«HABLA SEÑOR QUE TU SIERVO ESCUCHA» (I,Reg. III,10)

ROMA
AÑO XXIV, N»120 – BUENOS AIRES- MES DEL ROSARIO 1991
La Revolución Conciliar: fuera de la Iglesia hay salvación
El modernismo que se impuso en el Concilio Vaticano II, ha traído una crisis sin precedentes en el cuerpo visible de la Iglesia.
Los documentos conciliares votados por más de 2000 obispos y aprobados, decretados y estatuidos «en el Espíritu Santo» por Pablo VI han sostenido que fuera de la Iglesia hay salvación.
Dice así Lumen Gentium que «la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica… si bien fuera de su estructura se encuentran muchos elementos de santidad y verdad» (Lumen Gentium,Cap. I, 8).
Luego, la «Constitución dogmática sobre la Iglesia» nos habla del «pueblo de Dios». «Este pueblo mesiánico… aunque no incluya a todos los hombres… es sin embargo, para todo el género humano, un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación: Cristo que lo instituyó para ser comunión de vida, de caridad y de verdad, se sirve TAMBIÉN de él como de instrumento de la redención universal…» (L.G. II, 9).
La Iglesia católica no es pues el único medio o instrumento de la redención universal, sino que «Cristo…se sirve también de él -el Pueblo de Dios-» para aquel fin.
«Germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación» le llama el Concilio. Germen es principio rudimental de un nuevo ser orgánico.
San Pío X dice de los modernistas que «el sentimiento religioso que por medio de la inmanencia vital brota de los escondrijos de la subconciencia es el germen de toda la religión y juntamente la razón de cuanto ha habido o habrá en cualquier religión. Rudo, ciertamente en sus principios y casi informe, ese sentimiento fue paulatinamente creciendo bajo el influjo de aquel arcano principio de donde tuvo origen, a par con el progreso de la vida humana, de la que como hemos dicho es una de las formas. He aquí, pues, el origen de toda religión, aún de la sobrenatural [y aún déla no religión, de «quienes no han llegado a un conocimiento expreso de Dios»]: son efectivamente todos, meros desenvolvimientos del sentimiento religioso» (Pascendi D. 2077).
«Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de Dios, que simboliza y promueve la paz universal, y a ella pertenecen o se ordenan de diversos modos, sea los fieles católicos, sea los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en general, por la gracia de Dios llamados a la salvación» (L.G. cap. II, 13).
Y así dice que «la Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro». Destaca sus valores positivos, los sacramentos que tienen y «añádase a esto la comunión de oraciones y otros beneficios espirituales, e incluso cierta verdadera unión en el Espíritu Santo» (L.G. cap. II, 15).
Nuestra Santa Madre la Iglesia Católica afirma en cambio de sí misma «Nuestro Señor quiso que su religión estuviera de tal manera ligada a la sociedad instituida por El, que permaneciera enlazada y como concretada en ella, de forma que fuera de la iglesia no haya ninguna religión verdaderamente cristiana» (Vat.I Const. Pastor Aeternus).
«Así, pues, como en la verdadera asamblea de los fieles no hay más que un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo bautismo, así no puede haber sino una sola fe (cf. Ef. IV,5); y , por lo tanto, quien rehusare oír a la Iglesia, debe ser considerado, según el mandato del Señor, como un gentil y publicano (Mt. XVIII, 17). En consecuencia, quienes están separados mutuamente en la fe o en el régimen, no pueden vivir en este único Cuerpo, ni de este único Espíritu divino» (Pío XII, Mystici Corporis). No tienen pues «cierta verdadera unión en el Espíritu Santo».

