Cuando San Agustín escribía la diferencia de los cimientos de las “dos ciudades”, se refería al mundo y a la Iglesia como opuestos e irreconciliables: “dos amores han construido dos ciudades”.

El mundo-mundano siempre se opondrá a la Ciudad de Dios, eso forma parte del Misterio de Iniquidad que tiene como fuente y protector al “príncipe de este mundo” que es Satanás, por eso El Verbo Encarnado, Jesucristo, no “ruega por el mundo”, y tendrá como culminación de su oposición voluntaria al espíritu del Evangelio y a los mandatos de Jesucristo, cuando el Inicuo, el Adversario de Cristo haga su entrada en el mundo y pretenda recibir culto de latría. El mundo-mundano tendrá su rey, y Satanás creerá haber triunfado con su Anticristo sobre Jesucristo.

A esto no se llega de un día para otro. No vamos a hacer un resumen de la Historia, pero la ciudad del mundo siempre ha ensayado subordinarse al Inicuo, y ha creado leyes e inventado sistemas contrarios a la Ciudad de Dios para acabar con la Iglesia.

Pero la Sagrada Escritura, que es Revelación de Dios, anuncia por San Pablo, que este personaje poseso diabólico, lleno del poder de Satanás, no aparecerá sin que antes se haya manifestado una gran apostasía, es decir un espíritu que impregna un cuerpo, cimentado en la pertinacia de la voluntad que se opone a la Causa y al Objeto de la Fe, que es Dios mismo.

Los ensayos de Satanás en el mundo-mundano para arrebatarle a Cristo el cetro de las Naciones siempre se vieron impedidos por la Fe de los cristianos, cuya Fe está cimentada y confirmada por el Pastor Supremo de la Iglesia: el Papa, Vicario de Cristo visible en esta tierra, Maestro Infalible contra el error y la herejía, tanto en su Magisterio Ordinario como extraordinario, pues en materias que atañen a la Fe y Costumbres está protegido por el mismo Espíritu Santo para no desviarse de la Fe ya sea que predique o que defina solemnemente, por eso Jesucristo le dijo y aseguró a San Pedro: “Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca….confirma a tus hermanos” . Esta oración de Cristo es la causa eficiente de la Fe de San Pedro como Roca inconmovible donde se apoya y sustenta la Fe de la Iglesia. Lo cual nos deja con absoluta tranquilidad a los cristianos porque sabemos que el Papa no puede desviarse de la Fe enseñando cosas contrarias a ella, y en el SUPUESTO CASO que lo hiciera ya no tendría la Promesa de Cristo ni las prerrogativas conferidas a San Pedro y a sus legítimos Sucesores, porque habría dejado de ser Papa, pues como un hereje no puede ser miembro de la Iglesia,  menos puede ser Cabeza, aunque lo más probable es que nunca haya llegado a ocupar el cargo en la Sede Romana, porque “la Sede Romana está exenta de error” como afirma el Dogma.

Entonces si sucediera –como efectivamente sucede desde la muerte de S S Pio XII- desde la Cátedra de Roma, que alguien predique novedades de doctrina o errores contrarios a la Fe, “ipso facto” y sin necesidad de ser depuesto, ha perdido todo cargo y jurisdicción sobre los fieles católicos, no tiene más autoridad y se ha convertido en “vitando”, o sea, alguien a quien hay que evitar, pues es hereje, y con los herejes no se debe tener trato ni comunicación en las cosas sagradas.

Esto ha sido siempre doctrina común en la Iglesia Católica. En la Cátedra Romana no puede haber nunca un Papa hereje, porque “Papa” y “hereje” son opuestos y contradictorios, es como afirmar que una cosa pueda ser blanca y negra, o viva y muerta al mismo tiempo. Pero si esto es metafísicamente imposible que suceda, más lo es con el Papado, por ser de institución divina, pues es el mismo Cristo quien lo instituyó, que siendo Dios no puede engañarnos con una falsa promesa, pues ha dicho: “He rezado por ti para que tu fe no desfallezca”, lo cual significa que la herejía es contraria al Papado. Nunca hubo un Papa hereje ni nunca lo habrá.

Por tanto, si alguien se presenta como Papa, pero sosteniendo herejías, ni aunque pudiera convertirse, y por el mismo hecho, devendría en Papa legítimo de la Iglesia Católica, porque al perder la Fe inmediatamente habría perdido el cargo, porque un hereje no puede ser Papa. Sería perder el tiempo rezar con la intención que si llegara a convertirse podría ser el Papa. Desde antes se habría depuesto él mismo. Y si sería inútil rezar por esa intención, es peor creer que a pesar de ser hereje podría seguir siendo el Vicario de Cristo y sin embargo llamarle la atención –como algunos hacen- por lo que diga o haga, pues, el “Papa – verdadero y legitimo- no puede ser juzgado por nadie”, por tanto, es temeridad y audacia reconocer su cargo y acusarlo.  Yendo más lejos aún, hay que decir que reconocer a un hereje por Papa es dar reverencia a un ídolo, contra el Primer Mandamiento. Y eso es abominable ante los ojos de Dios.

Es de absoluta inutilidad tratar de deponerlo o pedirle que renuncie, pues él mismo lo ha hecho, ya ha perdido el cargo, si es que alguna vez lo tuvo.

