11.- ¿EN DONDE PODEMOS ENCONTRAR LAS FORMAS PARA LOS SACRAMENTOS DEL BAUTISMO Y DE LA EUCARISTÍA?.
     La forma del Sacramento del Bautismo está claramente especificada en los Evangelios, y la forma para el Sacramento de la Eucaristía, en la Tradición.

12.- ¿HAY ALGUNA REFERENCIA EN LA TRADICIÓN DE LA FORMA DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA?.
     No solamente son evidencia incontestable los misales de altar o para el pueblo que se conservan desde hace siglos hasta el día de hoy, sino que el Concilio de Florencia, celebrado de 1438 a 1445, en su DECRETO PARA LOS ARMENIOS, dice: «Mas como antes, en el dicho Decreto para los armenios no fue explicada la forma de las palabras de que la Iglesia Romana, fundada en la doctrina y en la autoridad de los Apóstoles, ACOSTUMBRO A USAR SIEMPRE en la consagración del Cuerpo y de la Sangre del Señor, hemos creído conveniente insertarla en el presente. En la consagración del Cuerpo, usa esta forma de palabras: ESTO ES MI CUERPO; y en la de la Sangre: PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, DEL NUEVO Y ETERNO TESTAMENTO, MISTERIO DE FE, QUE SERA DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS, EN REMISIÓN DE LOS PECADOS»(Denz. 715 ) .
     En este lugar, vale la pena hacer dos anotaciones importantes: PRIMERA. Se observa a veces que incluso en los misales tradicionales para el pueblo, publicados en latín y en español, la traducción de las palabras de la consagración del pan, es incorrecta, y éste es un grave error que inexplicablemente pasó «inadvertido» muchas veces. En la consagración del pan en latín leemos: «HOC EST ENIM…» que significa: «ESTO es…». Sin embargo, la traducción dice: «ESTE es mi Cuerpo». Evidentemente la traducción es mala, e inexplicable. Pero este error, también lo hemos encontrado incluso en obras de otros autores católicos, que al hablar de la forma de la consagración del pan, la escriben: «ESTE es mi Cuerpo». ¿Por qué ha sido esto?, ¿de cuándo atrás vienen las primeras pequeñas inyecciones de veneno?.
     En 1958, el Santo Oficio publicó un Monitum, o amonestación en estos términos: «Esta suprema Sagrada Congregación, ha sabido que en cierta traducción de la Nueva Ordenación de la Semana Santa a la lengua vernácula se omitieron las palabras«MYSTERIUM FIDEI» en la forma de la consagración del cáliz. Se nos ha dicho también que algunos sacerdotes omiten estas palabras en la verdadera celebración de la Misa. Esta Suprema Congregación advierte que es cosa impía introducir algún cambio en materia tan sagrada y mutilar o alterar ediciones de libros litúrgicos. Por tanto, los Obispos, en conformidad con el Monitum o advertencia del 14 de febrero de 1958, del Santo Oficio, han de ver porque se observen, con rigor, las prescripciones de los sagrados cánones sobre el culto divino y estar en continua vela porque ninguno se atreva a introducir aun la más leve mudanza en la materia y en la forma de los Sacramentos» (Acta Apostólica Sedis. Vol. 50, Pág. 536).     En enero de 1951, el Padre J. G. Treviño, publicó en la revista de los Misioneros del Espíritu Santo llamada PENTECOSTÉS, un artículo contra las prácticas litúrgicas y el adorno de los templos, llamando a todo esto cosas «inútiles»«de mal gusto»«banales» y «corruptela» del culto. Esta revistita circulaba entre los fieles, a vista y paciencia de los padres y superiores de las comunidades del Espíritu Santo, en un momento en que el Papa Pío XII publicaba su Encíclica MEDIATOR DEI condenando todo aquello por lo que éstos pugnaban, entre otras cosas, separar el altar de la pared como actualmente está en uso para las nuevas misas.
     ¡Con cuánta razón decía San Pío X que los enemigos de la Iglesia están dentro, y que nunca los ha tenido peores!.
     ANOTACIÓN SEGUNDA. Así como en la consagración del pan, es esencial decir«HOC», o sea «ESTO», en la consagración del vino se dice «HIC», es decir, «ESTE». ¿Por qué?, pues porque en la consagración del pan, el sacerdote tiene en las manos directamente, la materia del Sacramento que es el pan, y a él se está refiriendo; en cambio, en la consagración del vino, el sacerdote no puede tener entre los dedos la materia del Sacramento que es un líquido, por lo cual se está refiriendo al envase que contiene la materia, es decir, el cáliz. Por eso dice «ESTE» cáliz que contiene.
     Igualmente, continuando con el tema de esta pregunta, el Papa Inocencio III (1198-1216),escribe la Carta CUM MARTHE CIRCA (Denz. 414 y 415) a Juan, en otro tiempo obispo de Lyon, fechada el 29 de noviembre de 1202, ya que éste le había preguntado, quién había añadido a la forma de la consagración del vino, las palabras «misterio de fe», por lo cual le contesta entre otras cosas: «Nos preguntas quién añadió en el Canon de la Misa a la forma de las palabras que expresó Cristo mismo cuando transubstanció el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre, lo que no se lee haber expresado ninguno de los evangelistas… En el Canon de la Misa, se haya interpuesta la expresión «MYSTERIUM FIDEI» a las palabras mismas… A la verdad, muchas son las cosas que vemos haber omitido los evangelistas tanto de las palabras como de los hechos del Señor, que se lee haber suplido los Apóstoles de palabra o haber expresado de hecho… Creemos, pues, que la forma de las palabras, TAL COMO SE ENCUENTRAN EN EL CANON, LA RECIBIERON DE CRISTO LOS APÓSTOLES, Y DE ESTOS SUS SUCESORES«.
     Tenemos aquí, enfrentados uno contra otro, a Paulo VI con todo su equipo de asistentes y colaboradores entre los que están los protestantes Max Thurian, Shepard, Hasper y otros, y al Papa Inocencio III con el aval de toda la Tradición, de los concilios, de todos los papas, de todos los santos, de todos los doctores y de toda la historia. Estos, creyeron que las formas de la Eucaristía Jesucristo las determinó y entregó a los Apóstoles, y éstos a sus sucesores. Paulo VI, dice lo contrario. Predica que el papa tiene poder para remover e incluso para prostituir lo que al hombre no le parece de la Doctrina Cristiana. Entonces impone nueva Misa, nuevas formas sacramentales, y sentado sobre lo invariable con el peso de su supuesta autoridad, que sólo le comunica el poder mundial anticristiano, se burla de todos y los engaña obligándolos por una falsa obediencia a caminar bajo su estandarte, cuando la verdad es que el estandarte que nos da sombra actualmente, es el estandarte del Diablo.
     No faltan, desde luego, aquellos soplados laicos, los de la supina ignorancia ilustrada, que tanto mal han hecho al pueblo sencillo, incauto, fácil de engañar, ingenuo en el trato, menudo, y de los cuales el mundo tradicionalista tampoco se ha librado, y que con la lectura de tres o cuatro libros se levantan para emitir sus juicios doctorales para apoyar los más monstruosos errores de la actual herejía imperante.

13.- ¿EN EL NUEVO RITO DE LA MISA, FUERON TAMBIÉN CAMBIADAS OTRAS ORACIONES QUE PUEDEN INVALIDAR LAS FORMAS SACRAMENTALES, AUN SI FUERAN PRONUNCIADAS LAS FORMAS TRADICIONALES?.
     Evidentemente que sí. PRIMERO. Tenemos la declaración del Nuevo Misal publicado en Francia (Edición de 1973, Pags. 328-383), para uso de los domingos, bajo la responsabilidad de los obispos franceses. Ellos dicen: «No se trata de añadir exterior e interiormente una Misa a la otra ya bien celebrada, que obtienen la Gracia de Dios. Se trata SIMPLEMENTE DE HACER MEMORIA DEL ÚNICO SACRIFICIO YA EFECTUADO, del Sacrificio perfecto en el cual Cristo se ofrece a sí mismo, y de reunimos a comulgar juntos, haciendo nuestra la oblación que El hizo a Dios de su propia Persona, para nuestra salud».
     Es decir, que la Misa ya no es un Sacrificio que renueva incruentamente el Sacrificio del Calvario. Es solamente una «memoria» del Sacrificio de Cristo.
     Esto está de acuerdo con el texto de la INSTITUTIO GENERALIS incluido en la Constitución Apostólica MISSALE ROMANUM que Paulo VI publicó el 3 de abril de 1969. Leemos en ella la «definición» de lo que es la Misa, o más bien, de lo que en adelante será la Nueva Misa: «LA CENA DEL SEÑOR, llamada también Misa, es la asamblea sagrada o congregación del pueblo de Dios, reunido bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor»«De ahí, que sea eminentemente válida, cuando se habla de la asamblea local de la Santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: «Donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mat. XVIII, 40)«.
     Hay que hacer notar en este documento oficial del Vaticano, que la Misa ya no es un Sacrificio, sino «la Cena del Señor»; que el sacerdote consecuentemente, ya no es un sacrificador, sino un presidente o dirigente de la asamblea; que ya no se habla de la presencia real, sacramental de Cristo, sino solamente una presencia espiritual que sucede cuando dos o tres se reúnen en su Nombre.
     Este nuevo rito, debía de reflejar la doctrina introducida en el Concilio Vaticano II, así como las doctrinas de los protestantes con quienes se pretende la unidad, pero debía al mismo tiempo, ser aceptado por todos los católicos educados en la antigua Fe ortodoxa de la Iglesia. Por eso, dice el Dr. Coomaraswamy (LOS PROBLEMAS DE LA NUEVA MISA): «Debía evitar demasiado profesar abiertamente las nuevas doctrinas, pero eliminando todo lo que las contradijera. Al mismo tiempo no podía renegar directamente de ninguna doctrina católica -no podía más que ahogarla y expurgarla. Debía introducir lentamente los cambios y guardar suficientemente los aspectos exteriores de un verdadero sacrificio, para dar la impresión de que nada había cambiado. Debía crear un rito que, por razones ecuménicas, fuera aceptable por los protestantes de todos los colores y convicciones, cuando, por su parte, ellos han rechazado constantemente que la Misa fuera verdaderamente el Sacrificio incruento del Calvario y que fuera necesario un sacerdote sacrificador. Debía también de suavizar la resistencia católica, e introducir en las vidas de los fieles, las ideas modernistas promulgadas en los resultados fastidiosos del Vaticano II. La única manera de que la Misa pudiera lograr esto, era usando la ambigüedad, las supresiones y las traducciones inexactas».
     Este fue un trabajo magistral, pues aunque en aquel fatídico año de 1969, hubo muchas protestas, el grueso del pueblo ignorante vio ante él un rito que aunque con unos cambios, parecía Misa. Sin embargo, aunque parezca increíble, fueron suprimidas el setenta por ciento de las oraciones tradicionales, más por lo menos 25 señales de la Cruz, 12 genuflexiones e innumerables pequeños actos de reverencia al santísimo Sacramento.
     Con razón, uno de los «expertos» del Concilio más honesta y directamente declaró: «El cambio litúrgico ha sido tan repentino, es tal radical, que es necesario hablar de crisis…», y añadía: «En verdad, es otra la liturgia de la Misa. Es preciso decirlo sin ambages, el Rito Romano tal como nosotros lo hemos conocido, no existe ya. Ha sido destruido» (P. Joseph Gelineau. MAÑANA LA LITURGIA, Págs. 9 y 10. Citado por Michael Davies en LA REVOLUCION LITURGICA, Pág. 17).
     SEGUNDO. Pero esta no es una cosa ilusoria, ya que los mismos protestantes, lo están diciendo y entendiendo perfecta y profundamente. Ellos comprenden lo que ha pasado con la Misa católica después del Concilio Vaticano II, pero curiosamente, los mismos católicos no lo ven ni lo comprenden, o no lo quieren comprender. Por ejemplo, el Consistorio Superior de la Iglesia de la Confesión de Augsburgo de Alsacia y Lorena, que es la mayor autoridad luterana, declaró el 8 de diciembre de 1973 en las DERNIERES NUOVELLES D’ALSACE(Ultimas Noticias de Alsacia) en el Núm. 289: «Nosotros estimamos que en las circunstancias actuales, la fidelidad al Evangelio y nuestra tradición, no nos permite oponernos a la participación de los fieles de nuestra Iglesia, en una celebración eucarística católica… Dadas las formas actuales de la celebración eucarística en la Iglesia Católica y en razón de las convergencias teológicas actuales, muchos obstáculos que habrían podido impedir a un protestante participar en su celebración eucarística, parecen en vías de desaparición. Debería ser posible, hoy día, a un protestante reconocer en la celebración eucarística católica, la cena instituida por el Señor…».
     No se necesita ser muy perspicaz, para saber lo que esta pasando. Los protestantes no han cedido un solo milímetro en sus doctrinas. Se han mantenido soberbios y suficientes esperando el encuentro. ¿Quién ha deformado sus doctrinas entonces?, ¿quién ha traicionado sus doctrinas, aquellas que se predicaron invariables y la verdad completa?.
     Jean Guitton, amigo de Paulo VI, dijo el 10 de diciembre de 1969 en el periódico LA CROIX esta asombrosa declaración: «Las nuevas oraciones eucarísticas católicas, han abandonado la falsa perspectiva de un sacrificio ofrecido a Dios».
     En LE MONDE, por su parte, el 10 de septiembre de 1970, se dijo: «Si se tiene en cuenta la evolución decisiva de la liturgia eucarística católica, la posibilidad de sustituir el Canon de la Misa por otras oraciones litúrgicas, la desaparición de la idea según la cual la Misa constituiría un sacrificio y la posibilidad de comulgar bajo las dos especies, no hay razones para que las Iglesias de la Reforma, prohiban a sus fieles para que tomen parte en la Eucaristía de la Iglesia Romana».
     Igualmente, el hermano Max Thurian, de la comunidad protestante de Taize, declaró en el Diario LA CROIX, el 30 de mayo de 1969, que: «Las comunidades no católicas, podrán celebrar la santa Cena, con las mismas oraciones de la Iglesia Católica. Teológicamente esto ya es posible». Max Thurian, fue uno de los «expertos» en la elaboración de la Nueva Misa.
     No pretendo hacer un estudio de la Nueva Misa, habiendo admirables trabajos sobre el tema. Lo dicho hasta aquí, basta para el propósito que pretendo en este CATECISMO.

14.- ¿QUE ES, ENTONCES, LA NUEVA MISA IMPUESTA DESDE EL 30 DE NOVIEMBRE DE 1969 EN TODOS LOS TEMPLOS DEL MUNDO, HASTA EL DIA DE HOY?.
     La llamada Nueva Misa, o como le dicen algunos: NUEVO ORDO, como si también esta anunciara un nuevo orden mundial, es uno de los pasos más grandes hacia el establecimiento de los universales «Ritos del Hombre». Es la expresión y la manifestación ritual del espíritu que produjo la infame y desvergonzada «Declaración de los Derechos del Hombre» que parió la Revolución Francesa. En toda ella, no se puede esperar encontrar la claridad de pensamiento e intención que podían descubrirse en las enseñanzas claras y precisas del Magisterio sagrado de la Iglesia. Se hallará la verdad insinuada o sugerida, pero también muchas sombras de todo lo que se opone a la verdad y la estabilidad, solamente podrá ser encontrada en negar la evidencia de la conspiración que se está tramando.
     Los autores de este rito blasfemo, no podrán ser con facilidad acusados de las herejías que asoman cautamente, porque ellos escudados en la ambigüedad, creerán de inmediato y anunciarán la figura que el pragmatismo les dicte en cualquier necesidad que se presente. El lenguaje de la Nueva Misa, no tiene intención objetiva, sino dialéctica, y siempre escoge sus palabras para llevar adelante el pensamiento de la plebe en dirección de las negaciones revolucionarias y de la pérdida de la Fe, del naturalismo, del narcisismo, del nihilismo y del cinismo.
     Todos los que asisten a esa Nueva Misa, o son librados del fastidio incongruente de creer en lo que les venga en gana, o son unos insensatos porque piensan que es posible frecuentándola y «participando» en ella, librarse del contagio y absorción del miasma con apariencia piadosa que esparce por todas partes, porque al fin y al cabo, si con sinceridad se quiere alabar a Dios y si cada sacrilegio y cada blasfemia es ocultado y legitimado, no hay motivo para preocuparse.
     La paz entre los hombres, la hermandad humana, la libertad religiosa. Así, todos pueden participar. Los que creen en el Infierno y los que no creen; los que creen en la presencia real, y los que no creen; los que creen en el Purgatorio, o en el Limbo, o en la virginidad de María, y los que no creen, porque la diferencia de creencias, no debe romper de ninguna manera los lazos de la hermandad entre los hombres. Eso es lo importante. Lo demás, no la tiene.
     Por esto, la Nueva Misa, así como el espíritu que la abortó, es un rito herético, blasfemo, ofensivo a Dios, sacrílego, y que cumple fielmente aquella profecía de la abominación desoladora instalada en el lugar santo.

15.- ¿PUEDEN LOS CATÓLICOS ASISTIR A LA NUEVA MISA?.
     Bajo ninguna circunstancia pueden los católicos asistir a tales ritos, pues siempre es un pecado grave, y pecado de sacrilegio del que se hacen cómplices, los que llegan a comprender esto.

16.- ¿Y PUEDEN LOS CATÓLICOS ASISTIR A LOS TEMPLOS QUE USURPAN LOS HEREJES DE LA IGLESIA DEL VATICANO, A OTRAS HORAS EN LAS QUE NO SE ESTÁN CELEBRANDO ESOS RITOS?.
     Algunos católicos, cuando no tienen la oportunidad de asistir a los diferentes oficios de sus comunidades católicas, cuando viajan, por ejemplo, o cuando cambian de residencia, se sienten obligados a cumplir con ciertos días de precepto o tiempos especiales, como la Semana Santa, y sin discernir, asisten a esas iglesias progresistas. Algunos para oír la Nueva Misa, otros, creen justificarse diciendo que solamente van a orar aunque no a la Nueva Misa. Otros, incluso, lo que es peor, reciben los «sacramentos».
     Esto no se puede permitir ni se puede aprobar de ninguna manera. Los templos progresistas son lugares en los que se ofende a Dios gravísimamente, mientras no sean de nuevo consagrados. No es posible comunicar con las malas artes envueltas de una falsa piedad con quienes están destruyendo a la Iglesia, sin hacerse de alguna manera solidarios. Salvo supina ignorancia o conciencia que solamente Dios conoce y puede juzgar, la asistencia a esos lugares es siempre pecado.
     Es necesario atender lo que dice San Pablo: «No queráis unciros un yugo con los infieles, porque ¿qué tiene que ver con la iniquidad la justicia?, o, ¿qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas?, o, ¿qué concordia entre Cristo y Belial?, o, ¿qué parte tiene el fiel con el infiel?, o, ¿qué consonancia hay entre el templo de Dios y los ídolos?» (II Cor. VI, 14-15).
     No pueden tener parte ninguna los fieles católicos con los sacerdotes que han traicionado a Cristo y profanan el santuario con ritos blasfemos. «Los sacerdotes, dice el Profeta Ezequiel (XXII, 26), han despreciado mi Ley, han contaminado mis santuarios; no han sabido hacer diferencia entre lo sagrado y lo profano, ni distinguir entre lo inmundo y lo puro, y no hicieron caso de mis sábados y he sido deshonrado enmedio de ellos».
     Provocar la cólera de Dios sobre la propia cabeza, solamente un loco lo haría.
     Tenemos que hacer nuestras las palabras del Padre Wathen a todos aquellos que piensan que la solución ha de venir de Dios sin la colaboración de los hombres, o que sólo el camino de la obediencia a Roma es lo indicado pues es imposible sumarse con los fieles de la Iglesia remanente de Cristo por todos los graves inconvenientes que esto trae seguramente, o que no quieren levantar los pies definitivamente de un lado o del otro: «…he de ofrecer un consejo para aquellos que piensan que dar servicio a la chusma remanente de Cristo será muy fuerte para vuestra sangre azul o bastante ignominioso. Por supuesto que, además, tenéis otras opciones. Os apremio a decidiros, tan pronto os sea posible, para vuestra propia paz. Una de dos, o podéis dar de mano enteramente a la religión, la vuestra, (como muchos ya lo han hecho) con espíritu indignado y desleal en una alma pequeñita, puesto que, al fin y al cabo, no es razonable esperar que hagáis por la Iglesia ahora, algo más que lo que nunca hicisteis o propusisteis; o podéis andar del brazo con la «Nueva Religión», ceder a la subversión de vuestra fe y la de otros, dando así ayuda a la causa de la «paz» y continuar asistiendo«como todo un caballero» a la «Nueva Misa», sumando así vuestra voz a la blasfemia en común de la Majestad Divina y de la Santa Misa. Bien sabéis en realidad, que si no estuvieseis ahí, se os echaría de menos; otra vez os lo repito: tomad una decisión. Y en caso que os decidierais a rendiros sin batalla, pues esto seguramente es abocarse al reparo del modo más «respetable» y más fácil a la par, tengo otro aviso que daros: que, por lo que más queráis, no os rindáis así no más; antes, uníos más bien a la Revolución, meteos de hoz ycos en su esfuerzo y dedicaos totalmente a su «programa». En el presente debate hay que ser caliente o frío, hay que ponerse de parte de la verdadera Iglesia, o de la parte de aquellos que la intentan destruir. 0 dicho en otras palabras, hay que aventurarse al juego, sea que ganéis o perdáis. Os prevengo de este modo, pues, si lo hiciera el Señor, os diera el mismo consejo. Tibieza y mediocridad, neutralidad y pereza, más despreciables le son, que la abierta hostilidad y el odio bien manifiesto (Apo. III)». (EL GRAN SACRILEGIO).