EL TALMUD AL DESNUDO (2/3)
El TALMUD CONTRA CRISTO y LA BIENAVENTURADA SIEMPRE VIRGEN MARÍA
En la primera parte de este escrito he pretendido demostrar- con los propios textos talmúdicos- cómo las enseñanzas de Moisés y los Profetas han sido desplazadas por la autoridad de los rabinos, siguiendo los judíos a éstos últimos y no al A.T.
A medida que el cristianismo se expandía, pese a las persecuciones constantes de los judíos primero y siempre, y luego de los romanos, bárbaros, mahometanos…, el Talmud iba adquiriendo mayor violencia verbal, llegando a escribirse en él las mayores blasfemias e infamias contra Cristo, su Madre santísima y los cristianos. Con la invención de la imprenta los judíos comenzaron a distribuir ampliamente el Talmud. La primera edición conteniendo todo tipo de injurias contra nuestra sagrada Religión fue hecha en Venecia (2). A finales del siglo XVI muchos eruditos se interesaron por estas impresiones auténticas, por lo que, en las siguientes, se comenzó a expurgar aquellas partes del Talmud insidiosas contra los cristianos, pues empezaron a temer los judíos la reacción de éstos.
Contra estas insolencias sacrílegas determinaron los papas y los príncipes y reyes católicos que los ejemplares de estos libros blasfemos fueran pasto de las llamas.
La reacción de los judíos consistió en practicar la astucia de Caín. Reunidos en un sínodo celebrado en Polonia en el año 1631, acordaron suprimir todas aquellas partes del Talmud que se referían a Jesús, asegurando, no obstante, la transmisión oral de las mismas injurias y blasfemias a las siguientes generaciones. He aquí el contenido de dicho acuerdo:
“Por tales razones, os ordenamos que de ahora en adelante, cuando publicareis una nueva edición de estos libros, dejéis en blanco los pasajes donde se habla de Jesús de Nazareth, haciendo un circulo como éste: ‘O’; y todo rabino, como cualquier otro maestro, tenga el cuidado de enseñar tales pasajes a sus fieles sólo verbalmente. De este modo los hombres de ciencia cristianos no tendrán nada que reprochamos al respecto, y podremos evitar que nos sobrevengan las más grandes calamidades y nos será posible vivir en paz”. (1)
A pesar de este malvado sigilo de susurros en las tinieblas, quiso la Providencia que quedara manifiesta la iniquidad en parte, al menos, porque esos mismos libros blasfemos, con pocas mutilaciones, se volvieron a editar en Holanda- país que acogía benévolamente a los judíos expulsados de España- durante la segunda mitad del siglo XVII. Estas ediciones son muy similares a la veneciana.
Este súbito cambio táctico iba a hacer casi imposible aportar pruebas concluyentes sobre las verdaderas enseñanzas de los judíos. Pero quiso el Señor que el mal no quedara oculto. En 1892, de la tipografía de la Academia de Ciencias de San Petersburgo salía la mejor y más cuidadosa antología de máximas talmúdicas referentes a Cristo y los cristianos. Su autor era el muy católico Mons. I. B. Pranaitis,- ‘liquidado’ por la Checa durante la revolución bolchevique en Rusia- titular de la cátedra de hebreo de la Universidad Imperial y tenía por título: “Christianus in Talmude Judaeorum, sive Rabbinicae doctrinae de christianis secreta”. (“El cristiano en el Talmud de los judíos, o los secretos de la enseñanza rabínica acerca de los cristianos”). El libro, con imprimatur del Arzobispo metropolitano católico, Mons. Kozlowsky, llevaba el texto hebreo de las prescripciones rabínicas con su traducción en latín. Pero los ejemplares, por desgracia, desaparecieron casi completamente debido a los saqueos y purgas del régimen soviético a los católicos. Sólo algunos pocos se salvaron. Con uno de éstos publicó una edición litografiada Mario de Bagni, con la correspondiente traducción italiana. De esa edición aparecida en los Editores Tunminelli y Cía., Milán, Roma, 1939, se realizó otra en Georgia, USA, que es la que usamos como fuente principal de estos artículos.
