eclesiástico las acepte, de acuerdo con el Papa Pío XII; que debe ser lo suficientemente bueno para nosotros también, en consecuencia.
  9. Su afirmación de que porque no había obispos co-consagrante o sacerdotes asistentes en las consagraciones Thuc, necesitamos testigos que puedan certificar que la materia y la forma del sacramento se aplicaron correctamente, y que, en ausencia de tales pruebas, debemos mantener la duda sobre la validez de dichas consagraciones, es falsa. Su justificación para esta afirmación es una sentencia mal interpretada del P. Walter Clancy, que se refirió a un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del año 1853, que aclaró que los sacerdotes asistentes de una consagración episcopal estaban para realizar las mismas acciones rituales de los obispos co-consagrantes a los que ellos estaban reemplazando (tales como la imposición de las manos); no tenía nada que ver con asegurar que el obispo consagrante no invalidara el sacramento. De acuerdo con el derecho canónico, sólo el ministro del sacramento tiene la obligación de asegurar que el sacramento está siendo válidamente.
  10. Su afirmación de que debido a que la Iglesia requiere testigos que puedan acreditar que  la materia y la forma correcta en un bautismo privado, también necesitan este tipo de testigos y tal evidencia positiva para consagraciones episcopales que son “clandestinas”, es falsa. Se basa en una mala interpretación de lo que es un bautismo privado (que es un bautismo de emergencia a menudo realizado por seglares, en los que sólo se utilizan la materia y la forma del sacramento, sin la ceremonia ritual completa, para la que un sacerdote es ministro ordinario) y en un malentendido de la razón por la que la Iglesia exige que dichos testigos (en última instancia, porque este es el único sacramento que pueden conferir los seglares, incluso sin capacitación). Una ordenación episcopal en la que sólo dos laicos están presentes no es “privada” en el sentido de un bautismo privado. No hay tal cosa como una consagración episcopal “privada” que tenga algún sentido canónico o teológico.
  11. Su afirmación de que los canonistas han trazado una analogía entre probar un bautismo privado y probar la recepción del orden sagrado es falsa. Si bien es cierto que los canonistas mencionan que las sagradas órdenes, al igual que el bautismo, pueden ser probadas por medio de testigos, esto se refiere al bautismo solemne, pero no al bautismo privada, y los testigos de un bautismo solemne no son el tipo de testigos necesarios de un bautismo privado (es decir, no hay evidencia positiva de la materia y la forma correcta necesaria para un bautismo solemne). Los testigos para un bautismo solemne, conferido por un sacerdote o diácono, no se requieren para observar la materia y la forma utilizada para el Sacramento.
  12. La Iglesia no obliga a los testigos seglares a tener la intención testificar específicamente la confección del sacramento. Los testigos calificados propiamente dichos, son los clérigos que están dando fe de algo que hicieron en su carácter oficial (por ejemplo, un pastor es el testigo cualificado de un bautismo realizado).
  13. Su afirmación de que las consagraciones Thuc deben considerarse dudosas porque Mons. Thuc no puede haber estado en un estado mental suficiente para tener la intención sacramental necesaria, deja fuera de consideración el hecho de que la intención mínima necesaria para conferir un sacramento válido es la mínima necesaria para realizar un acto humano, que es un acto que procede del entendimiento y la voluntad libre. “Desequilibrio mental”, si tal hubiera sido el caso con Mons. Thuc, que no hubiera sido capaz de realizar un acto humano. No hay evidencia de que Mons. Thuc estuviera loco, y mucho menos que tuviera una locura sistemática, y aún así tendría que ser probado clínicamente su supuesta locura, como sería requerido por cualquier tribunal de justicia, eclesiástica o civil.
  14. Usted afirma que el P. Joseph Tixeront enseñó que las órdenes sagradas conferidas por un obispo católico que no realiza las funciones de su ministerio “de una manera normal” son dudosas. Después de comprobar el libro del P.Tixeront, resultó que él enseñó exactamente lo contrario, es decir, que mientras el obispo haya sido válidamente ordenado y utilice la materia y la forma correcta, el sacramento es válido, independientemente de las demás circunstancias de la ordenación.
  15. Muchas de las reclamaciones de usted sobre el comportamiento de Mons. Thuc se basan en el testimonio de un solo lado, a veces incluso de una sola fuente, al parecer sin ningún intento de encontrar evidencia contraria que arroje más datos sobre la cuestión.
  16. Por último, después de citar al P. Noel Barbara con frecuencia en su libro como una fuente contra Mons. Thuc, ignora completamente el hecho de que a pesar de todo, el P. Barbara terminó aceptando las consagraciones de Mons. Thuc como válidas y legítimas al final de su vida.[11] A pesar de que el padre William Jenkins reconoció esto en un folleto de 1993,[12] él argumentó que el el cambio de opinión del P. Barbara le parecía sospechoso, acusando al cura francés de contradecirse a sí mismo. Después de citar P. Barbara, P. Jenkins dice: “No es ocioso preguntar cuál de las declaraciones del Padre Barbara [relativas a la lucidez mental de Mons. Thuc] se debe preferir el comunicado poco después de sus visitas a Mons. Thuc en 1981 y ’82, o al contrario diez años más tarde”.[13]

