Un amable lector que muestra un gran amor a la Verdad me ha pedido, privadamente y al hilo del artículo : Carismáticos: movimiento conciliar II , que le recomiende libros de prístina doctrina católica. En especial sobre tres temas: La gracia, el magisterio y sus clasificaciones y sobre el concepto de experiencia en el sentido inmanente. El lector ha notado la existencia de dos iglesias y lo cuenta con sufrimiento así: “No quiero que el mar de “doctrinas  me arrastre. Me niego a ser arrastradoCreo que merece la pena por mi alma y por mi respuesta libre ante Dios que me esfuerce en buscar y encontrar la verdad.Desde hace años detecto una enorme diferencia entre lo que la iglesia actualmente dice ( la mayoría de pastores ), y lo que la Iglesia enseñó en los siglos pasados.”

Ante este clamor de los católicos que están pidiendo pan,  y los pastores les dan aspices- y son varios los que me informan que solicitan ese pan que les niega la iglesia conciliar, se me cae el alma al suelo al comprobar la indecente traición a Cristo de este pútrido clero. Son palabras duras, lo sé; pero verdaderas. Y Como no me cabe duda de que este lector es un buen soldado de Cristo que no quiere quedar confundido eternamente, pidiendo a Nuestro Señor Jesucristo, vida nuestra, la Verdad, le he mandado un correo con el contenido de más abajo, comenzado mi correspondencia por dónde él deseaba: el concepto de experiencia, etc. Luego he pensado que también a algún otro, quizás,  podría hacerle un poco bien, decidí publicarlo aquí sin el contexto personal:

Luego de la ruptura de Lutero no hubo grandes sobresaltos hasta tres siglos después; pero pasado ese tiempo los protestantes “ortodoxos” se enfrentaron a los protestantes liberales durante todo el siglo XIX. Recuerden los lectores  que ese siglo está marcado por el movimiento llamado El Romanticismo; este movimiento se caracterizaba por un culto al yo y ponía el sentimiento por encima de la razón.

Schleiermacher fue el teólogo protestante que rompió con lo  anterior y llegaría a  encarnar la figura del teólogo romántico, dando comienzo del modernismo.

Su padre era un capellán militar calvinista que practicaba su ministerio sin creer en él. Habiendo “recobrado la fe”, se unió a la secta de los Hermanos Moravos o “Unitas fratum”, que poseían una espiritualidad mezclada de pietismo y moralismo, rechazaban la Eucaristía sustituyéndola por el “memorial” y habían  adoptado, entre otras formas, la confesión pública de los pecados. En la actualidad tienen una fuerte actividad ecuménica y fueron parte activa, desde el principio, del Consejo Mundial de la Iglesias, hoy en brazo con la iglesia conciliar.

En este ambiente educó a su hijo. La secta mostraba cierta indiferencia por el dogma, rechazando varios de ellos y orientaba las almas únicamente hacia el sentimiento de la salvación por Cristo y del amor por Él, y eso despertaba resonancias profundas en aquel joven dotado de un temperamento interior y “místico”. Él fundamenta la religión en el corazón, como fuente de sentimientos. La religión, dice, brota de la conciencia, porque es más que nada un sentimiento. En efecto, para Schleiermacher , no es ni una creencia dogmática ni un código moral, sino un sentimiento, y más precisamente el sentimiento de dependencia, el sentimiento de ser un engranaje en la enorme maquinaria del mundo.  ¿ Les suena?

La revelación no es una doctrina recibida de Dios, continua diciendo, sino más bien el fruto subjetivo del concepto de Dios que brota del sentimiento religioso de dependencia, en lo más recóndito de la conciencia. Ni Juan Pablo II lo diría mejor.

Como el fondo de la religión es el sentimiento de dependencia del Gran Todo, por lo que a Cristo se refiere, el fondo de su sensibilidad es la conciencia de su unidad con Dios y de su mediación entre Dios y las almas. 

 Pero, para  Schleiermacher ¿Jesús era Dios? Pregunta ociosa para este teólogo, puesto que la divinidad de Jesús es la conciencia que Él tiene de ella. Entre Él y nosotros hay sólo una diferencia de grado, porque, de hecho, la humanidad tiene en sí misma la fuerza de producir, en su línea de evolución, una tal aparición de Dios en el mundo. Lo natural y lo sobrenatural son, de hecho, sólo las dos facetas de una misma cosa ¡Tantos discursos y escritos de Juan Pablo II dicen lo mismo o casi, con idénticas palabras algo parecido!!