Apliquemos lo que venimos diciendo con los “Papas” de la secta conciliar o Ramera: todos desde Roncalli a Bergoglio no han cesado de proferir errores y herejías…es pura lógica concluir que no han sido nunca “Papas” católicos y que por tanto la Iglesia Católica no está en ellos ni ellos en Ella.

Recapitulemos un poco:

Hablábamos que San Pablo había anunciado una gran apostasía antes de la manifestación del Inicuo, y menciona que hay dos obstáculos: “el que retiene” y “lo que retiene”, obstáculos que era preciso quitar para que el Inicuo, fruto maduro de la apostasía, se manifestara al mundo. En consecuencia, algo muy engañoso en el orden religioso tuvo que suceder para que pudieran ser quitados los dos obstáculos, tan sutilmente que no haya sido percibido por la inmensa mayoría de los católicos, tanto clero como seglares, y que se fue constituyendo, con la astucia de la Serpiente, en canal religioso pervertido y vaciado de catolicismo, tan sólo conservando las apariencias, con la finalidad de hacer desaparecer aquello que impedía que hiciera su entrada al mundo el Anticristo. Y, en efecto, este canal religioso pervertido, hecho religión idolátrica, quitó de en medio los dos obstáculos: “lo que retiene”: El Santo Sacrificio con su centro: la Eucaristía, creando una nueva “misa” antropocéntrica y blasfema. Y, el otro: “el que retiene”: El Orden Sagrado con su cúspide que es el Papa, creando un nuevo ritual de “ordenación” y un nuevo ritual de “consagración”, que ambos son inválidos y sacrílegos.

La aprobación oficial de esta iniquidad y abominación tuvo que estar a cargo de una institución que reemplazara oficialmente a la Iglesia Católica, con un “Papa” oficial, pero no católico. La Iglesia Católica quedó replegada y con Sede vacante.

1er.Corolario:

Los católicos fieles NUNCA debemos ni creer ni esperar que de la Ramera pueda surgir un legítimo Sumo Pontífice, porque no es la Iglesia fundada por Jesucristo, sino una secta creada por hombres con la perversa intención de destruir a la Iglesia Católica.

2do. Corolario:

Los jerarcas de la Ramera NO POSEEN ni cargo ni jurisdicción sobre los fieles católicos. Son meras comparsas disfrazadas y algunos hasta con vestimenta que le pertenece como propia a la Iglesia Católica. Sus “sacramentos” nada producen, sus templos han quedado todos profanados con cultos sacrílegos. Hay obligación de denunciarlos y de apartarse de ellos y no comunicar en las cosas sagradas.

Conclusión:

Las “dos ciudades” que describía San Agustín, están hoy en máxima tensión. Por un lado, el mundo-mundano tiene su religión a pedido y gusto, sustentada por una Secta, bajo el poder de Satanás, y regenteada por el Falso Profeta, el Embaucador, el que pone la marca del Anticristo y hará que lo adoren –al Anticristo- como “dios”: es la secta conciliar o Ramera, el “cuerpo místico” del Anticristo, que se parece a la Iglesia Católica pero no es.

Por otro lado, y diametralmente opuesta, se encuentra la “Ciudad de Dios”, la Iglesia Católica, siempre igual a Sí misma, sin sombra de variación, ni mancha ni arruga, “eclipsada” por la Ramera, “debilitada” en Su Jerarquía desde la muerte del último Papa legítimo, sin Cabeza Visible, es decir, el Maestro Infalible de Fe indeficiente que la confirme en la Fe, cuyos miembros –clero y fieles- son como muchedumbre confusa y perturbada, pero que en extrema situación recurrió a la virtud de la epiqueya para continuar con la sucesión apostólica a fin de darle al Pastor Supremo, Principio y Fundamento de la Fe de la Iglesia y de quien procede toda autoridad y jurisdicción como de Fuente primera y NECESARIA.

Hasta la filosofía señala esta NECESIDAD, porque, así como es imposible que no exista un primer motor inmóvil que de movimiento a los que siguen, del mismo modo es imposible hallar autoridad en la Iglesia sin el Principio de autoridad que la posea como origen de toda ella y tenga poder de conferirla eficazmente.

Es de Fe que la Iglesia Católica no puede desaparecer, y es de Fe que San Pedro debe tener perpetuos sucesores. Sabemos también que, pese al encono y malicia de la Ramera, con poderes de seducción y engaño, no ha logrado hacer sucumbir en la apostasía a algunos fieles –clero y seglares- y que durante 60 años la Esposa de Cristo se ha visto desprovista de su Cabeza Visible. Tiene Ella en su Doctrina y en sus Leyes los medios necesarios y oportunos para acabar con este pesar. Sabemos que hay hombres –clérigos: Obispos y Sacerdotes, y fieles seglares- que, estudiando sobre la situación actual de la Iglesia, han decidido inspirados por Dios poner fin a este mal. Ningún católico tiene el derecho de estar ajeno a este combate. Así como hay obligación de apartarse del hereje, también existe la ley de la Caridad que impulsa a unir fuerzas contra la apostasía convertida en religión idolátrica, trabajando cada uno desde el lugar donde la Divina Providencia lo ha puesto para lograr este objetivo: Que los Obispos Católicos junto con los Sacerdotes que están con ellos, se unan como ejército en orden de batalla y den a la Iglesia al Papa, el Maestro Infalible, la Roca donde se fundamenta la Fe de la Iglesia, contra la cual, “las puertas del Infierno no prevalecerán”.

¡Nobleza obliga!

Simón Del Temple