Los no cristianos y el pueblo de Dios
Sobre los no cristianos dice Vaticano II: «Por último quienes todavía no recibieron el Evangelio se ordenan al Pueblo de Dios de diversas maneras. En primer lugar, aquel pueblo que recibió los testamentos y las promesas…»: «aunque los suyos no le recibieron» dice San Juan (Jn. I,11).
«Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes que, confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un dios único, misericordioso, que juzgará los hombres en el día postrero» (L.G, cap II, 16).
Dice en cambio el Apóstol del Amor, que recostó su cabeza sobre el pecho de Jesús: «¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo que niega al Padre y al Hijo. Quienquiera niega al Hijo, tampoco tiene al Padre; quien confiesa al Hijo tiene también al Padre» (I Jn. XI, 23).
Sigue Lumen Gentium: «Ni el mismo Dios esta lejos de otros que buscan en sombras e imágenes (?) al Dios desconocido… Y la divina Providencia tampoco niega; los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios…»
La divina Providencia da el medio para que todos lleguen a un conocimiento expreso de Dios: la razón.
Así, «si alguno dijere que Dios vivo y verdadero, creador y señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por mediod las cosas que han sido hechas, sea anatema», dice el Concilio Vaticano I (D.18o6), ratificando lo que dice la Sagrada Escritura (Rom. I,20); la tradición de los Santos Padres y el Magisterio Romano (D. 1622, 1650, 1670, 1672, 1785, 1795 y 2072).
El ateísmo es pues absurdo y no «se ordena al Pueblo de Dios » sino del Diablo.

Una «Iglesia de Dios» instrumento de salvación,
más amplia que la Iglesia Católica
El mismo fatídico 21 de noviembre de 1964 el Concilio aprobó y Pablo VI aprobó, decretó y estatuyó «en el Espíritu Santo» [?] el Decreto sobre Ecumenismo, Unitatis Redintegratio.
Allí se «enseña» que: «Los hermanos separados de nosotros practican también no pocas acciones sagradas de la religión cristiana, las cuales, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, pueden sin duda producir realmente la vida de la gracia y hay que considerarlas aptas para abrir el acceso a la comunión de la salvación».
«Por ello las Iglesias y comunidades separadas, aunque creemos que padecen deficiencias, de ninguna manera están desprovistas de sentido y valor en el misterio de la salvación. Porque el espíritu de Cristo no rehusa servirse de ellas como medio de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la Iglesia Católica» (U.R. C.I 3).
Y más adelante, refiriéndose a las iglesias orientales heréticas y cismáticas, dice: «Por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas iglesias, se edifica y crece la iglesia de Dios y por la concelebración se manifiesta la comunión entre ellas»…»Y como estas iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos y sobre todo, por la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen todavía a nosotros con vínculo estrechísimo, no solamente es posible, sino que se aconseja, alguna comunión con ellas en las funciones sagradas, dadas las circunstancias oportunas y con la aprobación de la autoridad eclesiástica» (U.R. 15).
Ese mismo día y con la misma solemne fórmula, el Concilio aprobó el Decreto sobre las Iglesias Orientales Católicas «Orientalium Ecclesiarum». Allí dice que ‘para no convertirnos en obstáculo con la rigidez de nuestras condiciones a los que se salvan’ y para fomentar más y más la unión con las iglesias orientales separadas de nosotros, el Santo Sínodo determina la siguiente manera de actuar:
«Teniendo en cuenta los principios ya dichos, pueden administrarse los sacramentos de la penitencia, Eucaristía y unción de los enfermos a los orientales que de buena fe viven separados de la Iglesia Católica con tal que los pidan espontáneamente y tengan buena disposición. Más aún: pueden los católicos pedir esos sacramentos a ministros acatólicos de Iglesias que tienen sacramentos válidos, siempre que lo aconseje la necesidad o un verdadero provecho espiritual y sea física o moralmente imposible acudir a un sacerdote católico».
Y luego:….»Esta manera más suave de comunicación en las cosas sagradas con los hermanos de las Iglesias orientales separadas se confía a la vigilancia y dirección de los jerarcas de cada lugar; éstos deben deliberar entre sí y, si hay lugar, oír también a los Jerarcas de las iglesias separadas; y así encauzar el trato entre los cristianos con preceptos y normas oportunas y eficaces» (O.E. 26-27-29).

La Reacción Tradicionalista
Frente a esta ofensiva modernista se alzó una reacción apoyada en la tradición perenne de la Iglesia, de allí el nombre de «Tradicionalista» que tomaron quienes resistían a aquéllos.
Mas el demonio, que no duerme, no deja de tentar a quienes quieren luchar el buen combate de la Fe.
Dice San Ignacio: «en las personas que van intensamente purgando sus pecados, y en el servicio de Dios Nuestro Señor de bien en mejor subiendo…propio es del mal espíritu morder, tristar y poner impedimentos inquietando con falsas razones, para que no pase adelante…»(1) «trayendo razones aparentes, sotilezas y assiduas falacias». (2)
Así muchos tradicionalistas, que comenzaron luchando bien contra el modernismo conciliar, a menudo continuando el combate espiritual de una vida, acabaron en soluciones contradictorias, confusas, imposibles de sintetizar en proposiciones netas.
La Iglesia supo siempre condensar su doctrina en símbolos o credos, tal el símbolo de los apóstoles, el símbolo de Nicea, el atanasiano o quicumque, el de San Dámaso. Lo mismo hizo con los errores de cada época. Véanse en el Denzinger las condenas de los errores cristológicos de los primeros siglos, y luego contra los cátaros, begardos, Wiclef, Juan Hus, Miguel de Bay, Martin Lutero, el Sínodo de Pistoia, los errores modernos en el Syllabus, etc, etc.