SOBRE LOS NOMBRES DE CRISTO. El nombre verdadero de Cristo en hebreo es Jeschua Hanotsri –Jesús el Nazareno-. Se lo llama Notsri por la ciudad de Nazaret en la cual se crío. A los cristianos también se los llama en el Talmud Notsrim –Nazarenos-. Puesto que la palabra Jeschua significa“Salvador”, el nombre de Jesús raramente aparece en los libros judíos; casi siempre se lo abrevia a Jeschu, empleándolo maliciosamente como si fuera compuesto de las letras iniciales de las tres palabras Immach SCHeino Vezikro –“que su nombre y memoria sean borrados”-. Es bien conocida la afición de los judíos a la cábala e igualmente que en las Escrituras Sagradas se nos advierte de apartarnos de Elohe Nekhar –“dios o dioses extraños”-; pues bien, mediante la numerología de la Cammatria, a la que son tan adictos, resulta que las palabras Elohe Nekhar suman 316, que juntas forman la palabra Jeschu . En la cita de Prainatis sobre Cf. I. Bustorf en Abreviatura Jechu, se lee que “Los judíos entre ellos no dicen Jeschu, sino Isschu, casi tan similar a las palabras de esta maldición….que no sólo significan esa maldición –“que su nombre y memoria sean borrados”–, sino también Jeschu Scheker –“mentiroso”–Utoebah –“abominación”-.
SOBRE LA VIDA DE CRISTO Y SU STª. MADRE. El Talmud enseña que Jesucristo era ilegítimo y fue concebido durante la menstruación, que tenía el alma de Esaú; que era un necio, un conjurador, un embaucador; que fue crucificado, sepultado en el infierno y desde entonces fue tenido como un ídolo por sus seguidores. Ejemplo narrado en el Tratado de Kallah 1b (18b): “Una vez estando los Ancianos sentados a la entrada, pasaron dos jóvenes, uno de los cuales tenía cubierta la cabeza y el otro descubierta. El rabino Eliezer hizo la observación de que el de la cabeza descubierta era ilegítimo, un mamzer. El rabino Jehoschua dijo que fue concebido durante la menstruación, ben niddah. No obstante el rabino Akibah, dijo que con él se daban ambas cosas. Entonces los otros preguntaron al rabino Akibah, cómo se atrevió a contradecir a sus colegas. Él contestó que podía probar lo que había dicho. Se dirigió, por tanto, a la madre del joven a quien había visto en el mercado vendiendo verduras y le dijo: ‘Hija mía, si me contestas con la verdad lo que te voy a preguntar, te prometo que te salvarás en la otra vida’ .Ella le exigió que le jurara que guardaría su promesa, y el rabino Akibah así lo hizo, pero solamente con sus labios, porque en su corazón invalidó el juramento. Entonces él dijo. ‘Dime, ¿qué clase de hijo es el tuyo?’ A lo que ella contestó: ’El día que contraje matrimonio estaba con la menstruación, y debido a esto mi esposo me dejó. Pero un espíritu maligno vino y durmió conmigo y de esta unión me nació mi hijo’. De este modo se probó que este joven no sólo era hijo ilegítimo sino que fue concebido durante la menstruación de su madre. Y cuando sus interrogadores escucharon esto manifestaron: ‘¡Grande en verdad fue el rabino Akibah cuando rectificó a los ancianos!’ Y ellos exclamaron: ¡Bendito sea el Señor Dios de Israel que reveló este secreto al rabino Akibah el hijo de José! No cabe ninguna duda de que los rabinos interpretan este pasaje como referido a Jesús y a su santísima Madre, la Virgen María, puesto que en otro libro donde se narran blasfemias parecidas lleva por título Toldath Jeschu– “Las Genealogías de Jesús”. Igualmente en Sanhedrin, 67ª, se narra otra historia más blasfema, si cabe: “…..Esto es lo que hicieron al hijo de Stada en Lud [hacerle confesar con un ardid] y lo colgaron en la víspera de la Parasceve. Porque ese hijo de Stada era el hijo de Pandira. Por cuanto el rabino Chasda nos dice que Pandira era el marido de Stada, su madre, y vivió durante la época de Paphus el hijo de Jehuda. Pero su madre era Stada, María de Magdala (una peluquera de señoras), quien, como se cuenta en Pumbadita, abandonó a su marido”. Aquí se llama a María, la Virgen, ‘Stada’, que significa en hebreo prostituta, porque de acuerdo a lo que dice el tratado ‘Pumbadita’ dejó a su marido y cometió adulterio. Se dice lo mismo tanto en el Talmud de Jerusalén, como en el Maimonides. No cabe dudar de que se refieren a la Madre de Jesús, pues según una nota marginal del Tratado de Chagigag, 4b, explica que esta historia de la peluquera de señoras, se refiere, en realidad, a la madre de Peloni,- ‘ese hombre’– uno de los nombres más usuales con el que se refieren a Jesús, como hemos visto más arriba.
