LA MISA «IN ECCLESIA»
El reduccionismo ritualista de muchos católicos, convierte el rito de la Misa en el centro original y único sobre el cual debe cuidarse. La dinámica propia de ésta deformación preocupante, es precipitarse hacia las formas rituales «tradicionales» de la Misa, sin atender a aquéllas circunstancias que puedan desplazarlas fuera del ámbito de la Iglesia, fuera del ámbito de la Fe.
Y sin embargo, un rito «tradicional» válido puede, sin ninguna dificultad, ser usado en el cisma como por ejemplo los ritos válidos de los ortodoxos cismáticos. Ahora bien, los testimonios de la Tradición al respecto son contundentes. (1)
Y sin embargo, un rito «tradicional» válido puede, sin ninguna dificultad, ser usado en el cisma como por ejemplo los ritos válidos de los ortodoxos cismáticos. Ahora bien, los testimonios de la Tradición al respecto son contundentes. (1)
Sólo en la Iglesia expande sus frutos efectivos la significación oculta de la Eucaristía. No significa necesariamente la invalidez del rito cuando se celebra fuera de la Iglesia (pues en algunos ritos puede efectuarse la transubstanciación) sino su ilegitimidad. Es preciso aprender la diferencia entre invalidez e ilicitud.
Santo Tomás (2) enseña repitiendo la sentencia de San Agustín que «una cosa es no tener algo en absoluto, y otra no tenerlo rectamente». Aquéllos que se separan de la Iglesia no usan rectamente la Eucaristía, ni usan rectamente su potestad de consagrar, «y por tanto, no perciben el fruto del sacrificio que es el sacrificio espiritual». Es decir, que si la Misa no es «in Ecclesia», no se ofrece legítimamente el sacrificio, por consiguiente no puede existir el sacrificio espiritual que «es ciertamente el verdadero fruto». De lo que se concluye verdaderamente que, todos aquellos que no están dispuestos a hacer lo posible para que la Iglesia elija un Papa, al cual todos los obispos, sacerdotes y fieles han de someterse, ni ofician ni oyen la Misa «in Ecclesia» y no ofrecen legítimamente el sacrificio. La razón de ésto es que “Debe existir en la Verdadera Iglesia perfecta unidad de régimen, o sea: debe haber al frente de esa sociedad religiosa una autoridad suprema y visible, de institución divina, a la cual obedezcan todos los miembros que la forman. No basta una especie de política de amistad o buena vecindad entre un montón de jefaturas eclesiásticas desconectadas jurídicamente, es decir: independientes entre sí, SIN OTRA CABEZA SUPREMA QUE UN CRISTO INVISIBLE Y CELESTIAL CUYAS PALABRAS Y MANDATOS INTERPRETA CADA UNO A SU GUSTO.”
Para hablar el sacerdote en la Misa en nombre de la Iglesia, debe pertenecer a la unidad de la Iglesia: «Y por eso si el sacerdote separado de la unidad de la Iglesia celebra la Misa, puesto que no perdió la potestad de orden, consagra el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo; mas por haberse separado de la unidad de la Iglesia, sus oraciones no tienen eficacia». (3) El sacerdote que celebra el sacrificio en comunión con un cismático, mencionándolo en el canon como cabeza de la Iglesia, y ofreciendo por lo tanto ese sacrificio en nombre de OTRA IGLESIA , no habla en nombre de la Iglesia Católica, ni pertenece —al menos objetivamente— a la unidad de la Iglesia, ni ofrece un sacrificio verdadero.
Inicialmente concluimos que no hay que buscar la Misa, sino la Fe. El desglose de ambos no es lícito, como lo hacen los que asisten a misas tradicionales que celebran «sacerdotes» de la iglesia conciliar, o los lefebvristas que hacen la misa en comunión con el antipapa Bergoglio o Ratzinger, o los clérigos acéfalos ya que todas sus «jefaturas» eclesiásticas están desconectadas entre sí, por lo que profesan una fe protestante sobre la constitución de la Iglesia. La Fe sólo la posee la Iglesia en su unidad, y la profesa PUBLICAMENTE (4). La posición cómoda de muchos que sólo piden «sacramentos», constituye un reduccionismo ritualista que linda peligrosamente con el abandono de la verdadera Fe, y aún la Fe expresada de un modo cultual.