Pero la verdad es que no hay ninguna contradicción. Allí sólo parece haber una contradicción porque el Padre Jenkins corta varias frases cruciales de las palabras del P. Bárbara, sin ni siquiera poner puntos suspensivos (“…”) para alertar[14] a los lectores de su omisión.[15] Cuando se lee en contexto, está claro que el P. Barbara nunca dudó de la lucidez mental de Mon. Thuc.

.Tomado en su conjunto, nada de lo que vuestra excelencia ofrece como “pruebas” contra el hecho o la validez delas consagraciones de Mons. Thuc equivale a una sola duda prudente, positiva y objetiva, si se comparan con las demás pruebas que existen en esta materia.

Este es el breve resumen de los puntos más importantes que he hecho en esta carta.

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Apéndice C – Intervenciones de Mons. Thuc en el Vaticano II sobre el tema de los no cristianos.

Ud. afirma que Mons. Thuc era un liberal y modernista, y que manifiesta su liberalismo en el Concilio Vaticano II (1962-65):

“No hay duda de que el arzobispo Thuc no era verdaderamente tradicional. Es un hecho fácil de demostrar. Sus tendencias liberales se manifestaron en el Concilio Vaticano II”.[16]

Antes de examinar las “pruebas” sobre su participación en el Vaticano II, hay que señalar que el Directorio de Obispos independientes, que usted cita varias veces en “The Sacred and the Profane”, afirma categóricamente que Mons. Thuc “estaba en contra de las declaraciones del Vaticano II”, [17] una reclamación que de alguna manera parece haber pasado por alto, a pesar de que se encuentra fácilmente en el artículo dedicado a Mons. Thuc.

Por otra parte, el P. Barbara dijo lo siguiente sobre Mons. Thuc y el Vaticano II:

“El Arzobispo Lefebvre conoció al Arzobispo Ngo Dinh Thuc bastante bien desde el Concilio Vaticano II. Él le consideraba un obispo con buena doctrina. Al igual que él, este obispo pertenecía al grupo conservador. Precisamente por considerarlo un obispo católico, comprometido con la fe, dedicado a María, y sin ningún trabajo que hacer, Mons. Lefebvre le animó a trabajar con los enviados del Palmar de Troya que habían venido a Econe a fin de solicitar su servicios episcopales. He oído estos hechos directamente de Monseñor Lefebvre”.[18]

Estas palabras hablan por sí mismos. Usted ha tenido a bien confiar en el testimonio del P. Barbara cuando escribió su libro “The Sacred and the Profane”, pero sólo cuando el P. Barbara dice algo que podría ser utilizado en contra de Mons. Thuc. ¿Es esto intelectualmente honesto, su excelencia?

Pero la cuestión empeora cuando se analiza la “evidencia” sobre las palabras dichas por Mons. Thuc en el Vaticano II, y puedo decirle que están manipulados.