Insisten en sus blasfemias al hablar de los milagros de Jesús; así en el Tratado de Schbbath, fol. 194b, se lee. “¿Acaso el hijo de Stada –”Ben Stada: el hijo de la prostituta” – no practicó la magia egipcia…..? Ellos respondieron: ‘Él era un necio y nosotros no prestamos atención a lo que hacen los necios. El hijo de Stada, el hijo de Pandira, etc.” En el Lexicón, Jud., in verbo Jeschu, dice Buxtorf: “Existen pocas dudas sobre la identidad de este Ben Stada. Aunque los rabinos, en los agregados que han hecho al Talmud, traten de ocultar su malicia y digan que no es Jesucristo, su engaño salta a la vista, y son muchas cosas las que prueban que ellos escribieron e interpretaron todo esto sobre Él. En primer lugar [porque] lo llaman también el hijo de Pandira. En otros pasajes del Talmud lo llaman Jesús el Nazareno (4), donde se menciona en forma particular a Jesús el hijo de Pandira”. Hay muchas más pruebas contundentes que demuestran que se refieren con la expresiónBen Stada a Jesús, que por la índole de este escrito y por la necesaria brevedad no nos es posible exponer, creyendo que éstas sean suficientes.
Le acusan de mago e impuro. En el infame libro Toldoth Jeschu, donde se narra que Judas era un competidor de Jesús haciendo milagros, se blasfema de forma grosera contra Jesucristo, diciendo: “Y Jesús dijo: ¿no profetizaron mis antepasados, Isaías y David sobre mí?……Ahora asciendo a mi Padre y me sentaré a su diestra y vosotros lo veréis con vuestros propios ojos: Pero tú, Judas, nunca alcanzarás tal altura. Luego, Jesús, pronunció el grande nombre de Dios (IHVH) y continuó pronunciándolo hasta que sopló el viento lo elevó entre la tierra y el cielo. Judas también pronunció el nombre de Dios y él igualmente fue elevado por el viento. De esta manera flotaron los dos por los aires ante el asombro de los espectadores. Entonces Judas, pronunciando nuevamente el Nombre Divino, lo tomó a Jesús y lo empujó hacia la tierra. Pero Jesús trató de hacer lo mismo a Judas y así lucharon juntos. Y cuando Judas se dio cuenta de que no podía triunfar sobre las obras de Jesús le orino a Jesús, y de este modo, estando ambos impuros se precipitaron a la tierra; y hasta que no se lavasen no podían utilizar el nombre divino”. En otro pasaje del mismo libro le acusan de conjurador, porque habiendo aprendido las letras tetragrámaton (IHVH) – a pesar de haber puesto los judíos dos perros guardianes en el santuario con el fin de que, quien las leyera, asustado por el ladrido de los canes se olvidase de ellas-se hizo Jesús un corte en el muslo e introdujo el pergamino, donde las había escrito las letras, en la herida practicada, para que pudiera, más tarde, recordarlas; cicatrizándose la llaga enseguida.
Los exegetas saben que ‘salar demasiado la comida’ de uno significa destruir su paladar, es decir, se dice, bien de quien es de conducta corrupta deshonrándose a sí mismo o del que cae en idolatría o en herejía o la predica a los demás. Así pues, leemos en el Tratado del Sanhedrín (103ª) la exégesis de este verso del Salmo 90,“No te llegará la calamidad ni se te acercará la desgracia”, de la siguiente forma blasfema: “Que nunca tengas un hijo o un discípulo que por poner tanta sal a su comida destruya su paladar públicamente, como Jesús el Nazareno”.
La injuria contra Jesús, llamándole embaucador y corruptor, es frecuente; ejemplo: “Dijo Mar: Jesús embaucó, corrompió y destruyó a Israel” (Tratado del Sanhedrín 107b).