 La religión que describe Schleiermacher pretende más que nada ser conciliadora. Está hecha para reconciliar a los mundanos con la fe y para reconciliar a todas las confesiones en torno a lo que él considera la esencia del cristianismo. Esto es Asís I, II, y III anticipado. Para eso, a Schleiermacher le basta referirse a sus maestros, Kant y Hegel. Del primero toma las ideas inmanentistas que oponen el mundo exterior incognoscible a la conciencia individual, reina y centro de todo lo conocido. Ésta actúa como juez último de la fe, pues una religión es auténtica sólo cuando satisface las tendencias naturales del hombre. Como se ve, este teólogo ha destruido la propia esencia de la Revelación. Schleiermacher hace suya la idea de Kant de que las doctrinas y los ritos de la Iglesia son puros símbolos, sin significado intelectual, pero válidos, sin embargo, como principios de vida por su elemento interior y moral. Hegel deja también su impronta en nuestro teólogo del romanticismo. Según las doctrinas hegelianas, los dogmas son sólo símbolos aproximativos; más allá y por encima de ellos hay que elevarse hasta la idea; y ésta, una vez alcanzada, de subjetiva se vuelve objetiva.

Así entendida, la teología implica una infinita flexibilidad de interpretaciones. El espíritu puede elegir diversos estados e impulsos en el camino de la verdad; de ahí que esta falsa doctrina tenga el germen del actual ecumenismo, condenado por la Iglesia y del intento de crear una nueva religión universal ¿Por qué? Porque para él  toda religión es auténtica si satisface las tendencias del hombre, determinadas según la experiencia subjetiva. El misticismo de Schleiermacher y la especulación de Hegel, hábilmente combinados, van a preparar la llegada de una era teológica que será una cultura de invernadero, una elaboración puramente inmanente, que se realiza en el fondo de las conciencias religiosas. Y puesto que todas las confesiones protestantes están de acuerdo sobre la grandeza moral de Cristo, puede decirse que la comunidad cristiana se formó y cimentó en torno a esa experiencia que Cristo tuvo de lo divino, esencia del cristianismo y fundamento de la fe. En el fondo se trata de un herejía, mezcla de arrianismo y Nestorianismo,  según la cual Dios no se hizo carne, sino la carne se hizo Dios; o dicho de otra manera: hubo un hombre ordinario, Jesús, que debido a su alto grado de conciencia de lo divino siente que es Dios o su humanidad tuvo tal fuerza que fue capaz de introducir a Dios en el mundo, esto es, en Él.

  ¿De dónde viene, para Schleiermacher, esta nueva definición de la fe? A falta de motivos racionales, voluntariamente descartados para dar lugar al sentimiento y a la fantasía, persigue, de hecho, un propósito ecuménico. Hay que reunir todas las confesiones por encima de las divisiones y credos. Él es realmente el padre del ecumenismo. Nada más instructivo que su intento de instaurar una superiglesia.

En fin, la teología de Schleiermacher se convierte en inspiradra de Nostra Aetae, de otros documentos del Conclio Vaticano II y de la teología de encíclicas como Redemptor Hominis, Et Unum Sint, o Redemptoris Missio de Juan Pablo II; de Caritas en Veritati de Benedicto XVI o de Lumem Fidei de Francisco;  y sobre todo de su práctica amatoria con las religiones de los demonios: musulmanes; judíos con su Talmud, sintoistas, ….. Pero usted, amable lector,  ya sabe todo esto, al contemplar la actual crisis.

 Esta concepción de Schleiermacher está absolutamente condenada por la Iglesia. Pero ha penetrado en el alma los neocatólicos, desde el más humilde de los ostiarios hasta Francisco, pasando por sacerdotes, obispos y cardenales, en mayor o menor grado. Dependiendo del grado de desvío puede ser considerada ora como un racionalismo crítico, ora como ya puro y duro modernismo: las sutiles diferencias entre ambas herejía son las siguientes:

RACIONALISMO CRÍTICO. Surge después del Concilio Vaticano I. La fe sería el sentimiento religioso de dependencia de la divinidad. Dicho sentimiento religioso no tiene ningún fundamento objetivo, sino que sería una vaga experiencia interna de la que brota esa aprehensión de una realidad superior. Este racionalismo crítico ha degenerado, si cabe, en la New Age.

