Los cuerpos vivientes

La Cosmología, que trata del mundo corpóreo y de sus partes, propiedades afecciones y relaciones generales y principales, debe tratar de la vida y de sus manifestaciones en las sustancias materiales vivientes, las cuales constituyen una parte muy importante del mundo de los cuerpos que nos rodea y que se halla sujeto a nuestras investigaciones.

Noción general y clasificación de la vida.

1º Noción general de la vida.

«Observando, dice santo Tomás, lo que tiene lugar en los seres que sin duda alguna son considerados como vivientes por todos generalmente es como podemos y debemos formar idea de lo que constituye la vida. Siendo, pues, indudable y manifiesto que la vida conviene o se halla en los animales, la distinción y diferencia entre los vivientes y los no vivientes, debe consistir en aquella cosa, según la cual y por razón de la cual, afirmamos que los animales viven, y esta cosa no es otra sino aquel fenómeno por el cual y con el cual primaria y originariamente se revela y manifiesta la [254] vida, primo manifestatur vita, y en el cual se manifiesta y revela últimamente la existencia o permanencia de la vida: et in quo ultimo remanet. Ahora bien: lo primero que nos sirve de indicio para reconocer que un animal vive, es el moverse a sí mismo. Por eso cuando comienza a moverse a sí mismo, decimos que comienza a vivir, y mientras descubrimos en el animal este movimiento propio e inmanente, juzgamos que tiene todavía vida. Por el contrario, cuando vemos que ya no tiene movimiento de por sí y de sí mismo, sino que si se mueve es porque otro le mueve, decimos que está muerto y que le falta la vida.»

Dudamos que se encuentre en ningún filósofo antiguo ni moderno un pasaje que encierre un procedimiento tan sencillo, tan experimental y tan filosófico a la vez, para llegar al análisis racional de la noción de la vida y determinar su naturaleza propia. Y en efecto; para obtener este resultado, bastará desarrollar esta doctrina de santo Tomás, basada sobre la experiencia, la observación y el sentido común, y deducir sus consecuencias naturales, que es lo que vamos a hacer a continuación.

a) Toda vez que nosotros no poseemos el conocimiento intuitivo ni comprensivo de lo que constituye la esencia íntima de la vida, como nos sucede también con respecto a la mayor parte de las esencias, es indudable que, considerada a posteriori et quoad nos, la vida consiste en una fuerza o actividad interna por medio de la cual el sujeto que la posee se mueve a sí mismo, es decir realiza movimientos, acciones y mutaciones inmanentes, o que se reciben en el sujeto operante. Por esta causa dice con razón el citado santo Tomás, que illa proprie sunt viventia, quae seipsa secundum aliquam speciem motus movent; ut sic viventia dicantur, quaecumque se agunt ad motum vel operationem aliquam: de manera que vivientes son los seres que se aplican o determinan a sí mismos, se agunt, a algún movimiento o alguna operación. Porque se debe tener presente, que cuando se habla de movimientos al analizar la noción de la vida y de los vivientes, se entiende, además del movimiento propiamente dicho o traslaticio, [255] cualquiera mutación, función y operación real inmanente o recibida en el sujeto, y procedente de un principio interno. Más todavía: el movimiento local o traslaticio tiene sobre sí otras manifestaciones superiores de la vida, como veremos después.

b) Si se quiere ahora definir la vida encerrando su noción en una fórmula más concisa, diremos que la vida es: Una fuerza o actividad interna sustancial por medio de la cual el sujeto ejecuta movimientos y operaciones inmanentes. Esta definición, cuyo sentido se desprende de lo que arriba dejamos dicho, es, sin duda, preferible a cuantas en los tratados de filosofía, de fisiología y de medicina se han aducido y suelen aducirse. Porque es fácil observar que esta definición (1) ofrece, entre otras, la ventaja: 1º de ser aplicable a toda clase de seres vivientes, sean materiales o espirituales: 2º de abarcar, no sólo las funciones y fenómenos vitales que constituyen las [256] manifestaciones secundarias y accidentales de la vida, sino el principio y razón suficiente de las manifestaciones vitales. En otros términos: esta definición contiene la definición de la vida in actu primo, como raíz y origen de la vida in acto secundo.

