Potencia y acto 1/2

ONTOLOGÍA

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TESIS I. — «Potentia et actus ita dividunt ens, ut quidquid est, vel sit aotus purus, vel ex potentia et actu tanquam primis et intrinsecis principüs necessario coalesca».

» La potencia y el acto dividen el ser de tal suerte que todo cuanto es, o bien es acto puro, o bien es acto necesariamente compuesto de potencia y acto, como principios primeros e intrínsecos».

Estas nociones o ideas, las más universales de la filosofía, se apoyan en la experiencia y en el sentido común.

De todas las cosas que vemos en el mundo, unas pueden ser y no son; otras han pasado, o pasan, del poder al ser. Lo que puede ser está en potencia; lo que ha pasado del poder al ser es, o está en acto. El recién nacido es filósofo en potencia; el buen profesor de metafísica es filósofo en acto; el mármol es estatua en potencia; el cincel del artista ha sacado del bloque potencial la figura actual, o en acto.

La potencia y el acto se definen y explican por sus mutuas relaciones. La potencia es como una capacidad, un bosquejo, un comienzo; el acto es el complemento. La potencia es todo aquello que reclama desarrollo y perfección; el acto es la perfección que se le da.

Según la definición de Aristóteles, «es potencia el principio de obrar o de recibir».

Tal principio designa, no una mera posibilidad o pura no repugnancia a existir, sino una capacidad real en un sujeto real. La pura posibilidad se llama potencia lógica u objetiva; la capacidad real es una potencia subjetiva. El fuego es un principio de obrar, causante del calor; el agua es un principio de recibir, o receptivo del calor del fuego. La potencia de obrar es activa; la potencia de recibir, pasiva. La una y la otra es real y principio del acto; la primera, principio de donde el acto emana; la segunda, principio en donde el acto se recibe. La segunda es imperfecta, pues el recibir presupone defecto de lo que ahora le viene; la primera es de suyo perfección, pues el obrar y dar el acto es señal inequívoca de tenerlo. De aquí el axioma de Santo Tomás: » Según que algo está en acto es perfecto, y según es perfecto es principio activo.» «Unum-quodque secundum quod est actu est perfectum, et secundum hoc est principium activum alicujus». La segunda es, por consiguiente, potencia; la primera ya es un acto causante de la operación o del efecto; por esto la segunda repugna a Dios, mas no la primera.

A esta última se refiere especialmente esta primera Tesis.

 El que recibe está falto de una perfección; pasa de un estado a otro al recibirla; cambia, por lo mismo. De ahí se sigue que la potencia es el principio del cambio, de la mutación o movimiento, pues cambiar es moverse un ser de un estado a otro. Y puesto que nadie puede dar a sí mismo, ni a otro, lo que no tiene, debe el sujeto recibir esta mutación de otro principio, que, para hacerlo pasar a la nueva condición, debe estar por sí mismo en acto y ser distinto del ser o sujeto movido.

La idea de potencia fácilmente nos trae la de móvil, o vehículo, y la de acto sugiere la de motor.

Cabalmente la realidad del movimiento no nos permite creer que la potencia y el acto sean ilusorios antojos de la mente. La antigua Escuela de Elea niega la realidad de la potencia pasiva, y en nuestros días los partidarios de F. Herbart y los idealistas exagerados parecen confundirla con la pura posibilidad; pero los hechos son hechos. Ahí están los cielos y la tierra, las maravillas de la mecánica, para proclamar, con la realidad del movimiento, la realidad y verdad de la potencia y del acto.

No eran agua el oxígeno y el hidrógeno antes de unirse, ni tampoco el agua salió de la nada, sino de la potencia real de estos dos elementos combinables. El grano no es la planta, pero la planta real del verdadero grano brota; no es el embrión el niño, ni el niño el héroe que acaba de ganar la batalla. Para llegar al fin fue preciso un tránsito real de un estado a otro. Había primero en el embrión, luego en el niño, una capacidad o potencia real para evolucionar y llegar a la cumbre del heroísmo; pero hubo necesidad, para tal tránsito, de una actividad, energía o fuerza real, que es lo que llamamos acto.

