SERMÓN. DOMINICA IV IN QUADRAGESIMA
SERMONES DESDE EL POZO DE SICAR (5)
Dominica IV in Quadragesima
In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.
La santa Madre Iglesia nos propone para este domingo de lætáre el Evangelio de San Juan (6,1-15) sobre la multiplicación de los panes, y en la epístola de San Pablo a los gálatas, la santa libertad que nos ha traído Cristo.
Lo primero que deseo señalar es que la multiplicación de los panes que narra San Juan es un verdadero milagro; y esto, en contra de las opiniones heréticas de los que dan una explicación natural y ven en este acontecimiento el ejemplo de un reparto fraternal, un simple prorrateo de provisiones (Paulus, Holtzmann, Evely, y otros muchos modernistas), o una enseñanza ecológica para transformar una lógica del descarte en una lógica de comunión compartiendo filantrópicamente lo propio ( Bergoglio, Santa Cruz de la Sierra, 9/7/2015); unos y otros intentan, pues, destruir lo que piensan que es un simple mito.
San Agustín, sin embargo, comenta en el tratado 24 sobre San Juan: «Los milagros que hizo nuestro Señor Jesucristo son obras ciertamente divinas y estimulan a la mente humana a comprender a Dios a partir de lo visible. De hecho, porque él no es sustancia tal que los ojos puedan ver, y sus milagros, con que rige el mundo entero y gobierna toda la creación, por su frecuencia se han depreciado hasta el punto de que casi nadie se digna observar en cualquier grano de semilla las admirables y asombrosas obras de Dios, según esa misericordia misma suya se ha reservado ciertas obras para realizarlas en tiempo oportuno, fuera del curso y orden normales de la naturaleza, para que, aquellos para quienes se han depreciado las cotidianas, se queden estupefactos al ver otras no mayores, sino insólitas. En efecto, mayor milagro es el gobierno del mundo entero que saciar a cinco mil hombres con cinco panes; y empero nadie se asombra de aquello; se asombran de esto los hombres no por ser mayor, sino por ser raro. ¿Quién, en efecto, alimenta ahora al mundo entero, sino quien de pocos granos crea las mieses? Obró, pues, como Dios, ya que, con lo que de pocos granos multiplica las mieses, con eso multiplicó en sus manos lo cinco panes. La potestad estaba, en efecto, en las manos de Cristo; en cambio, los cinco panes eran cual semillas, no ciertamente echadas en tierra, sino multiplicadas por quien hizo la tierra. Esto, pues, se acercó a los sentidos para levantar la mente, y se mostró a los ojos para aguijonear la inteligencia, para que admirásemos mediante las obras visibles al invisible Dios y, erguidos hacia la fe y purgados por la fe, deseásemos ver invisiblemente al Invisible que a partir de las cosas visibles habíamos conocido». Y de entre los que poseen el don de la fe ¿Quién se extrañará de que Ël que tiene providencia para con todas las cosas creadas, pueda multiplicar los panes y los peces para sólo 5.000? Sólo los herejes, apostatas y ateos, como los citados en el párrafo anterior, creen que se trata de un mito.
Destaquemos algunas partes del Evangelio de hoy. Vemos como Jesús prueba a Felipe: «dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos panes para todos estos?». Hay tentaciones que nos conducen el pecado, pero Dios nunca nos tienta con estas tentaciones, ya que Santiago dice en su carta que Dios no nos tienta para lo malo. Sin embargo, hay otra tentación que es para probar la fe, como dice el Deuteronomio: «El Señor, vuestro Dios, os tienta»; y así hemos de comprender lo que dice el Evangelio, que Jesús probó al discípulo. San Juan Crisóstomo, en la homilía 41 sobre San Juan, y con él toda la Iglesia, incide en la magnitud del milagro: «Antes del acontecimiento, lo obliga a confesar la carencia de pan, para que conozca mejor la magnitud del milagro. Por esto sigue: «Esto decía por probarle.»
«Había subido al monte para enseñarnos a hacer silencio en el interior, huyendo de los tumultos y de la agitación de las cosas mundanas. Porque la soledad es muy a propósito para la contemplación (o para el conocimiento de las cosas sublimes y la meditación de las cosas divinas)». (Crisóstomo in Ioannem hom. 40). La enseñanza es clara, porque no hay posibilidad de camino de perfección, sin ese recogerse en el interior para tener un encuentro con nuestro Señor cada día ¡Cuántos católicos se privan de la oración mental, y sólo hacen oración vocal! ¿cómo podrán avanzar hacia la unión íntima con Dios? ¿Será extraño que no tengamos frutos del Espíritu Santo, si no tenemos esa intimidad cada día? No parece insólito que muchos de entre nosotros, que nos vanagloriamos de ser “tradicionalistas”, seamos escándalo para otros al estar llenos de pecados graves, en especial de la lengua, a los que ni siquiera consideramos ya mortales.
Retirarse cada día para hacer el silencio interior una o dos horas, según la disposición de cada cual, para hacer oración mental es absolutamente necesario en el plan actual de la Divina Providencia. En el presente, ha devenido en rutinaria o en prácticamente inexistente. La meditación, la oración afectiva, la oración de simplicidad, la contemplación infusa y los distintos grados de unión mística carecen en la práctica de maestros; menos aún de discípulos.