El Hereticismo
Una reacción que se desvió fue el «hereticismo». Dice al respecto el Dr. Johas (3):
«Aparentemente Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer habían levantado una bandera ortodoxa dentro de la Iglesia como San Atanasio: el «deber de defender nuestra fe». Sin embargo, la definición de ese «deber», del modo de ejercer esa «defensa» y la determinación de la «fe» a ser defendida despertaron y despierta fundadas sospechas sobre la ortodoxia de los prelados».
«Para defender la Iglesia hereticista el autor [el «teólogo lefebvrista» que refuta Johas] comienza por esfumar los límites visibles de distinción entre católicos y herejes; después entre papa católico y herético, para finalmente defender la compatibilidad del papado con la herejía. Son tres líneas de defensa y justificación de la Iglesia «imperfecta» y «pecadora».
Y así dice el «autor»: «Pues el Papa no se atiene a las prácticas de siempre, predica novedades a veces incompatibles con la doctrina enseñada siempre y en todas las partes»…»Juan Pablo II organiza el acto sacrilego de Asís»…..»Todo católico puede pensar que Pablo VI y Juan Pablo II han incurrido en herejía material, es decir, que son materialmente herejes»…»En esos casos no sólo es posible, sino necesario y un deber desobedecer; es momento de hacer una exhortación a conservar la unidad en torno a aquellos dos obispos que representan lo que ROMA significa y tendría que ser para los católicos.»
El mismos Mons. Lefebvre decía (4) poco antes (el 30.V.) de las consagraciones episcopales de junio 1988, respecto a los inconvenientes del acuerdo con Roma: «Disociación de nuestra unidad moral creada en torno a mi persona…»
León XIII en Satis Cognitum los refuta y enseña que «es a Pedro a quien el Señor habló: a uno solo a fin de fundar la unidad por uno solo» (5) Y luego «San Cipriano afirma que la Iglesia Romana es la raíz y madre de la Iglesia católica (6), la Cátedra de Pedro y la Iglesia principal aquélla de donde ha nacido la unidad sacerdotal…(7) porque está ocupada por el sucesor de Pedro…y porque en la sociedad cristiana la causa eficiente de la unidad es la Iglesia romana».
«Es pues sólo uno sobre quien edifica la Iglesia…. Y …para poner la unidad en plena luz, coloca en uno solo, por su autoridad, el origen y el punto de partida de esta misma unidad»(8).
«Y San Optato de Milevo escribe (9): En esta cátedra única es en la que todos debían guardar la unidad… y que fuera adelante cismático y prevaricador quien elevara otra Cátedra contra esta Cátedra única».
«De aquí también esta sentencia del mismo San Cipriano, según la que la herejía y el cisma se producen y nacen, del hecho de negar al poder supremo la obediencia que le es debida: La única fuente de donde han surgido las herejías y de donde han nacidos los cismas, es que no se obedece al Pontífice de Dios, ni se quiere reconocer en la Iglesia un solo Pontífice y un solo juez que ocupa el lugar de Cristo (10).
Concluye su razonamiento León XIII: «Nadie, pues, puede tener parte en la autoridad, si no está unido a Pedro, pues sería absurdo pretender que un hombre excluido de la Iglesia, tuviere autoridad en la Iglesia».