El odio a Dios es el mayor de los pecados y muchos pasajes en el Talmud son muy transparentes en expresar ese sentimiento propio de los demonios y condenados. Así en el Libro de Zohar, III. (282) leemos que Jesús murió y fue sepultado en aquel “montón de basura .donde arrojan los cuerpos muertos de los perros y los asnos, y dónde los hijos de Esaú (los cristianos) y los ismaelitas (los turcos), y también Jesús…incircuncisos e impuros como perros muertos, están sepultados”. Hay que saber, pues, que los judíos enseñan lo que sigue: “el que se aparta (a saber, que no cree ciegamente en las enseñanzas rabínicas), sufrirá las torturas del condenado, como está decretado en la ley Talmúdica de castigo en el Tratado de Repudiis, Gitt.c.5 (5) de esta forma: ‘El que desprecia las palabras de los hombres sabios será arrojado al montón de basura con los condenados’ ”. Temblor y temor siento sólo de exponer, aunque sea por noble causa, que ellos blasfemamente ofenden a Dios cuando narran que nuestro Dios y Señor, Jesucristo, Vida nuestra y cuyo Nombre sea por siempre bendito, sufrió ese castigo siendo arrojado a la Gehena.
Tratan a Jesús de un ídolo en muchos tratados; entre éstos destacan el libro de Maimonides que lleva el título Hilkoth Malekhim , en IX,4 o el Tratado de Aboda Zrah, en 21a Toseph.; aquél de estilo apologético y éste, más práctico, preocupado por Mammon, dice: “Está permitido hoy en día alquilar una casa a los gentiles porque ellos sólo traen a su ídolo [el viático] por un tiempo, cuando alguien está enfermo” Y en el mismo pasaje citado, un poco después: “Hoy han elevado incienso a su ídolo”.
Otras citas señalan a Jesús como hereje y a sus enseñanzas de falsedad e imposibles de cumplir. La Cruz es, ora Tsurat Haattalaui– “imagen e aquel que fue colgado”-, ora Elil– “vanidad”-, ora Psila–“ídolo esculpido”-, pero en cualquier lugar que se mencione es con el sentido de algo despreciable. Pero sean suficientes estas citas auténticas, para ultimar con el P. Julio Mienville que el judío ya no es Isaac, sino Ismael. No Jacob, sino Esaú. No Abel, sino Caín. Concluyamos, pues, para sellar la boca de los que tienen ávida la lengua y corto el entendimiento, diciendo por nuestra parte que, “tanto la bondad como la malicia son cualidades morales de los actos, ordenados o no según la Ley de Dios y la recta razón. Si la bondad no procede de la sangre o ésta no agrega mérito, la maldad tampoco procede de ella sino de las acciones y la mala voluntad del sujeto; claro está que si alguien reemplaza la Ley de Dios por las prescripciones del Talmud necesariamente odiará, y mucho, todo lo que no sea judío”. En fin, que no se vea pues ningún antisemitismo en decir la verdad. En el problema judaico, dice el citado presbítero, no es Sem contra Jafet quien lucha, sino Lucifer contra Jehová, el viejo Adán contra el nuevo Adán, la Serpiente contra la Virgen, Caín contra Abel, Ismael contra Isaac, Esaú contra Jacob, el Dragón contra Cristo, hasta que los judíos se conviertan a Jesús. El verdadero magisterio católico y la teología ya han hablado: Nada tiene que ver Cristo con Belial; lo contrario a esto viene de falsos profetas abducidos por el demonio.
¿Qué diremos, pues, cuando los que deben vigilar se han rendido al espíritu de los tiempos y proclaman con gestos y ‘magisterio’ que judíos y cristianos creemos en el mismo Dios? ¿No es, acaso, Dios, Jesucristo el Verbo de Dios Encarnado, en el cual ni creen los judíos y además, Le blasfeman? Porque si no creen en Cristo y además le injurian, no pueden creer en el mismo Dios que nosotros; el dios del Talmud no es el Dios Trino ¿o se ha convertido la Trinidad en un obstáculo que hay que silenciar o eliminar, para proclamar el dios iluminista, común a todas religiones: fundamento de la nueva religión universal que liderará el Anticristo? Es cierto que existe un único y verdadero Dios. El único Dios verdadero lo es de los astros, de los animales, de las plantas, de las estrellas.., de todos los hombres de cualquier condición, raza, sexo, creencia; de todo lo visible e invisible. Sólo en este sentido podemos decir que el único Dios verdadero lo es de todos; pero predicarlo en el sentido de que todos creemos en, a y por el mismo Dios es crasa apostasía. Porque sólo existe una única Revelación de ese Dios verdadero; es decir, que Él por su misericordia ha querido revelarnos Su rostro. Si Él no se hubiese revelado, el hombre, sin distinción de condición, caería en el error inevitablemente bajo las consecuencias del pecado original. Para evitar el yerro sólo pueden los hombres, caídos en la ignorancia al perder los dones preternaturales, acoger la única Revelación.