{(1) No hemos hallado hasta ahora en estos tratados una definición verdaderamente científica ni aceptable de la vida. Verdad es que esto no es de extrañar, cuando las eminencias, por decirlo así, de la medicina y la fisiología, nos ofrecen definiciones de la vida absolutamente inaceptables en el terreno de la ciencia y de la lógica. Sabido es, por ejemplo, que para Sthal la vida no es más que «conservación del cuerpo en su mezcla corruptible, sin la existencia o actual verificación de esta corrupción.» Un cadáver preservado por algún tiempo de la corrupción por medios artificiales, sería viviente con la vida definida por el médico alemán.
El célebre Bichat define la vida: el conjunto de las funciones que resisten a la muerte. Aparte de otros graves inconvenientes y reparos científicos, esta definición: 1º no conviene a los seres inmortales de su naturaleza, como Dios y los ángeles, a pesar de poseer vida, y vida más perfecta que los animales y los hombres: 2º explica la vida por la muerte, o sea la realidad por su ausencia y privación, lo cual envuelve un verdadero círculo vicioso. Ni es más exacta o científica la definición de Richerand, según la cual, la vida es «el conjunto de los fenómenos que se suceden en los cuerpos orgánicos en un espacio ilimitado de tiempo,» definición que, además del inconveniente primero de Bichat, ofrece el de ser definición del sujeto de la vida más bien que de ésta.}

c) La vida, pues, incluye y exige tres condiciones principales, las cuales sirven para determinar y fijar también el sentido de la definición propuesta: 1ª que el principio del movimiento u operación sea interno, es decir, que radique en la naturaleza o esencia misma de la sustancia viviente, de manera que ésta se determine y aplique a obrar en virtud de una actividad o fuerza innata e inherente en su ser. Por falta de esta condición, no es vital el movimiento del agua que sale continuamente de un caño, porque este movimiento trae su origen de la presión del aire u otros cuerpos: 2ª que el término de la acción vital sea el mismo viviente; la nutrición o crecimiento y fluorescencia de las plantas, la digestión y visión en los animales, la intelección y volición en el hombre, son funciones y operaciones que se reciben y terminan en el mismo sujeto que las pone, razón por la cual se llaman también inmanentes, porque la realidad que envuelven y la mutación que producen, se reciben y residen en el sujeto operante. Por defecto o falta de esta condición, no son acciones vitales la producida por el fuego en los cuerpos cercanos, la iluminación de la atmósfera por el sol, con otras acciones y mutaciones análogas: 3ª que el ejercicio de la vida envuelva perfección del viviente, condición que es un corolario necesario de las anteriores; porque si el viviente es el principio y el término a la vez del movimiento vital, claro es que el ejercicio o acto segundo de la vida lleva consigo una actualidad, y por consiguiente, una perfección subjetiva del viviente como viviente.

2º Clasificación general de la vida.

a) Si, como acabamos de ver, la razón esencial y propia de la vida consiste en la actividad o fuerza interna con que una sustancia se mueve a sí misma, es consiguiente y necesario decir: 1º que la vida será tanto más perfecta, cuanto más [257] perfecto sea el modo con que una cosa se mueve a sí misma. 2º que la diferencia y variedad de los grados generales de vida, deben señalarse en relación con la diferencia y variedad de modos con que un ser viviente se mueve a sí mismo.

b) Un viviente puede moverse o aplicarse a sí mismo a movimientos y operaciones vitales de tres maneras: 1ª de modo que la operación vital proceda de un sujeto se movente, o que tiene en su naturaleza el principio y razón suficiente de la ejecución del movimiento, pero no de la forma, ni del fin del movimiento: 2ª de modo que la operación vital de un sujeto se movente, no solo en cuanto a la ejecución, sino también en cuanto a la forma que determina y especifica el movimiento, pero no en cuanto al fin del mismo: 3ª de modo que la operación vital proceda de un sujeto se movente, en cuanto a la ejecución, la forma y el fin del movimiento u operación.

