En su Encíclica de marzo de 1246, el Papa Inocencio IV (Histoire des Conciles, V. 2, P. 1683. Helefe-Leclercq), escribe: «Al agredir Federico II a Pedro y a sus sucesores, ha agredido a Cristo». Para Inocencio IV, es lo mismo agredir a Cristo, a Pedro, o a cualquiera de sus sucesores. La agresión al papales una agresión a Cristo. Si Cristo dijo que si se rechazaba a los Apóstoles y a sus sucesores, era lo mismo que rechazarlo a Él, así como oírlos a ellos era oírlo a Él, ¿no es por antonomasia rechazar a Cristo el negarse a elegir al papa en sede vacante, privándose oír la palabra del Señor que por su boca habla, y evitando que Su voz llegue a toda la Iglesia?. La voz del papa es la de Cristo, y esto, ¿es solamente porque es Su representante?. Ciertamente que no. ¡Ahí hay algo más!. Ahí hay un misterio revelado. Pío XII en su Enc. Mystici Corporis, 35, dice: «Cristo y su Vicario constituyen una sola cabeza». San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia, en Controversiarum de Summo Pontifice escribe: «Sólo con Pedro comunica Cristo Su nombre, el nombre que lo significa a El mismo para indicar que a Pedro lo hace fundamento y cabeza de la Iglesia con Él». También, el Papa San León (Ep. 89, Ad Vienn. Prov.) dice: «Esto lo dijo (Cristo) expresando una asociación de indivisible unidad, lo que era Él mismo, quiso significarlo diciendo: Tú eres piedra…». En su sermón para conmemorar tres años de su elevación al Trono, dijo: «Así como el Padre te reveló mi divinidad, así también yo te hago notar tu excelencia, porque tú eres Pedro; esto es, de la misma manera que yo soy piedra, invulnerable, yo la piedra angular, que de una y otra hago una sola, yo el fundamento en lugar del cual nadie puede ponerse, con todo, tú también eres piedra, y para que afirmado con tu virtud, las cosas que son propias- de mi poder, sean también tuyas en participación conmigo». Bonifacio VIII en su Bula Unam Sanctam (18 Nov. 1302) decía: «La Iglesia que es una y única, tiene un solo cuerpo, y una sola cabeza, y no dos como un monstruo, es decir, Cristo y el Vicario de Cristo, Pedro y su sucesor». Porque como dice San Juan Crisóstomo, citado por S. Tomás de Aquino (Catena Aurea) «le promete (a Pedro), lo que es propio de sólo Dios». San Hilario, citado por San Roberto Belarmino (Opera Omnia. Controvers. de Summo Pontifice, C. X, P. 492) dice: «Pedro, posee las llaves del Reino de los Cielos y desde entonces, sus juicios son celestiales».

LOS PAPAS LEGÍTIMOS SON LA LUZ DEL MUNDO.

     La conclusión de las doctrinas expuestas es muy clara. Si Cristo es la luz del mundo como El mismo lo afirma clara y contundentemente en los santos Evangelios, entonces, los papas, que con Cristo constituyen una sola Cabeza, pues la Iglesia no tiene dos cabezas, son igualmente la luz del mundo.

     Sin embargo, para el Dr. Wendland esto no es así. Él se atrevió a escribir y el Sr. Heller a publicar ¨( En Einsich) que: «Los papas y los obispos no son sin más, «la luz del mundo», aun cuando sean sucesores de los Apóstoles, y sean papas y obispos legítimos». Los obispos, también son la luz del mundo. Los obispos, unidos entre si y unidos a la cabeza que es el papa, son vicarios de los Apóstoles. Santo Tomás de Aquino escribe: «En la Iglesia el prelado hace las veces de Dios» (Sum. Theo. 2-2, q. 88, a. 12). ¿Y esto por qué?, el mismo Santo Tomás responde (Sum. Theo. 1, q. 106, a. 1): «…téngase presente que la luz, por lo que se refiere al entendimiento, no es más que cierta manifestación de la verdad, según esto de San Pablo: «todo lo descubierto, es luz». Iluminar, pues, no es otra cosa que dar a otro la manifestación de una verdad conocida y en tal sentido dice el Apóstol: «A mí, el menor de todos los santos, me fue otorgada una gracia: de dar luz a los gentiles acerca de la disipación del misterio oculto desde los siglos, en Dios». Así, pues, un ángel se dice que ilumina a otro, en cuanto que le manifiesta la verdad que él conoce».