¿Santísimo Padre y Anticristo?
Veamos cómo habló Mons. Lefebvre durante el año anterior a las consagraciones episcopales que realizara en Ecóne, en junio de 1988. Y cómo durante las negociaciones (julio 1987 a junio 1988) se dirigía a los «anticristos que ocupan la Cátedra de Pedro y los puestos de autoridad en Roma» [carta privada a los futuros obispos de Agosto 1987](11).
Asi le escribe al Card. Ratzinger el 15 de abril de 1988: «…Nos encaminamos hacia un acuerdo de lo cual estamos muy felices […].
«Le ruego Eminencia, expresar al Santo Padre mi vivo agradecimiento y el de todos los que represento y recibir mis sentimientos respetuosos y fraternales in Christo et Maria.»
El 4 de mayo establecen un Protocolo de acuerdo, que se firma el 5. En él se conoce a Juan Pablo II como Pontífice Romano, Vicario de Cristo.
«A propósito de ciertos puntos enseñados por el Concilio Vaticano II o que concierne a las reformas posteriores de la liturgia y del derecho y que nos parecen dificilmente conciliables con la Tradición nos comprometemos a tener una actitud positiva de estudio y de comunicación con la sede Apostólica, evitando toda polémica.
Reconoce la validez del Novus Ordo Missae y de los sacramentos celebrados según los rituales de «los Papas Paulo VI y Juan Pablo II» (la validez de los nuevos ritos del Orden sagrado es gravemente cuestionada por su semejanza con los ritos anglicanos).
Promete respetar el código de Derecho Canónico promulgado por el «Papa» Juan Pablo II, quedando salva la disciplina especial concedida a la Fraternidad por la ley particular. Este nuevo código permite dar los Sacramentos a cismáticos y herejes.
Hace siete años decíamos en ROMA (№85): «Apoyados pues en las Sagradas Escrituras y en la tradición, la doctrina unánime de sus santos doctores y teólogos y los ejemplos de sus santos, decimos no a este Nuevo Código y a los contradictorios documentos conciliares y post-conciliares que lo prepararon y sirven de aclaración, como decimos no al Pecado».
Pero el 6 de mayo Mons. Lefebvre escribió al Card. Ratzinger:
«Prácticamente, diferir la consagración episcopal a una fecha ulterior no fijada; sería la cuarta vez que aplazó la consagración. La del 30 de junio había sido indicada en mis cartas precedentes como fecha límite […]».
«Todos desean que esta consagración se realice con el acuerdo de la Santa Sede […] Esperando que este pedido no sea un obstáculo irreductible para la reconciliación en curso, le ruego, Eminencia, reciba mis sentimientos respetuosos y fraternales in Christo et María».

Y el 20 de mayo escribió a Juan Pablo II:
Santísimo Padre:

«Mientras nacia cierta esperanza en relación a la posible solución del problema de la Fraternidad, luego de la firma del Protocolo surgió una grave dificultad respecto al Episcopado acordado a la Fraternidad para sucederme en mi función […]

El 30 de junio se me presenta como la última fecha para realizar esta sucesión (…)»

Santísimo Padre, poned un término a este doloroso problema… «El desarrollo de ese ambiente renovado, alentado por Vuestras decisiones, Santísimo Padre…»
«Si me permito someter estas consideraciones a Vuestro juicio, es con el más profundo deseo de ayudaros a solucionar esos graves problemas que vos os esforzáis por resolver en el curso de vuestros viajes apostólicos.
Dignaos recibir, Santísimo Padre, la expresión de mis sentimientos respetuosos y filiales en Jesús y María»

Pero fracasaron las «negociaciones» con el «Santísimo Padre anticristo».
Así lo entendió Mons. Lefebvre y así lo expresó al Papa en la carta del 2 de junio:
«Santísimo Padre:

«[…] En razón del rechazo de considerar nuestros pedidos y siendo evidente que el objetivo de esta reconciliación no es en absoluto el mismo para la Santa Sede que para nosotros, creemos preferible esperar momentos más propicios cuando Roma vuelva a la Tradición». «Pero eso nosotros nos daremos, nosotros mismos, los medios para proseguir la obra que la Providencia nos ha confiado, asegurados por la carta de su Eminencia el Cardenal Ratzinger, fechada el 30 de mayo, que la consagración episcopal no es contraria a la voluntad de la Santa Sede, puesto que fue concedida para el 15 de agosto.»
«El Card. Ratzinger le había escrito el 30 de mayo: «El Santo Padre confirma… que El está dispuesto a nombrar un Obispo miembro de la Fraternidad y … que la consagración pueda realizarse para la clausura del año Mariano, el 15 de agosto próximo. Pero como Ud. recientemente anunció la intención de ordenar tres obispos el próximo 30 de junio con el acuerdo de Roma o sin él, es necesario que diga claramente que renuncia a ello y que se somete con plena obediencia a la decisión del Santo Padre» (12).
Cuando leímos en el Dossier los términos y expresiones de las tratativas de Mons. Lefebvre con Juan Pablo II y el Cardenal Ratzinger, y en la revista Credidimus Caritatis, la carta enviada a los futuros obispos al mes de comenzar aquéllas, donde Monseñor dice que «la sede de Pedro y los puestos de autoridad en Roma están ocupados por anticristos», nos quedamos pasmados ante la doblez intelectual y moral que ello significaba. ¿A quién hemos seguido durante 15 años como maestro y guía espiritual? nos preguntamos.

