SERMONES DESDE EL POZO DE SICAR (6)

Dominica I Passionis 

 In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.

 

 

 

TEXTO

En el Evangelio de San Juan 8-46-59, para este primer Domingo de Pasión, acusa Jesús a los judíos que no creyeron en Él de no conocer a Dios; «conocer» tiene el significado de honrar; por lo tanto, los judíos no conocieron a Dios porque no quieren conocer ni honrar al Hijo, el enviado del Padre; los judíos al rechazar a Jesús desconocen a Dios, al rebelarse contra su Enviado. No oyen sus palabras, les dice, y arguye la razón: «Porque no sois de Dios». Ser de Dios supone oír y seguir su voz, dejarse llevar por la gracia divina sin resistirla. Los judíos incrédulos en el Verbo Encarnado de Dios no son hijos de Dios ni de Abrahán: Son hijos del diablo, como dice nuestro Señor;  

Y es el Padre quien le glorifica al Hijo en su misión, en la transfiguración, en sus obras y en la gloria principal reservada a la hora de la pasión; es el Padre eterno el que ellos dicen que es su Dios pero no le conocen ni le honran. Los arrianos, subordinacionistas seguidores de Orígenes de antaño, y de hoy,  «nos argumentan por esta frase en cuanto a nuestra fe, y dicen: «He aquí cómo es mayor el Padre que glorifica al Hijo». Herejes, ¿no habéis leído que el mismo Hijo dice que glorifica a su Padre ». (1), 

El mismo evangelista nos dice en 2,18: «El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito Hijo de Dios». Pero ya hace tiempo nos vienen voces de los usurpadores de la Silla de San Pedro, que dicen lo contrario. Así dice Ratzinger: «Benedicto XVI desea “paz y bien a toda la comunidad hebrea de Roma, invocando del Altísimo copiosas bendiciones para el Nuevo Año y esperando que los hebreos y los cristianos, creciendo en la estima y en la amistad recíproca, den testimonio en el mundo de los valores que brotan de la adoración del único Dios» (2). Sin embargo, los judíos no conocen al Dios verdadero porque no creen en el Unigénito Hijo de Dios, razón por la cual están condenados. Y junto a ellos todas las religiones que no han creído en el Hijo de Dios: Islamismo, hinduismo, budismo, sijismo, confucionismo, animismo, jainismo, mazdeísmo, zoroastrismo, etc.  Ninguna religión que no reconozca y honre al Hijo de Dios ofrece la salvación. Pero también Wojtyla se opuso a Cristo; les traigo de este heresiarca un solo ejemplo, por brevedad: «“¡Shalom!… El encuentro entre el pueblo de Dios de la Antigua Alianza, que nunca fue rechazada por Dios, y el de la Nueva, es asimismo un diálogo interior a la Iglesia misma, como si fuera entre la primera y la segunda parte de la Biblia (…) Judíos y cristianos están llamados como hijos de Abraham a ser bendición para el mundo (…) Diálogo entre las dos religiones que, con el Islam, deben dar al mundo la fe en el único e inefable Dios que nos interpela».(3) Pero nuestro Señor Jesucristo no dice en el evangelio que los judíos que no creen en Él son hijos de Abraham, sino que si leyésemos el versículo 44 del mismo diálogo, comprobaríamos que les había dicho: «Vosotros sois hijos del diablo y queréis realizar los deseos de vuestro padre». Luego el Señor dice que el padre de estos incrédulos judíos es el diablo, y Wojtyla dice que es Abraham, por lo que éste es un anticristo.  

No es necesario poner ejemplos del último usurpador, Bergoglio, en el mismo sentido, ya que a poco que uno esté informado, podrá escoger entre decenas de ellos que apoyan la visión de sus predecesores, eso sí, todos contradiciendo a Cristo Jesús. 

Y cuando crece la iniquidad de los malos, incrédulos del Verbo de Dios, no sólo no debe suspenderse la predicación o el proselitismo, sino que, antes al contrario, debe aumentarse. Por esto el Señor, después que se le dijo que tenían al demonio por padre, da con mayor largueza los beneficios de su predicación, diciendo: «En verdad, en verdad os digo, que el que guardare mi palabra no morirá jamás», etc. 

Ante estas últimas palabras, alguien de poca fe podría preguntarse: “¿cómo habla a los que han de morir- porque todos hemos de morir- que no verán la muerte?”. Pero fijémonos que el Señor veía, porque era Dios, otra muerte de la que había venido a salvarnos: la muerte eterna, la muerte de condenación con el diablo y sus ángeles caídos; porque ésta es la verdadera muerte, ya que la otra, que todos hemos de experimentar, no es más que un tránsito. 

         Si el que escucha las palabras de Dios es de Dios, y no las oye el que no es de Dios, no debemos extrañarnos de encontrar, incluso entre los católicos, almas que no anhelan la verdad. Pregúntese cada cual si su corazón escucha las palabras de Dios, y entenderá en que situación está, de qué lado se encuentra. Cristo, la Verdad, manda que deseemos la patria celestial, que mortifiquemos los apetitos de la carne, que declinemos la gloria del mundo; que no deseemos lo ajeno, y que demos de lo propio. Examinémonos cada uno, «porque hay no pocos que escuchando estos preceptos con el oído, no tiene el menor deseo de practicarlos. Y hay también algunos que reciben con buena voluntad las palabras de Dios, y compungidos derraman lágrimas, más después de haber llorado sus pasadas iniquidades vuelven a ellas. Éstos, a la verdad, no oyen la palabra de Dios ya que no la ponen por obra. Vosotros, carísimos, considerad vuestra vida y con profunda atención, temed lo que nos dice la misma Verdad: por eso vosotros no oís, porque no sois de Dios» (4).

         Dos cosas echaban en cara a Cristo: una ser samaritano, y la otra estar endemoniado. Ésta la negó, la primera no, ya que samaritano significa guardián, y Él es el supremo custodio de nuestras almas, viniendo a salvarlas de la muerte eterna. Que Cristo, el buen Samaritano, custodie nuestras almas para que no despreciemos la luz divina de la gracia y vivamos eternamente el gozo celestial.

 

Ave María purísima. Sin pecado concebida.

 

  • San Agustín. in Joannem, tract. 43
  • Telegrama enviado por Ratzinger el 20/09/2012 a Riccardo Di Segni, rabino jefe de la Comunidad Hebrea de Roma, con motivo de las festividades de Rosh Ha- Shanah -Año Nuevo-, Yom Kippur -Día de la Expiación- y Sukkot -Fiesta de las Cabañas- que caen en torno a las mismas fechas.
  • Wojtyla a la comunidad judía en Maguncia el 11/7/80)
  • San Gregorio, papa. Hom. 18.