Se trata entonces de un plano superior, más elevado pero por lo mismo más diáfano: el vínculo con la Iglesia es la Fe. La «Fides» constituye entonces un ámbito fuera del cual no es posible que exista la potencia espiritual plena del sacramento; más aún, en muchas ocasiones en la historia magna de la Iglesia, tuvieron , los católicos, que abstenerse de la comunicación ritual por motivos de Fe, o de unidad en la caridad. (5)
El Altar es uno, sólo uno. Únicamente respetando la dimensión real de esta verdad, se podrá evitar que se eleve «altar contra altar», como reclamaba San Optato de Milevi, y que hoy vemos entre los clérigos que ostentan el papado en sus capillas (6). El altar es uno porque el culto es culto de la Iglesia, que es una y es la Iglesia la que centra en su quicio definitivo la acción cultual (7). El culto es «in Ecclesia».
Tan lamentablemente adormecido el amor a la Iglesia en el mundo, tan mortificado el sentido de la Fe, tan lejos como estas dos constantes, estamos de los cristianos de los siglos primeros. Tanta nuestra comodidad, cuanto el enfriamiento de la caridad; tanta comodidad que algunos, por desgracia no pocos, al ver tantos capillistas caprichosos con diferentes doctrinas, han osado emular la blasfemia volteriana: «Dios ha muerto», dijo el maldito escritor francés, a lo que contestan éstos hoy: «Dios no ha muerto, pero la Iglesia sí», dicen cual insensatos en su desesperación, «porque no hay ya sacramentos legítimos», explican licenciosamente, y prosiguen diciendo que «las fuentes ordinarias de la gracia se han secado» y se quedan solos en casa leyendo la «misa seca». Oh, locura ¿ Cómo se van a secar los manantiales de la gracia, si Jesucristo prometió estar con su Iglesia hasta el fin? ¿ Acaso, habéis vosotros negado la luz, para desdecir al mismo Dios, y estar ahora tan ciegos?
Es responsabilidad gravísima del sacerdote y el obispo católicos proferir la Fe: decir la Fe, pública y abiertamente. Sólo de ese modo se le proporcionará a las almas el modo de conocer el seno de la Iglesia.
Por último, el reduccionismo ritual, por ser restrictivo y resolutivo en un plano en el fondo meramente material, no hará nada eficaz en orden a la recapitulación crística de las cosas. La «Misa en casa», el asacramentalismo al fin, terminará con los últimos mecenas y con sus personas cuasi episcopales se dispersará el rebaño.
La Iglesia es una sociedad perfecta, como el Estado en su género, y como sociedad perfecta, tiene en sí misma los medios para la santificación de los fieles-los sacramentos- y competencia para proveer su cabeza, quien lo niegue, lo hace a riesgo de negar su fe. ¿Qué sería de una nación soberana, también sociedad perfecta en su género, que durante 61 años se quedara sin gobernantes? ¿Cómo puede ser que ciudadanos de un Estado desprovisto de gobierno por las causas que sean, busquen desesperadamente la elección de sus gobernantes para poder seguir existiendo como estado soberano -como sucedió, por ejemplo, en Argentina en el año 2001- y nosotros católicos, viendo que la sede de Pedro está vacante desde hace más de 61 años pretendamos seguir siendo católicos a través de los años, sin cabeza visible y lo peor de todo es que sin tener la voluntad eficaz de proveerla por parte de quienes deben hacerlo a riesgo de arrastrar con ellos fuera de la Iglesia a las almas que los sigan?
Recapacitad vosotros obispos, clérigos y fieles. Nos estáis viendo, acaso, las divisiones, incluso en la moral, de estas capillas; por ejemplo, en unas cuentas capillas tradicionales se predica la legitimidad del uso de la planificación familiar natural sin causa grave y proporcionada y a voluntad de los cónyuges, contraviniendo las enseñanzas del Papa Pío XII, mientras que en otras capillas españolas, por el contrario, un clérigo rigorista predica la ilegitimidad del débito conyugal entre los cónyuges estériles y en los que, por la edad, han sobrevenido en la infertilidad, en contra de la doctrina de la Iglesia católica desde siempre, a la vez que comete el pecado grave de communicatio in sacris asistiendo a una misa una cum… de «Mons» Williamson en los alrededores de Lourdes en 2016 durante unas confirmaciones, no reconociendo él mismo como papa a Bergoglio. Ninguna de las dos posturas erradas quieren elegir ni someterse a un Papa ¿Casualidad, o será porque de haber un Papa ninguno de estos clérigos obtendrían del Vicario de Cristo la licencia de confesar, puesto que su moral no es católica? Así, quizá, se entiende mejor el odio que existe a la única posición católica que considera un gravísimo deber de la Iglesia la elección de un Papa estando la Sede de San Pedro vacante.