Un dilema de hierro

Repetimos lo que dijimos hace 3 años en ROMA 108:
«- ¿Cómo puede ser Anticristo y Papa válido?
– Si es Anticristo, ¿cómo se dialoga con él?
– Si es Papa válido ¿para qué se necesita confirmación por un sucesor?
– Si no necesitaba la autorización de la «Santa Sede» (sic) ¿para qué la solicitó?
– Y si era necesaria ¿cómo rompió las negociaciones y consagró obispos por su cuenta?» […]

«Y bien, hacemos un llamado a los sacerdotes y fieles, que aman a nuestra Santa Iglesia la única esposa de Cristo sin mancha ni arruga, y por fidelidad a Ella han seguido a Mons. Lefebvre, un llamado en que ponemos el corazón.

«El dilema se plantea exigiendo una definición donde se juega la vida del alma.

«1) Si Juan Pablo II es el verdadero Papa hay que acatar su autoridad en materia de fe y costumbres, régimen y disciplina, pues: «Someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda humana creatura» (Bula Unam Sanctam: D. 469).
«2) Si no lo es hay que decirlo: «Pues con el corazón se cree para justicia y con la boca se confiesa para salud» (Rom. X,10). Para salud eterna. «Pues prestando obediencia a quien no es Papa y tributándole honores papales se quebranta el primer precepto…» no adores a dios extranjero, ni ídolo, ni estatua, ni semejanza alguna del cielo.» ¿Qué otra cosa es el falso papa sino un dios extranjero en este mundo, un ídolo, una estatua, una imagen ficticia de Cristo? Si existe el cisma, es necesario que haya cismáticos, que no son precisamente los que obedecen al papa verdadero, sino los que obedecen al falso como si fuera legitimo»(13).
Cerramos este capítulo con las palabras del Dr. Johas (14): La «Iglesia» que predica la existencia posible de credos «no ortodoxos» y de papas o «no perfectamente católicos», no es la católica, la «unam sanctam». Es una secta opuesta a ella. Sus enviados, dice el Tridentino, no son «ministros de la Iglesia, sino ladrones y salteadores que no entraron por la puerta»; son «non missi» que «vienen de otra parte, pero no legítimos ministros de la palabra y de los sacramentos»»(D.S. 1769 y 1777).

El Papa Materialiter
«En esta orfandad de guías y maestros en que nos encontramos los cristianos, ante la defección de los dos obispos que mucho admiramos y seguimos (y por quienes aun rezamos), muchos tradicionalistas tienen la tentación de seguir al P. Guérard des Lauriers, consagrado obispo por Mons. Ngo Dinh Thuc, ex arzobispo de Saigón y luego de Hue en Vietnam…»
«Guérard des Lauriers, fue el inventor de la teoría del Papa «materialiter», tesis absurda que contradice los principios de la filosofía, pues como Santo Tomás dice: «no puede existir materia sin forma» (IIIa.q. 75, a.3, corp).
«Según esta «doctrina nueva e ignorada » (San Vicente de Lerins, Conmonitorio, #21), de la cual no hay rastros en veinte siglos de tradición:

«1) Juan Pablo II (como antes Pablo VI) es Papa materialmente porque fue elegido válidamente [?] y aceptado como tal por la Iglesia [?]. Es nuestro Pontífice. Se debe rezar por él «en tanto sea Papa» y no elegir a otro en su lugar. Pero:
«2) No es «Papa formalmente»: hace cisma con toda la tradición «incapaz» de ejercer el poder pontificio, perdió toda jurisdicción, sus órdenes y actos son inválidos, no se puede decir: «una cum» él en el Canon de la Misa.
«El Abbé V.M. Zins ha debelado estos errores del «guerardismo» y demostrado la falacia de esa distinción, hija del idealismo moderno y no del realismo tomista, «las contradicciones de la falsa ciencia» (I Tim. VI,20) y las herejías en que incurre su autor.»