MODERNISMO. Los modernistas hacen consistir la fe cristiana en un sentimiento íntimo religioso que brota de la subconciencia, donde se elabora la experiencia íntima de lo divino. La expresión de esta experiencia, traducida en fórmulas conceptuales, constituiría la revelación. Por lo que dichas fórmulas o dogmas no tienen un valor objetivo, puesto que la experiencia puede variar y por lo tanto, también evolucionarían los conceptos y fórmulas. Por lo tanto las cosas no son lo que son, sino  lo que yo perciba (Kant) o un símbolo (Hegel) o lo que yo sienta (Schleiermacher). Es el caos filosófico-teológicos  absoluto, del que se nutren los movimientos aquí traídos y criticados.

Ahora bien, veamos brevemente la doctrina católica. Para ello se puede acudir a muchos documentos, pero lo voy a resumir con el Tratado de la Fe de santo Tomás,  y en la Pascendi de San Pío X, que condena estos errores  sobre la Fe:

Hay distintas acepciones de fe:

LA FE HUMANA. Es la que confía en dichos o promesas de los hombres, la que cree en su testimonio; constituye la base de todas las relaciones humanas; aunque necesaria para que el hombre se inicie en cualquier ciencia, por lo que exige docilidad, no es una virtud teologal.

LA FE ADQUIRIDA U OPINIÓN VEHEMENTE. Hay un modo de fe natural en Dios y es la llamada fe adquirida, que es una simple adhesión o persuasión por motivos naturales o históricos a la revelación sobrenatural auténtica o bien las vanas creencias en supuestas revelaciones de las religiones falsas; esta fe adquirida no llega nunca a la perfección de virtud, porque nunca adquiere la certeza de los hábitos intelectuales.

FE DIVINA. Pero el hombre puede creer a Dios que le habla en Cristo por medio de la Iglesia y  entonces tenemos la fe divina. Objetiva. En el orden natural no se da esta fe, porque eso implicaría un encuentro personal que no se da en ese orden, pues no consta que Dios haya hablado a los hombres sino en la revelación sobrenatural y de un modo sobrenatural en el cumplimiento de los tiempos, en su Hijo Jesucristo. La llamada “creencia en Dios” como equivalente al sentimiento y  convicciones religiosas, es sólo un lenguaje equívoco que no puede prestarse sino sólo a confusiones, como ocurre en casi todos los documentos eclesiásticos postconcialiares, hasta el punto de escribir en el mismo catecismo que musulmanes y católicos creemos en el mismo Dios. Sólo la fe divina es virtud infusa, gracia, y por tanto meritoria y absolutamente necesaria para la salvación.

La Iglesia Católica afirma que en el orden objetivo, el asentimiento de fe divina tiene su última resolución, como motivo formal, en la sola autoridad de Dios que revela, sobrenaturalmente percibida y a la vez, razón formal de creer y verdad creída. Pues si sólo consideramos a Dios en sí mismo como objeto formal de la fe, no se distinguiría ésta de otros conocimientos sobrenaturales, como el de los ángeles que contemplan a Dios o la visión beatífica de los santos, que no requieren de la fe. Pero en el orden subjetivo, se afirma en la certeza de la revelación conocida previamente por los motivos de credibilidad (milagros de Cristo, etc.)

Esta solución tomista, que es la de la Iglesia,  implica: 1º.- Que en la fe infusa se trata de adhesión inmediata a la autoridad de Dios que revela, y no como término de un razonamiento discursivo, o emocional. 2º.- Que es asentimiento sobrenatural puesto por la sola luz de la fe y no por demostraciones sobre la autoridad de Dios. Porque el único conocimiento sobrenatural en este mundo es el que proviene de la luz de la fe. 3º.- El hecho de la revelación y autoridad de Dios es a la vez, motivo de creer en la autoridad de Dios que revela y en las verdades por Él reveladas. El motivo, por tanto, es Dios mismo, no la elaboración de una experiencia subjetiva y sentimental  4º.- Que esta autoridad y revelación de Dios han de depurase de todo elemento de conocimiento natural, ya que la percepción de la autoridad de Dios, autor de la revelación sobrenatural, sólo puede tenerse por la luz de la gracia o el don infuso de la fe. 

Esta concepción católica, expulsa las siguientes definiciones erráticas sobre la fe, además de las anteriores citadas:

CONCEPCIÓN PROTESTANTE y DE LA MAYORÍA DE LOS “CATÓLICOS DE HOY. Condenada en el Concilio de Trento, según la cual la fe cristiana sería sólo la convicción personal o sentimiento de confianza total de estar justificados por los méritos de Cristo, que al margen de las buenas obras justifica.