Negar, pues, la realidad de la potencia y del acto, es negar la realidad de la vida, del progreso de la humanidad, negar la experiencia, el Universo y el sentido común.

Paulatinamente vamos comprendiendo el alcance del axioma formulado en la primera Tesis aprobada por la S. Congregación: «La potencia y el acto dividen el ser de tal modo que, cuanto es, o es acto puro, o es acto necesariamente compuesto de potencia y acto, como principios primeros e intrínsecos».

Acto puro quiere decir extraño o incompatible con toda mezcla. De dos modos puede estar mezclado, o ser de algún modo impuro el acto: primero, cuando se recibe en una potencia, como el alma en el cuerpo, la voluntad en el alma y la virtud en la voluntad; segundo, cuando es modificado y perfeccionado por un acto ulterior, como la naturaleza angélica, que, aunque no se recibe en un cuerpo, recibe el ser, las facultades y operaciones, y, por lo mismo y en el sentido en que recibe estas perfecciones, está en potencia; no es acto puro. Es, por lo mismo, acto puro el que no es recibido ni tiene limitación por abajo, o por parte del recipiente, ni cosa, o perfección alguna puede recibir tampoco de lo alto. Nada puede adquirir ni perder; no caben en él partes, divisiones ni cambios. Por lo mismo que es acto, es perfección absoluta y pura; excluye todo extraño elemento, es por sí mismo y en toda su plenitud, inmutable y perfecto.

Su augusto nombre es el que espontáneamente pronuncia toda alma naturalmente cristiana: Es el DIOS bendito por los siglos de los siglos.

Fuera de Dios, todo es mixto, mudable, capaz de ganar y perder; hay en todo un elemento potencial, indefinidamente perfectible por el acto. Son, por lo mismo, la potencia y el acto los primeros elementos necesarios y constitutivos de todo ser mudable; imposible concebir otros más universales ni más intrínsecos al sujeto. Con razón se les llama: primis atque intrinsecis principiis; los principios primeros e intrínsecos.

Tal es la primera y más radical división del ser: la potencia como género, el principio determinable; el acto como diferencia, el principio determinante.

Añade Santo Tomás que la potencia y el acto dividen, además, todo género de ser: omne ens et omne genus entis. Quiere esto decir que la composición de potencia y acto es común a todas las categorías, a la substancia como al accidente, de tal modo que el ser substancial está necesariamente compuesto de potencia substancial y de acto substancial, y el ser accidental es también un necesario compuesto de potencia accidental y de acto accidental. Siendo la potencia como el principio o bosquejo, y el acto como el término o complemento, mutuamente se deben adaptar y ajustar hasta unirse estrechamente en la formación de un solo todo. Imposible la adaptación perteneciendo ambos a un orden diferente: una potencia substancial, sólo por un acto digno de ella, o substancial, puede ser complementada. Por otro lado, una potencia meramente accidental tampoco puede ser sujeto receptivo de un acto substancial: habría contradicción in terminis.

Tal es el alcance del axioma, tomista: «Potentia et actus sunt in eodem genere.»

Tal principio se presta a innumerables aplicaciones. Así la materia prima, potencia substancial, llega al complemento de su ser mediante la forma, que es un acto substancial; nuestras facultades, potencias accidentales, se completan por los actos accidentales, llamados operaciones. Este principio nos suministra el argumento decisivo para demostrar la distinción real entre el alma y sus facultades; puesto que el acto (o sea la operación) es accidental, hay que concluir que la potencia de donde nace inmediatamente no puede ser substancial. Si la substancia creada no opera directa e inmediatamente por sí misma, obrará mediante los accidentes facultativos realmente distintos de ella. Ya examinaremos esta cuestión al llegar a la Tesis XVII; ahora nos basta con adelantar esta aplicación del gran principio.

Vamos a ver ahora en la segunda Tesis, cómo el acto por sí mismo es infinito, y que tanto la multiplicidad como el límite vienen de la potencia.