EL PROCESO DE LA TENTACIÓN
Con la intención de auxiliar para hacer un buen examen de conciencia antes de confesarse.
Proceso de la tentación
Proceso de la tentación. Para no confundir la tentación con el pecado y gobernarse rectamente en la práctica, es preciso tener en cuenta que en el proceso de la tentación pueden distinguirse tres momentos principales 4.
1º. Sugestión, o sea, mera representación o idea del mal, aparecida en la imaginación o en el entendimiento. En esta primera representación —por muy mala, pertinaz y duradera que sea—no hay todavía pecado, puesto que la voluntad no ha intervenido todavía para nada.
Ya se comprende, sin embargo, que la voluntad debe actuar rechazando esa sugestión tan pronto advierta el entendimiento que es mala y rechazable. Si la voluntad se mostrara indiferente ante ella, podría incurrir en un verdadero pecado, como hemos explicado al hablar del consentimiento. Pero la simple mala sugestión o representación de suyo nunca es pecado antes de la intervención de la voluntad.
2º. Delectación o complacencia indeliberada. Es muy frecuente que de la simple sugestión o representación mala—sobre todo si es viva, interna y prolongada—se origine connaturalmente cierta complacencia o delectación, e incluso una impresión orgánica agradable o conmoción sensible natural y espontánea. Tampoco en esto consiste todavía el pecado mientras no intervenga la deliberación de la razón y el consentimiento de la voluntad, porque ese movimiento sensible, natural y espontáneo, no es deliberado ni libre.
3º. Libre consentimiento de la voluntad. Después que el entendimiento percibe la mala sugestión y la delectación sensible que ha despertado en el apetito juntamente con su malicia, si la voluntad rechaza en seguida ambas cosas, no hay pecado todavía; porque el pecado no está en sólo el entendimiento ni en la espontánea inclinación del apetito sensitivo, sino en la voluntad libre que se adhiere al mal. El pecado se inicia cuando el entendimiento advierte la maldad de la sugestión, pero sólo se realiza o consuma cuando la libertad da su libre aceptación o consentimiento, o sea, cuando admite, aprueba o retiene con complacencia aquella mala sugestión.
Modo de vencer las tentaciones. En la lucha y estrategia contra las tentaciones podemos distinguir tres momentos:
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ANTES DE LA TENTACIÓN el alma debe vigilar y orar (Mt. 26,41) para no dejarse sorprender por el enemigo. Debe huir de las ocasiones de pecado y evitar la ociosidad, que es la madre de todos los vicios. Y debe depositar su confianza en Dios, en la Virgen María y en su ángel de la guarda, que pueden mucho más que el demonio tentador.
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DURANTE LA TENTACIÓN ha de resistirla con energía apenas se produzca, o sea, cuando todavía es débil y fácil de vencer, ya sea directamente, haciendo lo contrario de lo que la tentación propone (v.gr., alabar a una persona en vez de criticarla); ya indirectamente (v.gr., distrayéndose, pensando en otra cosa que absorba la mente). Este segundo procedimiento es el más eficaz tratándose de tentaciones contra la fe o la pureza.
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DESPUÉS DE LA TENTACIÓN ha de dar humildemente las gracias a Dios si salió victoriosa; arrepentirse en el acto, si tuvo la desventura de sucumbir, y aprovechar la lección para sucesivas ocasiones.
En caso de duda, sobre si se consintió o no, debe hacerse un acto de contrición, por si acaso, y acusarse en la confesión de esa falta como dudosa.
De la Teología Moral de Royo Marín, IIº edición, 1958, BAC
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