c) En conformidad y relación con estos tres géneros de actividad interna y vital, existen tres modos o grados de vida, y tres grados de vivientes, que son: 1º Vivientes con vida vegetativa, los cuales tienen la fuerza interna para moverse a sí mismos ejecutandomovimientos o funciones vitales, pero cuya forma y fin están predeterminados por la naturaleza, o mejor dicho, por su autor, y por consiguiente, aunque son verdaderos vivientes, porque tienen dentro de sí mismos actividad suficiente para realizar operaciones y mutaciones inmanentes, son, sin embargo, son, sin embargo, vivientes imperfectos relativamente, en cuanto reciben de fuera la forma y el fin de estos movimientos. 2º Vivientes con vida sensitiva o animal, los cuales se mueven a sí mismos, no solamente en cuanto y porque ejecutan operaciones radicadas en una actividad interna, sino por parte de la forma que determina el modo y la especie del movimiento, o sea la representación del objeto percibido por el animal, la cual está dentro de éste y determina la operación o función vital. 3º Vivientes con vida intelectual, los cuales tienen dentro de sí la fuerza ejecutiva de las operaciones vitales, la forma, o sea la idea del objeto con relación al cual se verifica la función vital, y [258] también el fin, es decir, el conocimiento del fin como tal, para cuya consecución ejecuta estos o aquellos movimientos; a diferencia de los animales, cuyos movimientos instintivos y necesarios se refieren a un fin predeterminado y recibido de antemano por la naturaleza (1). En resumen: todos los vivientes convienen en tener dentro de sí mismos el principio de sus operaciones y en moverse a sí mismos. Pero se diferencian entre sí, por cuanto este principio de los vegetales, es interno por parte de la ejecución, y externo por parte de la forma y del fin; pues aunque se dan a sí mismas el movimiento, si es lícito hablar así, en cuanto ejecutan operaciones vitales o inmanentes en virtud de una fuerza propia que tienen dentro de sí, no se dan a sí mismos la forma y el fin de estos movimientos y operaciones. En los animales, dicho principio es interno en cuanto a la ejecución y la forma, pero externo por parte del fin. En los seres inteligentes, este principio es interno por parte de la ejecución, de la forma y del fin: porque conociendo la razón formal de fin y su relación con los medios, pueden constituirse y señalarse a sí mismos el fin de la operación vital.

{(1) Esta teoría sobre la clasificación general de la vida y su fundamento filosófico, se halla en armonía con la doctrina de santo Tomás contenida en el siguiente pasaje: «Invenitur quaedam, quae movent seipsa, non habito respectu ad formam vel finem, quae insunt eis a natura, sed solum quantum ad executionem motus… Qaudam vero ulteris movent seipsa, non solum habitum respectu ad executionem motus, sed etiam quantum ad formam, quae est principium motus, quam per se acquiurunt. Et hujusmodi sunt animalia, quorum motus principium est forma, non a natura indita, sed per sensum accepta… Supra talia animalia sunt illa, quae movent seipsa etiam habito respectu ad finem, quem sibi praestituunt: quod quidem non fit nisi per rationem et intellectum, cujus est cognoscere proportionem finis, et ejus quod est ad finem, et unum ordinare ad alterum.» Loc. sup. cit., art. 3º.}

d) Dos consecuencias importantes se deducen de la doctrina hasta aquí expuesta: 1ª Que siendo la vida una [259] perfección real y positiva, en virtud de la cual el ser viviente es más noble y perfecto que el no viviente, en Dios existe la vida intelectual, que es la más perfecta de las tres: 2ª que la vida de Dios sólo conviene análogamente, pero no unívocamente con la vida aun intelectual de las criaturas; y esto no solamente por la razón general de ser perfectísimas e infinita, sino porque en ella únicamente se salva plenamente la noción y definición de la vida intelectual. La razón es, que de los vivientes intelectuales creados no puede decirse que se mueven a sí mismos, en un sentido perfecto y absoluto, por parte de la ejecución, ni de la forma, ni del fin. Por parte de la ejecución; porque necesitan del concurso y moción de Dios para obrar: por parte de la forma; porque reciben de fuera las ideas en algún sentido, a saber, los ángeles, de Dios, y los hombres de los objetos: por parte del fin, en cuanto reciben de la naturaleza o de su Autor la determinación y apetición necesaria del bien en común.