Usted eligió omitir una sentencia que exonera a Mons. Thuc de la carga del liberalismo. El siguiente texto es el que aparece en su libro “The Sacred and the Profane”, exactamente de la forma en que aparece allí, donde usted pretende citar a Mons. Thuc en el concilio:

“Con gran consuelo veo presente en estas asambleas a los delegados de las Iglesias cristianas no católicas, para ser testigos de nuestra fraternidadsinceridad y libertad. Pero ¿dónde están los delegados u observadores de los no cristianos?…

Este escándalo viene de todo el mundo por la falta de invitaciones enviadas a los líderes de las religiones no cristianas. Yo lo expliqué en la Comisión Central, pero fue en vano. Encarecidamente rogué al Concilio para que reparara esta omisión, de manera que ésta, la más repugnante [“odiosissima”] discriminación entre algunas religiones y religiones [sic] no pudiera ser encontrada.

Esta falta de una invitación a los jefes de las religiones no cristianas confirma en cierto modo que el prejuicio avanza a lo largo del mundo asiático y africano: La Iglesia Católica es una iglesia para los hombres de color blanco y no para los hombres de color.

No sé qué prejuicio puede impedirnos enviar una invitación a estas naciones cuyo número es como la arena del mar para contemplar el rostro de la Madre Iglesia en las personas de sus gobernantes, para que  su corazón pueda ser atraído a la fe y al abrazo de la Madre Iglesia, en la cual no hay distinción de judío, ni de griego, ni de color ni de blanco.

¿Qué sienten los padres del Concilio acerca de este asunto?”.[19]

Todo lo dicho aquí es de hecho lo que Mons. Thuc dijo; nada de esto es falso. Sin embargo, uno no puede dejar de notar que usted tuvo a bien omitir una parte de esta cita, se indica mediante el uso de puntos suspensivos (“…”),[20]al final del primer párrafo, justo después “observadores de los no cristianos” Consultando las actas oficiales del Vaticano II, se puede encontrar el pedazo que ha borrado:[21]

[Bp. Thuc hablando:]“¿Es que entonces no necesitan ellos esta vista maravillosa de la unidad de la Iglesia Católica? ¿O es que no necesitan una explicación de nuestra fe cristiana? ¡Qué! Las personas a las que ellos representan forman una tercera parte, o más bien la mayor parte- de estas ovejas dispersas que Cristo ansiosamente desea reunir en un solo rebaño?”.[22]

Añadiendo este pedazo al párrafo del cual fue borrado, todo el texto se lee:

“Con gran consuelo veo presente en estas asambleas a los delegados de las Iglesias cristianas no católicas, para ser testigos de nuestra fraternidad, sinceridad y libertad. Pero ¿dónde están los delegados u observadores de los no cristianos?¿Es que entonces no necesitan ellos esta vista maravillosa de la unidad de la Iglesia Católica? ¿O es que no necesitan una explicación de nuestra fe cristiana? ¡Qué! Las personas a las que ellos representan forman una tercera parte, o más bien la mayor parte- de estas ovejas dispersas que Cristo ansiosamente desea reunir en un solo rebaño?”.

Aquí vemos claramente que la razón por la cual el obispo vietnamita quería representantes de las religiones no cristianas, es decir, judíos, musulmanes y paganos en el Concilio, no se debía a que él fuera un modernista o un indiferentista que considera todas las religiones igualmente buenas, sino porque quería que ellos tuvieran la oportunidad de ver por sí mismos la exposición de la verdad católica y la unidad, fraternidad y caridad de la jerarquía católica. No hay que añadir mucho, para demostrar que tal actitud revela una gran caridad por parte de Mons. Thuc, ya que muestra un deseo genuino por la conversión y la salvación de los no cristianos, así como para el esplendor y la santidad de la Iglesia.

¿Esto no cambia todo? ¿Esto no exime a Mons. Thuc de la carga del liberalismo, al menos en lo que va de este caso en particular?[23] ¿No han omitido estas palabras de Mons. Thuc precisamente porque lo exoneran de esta acusación? ¿Por qué considera que es necesario ser engañoso sobre las palabras de Mons. Thuc? Uno podría sospechar la terrible conclusión de que Vuestra Excelencia cortó el texto a sabiendas y voluntariamente calumnió a Mons. Thuc.[24]

En el documento en PDF se anexan además, los Apéndices G (Fotografías de las consagraciones de Mons. Thuc publicadas en las revistas “Einsicht” y “TheReign of Mary Magazines”) y H (El Certificado de Consagración de Mons. Carmona).

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MUERTE  DE MOSEÑOR THUC 

Es difícil para el corazón y las palabras no fluyen fácilmente, pero es necesario informara nuestros lectores de la muerte del valiente arzobispo Ngo- Dinh-Thuc, Arzobispo de Hue en Vietnam.