Concluyamos diciendo que hay hoy válidos y legítimos sacramentos confeccionados sólo por aquellos obispos y sacerdotes que hacen lo posible para elegir a un Papa, al cual están dispuestos a someter su ministerio, puesto que sólo del Vicario de Cristo les viene la potestad de jurisdicción. Estos conservan la fe íntegra, y sólo estos celebran la Misa «in Ecclesia», válida y legítima. Porque «Quien recibe el misterio de la unidad sin el vínculo de la paz, no lo recibe para su bien, sino que es un testimonio en su contra» (S. Agustín. Sermón 272, P.L., 38,1248). Ya que la extinción de la Vacancia, es una exigencia ineludible de derecho divino. «VACANTE SEDE A POSTOLICA-dice San Pío X en su Constitución «ILLUD GRAVISSIMUM SANCTISSIMUMQUE EST … SUUM DOMINICI GREGIS PASTOREM ET CAPUT … ELIGERE …». Item. Pío XII, en su Constitución «VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS», lo califica como un GRAVISIMO DEBER, encomendado, por disposición divina a la Iglesia: «PERGRAVI NEGOTIO ECCLESIAE DIVINITUS COMMISSO».
Este artículo ha sido confeccionado en base a otro de la Revista CLAVES Año I N° 5 Abril 1993, añadiendo al original lo escrito en itálica en color negro.
NOTAS:
(1) Pelagio I dice que «aquéllos que se segregan a sí mismos no pueden tener el sacrificio» (P.L., 69,412). San Gregorio Magno: «En la sola Iglesia Católica es inmolada la verdadera hostia del Redentor» (Moralia in Job, 1. XXXV,C.8,N.13.- P.L.,76,756C-.) «La Víctima —dice Orígenes— no puede ser llevada fuera de la mansión sagrada» (Hom. in Pasch., I, N.15 ). San Alberto Magno afirmaba en su Liber de sacramento eucharistiae: «Extra Ecclesiam non est Deus in sacramentis» (d.3, tract. 3, c.2. n.4). San Agustín: «Quien recibe el misterio de la unidad sin el vínculo de la paz, no lo recibe para su bien, sino que es un testimonio en su contra» (Sermón 272, P.L., 38,1248).
(2) Supl. q. LXXXII, a. 7
(3) Id. ad 3um.
(4) «La Fe tiene necesariamente una dimensión excluyente, porque tiene un perfil. E insisto: Fe, en la condición epocal de la historia, es proferición de la Fe, es semántica de la Fe» (Carlos Disandro, «La crisis de la Fe…» Ed. H. Vol. La Plata, 1986).
(5) Arrianismo, cisma donatista, etc.
(6) Adv. Donat.
(7) Enc. «Mediator Dei»; deS.S. Pío XII.
A poco de andar nos damos cuenta de que, tanto estas cosas, como muchas otras, deberían ser enseñadas por nuestros pastores los obispos, y no tengamos que leerlas en sitios de Internet.
Pero ellos, los sucesores de los Santos Apóstoles, están en silencio, y ni siquiera se dignan denunciar ante el mundo que la Santa Iglesia Católica, desde el Conciliábulo Vaticano I (no II) está invadida y usurpada por sus enemigos, y que todos quienes fungieron desde entonces hasta el día de hoy como supuestos «papas», son meros antipapas al servicio de Satanás. Sin duda, una omisión incomprensible e imperdonable de quienes deberían guiar y conducir al rebaño de católicos que no se entregan al modernismo.
Y ésa es la razón de que ese rebaño, en lugar de marchar junto y sin tantas ignorancias y dudas, lo haga disperso y con infinitas diferencias, discrepancias y conflictos en su seno, al gusto y a la medida de los enemigos de nuestra Iglesia.
La pregunta es: ¿Cuándo nuestros pastores se pondrán al frente de su rebaño y lo llevarán por el camino correcto?
Gracias por sus comentarios.
