Venerables Hermanos y amados Hijos, se trata de reconocer el poder (de esta Sede), incluso sobre sus iglesias, no sólo en lo que se refiere a la fe, sino también en lo que concierne a la disciplina. El que negara esto sería un hereje; el que reconociera esto y se negara obstinadamente a obedecer es digno del anatema.

El Papa Pío IX declara que es digno de anatema, quien declarando la supremacía de los sucesores de San Pedro y, por lo tanto, la necesidad de obediencia al Vicario de Cristo en la tierra en la fe, las costumbres y en la disciplina, en la práctica desobedece sistemáticamente. En esto precisamente consiste el error de Reconocer y Resistir; es decir, reconocer como verdadero “papa” a alguien que ellos mismos declaran hereje, anticristo, apóstata, etc. y resistirle y desobedecerle. Confiesan con los labios, pero su corazón, es decir, su voluntad y sus obras, lo niegan. Nuestro Señor Jesucristo lo dijo así:

«Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está muy lejos de mí. Mas en vano me rinden culto, enseñando como doctrinas preceptos de hombres» (Mt 15, 8-9). Pues son preceptos de hombres, en efecto, aquellas doctrinas que manifiestan que al Papa legítimo se le puede desobedecer. Son preceptos de hombres reconocer que un Papa puede ser hereje.

Vemos la condena del Papa Pío IX a la posición de reconocer y resistir. ( subrayados nuestros).

¿De qué sirve proclamar muy alto el dogma de la supremacía de San Pedro y sus sucesores? ¿De qué sirve repetir una y otra vez declaraciones de fe en la Iglesia Católica y la obediencia a la Sede Apostólica cuando las acciones desmienten estas palabras? Además, ¿no es la rebelión más inexcusable por el hecho de que la obediencia se reconoce como un deber? Es más, la autoridad de la Santa Sede no se extiende solamente a las medidas que hemos sido obligados a tomar como una sanción, ni es suficiente con estar en comunión de fe con esta Sede si no se tiene la sumisión de la obediencia, – cosas que no se pueden mantener sin dañar la fe católica.
… De hecho, Venerables Hermanos y amados Hijos, se trata de reconocer el poder (de esta Sede), incluso sobre sus iglesias, no sólo en lo que se refiere a la fe, sino también en lo que concierne a la disciplina. El que negara esto sería un hereje; el que reconociera esto y se negara obstinadamente a obedecer es digno del anatema (original del vaticano: Chi invece l’avrà riconosciuta, ma orgogliosamente rifiuti di obbedirle, è degno dell’anatema) . Del Papa Pío IX, Encíclica Quae en Patriarchatu [1 de septiembre de 1876], n. 23–24, en Acta Sanctae Sedis X [1877] , pp. 3–37.

Aquí se puede ver el original de la encíclica en el web de Vaticano, en italiano, para contrastar la traducción: Quae en Patriarchatu.

Examínese, pues, cada cual. Pero podemos hacernos esta pregunta ¿No caen bajo esta amenaza de anatema, aquellas posiciones de los que reconocen como papa a un hereje y proclaman alto una y otra vez el principio de la soberanía de los sucesores de San Pedro, y sin embargo, no le prestan la sumisión de obediencia debida, es decir, se niegan obstinadamente a obedecer? ¿No es esta posición digna de anatema, aquella que desde el principio de su fundación mantiene la FSSPX, continuada en el presente, por Felley¸ Galarreta, Tisers y Fellay, y los que han heredado su espíritu, esto es: Los monseñores Williamson, Faure, Zendejas, mons. Tomás de Aquino, de la ASSJM?

Podemos preguntarnos también ¿Cómo han logrado seducir con esta posición digna de anatema, según el Papa Pío IX, a centenares y miles de almas de espíritu católico? Creemos que sobre todo manteniendo el grave error de rebajar o negar, como hicieron los veterocátolicos, el dogma de la infalibilidad del magisterio ordinario universal de la Iglesia, definido en la constitución dogmática del Concilio Vaticano I Dei Filius , que trata sobre la fe católica. De esta forma, vemos con gran dolor, que no sólo los obispos y las organizaciones citadas más arriba niegan o han reducido a la mínima expresión este dogma, sino también muchos sacerdotes expulsados de ellas, que al salir de estas sociedades han esparcido el error de que el Papa sólo es infalible cuando define solemnemente un dogma.