El pelagianismo dominante en nuestros centros de misas ha negado la posibilidad de la contemplación infusa a las almas por vía de gracia ordinaria; esta contemplación infusa procede sobre todo de los dones de inteligencia y de sabiduría y ha de ser deseada por todos, como moralmente necesaria, para la perfección de la vida cristiana; y no es una gracia extraordinaria como enseña la decadente mística actual. La sustitución de los grandes místicos y maestros: San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila, San Francisco de Sales…ora por un semirracionalismo, ora por un fideísmo, bien por un “aparicionismo” o simplemente por la nada, ha separado la ascética de la mística con el triste resultado del desconocimiento y hundimiento de ambas, dejando desnutridas a las almas.
Se objetará que no se tiene tiempo; será una impugnación verdadera en algunos; pero cada cual deberá examinarse en conciencia, ¿Cuánto tiempo desperdiciamos viendo la tv.? Saca ese instrumento de Satanás de tu hogar ¿Cuánto tiempo dedicamos a visitar web en internet, whasapp…? Objetarás, tal vez, que es necesario estar al día de las noticias; a lo que respondo: mira, la gente es tan chismosa, que si se acaba el mundo, alguien te lo chivará ¿Cuánto tiempo dedicas al chismorreo, a la curiosidad, incluso sobre asuntos religiosos? Todo es vanidad, imperfección, y en la vida espiritual quien no avanza retrocede; de seguro que cada día podrás sacar un poco de tiempo, al menos una hora, para tener un trato íntimo con Cristo Jesús. De esta manera imitarás a Cristo, retirándote al silencio del monte, y te distinguirás de la masa a la que le gusta tal deformación de la religión porque exige poco: solamente algunas “apariencias” piadosas, las más baratas posibles. Si Dios te concede la gracia de ver esta necesidad en tu vida, no lo pospongas para mañana, comienza hoy mismo.
También a ti te quiero hablar, tú que tanto te esfuerzas en convencer a otros de venir a la tradición, bien está, pero ni siquiera dedicas una hora cada día a la oración mental ¿No sabes, acaso, que nadie da lo que no tiene? De ahí proviene tanto celo amargo, frutos estériles, y hasta el desasosiego del alma, porque ésta bien sabe que no va por el camino estrecho.
El Evangelio nos narra que cuando la turba quiso hacer rey a Jesús, Éste huyó al monte, porque no habían comprendido que los cinco panes son, sin duda, una representación de los talentos que Dios nos ha regalado ¿Qué tienes que no hayas recibido?, nos enseña el Apóstol de los gentiles. La lección fue clara: tenían que aprender que el mejor modo de aumentar los talentos que tenemos, es ponerlos en las manos del Señor ¿Pero cómo lo haremos, si no tenemos trato íntimo con Él por la oración mental? No obstante los recursos infinitos del Señor, de los que da a cada cual unos talentos, no son una excusa para desperdiciarlos, por esa razón el Señor mandó que los panes sobrantes fueran recogidos para que no se perdiera nada.
Pero querían un rey, un reino en este mundo, que siempre fue y es el sueño de la Sinagoga cuyo pensamiento ha penetrado en sectores “tradicionales”, olvidando que Cristo ya reina. San Agustín comenta, «Y sin embargo, era Rey el que temía que lo hicieran rey. Y no era un rey de tal condición que podía ser elegido por los hombres, sino quien daba a los hombres un reino. Porque El siempre reina con el Padre, en cuanto que es Hijo de Dios. Los profetas habían anunciado su reino, en cuanto que Jesucristo se hizo hombre. E hizo que sus fieles fueran cristianos, porque son su reino, el cual, o bien se forma, o bien se compra con la sangre de Jesucristo. Sucederá alguna vez que su reino sea bien conocido, cuando la santidad de sus escogidos sea bien conocida, después del juicio que El habrá de celebrar. Mas los discípulos y las multitudes que creían en El, entendían que había venido ya, pero para reinar. Y por esto querían arrebatarlo y hacerlo rey, previniendo de este modo el tiempo en que el Señor se ocultaba».
La multitud se conmueve por el milagro de la multiplicación de los panes, pero el don que Jesús ofrece es plenitud de vida para el hombre hambriento. Con este gran milagro «se acercó a los sentidos para levantar la mente, y se mostró a los ojos para aguijonear la inteligencia, para que admirásemos mediante las obras visibles al invisible Dios y, erguidos hacia la fe y purgados por la fe, deseásemos ver invisiblemente al Invisible que a partir de las cosas visibles habíamos conocido». Piensa, pues, cristiano, que si lo de fuera nos asombra, tiene algo dentro, y ¿cómo podrás llegar a la médula sin la oración mental, sin huir al silencio, sin subir al monte cada día para que Dios multiplique las semillas que te ha dado como talentos, muchacho del Evangelio, y con ellas pueda el Señor alimentar a miles de almas?
Ave María purísima. Sin pecado concebida.
Deja una respuesta