Por lo tanto, la cuestión, de vida o muerte eternas, es si lo que afirman del Dios único católicos, judíos, (y musulmanes) coincide con la Revelación, es decir, sobre lo que Él, Dios por su misma autoridad, nos ha dicho sobre sí mismo. Pues sólo se puede decir que creemos en,creemos a, creemos por el mismo Dios cuando creemos en su única Revelación.
Con esta sencilla exposición es más que suficiente para asegurar que los católicos, judíos (y musulmanes) no creemos en el mismo Dios. La razón es sencilla: Porque ni judíos (ni musulmanes) creen en la divina Revelación y por lo tanto, no creen en las mismas cosas que los católicos.
Abundemos un poco más: Existe una diferencia infinita entre la realidad divina, alcanzada en sí misma en su verdadera esencia, tal como la luz de la fe teologal nos la revela, luz y divina gracia en el alma, y las representaciones humanas de dios fruto de errados, unos más otros menos, entendimientos que proponen las falsas religiones. La diferencia es infinita porque estamos hablando de la gracia frente a la razón natural. Sólo un errado magisterio que hace desaparecer la frontera entre el orden sobrenatural y natural, entre lo Dios y lo contingente, entre lo infinito y lo finito, entre Creador y criatura, entre gracia y naturaleza, puede decir que cristianos judíos (y musulmanes) creemos al, en y por el mismo Dios. Eso es simple y llanamente, la predicación de la salvación universal para todos sin condiciones, que según las palabras del card. Wojtyla se daría “con independencia del hecho de que el hombre lo supiera o no lo supiera, lo aceptase o no”; la negación del dogma del pecado original y de la necesidad del bautismo; en definitiva, el mayor ataque desde dentro a las raíces del árbol, que es la Iglesia, en 2000 años de historia.
Pero si negamos esta diferencia, si solamente atenuamos esta divergencia, entonces no sólo apostatamos, sino que reducimos a una trivialidad la necesidad de una Revelación divina. Y peor aún, estaríamos diciendo [con los judíos] que si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo, vida nuestra, murió en vano [Gal 2,21].
No obstante, pretenden sortear hoy esta enseñanza infalible, no negándola directamente, sino vaciándola de su verdadero y obvio sentido. Lo hacen con las argucias que ya denunció el Papa Pío XII en la Encíclica Humani generis; porque muchos actos y declaraciones en encuentros interreligiosos, libros y documentos supuestamente magisteriales, que escandalizarían a cualquier niño del catecismo del P. Ripalda, son propios de pastores abducidos por las novedades del pensamiento moderno y “por lo que a la teología se refiere, es intento de algunos atenuar lo más posible la significación de los dogmas y librar al dogma mismo de la terminología de tiempo atrás recibida por la Iglesia, así como de las nociones filosóficas vigentes entre los doctores católicos,….,. Ellos abrigan la esperanza de que despojado el dogma de los elementos que dicen ser extraños a la divina revelación podrá fructuosamente compararse con las ideas dogmáticas de los que están separados de la unidad de la Iglesia [o practican las falsas religiones: talmúdica, islámica, etc.] y que por este camino vengan paulatinamente a equilibrarse el dogma católico y las opiniones de los disidentes [y las falsas vehementes opiniones de las otras religiones que adoran a los ídolos]…”
Dios mediante, en la tercera parte veremos la persecución de la Sinagoga de Satanás a la Esposa Inmaculada de Cristo y cómo este acoso y cacería están fundamentados en las enseñanzas rabínicas del Talmud.
por Sofronio
(1). Preb. Julio Meinvielle (teológo); El Judío en el Misterio de la Historia. Ed. Theoría; Bs.As, 1975
(2) Esta edición en 12 volúmenes se encontraba en la Imperial Biblioteca de viena; de la cual han salido muchas copias
(3) Pranaitis, edic. fuente, pag 32
(4) Ibid. Talmud de Jerusalén, Abboda Zorah, cap. II ;en Schabattab, cap. XIV y en Beth Jacobh 127a
(5) Ibid. Libro Sinag. Judaica, cap. III pg. 75
Deja una respuesta