No es católico, pues, desobedecer al Papa legítimo, porque es digno de anatema.

Alguno habrá de buena fe que se preguntará ¿Entonces, cómo mantendremos la fe católica? La respuesta es sencilla: Estos que se presentan como papas desde el Concilio Vaticano II, los cuales difunden una fe distinta de la Iglesia: ecumenismo, libertad para el error y las herejías, etc., no son ni pueden ser legítimos vicarios de Cristo, porque se obstinan en predicar doctrinas contra el fin mismo de la Iglesia, tratando de destruirla.
¡Ay, Ay, Ay, pero eso se llama sedevacantismo! Bueno, así llaman con desprecio a la posición de los que mantienen  que la Sede de san Pedro está usurpada, vacía, u ocupada por un antipapa. El nombre es lo de menos, pero es una realidad que un hereje no puede ser papa.

Sólo reconociendo que estos “papas” que han cambiado la fe, las costumbres y la disciplina de la Iglesia no son verdaderos papas estamos legitimados a desobedecerlos, para salvaguardar la fe. Sólo esta posición es católica. No hay ninguna otra.

Pero si a estos antipapas los reconocemos neciamente como legítimos papas y no los obedecemos somos dignos de anatema, como enseña el Papa Pío IX.

Hay un miedo irracional a ser llamado “sedevacantista”. A nosotros no nos gusta la palabra, pero menos la realidad, prefiriendo que hubiera un Papa legítimo en Roma, al cual lo reconoceríamos y obedeceríamos en todo. Pero cuando llueve, llueve, y negarlo es propio de las personas que han perdido el sentido común.

No vamos a discutir porque despreciativamente nos llamen de esa forma. Pero llueve. Es necesario, pues, mantener la fe y obedecer al Papa. Si se reconoce a un falso papa como Papa, se está obligado a obedecerlo, aceptando sus leyes: misa nueva, sacramentos nuevos, código de derecho canónico nuevo, etc.

Esta posición de reconocer y resistir es, en efecto, un gravísimo error digno de anatema, como dice Pío IX. Y sí es así, en realidad los que se salieron de la FSSPX y se abrazaron a la Roma apóstata, como la FSSP, han sido más coherentes, puesto que, si se reconocía como verdaderos papas a Montini, Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio, y a la vez, sabemos que es necesario para salvación estar sometidos a su obediencia, se movieron hacia Eclesia Dei, acogiéndose a los indultos que concedían esos “papas” que reconocían como legítimos; pero está posición también es un camino a la perdición porque para mantener la Misa rindieron su fe, abrazando los errores y herejías del Concilio vaticano II.

La verdad es que llueve, aunque no me guste que llueva. Sólo la constatación de la realidad por nuestro entendimiento puede llevarnos a preservar íntegra la fe y escapar del anatema: Estos “papas” han promulgado doctrinas y leyes contra el fin de la Iglesia, luego no están protegidos por el carisma de la infalibilidad prometida a San Pedro y a sus sucesores; ergo no son verdaderos y legítimos papas, sino usurpadores de la Sede de Petrina; porque la promesa de Cristo a Pedro no puede fallar jamás; y si se dice que estos “papas” son herejes, pero se los reconoce como legítimos papas, se está, además, blasfemando contra Cristo, diciendo que su promesa Simón falló respecto a éstos que reconocen como papas y los resisten.

Por lo tanto, sólo estoy legitimado para no someterme a quien no es verdadero papa; al igual que, como español, estoy legitimado para no obedecer al presidente de España, pues no es ninguna autoridad legítima del cuerpo moral de la nación española;  sólo así nuestros labios y nuestro corazón concuerdan, fundamentados en los preceptos de la Iglesia y no en preceptos de hombres.

Rogamos a Dios que saque a tantas almas atrapadas en las telarañas de resistir y reconocer, y las lleve a la plenitud de la fe católica para que, manteniendo íntegra la fe católica y el vínculo de la caridad puedan salvarse.

Por Sededelasabiduría