No todos los pastores llevan al rebaño de Cristo a pestilentes pastos. Hay algunos obispos que están haciendo todo lo que está en sus manos para que el resto de obispos y sacerdotes cumplan la misión para la que han sido consagrados u ordenados, o sea, para proveer a la Iglesia de un Papa, del cual procede la unidad y visibilidad; sin esa intención, no se pueden considerar obispos ni sacerdotes católicos. Los obispos verdaderamente católicos son varios, entre otros y el más conocido y por lo tanto el más odiado y calumniado, Mons. Juan José Squetino, aunque no es el único, gracias a Dios.
Cuantos más se tarde en elegir un Papa, más división habrá entre las capillas sectarias, que actualmente difieren ya en la fe en la moral y hasta en la liturgia. Hay laicos que tienen su propia iglesia en internet, hay clérigos vagos que no se someten a ningún obispo ni quieren elegir papa, que tienen una moral no católica: unos por jansenistas y otros por laxos; hay obispos defendiendo tesis heréticas, y actuando como si fueran ellos los papas, por lo que no quieren que se proceda a la elección, para lo cual arguyen disparatados argumentos. En fin, urge la elección de un Papa, al cual Dios – no los electores- le dará la infabilidad y la jurisdicción sobre toda la Iglesia. ¿ Se imagina alguien una nación sin gobierno durante sesenta y un años? Los españoles tuvimos una experiencia mucho más corta en el siglo XIX durante la I República. En esa época, como narra Pérez Galdós en los Episodios Nacionales, las provincias, constituidas en Cantones, se declaraban la guerra unas a otras, así los barcos de Málaga batallaban en alta mar con los de Cartagena. Y si hasta Amadeo de Saboya, al que se le ofreció la corona de España ante el caos reinante, abdicó, no es extraño que Lino II, elegido válida y legítimamente Papa,según mi modesta opinión ,no quisiera ejercer su función ante la jauría de obispos autocefalos y filo galicanos dispuestos a no obedecer nunca jamás a un Papa. Cada época está dominada por una herejía, la nuestra por la herejía de la acefalia perenne, a la que se abscriben la mayoría de clerigos vagos y fieles estupidizados, salvadas excepciones de ignorancia invencible.
Aunque no lo haya expresado en el mensaje precedente, no sólo estoy totalmente de acuerdo en que urge elegir un Papa, sino que esto es, precisamente Y EN PRIMER LUGAR, lo que muchos católicos reclamamos de nuestros pastores.
En lo que no coincido es en la elección de Lino II como papa, pues, por más plausible que haya sido la intención de quienes intervinieron en tal “cónclave”, es obvio que éste no cumplió ni mínimamente con las condiciones que para ello se requiere y, como consecuencia de ello, aquélla (la elección, digo) estaba destinada a acarrear consecuencias nefastas para la unidad que tanto deseamos de la grey católica.
¿Y por qué digo esto?, y, pues, porque el grupo de personas (incluidas 2 mujeres ¿?), que yo sepa, no tenía ninguna autoridad para reunir un «cónclave» y llevar a cabo semejante acto, en forma absolutamente privada; ni para pretender que todos los católicos del mundo lo aceptaran como válido, y se sometieran a la «autoridad» del nuevo «papa», así como así. Es obvio que ese grupo de personas se arrogó una autoridad que no tenía para dicho acto, por varias razones, porque tal potestad, a mi modesto entender, es privativa exclusivamente de legítimos sucesores de los Apóstoles, que es lo que, precisamente, a éstos le estamos reclamando. Y el hecho de que nuestros Obispos no ejerzan dicha facultad, de ninguna manera significa que cualquier grupo de personas, entre civiles y clérigos, hombres y mujeres, tenga derecho a hacerlo.
Asimismo, se cae de maduro que, si bien muchos católicos habrían aceptado tal «autoridad», muchos otros, con toda la razón del mundo, se habrían negado a hacerlo, con lo cual el cisma dentro del «tradicionalismo» habría sido inevitable.
Y respecto a la actitud tomada por Lino II a posteriori de su elección, la misma me resulta del todo incomprensible, pues, si la razón de su conducta fue la que Ud. expone, en tal caso, pues, no debió aceptar jamás asumir tal responsabilidad, en lugar de acatar su elección e inmediatamente después hacer lo que hizo, lo cual es conocido por todos.
Para finalizar, sigo esperando un sínodo del Colegio Apostólico para que elija, en este caso sí, válida, lícita y legítimamente, un nuevo Pontífice, o, por lo menos, para que en el interregno hasta ese gran acontecimiento, se pongan a la cabeza, VISIBLE, PÚBLICA y UNIVERSALMENTE del rebaño católico, ahora mayoritaria y dramáticamente disperso, a ciegas, confundido y conflictuado, y lo guíe como corresponde.