Maticemos el asunto con San Agustín, para tratar de comprenderlo del todo:

El acto de fe es formalmente un acto del entendimiento de asentir a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad y la moción divina de la gracia. Por lo tanto no se trata de la elaboración propia, inmanente,  subjetiva, o de la afectación de la voluntad, que eso es el sentimiento, sino un hábito infuso, es decir, gracia,  en el entendimiento, al cual asentimos por la voluntad que es movida por la gracia; porque si no fuera movida por la gracia sería un acto natural y no sobrenatural.  Por lo tanto, es libre y por ello puede ser meritorio, al menos de condigno en la fe informada por la caridad.

Según S. Agustín, el acto de creer tiende al objeto de tres modos: a) Respecto delentendimiento, bien como objeto material; creer a Dios; creer toda la verdad revelada. b) Respecto al objeto formal de la autoridad, creer por Dios. c) Respecto al acto de la voluntad de creer, creer en Dios, es decir, creer tendiendo a Él como fin.

Si la fe fuese una elaboración íntima de nuestra conciencia, emotividad , experiencia subjetiva ¿Cómo se tendrá fe en las noches oscuras del alma? ¿cómo podría tenerla l Santo Job? ¿cómo se podría orar cuando está más árido el corazón? Por supuesto que el sentimiento es un don de Dios y no hay porque rechazarlo, antes bien agradecerlo; pero un don, que a veces concede y otras retira, incluso durante décadas. Todos los grandes místicos católicos, alguno de los cuales cito en el artículo sobre los “carismáticos 1” le dirán lo mismo ¡Y vaya si ellos sabían de gozos, arrebatos y dichas!

En fin ¿Qué será de aquél que basa su fidelidad en el sentimiento íntimo cuando la vida le deje de sonreír, en la enfermad, la penuria económica, etc.? Será como alguien que edificó su casa sobre arena. Al igual que el que para tomar la decisión de casarse se basa sólo en el gran mito de nuestra época: el enamoramiento ¿qué le ocurrirá cuando esa exacerbación del sentimiento se desvanezca y surja en su “corazón” el mismo sentimiento hacia otra persona y trate de elaborar interiormente, en principio, su nueva creencia, en torno a esa nueva experiencia? Pues que su cónyuge le romperá los platos en la cabeza. Con razón. La misma causa rige el fracaso actual de los matrimonios por las innumerables infidelidades y al desorden en la fe en tantísimos neocatólicos, y a la creciente apostasía, por la infidelidad, esta vez, pecado contra la Fe Teologal.

Como entiendo que estas apostillas pueden ser demasiado áridas, se me ocurre que lo mejor es explicarlo con algo de humor. He acudido pues a un “chiste” , para que les ayude y sonrían. En él se concluye, como moraleja, que la fe subjetiva no vale para nada.

Una reportera escuchó hablar de un anciano judío miembro de la Sinagoga de Satánas que había estado yendo a orar al Muro de los Lamentos durante muchos años, todos los días, sin faltar uno. Así que fue para Israel a comprobarlo. Identificó al hombre fácilmente mientras se acercaba.

Lo observó mientras oraba. Después de 45 minutos y cuando el viejito se estaba dando vuelta para irse, ella se acercó para hacerle una entrevista.

“Discúlpeme, señor. Soy Fulana de Zutano, reportera . ¿Cuál es su nombre?”.

“Morris Fishbein,” respondió el hombre.

“¿Cuánto tiempo ha venido usted, señor, al Muro de los Lamentos?”.

“Alrededor de 60 años”.

“¡60 años! ¡Es asombroso! ¿Y por quién ó por qué reza?”.

“Rezo por la paz entre cristianos, judíos y musulmanes.”

“Rezo porque terminen todas las guerras y los odios entre la gente.”

“Rezo para que los niños crezcan como adultos responsables, amando a sus semejantes”.

“¿Y cómo se siente usted después de estos 60 años?”

“Como si le hubiera estado hablando a una pared”.

» Y no reza para que reconozcan al verdadero Dios, Jesucristo,  le adoren y se salven?»

«No, eso no lo siento así?»

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¿ Se entiende por qué las oraciones no son escuchadas?

Cien Años de Modernismo, del cual he tomado algunos párrafos y La Suma Teológica de Santo Tomás, en su Tratado sobre la Fe, son fundamentalmente las fuentes de este artículo, aunque hay también otras menores.

Sobre la certeza y objetividad de la Fe puede leer EL CATECISMO DE LA SUMA TEÓLOGICA, resumen del P. Pagués de la Suma Teológica de Santo Tomás

Sobre la Verderara y falsa mística puede leer EL CAMINO SEGURO PARA LA UNIÓN MÍSTICA CON DIOS basado en textos de San Juan de la Cruz