El calvario del Arzobispo terminó, hemos sido informados a través de fuentes indirectas, que esto sucedió el 13 de Diciembre de 1984. Es nuestra sincera y filial esperanza que el Arzobispo no haya sufrido su deceso sin la consolación sobrenatural. Sean cuales sean las circunstancias, es muy cierto que él aceptó todo con un espíritu sobrenatural y dio lo último de sí por el bien de la Santa Madre Iglesia Católica, a la que amó demasiado. Amó tanto a la Iglesia que fue capaz de arriesgar su honor y su dignidad, exponiéndose a la burla y al ridículo, todo por rendir un servicio a la Iglesia. De todos los obispos conocidos solamente él tuvo el coraje de consagrar obispos para la Iglesia, en vista de la muy cuestionable y dudosa dirección que tomó la Iglesia “oficial” (modernista).

El anciano Arzobispo había tomado residencia con los frailes franciscanos en Rochester, Nueva York por más de un año, después de haber estado en Toulon, Francia y de que fuera invitado por Monseñor Luis Vezeliz O.F.M. a vivir con los frailes franciscanos. Monseñor Vezeliz después de haber sido consagrado, viajó a Europa con el firme propósito de reunirse personalmente con Monseñor Ngo, que no estaba ya entre su propia gente, sino que se encontraba en una tierra extranjera; (hay que recordar que Francia había dominado a su patria en muchos años). Ante los ojos de los Franceses, monseñor Ngo Dinh thuc, era primero un vietnamita y después un Arzobispo de la Iglesia católica. Después de algunas conclusiones aceptó vivir con nosotros en el seminario de Rochester, allí estaría en un lugar más apropiado y en el entorno que exige su dignidad eclesiástica. Y fue de su residencia americana donde fue burlado por gente sin escrúpulos, que como otros judas, lo traicionaron con un signo de amistad. El solo propósito de tentar a este buen Arzobispo con su exilio, fue para desacreditarlo entre el crecido número de católicos Romanos, que habían empezado a entender lo serio de la auto demolición de la Iglesia Católica, realizada desde el “concilio pastoral” Vaticano II. La infectada iglesia Modernista no es ya más la Iglesia de los Apóstoles y Mártires. Sean cuales hayan sido los sentimientos del Arzobispo, sabemos que en esos momentos quedó en manos de ti¡pos deshonestos.

FALSEAD DE QUE MURIÓ EN LA IGLESIA CONCILIAR

Son solamente invenciones que el Arzobispo Ngo se haya “reconciliado” con los que ocupan Roma. Recuerden que hay muchos medios para que digan lo que ellos quieren. El caso más claro es el que sucedió al Cardenal Stepanic de Hungría, después de que tomaran los comunistas su ciudad, dijo: “todo lo que yo diga o firme no debe ser creído”. Esto mismo se debe aplicar al arzobispo de 87 años de edad. El arzobispo Ngo ha sido deshonrado por su mismo clero Vietnamita, verdaderamente se cumple la Escritura que nos dice que los miembros de nuestra casa serán nuestros enemigos. De hecho fueron las mismas palabras que dije a un Obispo y sacerdotes vietnamitas en el corredor de un hotel en Nueva York antes de que se retiraran: “Ustedes han deshonrado a un gran hombre por este vergonzoso acto”.Estas palabras pueden ser recordadas en la cobardía del acto de traición a la Iglesia católica en que lo entregaron en las manos de sus inmortales enemigos, los comunistas. Mi última conversación con el Arzobispo fue por teléfono, él se encontraba en la residencia del delegado apostólico en Washington D.C.,me aseguró que no había firmado nada que pudiera comprometer lo que él había hecho; diciendo que sabía muy bien lo que significaría estar de acuerdo con lo que le decía el Delegado Apostólico y que comprometería todo el trabajo que había realizado.

Por lo tanto, todo lo que pueden reportar los medios de comunicación no es otra cosa que una trampa fabricada por aquellos que sirven a Mahoma antes que a Dios.

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NOTAS

[1]Ver Einsicht XI, Sondernummer [SpecialEdition] (marzo de 1982); Einsicht XII, núm. 1 (mayo de 1982); Einsicht XIII, no. 1 (mayo de 1983); TheReign of Mary Magazines XL, no. 134 (primavera de 2009).