Eso es lo que, al menos yo, como simple y humilde oveja de ese rebaño, pretendo, necesito, espero, añoro, imploro…, que suceda lo más pronto posible.
Saludos y gracias.
Juan José
Gracias por su comentario de nuevo.
Que no esté de acuerdo conmigo sobre la legitimidad del cónclave que eligió a Lino II, no es problema, es el pasado. No obstante diré sobre ello que la forma de elección del Papa no la dejó determinada Jesucristo Nuestro Señor y por eso en la Historia de la Iglesia han habido mil y una formas diferentes de elección, incluidos la asamblea del pueblo fiel de Roma, constituida por laicos, hombres y mujeres, y eclesiásticos, muchas mediante el choque de espadas; pero los papas elegidos fueron legítimos, a pesar que en muchas ocasiones naciones enteras tardaron años en reconocer su legitimidad. Le recomiendo este artículo rigurosamente documentado que escribí: http://sededelasabiduria.es/2019/09/10/las-mil-y-una-formas-de-elegir-un-papa-legitimo/
Por otra parte se notificó a todos los obispos y sacerdotes conocidos o no, de los cuales se tenía constancia. Había cajas con miles de sobres para remitir. Asistieron unos pocos obispos, otros sin asistir apoyaron la decisión, y la inmensa mayoría de obispos açefalos y por lo tanto cismáticos, eludieron el compromiso al que se les convocaba con casi un año de antelación.Esos obispos acéfalos seguen hoyt en la misma posición y han consagrado a otros acéfalos. Los verdaderos obispos católicos no han dejado de comunicar la necesidad de un cónclave a esos acéfalos, cuya pertinacia les hace cismáticos; y se lo han comunicado tanto por misivas privas como por cartas públicas. Por ejemplo, y es uno sólo entre muchos, Mons. Pivarunas no quiere saber nada de la elección de un Papa, tal vez conserve su actitud veterocátolica de donde proviene. Y así le podría decir, sino todos, uno a uno de los obispos acéfalos.
Pero vengamos a hoy.
Coincido con usted que deben, hoy en día, ser fundamentalmente los obispos católicos los que elijan. Pero me temo que sólo haya entre 8 y 12 obispos católicos en medio de la selva sedevacantista. Da igual, el Papa que ellos elijan será el legítimo Papa: Yo le obedeceré; Allá cada cual. Porque no se puede contar entre los obispos católicos a los que ponen cualquier excusa para no proceder al gravísimo deber que tiene la Iglesia de elegir un Papa ( Pivarunas, Dolan, Morello, etc). Tampoco se pueden contar entre los obispos católicos a los defensores de la tesis del papa materialiter non formaliter, porque ellos ya tienen materialmente un papa hereje: Francisco ( Sanborn, Ricossa, etc.). Tampoco se pueden considerar católicos a los obispos lefebvristas, porque ellos ya tienen un papa hereje: Francisco; al cual no obedecen (Williamnson, Galarreta, Tissiers, etc.). Tampoco se pueden contar como obispos católicos a los «obispos» de la iglesia conciliar, porque ellos no son obispos al ser «consagrados» con un rito inválido, y además son todos herejes por abrazar el conciliábulo vaticano II (viganó, Müller, Burke, etc); y puesto que los herejes están fuera de la Iglesia ipso facto, no pueden elegir al Vicario de Cristo. ¿ Entonces, Juan José, cuántos obispos de Rito Latino quedan verdaderamente católicos? Lo que digo, entre ocho y 12, encabezando Monseñor Squetino y mons. Loya, Korab y siguiendo unos pocos más. Pues, bien, si estos son actualmente los únicos obispos católicos, el que ellos elijan será el legítimo Papa. Quien no lo acepte,se situará ipso facto fuera de la Iglesia. Quien no lo acepte pertenecerá a la iglesia sedevantista. Pero no existe una iglesia sedevacatista, sino la Iglesia Católica , la cual tiene algún interregno. La Iglesia Católica está constituida jerarquicamente a cuya cabeza está el Papa, del cual viene la jurisdicción a los demás obispos. La Iglesia Católica es Una, Santa, Católica y Apostolica, constituida por 10 obispos, por dos, o por doscientos. Hoy con San Gregorio Magno en su obra los Morales, hay que leer el libro de Job aplicado principalmente al estado actual de la Iglesia.