Bossuet,  de alguna forma, nos prevenía  sobre lo que había de sobrevenir: «Veo en la Iglesia dos tipos de persecuciones: la primera, en el origen y bajo el Imperio Romano, preponderantemente violenta; la segunda, al fin de los tiempos, la cual será el reino de la seducción». El poder de fascinación de la renovación carismática, qué duda cabe, es mayúsculo. Pero es con la seducción que el “príncipe de este mundo” quiere engañar a las almas que aún distinguen la verdad de la mentira, el bien del mal. En realidad, nada nuevo añadía Bossuet , pues ya San Juan nos había advertido sobre ese enorme dominio y la razón de que muchos sean abducidos por él: «Y vi otra Bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los del Cordero, y hablaba como dragón …]Y seduce a los que habitan sobre la tierra a causa de los prodigios que le ha sido dado obrar»(Apoc. 13 11-18).

Tres son los prodigios alardeados por estos hijos del protestantismo: 1) Bautismo del “Espíritu”, del cual hablamos en la primera parte; 2)Don de sanación y 3) Don de lenguas. Sin embargo, parecen estar ausentes los verdaderamente significativos, que son siete: Los Dones del Espíritu Santo. Veamos someramente cada uno de sus maravillas. Comencemos por el don de sanación.

DON DE SANACIÓN

La exhibición constante de millares de curaciones es uno de los argumentos del movimiento para asegurar su origen divino. Pero para aceptar la autenticidad milagrosa de una curación súbita se requieren, al menos, tres condiciones: que se excluyan todas las posibles causas naturales capaces de obrar  un pronto restablecimiento; que se someta el caso a expertos científicos, médicos y teólogos prudentes, como ocurre, por ejemplo, en Lourdes; que la sentencia de que tal curación rápida no es explicable por causas naturales sea dada por una autoridad competente, que no puede ser otra que la Iglesia.

La primera condición no se cumple entre los prodigios carismáticos. Por ejemplo, liberarse del alcoholismo o del tabaquismo se puede conseguir por medios naturales; todo el mundo conoce o ha oído hablar del método de Alcohólicos Anónimos, los cuales no  atribuyen sus logros a causas sobrenaturales. Luego este tipo de enfermedades, como las jaquecas frecuentes, malos hábitos, esguinces, etc. no requieren para curarse causas sobrenaturales de por sí. Algunos “milagros” son de naturaleza trivial, otros de naturaleza psicológica, otros no duran permanentemente.

Aún en el caso de que se pueda considerar, prima facie, como un milagro, todo católico debería saber que hay tres posibles causas para los hechos no explicables:

1.-Dios. Pero para concluir que, en efecto, sea un verdadero milagro, es necesario que se cumplan las tres condiciones dichas más arriba, a las que no se someten los prodigios ocurridos entre los carismáticos.

2.- Proceso psicológico. La propia ciencia profana acuña una gran variedad de métodos con la cual consigue resultados satisfactorios muchas veces; en algunas ocasiones con prontitud, en otras con más tiempo. No nos sorprende que muchos de los llamados “milagros” entre los carismáticos sean sobre afecciones psicológicas y en numerosas ocasiones sobre la depresión tan común hoy entre las personas, manías, fobias….

3.-El demonio. Según la Summa daemoniaca, los demonios pueden, por ejemplo, curar la ceguera de alguien, sólo si con su poder y en virtud de su naturaleza tal cosa es posible; al igual que un médico puede curar una enfermedad con la ciencia a su alcance y otras no. Por supuesto, los demonios no pueden con su poder dar la vida a un muerto o a un tejido inanimado. Pueden, v.g.,  suspender en el aire, curar una enfermedad, pero no pueden resucitar, ni pueden cambiar el agua en vino, pero sí extraer el agua de un recipiente cerrado y sustituirla por vino; pueden hacer que a un lugar concurran ranas, como se nos narra en el Éxodo 8,3.

La segunda condición tampoco la cumplen. Es decir, los casos no se someten a médicos, científicos y teólogos prudentes para su examen. Ellos creen en los milagros de curaciones por la simple palabra del sujeto.

La tercera condición tampoco se puede dar porque nadie en la Iglesia resolvería mediante una sentencia sin haber sido examinado el asunto antes por expertos. De otra parte, al igual que reciben el “espíritu” al margen de los sacramentos administrados por los sacerdotes de la Iglesia, tampoco sienten la necesidad de someter los efectos curativos o “milagros” de sus adeptos a examen.