     Pero no es necesario elevarnos por los altos mundos de la Teología para comprender (si no se es un imbécil) qué es iluminar, o dar luz, o ser la luz para otro. En el diccionario enciclopédico Sopena, en el vocablo «iluminar», leemos: «Alumbrar, bañar de luz. Adornar algo con muchas luces. Dar color a una figura, letras, etc., de libros, estampas fotografías, etc… ilustrar el entendimiento con conocimientos». En el Diccionario de Sinónimos de Alberto Ruiz Cárdenas, en el vocablo «ilustración» leemos: «Instrucción, cultura, luz, erudición…»

     No se necesita ser un intelectual, para comprender esto. Pero para el Dr. Wendland, los papas y los obispos, aun siendo legítimos sucesores de Pedro y de los Apóstoles, no son la luz del mundo. No les concede ni siquiera el derecho de enseñar, de predicar la Doctrina, así como Cristo les ordenó. ¿No es esta una herejía rayana en la estupidez?, ¿no se estará ya volviéndose estúpido el mundo tradicionalista?.

     Negar que los papas y los legítimos obispos son la luz del mundo, implica la negación de muchos dogmas definidos por la Iglesia.

     1) Niega que Cristo haya encomendado a Sus Apóstoles la misión de predicar el Evangelio.

     2) Niega que Cristo haya nombrado a Pedro y a sus sucesores, Sus Vicarios.

     3) Niega que Cristo y el Papa constituyen una sola cabeza.

     4) Niega la asistencia del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico y especialmente sobre el Papa, que Cristo promete a Su Iglesia hasta el fin del mundo.

     5) Niega la infalibilidad pontificia.

     6) Niega a la Iglesia el derecho de definir las verdades de la Fe que se encuentran explícita o implícitamente contenidas en las sagradas Escrituras o en la Tradición.

     7) Niega a la Iglesia el derecho de gobernar y legislar.

     8) Niega que la Iglesia sea el Cuerpo místico de Cristo.

Cuando el Dr. Wendland dice a quienes desean tener unidad, obispos, papa: «O es que no os basta Jesucristo, que no solamente muestra el camino, sino que El mismo «ES el camino»?, ¿es que ya no entienden ciertas palabras de nuestro Señor?», se está ubicando a favor de las doctrinas de los protestantes, de los liberales y de los modernistas. Sus palabras recuerdan las de Harnack que predicaba que la Iglesia es una sociedad íntima y espiritual sin jerarquías, sin ritos obligatorios, que deja a cada uno en la amable libertad de pensar y de obrar a su gusto.

     Para el Dr. Wendland, (y para los acéfalos) ni el papa ni los obispos son la luz del mundo. Ellos no iluminan nada, ni tienen una asistencia especial del Espíritu Santo. ¿Para qué el papa y las jerarquías?. Sólo Cristo salva y basta y El directamente enseña a los fieles el camino a seguir que el papa y los obispos no pueden enseñar porque si en este momento de crisis y de falta de obispos ortodoxos y de sacerdotes, no hacen falta para nada, entonces es claro que los fieles laicos pueden dirigirse directamente a Cristo para que El los guíe, y esto parece suficiente. A los fieles que se quejan por no tener papa, ni siquiera un obispo, el Dr. Wendland y el Sr. Heller, les dicen: «¿No os basta Jesucristo?».

 Mons. Urbina Aznar; año 2002