[1] Ver el añexo de este opúsculo donde presentamos la traducción al español de algunos extractos de la obra “An Open LettertoBishopClarence Kelly onthe ‘Thuc Bishops’ and theErrors in TheSacred and the Profane” escrita por el católico sedevacantista estadounidense Mario Derksen, en el año 2011, y que puede ser encontrada íntegramente en inglés en el sitio www.thucbishops.com. Dicha obra es una refutación, hasta ahora irrefutable, del libro de Mons. Kelly “Lo Sacro y lo Profano” y por lo tanto de los que niegan la validez y licitud del linaje episcopal de Mons. Thuc.

[2]La frase “Sociedad de San Pío V” (SSPV) se utiliza libremente en esta carta para incluir también la Congregación de S. Pío V que vuestra Excelencia estableció en 1996, y que incluye al obispo Joseph Santay.

[3] Algunos católicos tradicionales, llaman al obispo vietnamita Ngo-Dinh-Thuc (1897-1984) “Arzobispo”, porque Juan XXIII lo elevó al arzobispado el 24 de noviembre de 1960. Como yo no reconozco como papa legítimo a Juan XXIII, en este estudio aplicaré a Mons. Thuc el sólo título de “obispo”. Aunque sería más correcto y apropiado para referirse a él como “Mons. Ngo,” debido a que NGO es su apellido yThuces su nombre de pila, pero como él es más conocido como “Mons. Thuc”, yo he optado por referirme a él con ese nombre también.

[4]Mons. Thuc consagró a Mons. Des Lauriers (1898-1988) el 7 de mayo de 1981, y a los obispos Mons. Carmona (1912-1991) y Mons. Zamora (1910-1987) el 17 de octubre de 1981. Mons. Des Lauriers era francés y Carmona y Zamora fueron mexicanos.

[5] Mons. Clarence Kelly, The Sacred and the Profane (Round Top, Nueva York: Seminario Press, 1997), p. 7.

[6]Para que no se diga que estoy totalmente descalificado para realizar esta tarea, menciono que tengo una maestría en filosofía (2004), cursada en el “HolyApostlesCollege&Seminary” de Cromwell, Connecticut. No pretendo ser un experto, pero estoy muy familiarizado con el tema, y estoy capacitado para participar en investigaciones a niveles de licenciatura y posgrado.

[7]Rev. William W. Jenkins, “Una carta del P. Jenkins”(manuscrito distribuido localmente 6 de octubre, 2002), p. 4.

[8]Mons.Clarence Kelly, “Carta abierta sobre el Monte de San Miguel y las consagraciones de Mons. Thuc” al P. Thomas Zapp,(julio16, 1994), p. 26.

[9]Rev. Kevin Vaillancourt, “Las respuestas: Un resumen de las objeciones a la validez de las consagraciones de Mons. Thuc, acompañadopor numerosas respuestas que se han dado a estas objeciones” (Spokane, WA: OLG Press, 2006). Este libro está todavía disponible y puede ser adquirido en www.olgpress.com

[10]Todos estos puntos son ampliamente explicados y fundamentados en el la carta de Mario Derksen al obispo Kelly.

[11]Ver Bárbara, “Consagraciones Episcopales”, en Las respuestas, pp. 65-81. Usted mismo cita de esta fuente de TSTP (páginas. 46, 137), por lo que es claro que usted es consciente de su contenido. De acuerdo con todas las pruebas que he visto, P. Barbara nunca se puso en duda la validez de las consagraciones Thuc, sólo su legalidad. Pero en 1993, el P. Barbara reconoció incluso su legalidad.

[12]Jenkins, Las Consagraciones de Mons. Thuc, pp. 12-14.

[13]Jenkins, Las Consagraciones de Mons. Thuc, p. 14.

[14]Por lo general, permite omitir las palabras de una cita, pero tal omisión, llamada “puntos suspensivos”, siempre se debe indicar por medio de tres puntos espaciados (“…”). En todo momento, sin embargo, es necesario que las palabras omitidas no conducen a una mala interpretación del significado del autor citado. El famoso Manual de Estilo de Chicago, por ejemplo, habla de un “deber de no distorsionar el original. Parte de una frase o párrafo se puede unir sintácticamente a la parte de otro y resultar en un comunicado ajeno al material citado. La exactitud del sentido y el énfasis debe acompañar a la precisión de la transcripción” (El Manual de Estilo de Chicago, 15 ° ed. [Chicago, IL: La University of Chicago Press, 2003], p. 459). Fr. Jenkins ha violado claramente esta norma académica básica, de sentido común de la honestidad y la justicia. Como se muestra en el Apéndice C, Su Excelencia misma es también culpable de lo mismo en relación con a las palabras dichas por Mons. Thuc en el Vaticano II.

[15]275 Jenkins, Las Consagraciones de Mons. Thuc, p. 14. La omisión se produce entre las frases “El era el verdadero responsable de sus actos?” y “No sabemos con certeza.” Esta manipulación del las palabras del P. Bárbara tiene el efecto de hacer creer al lector que el P. Barbara dudaba de la competencia mental de Mons. Thuc. Fr. Sanborn dio cuenta de esta edición engañosa del texto original y escribió en respuesta: “La cita. . . fue truncada y [tomada] fuera de contexto, y el significado distorsionado. El contexto era una especulación por parte del P. Barbara en cuanto a los efectos jurídicos de las tres posibles respuestas sobre su lucidez: sí, no, y que no conocemos. El hecho de que incluso entonces, cuando fue escrito eso (1983), el P. Barbara considerara que el arzobispo Thuc era culpable de la censura [es decir, la excomunión] indica que consideraba al arzobispo Thuc de haber estado en su sano juicio, que es completamente coherente con su testimonio posterior” (Sanborn, ‘Dios como testigo,’ p. 4). Es fácilmente comprobable que el P. Barbara cree que el obispo vietnamita esta bajo excomunión, porque en el mismo artículo de que el P. Jenkins cita, P. Barbara se refiere a Mons. Thuc como “escandaloso, suspendido, excomulgado y cismático” (Rev. Noel Barbara, “¿Qué debemos pensar de los obispos consagrados por NgoDinh Thuc: Carmona, Vezelis, Musey etc.” [1983], en Vaillancourt, Las respuestas,pag. 53).

[16]“The Sacred and the Profane”,pag. 145.

[17]Ward, et al., Obispos independientes,sv “Ngo-Dinh-Thuc, Pierre Martin,” p.295.

[18]Barbara, “Consagraciones Episcopal,” en Las respuestas, pág. 67.

[19]Acta SynodaliaSacrosanctiConciliiOecumeniciVaticani II (Ciudad del Vaticano: TypisPolyglottisVaticanis, 1971), vol. 2, Parte 1, pp 358-359 [texto original en América; traducción anónima]; qtd. en TheRomanCatholic XVI, no. 2 (1994), pp 17-18; qtd. en “TheSacred and the Profane”, pág. 146.

[20]Dejar de lado las palabras de una cita no es ilícita, a menos que las palabras omitidas conducen a una distorsión de lo que el autor citado estaba diciendo. Y está claro que en este caso particular, las palabras omitidas cambian el mensaje general de manera significativa.

[21]Acta Synodalia, vol. 2, parte 1, p. 358.

[22]Traducción proporcionada por el Sr. Craig Toth en el mensaje de correo electrónico personal para mí, de 27 de diciembre del 2010.

[23]Es cierto que en otro momento durante el Concilio, Mons. Thuc se quejó de algunas costumbres de la Iglesia que consideraba discriminatorias para la mujer. Si Vuestra excelencia desea tener un debate sobre si el obispo vietnamita excedió pertinazmente los límites de la ortodoxia en este aspecto particular, sin duda podemos tenerlo; pero tal debate tendrá que basarse en los principios católicos y pruebas contundentes, no en acusaciones exageradas.

[24]Es posible que vuestra excelencia no haya omitido este pasaje por sí mismo, sino que simplemente reprodujo el texto que alguien editó antes, suponiendo que el contexto no se distorsionaba. Sin embargo, incluso en este caso, vuestra excelencia no está libre de culpa, por los puntos suspensivos fue claramente indicado por tres puntos (“…”). Y como autor de una obra donde se acusa abiertamente a un obispo católico de liberalismo, tiene la estricta obligación de conocer el material que está citando.