DON DE LENGUAS

En  honor a la verdad hay que decir que los carismáticos sedicentes católicos han cambiado el discurso respecto a esta manifestación. En los primeros años siguieron a los pentecostalistas protestantes, afirmando  que este don era el signo externo, la manifestación evidente de haber recibido el bautismo del “espíritu”. Pero algunos refutaron esta herejía esgrimiendo la verdadera doctrina católica. La tesis de los carismáticos implicaba que los demás católicos no podrían estar seguros jamás de haber recibido el Espíritu Santo, lo cual suponía una amenaza de cisma, además de constituir una herejía. Porque,  ni en el Bautismo, ni en la Confirmación, ni en Sacramento del Orden, hay una manifestación como el don de lenguas; la única garantía para el católico se apoya en la Fe en las promesas de Cristoatestiguadas por la autoridad infalible de la Iglesia.

Carismáticos conservadores: mismos principios subjetivistas que los luteranos e igual de errados.

Ante la exposición de la verdad, en forma de objeción, dejaron de considerar como prueba de la efusión del Espíritu Santo el don de lenguas. Ante el abandono de su antigua tesis, cabe la siguiente pregunta ¿Les indujo el Espíritu Santo a creer primero que el don de lenguas era la garantía de haberlo recibido y más tarde les advirtió que, en realidad,  no era ese don ya el aval de poseerlo? Lógicamente ni lo uno ni lo otro; el Espíritu Santo es Dios y en Él no puede haber contradicción. Ergo, no reciben el Espíritu Santo por la imposición de manos, sino otro espíritu.

Hemos hablado en la parte primera de este artículo  de este supuesto don. Sólo añadiremos aquí algunas consideraciones. Convencidos ante los argumentos de los teólogos, finalmente, de que probablemente no sea un lenguaje humano, lo han redefinido como un lenguaje pre-conceptual. He aquí la descripción que hacen del mismo:

«La posibilidad de orar no-objetivamente, de una manera pre-conceptual, tiene un valor considerable en la vida espiritual. Permite expresar con medios pre-conceptuales lo que no puede ser expresado conceptualmente. La oración en lenguas es a la oración normal como la pintura abstracta, no representativa, es a la pintura ordinaria. La oración en lenguas requiere un tipo de inteligencia que tienen hasta los niños».

Mal ejemplo escogen como analogía: el de la pintura abstracta, pero en fin… No veo que Cristo haya enseñado a los discípulos a orar de esa manera, al contrario, nos dejó hasta una fórmula para expresar en lenguaje objetivo cómo debíamos de orar: El Pater Noster. Su oración en el Huerto de los Olivos es compresible al oído de los hombres y todas y cada una de sus oraciones al Padre que encontramos en los Evangelios, sin excepción, son objetivas; ninguna pre-conceptual; al igual ocurre con las de los Apóstoles conocidas en sus epístolas. Nada semejante a ese lenguaje pre-conceptual hay en los grandes místicos o la Tradición de la Iglesia; tal lenguaje y querencia sólo se puede rastrear entre los movimientos heréticos gnosticos. Cierto que el lenguaje humano es limitado y tiene que acudir a la analogía para expresar la verdad divina, pero todos los santos inspirados por el Espíritu Santo fueron capaces de expresar esa vida íntima con voces inteligibles, aceptadas las limitaciones de nuestro entendimiento. No diré mi opinión sobre la pintura abstracta a la cual equipara la oración carismática hecha mediante el don de lenguas; sea suficiente manifestar que ese arte es el testimonio de la decadencia de la belleza, la cual va aparejada siempre con la desintegración de la bondad, de la unidad y de la verdad de los entes, incluidos los morales, como son las sociedades actuales.

 

La pregunta que surge, de inmediato, es la siguiente ¿No será tal repetición de murmullos la prueba de procesos psíquicos alterados influenciados por una explosión emotiva del grupo? Fenómenos semejantes se producen entre quinceañeras ante su ídolo musical o en estallidos emocionales en los deportes.

Sobre la posibilidad de que muchos de estos fenómenos de los carismáticos sean directamente obra del demonio, véase el Camino Seguro para la Unión Mística con Dios, catecismo basado en los textos de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia.