Por Mons. José F. Urbina Aznar 

Mayo 5 del 2013

INTRODUCCION

Montini decreta la supresión del Sacrificio perpetuo, implantando la nueva «misa»el 3 de abril de 1969, con el consejo de 6 protestantes y el hacer de uno de los masones que aparece en la lista Picorelli- periodistas asesinado por publicar dicha lista-, entre otras: Mons. Bugnini

     Me parece increíble, que a estas alturas de la crisis tan avanzada está y contaminadas las estructuras sociales y eclesiásticas, no las gentes sumergidas en las masas humanas corrompidas, sino hombres informados sobre la Doctrina, que forman parte de ese resto fiel que ha sabido levantarse contra la supresión del Sacrificio Perpetuo y contra la impiedad, ignoren todavía, que el Anticristo está presente e ignoren también sus características y las coincidencias históricas que lo deben revelar a los fieles. Continúan afirmando antiguas interpretaciones de exegetas muy doctos pero completamente equivocados, porque antes de cumplirse todas las profecías, son oscuras e indescifrables.

     Por ese motivo, he tomado párrafos de un folleto que escribí en el año de 2002 con nuevas anotaciones necesarias a la luz de los acontecimientos que se han dado con suma rapidez que aclaran el misterio de las profecías escatológicas, aun así oculto para la mayoría de fieles, incluso del resto fiel.

     Por eso, presento este nuevo folleto formado con una buena parte del anterior, con las añadiduras necesarias acordes al tiempo de terror y de espera que estamos viviendo. 

     Pascal decía que «las profecías son equívocas; sólo después de su cumplimiento desaparece su ambigüedad». Sin embargo, hay una excepción, en mi opinión, en la profecía del Profeta Daniel, sobre lo que él dice, será la supresión del Sacrificio Perpetuo, porque en su capítulo XII, versículo 4, escribe que el anuncio debe ser sellado «hasta el tiempo del fin», en el que «muchos lo leerán y acrecentarán su conocimiento». La nota a este versículo de la Biblia Nácar-Colunga, dice que «el libro en que esto está escrito debe ser sellado, para que nadie lo pueda leer hasta que SE ACERQUE EL FIN. Entonces, se hará público y servirá para fortalecer los ánimos de las luchas que deben sufrir». Dice Daniel que muchos “acrecentarán su conocimiento». No se puede acrecentar el conocimiento con la lectura de una profecía oscura, ambigua, que no dice ni aporta nada. Por lo tanto, algunas de las profecías de Daniel se revelarán, por lo menos, en los tiempos del cumplimiento. ¿Y quienes podrán interpretarlas correctamente?, algunos que se hayan librado de la apostasía.

     También en el Cap. XII, v. 10, se ratifica esta doctrina, pues dice: «los impíos seguirán el mal, y ninguno de los malvados entenderá, pero los que tienen entendimiento comprenderán». Esto es, que en el caso específico de estas profecías la interpretación acertada la tendrán algunos que la estudien DESDE LA ORTODOXIA y esto sucederá «cuando la fuerza del pueblo de los santos (v. 7) estuviera enteramente quebrantada». No dice: en el momento en que la fuerza del pueblo de los santos fuera quebrantada, lo cual significa una llegada a ese estado. En el momento de la llegada a. Lo que dice, que es distinto es que la fuerza del pueblo santo «estuviera», lo cual es distinto, porque anuncia un tiempo de duración desconocida.
     Contrariamente a lo que algunos interpretadores pueden pensar, cual es, que estas profecías se refieren al tiempo de las persecuciones de Antíoco -sobre todo entre los modernistas-, y a la entronización del Júpiter Olímpico en el templo, lo cual soportó el pueblo de Israel, tenemos el testimonio de San Pablo que refiriéndose al significado profundo de estas cosas, -pues el Antiguo Testamento era sombra del futuro mesiánico-, nos habla de la futura «apostasía» y del Anticristo que ha de llegar en ese mismo tiempo «a poner su asiento en el templo de Dios», lo cual es una referencia clarísima y una realidad anunciada por Daniel de lo que fue FIGURA en Antíoco y la profanación del templo de los judíos antes de la venida del Mesías. El Anticristo estará «en el templo de Dios». ¿De dónde han sacado la estupidez de que será un líder mundial a la cabeza de un gobierno mundial?. La figura del Anticristo ha sido terriblemente deformada y retorcida.

 El terror de su tiempo es sólo una consecuencia de la prostitución que él y su pandilla con engaño hayan provocado en el pueblo que no sin culpa han parido.

     Pero sobre todo, tenemos la afirmación de nuestro Señor Jesucristo. Si se leen detenidamente, profundizando su significado, los Evangelios aportan luz esplendorosa para todos aquellos que desde la ortodoxia quieran comprender. El añade una expresión no siempre comprendida en el anuncio de las cosas del fin: «el que lea, entienda». La encontramos en San Mateo, en San Marcos, y San Juan en el Apocalipsis la utiliza también con el mismo fin. Porque debemos de realizar un esfuerzo en profundizar y penetrar el sentido, la doctrina y la misma profecía. Pero es evidente que no todos podrán hacerlo, pues las cosas de Dios a su tiempo son suficientemente claras para los que quieren verlas si han sido fieles a Su Doctrina; y totalmente oscuras, confusas y lejanas para los que tienen una disposición diversa o contraria aun inculpablemente.

     San Marcos registra la parábola de la higuera en su capítulo XIII, v. 28 y siguientes. En este lugar, nuestro Señor Jesucristo dice que «cuando vosotros veáis que acontecen estas cosas, sabed que Él está cerca, está a la puerta«. La palabra «cerca» se puede interpretar de mil maneras, sobre todo en la opinión de esos exégetas y teólogos modernistas de los que hay cientos. El entender y la voluntad de esos sabios hombres, nos pueden llevar hasta lo ridículo.

     Sin embargo, las palabras «a la puerta», que luego el Señor añade, nos dicen cómo interpretar ese «cerca». Es decir, que ha llegado. Que está aquí. Está en la puerta aunque no haya entrado. Y todavía para mayor exactitud y para evitar las piruetas y los retruécanos de esos exégetas de asalto, San Juan en el Apocalipsis en la Carta a la Iglesia de Laodicea dice que: «He aquí que estoy a la puerta y llamo». Se destruyen así completamente todas las interpretaciones sobre cuán cerca está el Señor de la puerta.

     Hay un solo hecho por antonomasia que indica la inminencia de la Parusía. Es verse «instalada» la abominación desoladora en el lugar santo, que. es la eliminación del Sacrificio Perpetuo.

     San Marcos es muy claro en el orden de acontecimientos. Y él refleja fielmente la Palabra y la intención del Maestro. Guerras y rumores de guerras, pestes, falsos profetas, terremotos, persecuciones. Como si quisiera seguir un orden cronológico. Eso no es el fin dice Cristo sino el principio de los dolores. Habla de la corrupción que afectará gravemente el seno de las familias: «el hermano entregará a la muerte al hermano»«Se levantarán los hijos contra los padres y les quitarán la vida». Se anuncia, entonces, una degradación y pudrición social furiosa y profunda que llega a corromper el núcleo embrionario de la sociedad cristiana: la familia. Entonces, cuando la descomposición haya infectado a los cristianos en lo más íntimo de la sociedad y de sus almas, no sin grave culpa, está preparado ya el caldo de cultivo para el advenimiento del Anticristo el cual ha de suprimir el santo Sacrificio de la Misa usando de trucos y engaños para que sea posible su «instalación» con aprobación del pueblo.

     Por ese motivo, a continuación el evangelista dice: «cuando, empero, viereis la abominación de la desolación establecida donde menos debiera…». Esta es la Palabra de Dios. El rito que substituye es lo abominable. Es lo desolado. Es lo que ya no es Sacrificio sino una grave ofensa a Dios que lo aborrece.

     Después de esto, seguidamente, se habla de una gran tribulación como no la ha habido nunca ni la habrá, al grado, de que si fuera posible, «hasta los justos se perderían», pero por amor a ellos esos tiempos serán abreviados.

     Esta expresión nos da una idea de la gravedad de la situación que debe prevalecer durante la instalación de la abominación de la desolación de los tiempos finales. No preocupa tanto al Señor la situación de males materiales como los terribles profetizados por Isaías en su capítulo llamado «el Apocalipsis de Isaías», que los hombres soportan por su apostasía, sino los males espirituales a los que se van atraídos por el poderoso influjo satánico que se extenderá por todas partes. El mundo, la carne, pueden perder aun a los elegidos. Por amor a ellos esos tiempos son acortados.

     En esta profecía, nuestro Señor intercala la profecía de la destrucción de Jerusalén. Ve una a través de la otra, pues hay muchos puntos de contacto, porque una es figura de la destrucción final del mundo. De la obra humana no quedará «piedra sobre piedra».

     San Lucas registra unas palabras del Señor que son harto importantes. En el Cap. 17, v. 26, dice: «Lo que aconteció en el tiempo de Noé, igualmente acaecerá en el día del Hijo del Hombre. Comían y bebían, casábanse y celebraban bodas, hasta el día en que Noé entró en el arca, y sobrevino, entonces, el Diluvio que acabó con todos. Como también lo que sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, hacían plantíos y edificaban casas; mas el día que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, que los abrasó a todos. de esta manera será el día que se manifestará el Hijo del Hombre».
     Estamos viendo una exacta repetición de aquellos tiempos, porque la estupidez del hombre no tiene límites. Endiosados con su ciencia y su técnica, adoradores de la materia y de la carne, han formado un gigantesco club de gozadores, que se untan con la carne, que se soban con ella, que así se sienten acompañados y protegidos, pero han abandonado a Dios y han quedado ciegos.

     Por el Diluvio fue destruido el mundo por las aguas. El Diluvio fue universal. Por el fuego, fueron destruidas solamente ciudades. Luego, la destrucción de Sodoma y Gomorra, es una figura de lo que acontecerá en el fin. Las ciudades cuya sociedad completamente prostituida y en la apostasía en las que se ha institucionalizado el pecado contra natura, que las hace peores que Sodoma, -en la que sus habitantes quisieron sodomizar a los ángeles-, están copiando y en forma muy agravada aquello que las lleva al exterminio.

     La especial atención de las Sagradas Escrituras al pecado contra natura en el tiempo de la destrucción de Sodoma, es un asunto grueso que hay que considerar con detenimiento. Este pecado que Dios aborrece era solamente la cúspide terrible del encharcamiento de pecados a que habían llegado. Nuestra sociedad es peor. Se ha legislado en favor de lo que incluso constituye la apostasía de la naturaleza humana, degradada a un lugar inferior al de los animales.

     Las leyes del Estado liberal actual han legislado como legítimamente practicada la Sodomía que dice es un derecho del hombre de hacer lo que le dé la regal gana con su cuerpo, y ha legislado ser un derecho de las mujeres practicar el lesbianismo o el aborto si así se desea, por lo cual se practica la homosexualidad con descaro y se asesina a los niños no nacidos por miles diariamente.

EL APOSTOLADO DE NOE Y DE LOT. 

     Al mencionar nuestro Señor, muy especialmente a Lot y a Noé en Sus anuncios sobre el fin, nos da materia de estudio y reflexión abundantes, puesto que la ceguera del pueblo aun con la predicación y advertencias de estos dos personajes, confirma dramáticamente el anuncio de que cuando venga el fin, nadie lo estará esperando, ¡pero ni siquiera los buenos!, pues el día del Señor ha de venir como ladrón en la noche, y muy pocos serán conscientes de esta situación. No en vano dijo el Señor: «De esta manera será el día en que se manifestará el Hijo del Hombre».

     Las gentes del tiempo de Noé y de Lot, se burlaron de ellos y los tiraron a locos, hasta el final en que el castigo vino sin remedio. Así, los hombres del fin se burlarán de quienes anuncian la inminencia de la Parusía. Y esto es muy lógico, pues siendo la supresión del Sacrificio y la Apostasía un castigo espiritual, no podrán ser advertidos aun en su máxima gravedad por un pueblo apóstata, materialista y corrompido.

     Incluso las graves señales materiales en la Naturaleza de las cuales llegarán sólo rumores a muchas regiones del mundo, serán menospreciadas. Es lógico. La corrupción de la sociedad, antes que alarmar, justifica la corrupción en la que todos están. Sexo, espectáculos, deshonestidad, farras, viajes, diversión, superstición, abuso, terror, inseguridad… Ese es un caldo putrefacto en el que todos ciegos a las grandes señales espirituales que a nadie interesan ya, sienten que su desvío y su locura se va justificando y aprobando. Si yo quiero meter a un sapo al agua hirviendo, salta y se escapa. Pero si yo lo meto en agua tibia y la pongo a calentar, el sapo no se escapa, sino explotará cuando el agua hierva. Así explotará la sociedad humana de hoy. Insensibles a los avisos espirituales, e insensibles también a las alarmas del mundo material, que recibirán con agrado porque esas bestias lodosas con las que convive, son iguales a las que le llenan el alma.

     Por eso, esta generación perversa -Palabra de Jesucristo-, peor que aquella de Su tiempo, no tendrá más que aridez extrema y falta de auxilios espirituales y la «señal de Jonás».

     Así vendrán a ser más favorecidos los escogidos de Dios, porque pueden ver estas cosas y anunciar la inminencia de la Parusía. Así también se cumplirán las profecías con toda exactitud, al venir los acontecimientos del fin aparentemente sin aviso. Sin ser esperados. Pero yo más bien creo que vienen sin ser esperados y no sin aviso.

     En el Evangelio de San Mateo, en dos ocasiones y en el de San Lucas, nuestro Señor se refiere a la señal de Jonás. En Lucas XI, v. 29 dice: «Esta raza, es una raza perversa; pide un prodigio, pero no se le dará otro prodigio que la del Profeta Jonás». Se está refiriendo a que permanecería en la tierra por tres días y tres noches, como lo dice en San Mateo, en clara alusión a Su Pasión, a Su muerte y a Su resurrección.

     Así también, en el final de los tiempos, la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo, sufrirá la Pasión, la muerte y la resurrección que están representadas en la usurpación, en la instalación de la abominación de la desolación, que es la supresión del Sacrificio Perpetuo y en la Apostasía; y ésta la única señal que se dará, porque las demás señales, siendo menores y materiales, serán desconocidas y rechazadas en forma aislada o en conjunto como señales de la inminencia de la Parusía.

     Hay que decirles a esos ilusos y románticos lo dramáticamente equivocados que están al asegurar que antes del fin del mundo, «debe» haber un corto triunfo de la Iglesia. ¿Y de dónde han sacado tan peregrina idea si no es en las publicaciones de autores que se dicen conocedores de recónditos misterios?. ¿Puede haber un triunfo, el más pequeño en un mundo totalmente descristianizado, penetrado por todas partes de venas que transportan la baba negra del odio a Dios?. 

LAS SEÑALES VISIBLES, SON TAMBIEN POR LOS ELEGIDOS. 

     Hay en la Iglesia, pequeños en la Fe, ya sea por una general falta de medios para conocer la Doctrina, o por la falta de capacidad. En ninguno de los dos casos hay culpabilidad, y a estos fieles es muy fácil arrastrarlos al error.

     Santo Tomás de Aquino (Sum. Theo. 2-2, q. 6, a. 6), por este motivo dice que las verdades de la Fe, no son igualmente necesarias a todos para salvarse. El juicio sobre la capacidad de los fieles poco instruidos para entender o no entender ciertas cosas, o para actuar de una manera o de otra, no es siempre de los pastores, los cuales no podrán imputar a ellos, actuar o creer erróneamente por ignorancia. Estos fieles son más sensibles a las cosas materiales, a las cosas del sentimiento o de la apariencia que a las reconditeces del Dogma.

     Por amor a ellas, se han de obrar también las señales visibles del fin según la Divina Dispensación, para que incapacitadas para entender la obligación de la desobediencia en ciertas ocasiones, o la usurpación del Trono papal por antipapas, o el Anticristo, o la supresión del Sacrificio Perpetuo y en qué consiste, o la Apostasía, sean también llamadas por esas señales que Dios obrará en el mundo.