«Pero nunca obtuvo una respuesta directa de Guérard des Lauriers; solo uno de sus discípulos, el norteamericano Mac Kenna se dignó contestarle, aunque también cortó la correspondencia, después de «sostener a la vez a la autoridad Pontificia como la forma accidental (de la cual el papa materialiter puede carecer] la esencia del Pontificado Supremo» (S.T.P. 7, p.38)
¿Qué más decimos de esta distinción, desconocida hasta ahora en la teología católica? Algunos, de virtud no desdeñable, buscando una salida a la tremenda crisis conciliar han adherido a esta expresión o al menos la han aceptado diciendo que es una manera de expresar. En el mejor de los casos, no aclara nada, sino confunde o distrae.
Recordamos la regla de San Ignacio, que «si en el discurso de los pensamientos que trae acaba en alguna cosa mala o distrativa… clara señal es preceder de mal spíritu» enemigo de nuestro provecho y salud eterna»(15).
San Vicente de Lerins en su «Conmonitorio. Apuntes para conocer la fe verdadera» (16), comenta la Epístola de San Pablo a Timoteo:
¡Oh Timoteo!, guarda el depósito, evitando las novedades profanas en las expresiones y las contradicciones de la falsa ciencia, que, al profesarla algunos vinieron a perder la fe (17)…
«Las novedades profanas en las expresiones son pues, las novedades concernientes a los dogmas, cosas y opiniones en contraste con la tradición y la antigüedad….»
San Vicente de Lerins trae las expresiones del Papa Sixto (op.cit. #32):
«Nada le es lícito a la novedad, porque nada es lícito añadir a la antigüedad. La fe límpida de nuestros padres y su religiosidad no deben ser enturbiadas por ninguna mezcla de cieno».

«Sea pues vuestro lenguaje: Sí, sí; No, no. Lo que esto sobrepasa es del Malo» (Mt. V,37).

Una refutación sin respuesta
Hemos estado releyendo los números de Sub Tuum Praesidium (18) del Abbé Zins, donde este demuele al guerardismo, su absurdo del papa «materialiter» y sus consecuencias. No es ignorándolo que se lo refuta. Abrimos las columnas de ROMA a quien quiera hacerlo.
«El P. Barbara, el 2 de julio de 1988, en La Nouvelle Republique (p.5.) declaraba abiertamente: «Juan Pablo II es el Papa, sin tener la autoridad pontificia». Lo cual sabemos fue así condenado: si alguien dice que el Pontífice Romano no tiene el pleno y supremo poder de jurisdicción sobre la Iglesia Universal… sea anatema»(Pastor Aeternus)» [Vat. I, D. 1831] (S.T.P. n° 13, p. 43).
El mismo Padre en «Nueva carta a los abonados de Forts dans la Foi» había dicho: «En cuanto a saber por qué los promulgadores de Vaticano II han perdido la autoridad, puesto que la mejor de las explicaciones que se podrían dar no puede exceder la certeza de una opinión, y que una opinión, aún seria, no puede comprometer la conciencia sino de aquéllos convencidos de su justeza, a la espera del veredicto de la Iglesia, dejaremos a cada uno la libertad de adoptar la que juzgue la mejor», (p. 22).
Y agrega «es absolutamente necesario obligar a la autoridad suprema (?) así cuestionada a abrir el proceso canónico a todos los tradicionalistas», e igualmente en la misma p.22: «Pensamos que está en nuestro poder ejercer sobre los responsables de la nueva Iglesia una presión suficiente para obligarlos a abrir en fin el proceso canónico de nuestra resistencia» (S.T.P. n° 11, p. 38)
Y el mismo en un n° 3 de una 3a serie de Forts dans la foi: «Los papas del Vaticano II son papas sin papado… no tienen la autoridad… Les queda haber sido regularmente elegidos por los cardenales y de ocupar de hecho la sede de Roma. (Juridicamente la Santa Sede no está vacante). Cuando su ocupante posee todo lo necesario para ser un verdadero sucesor de Pedro, se [?] dice que él es formalmente Papa. Los papas de Vaticano II que ocupan la Sede de Roma sin la investidura por Cristo que da al elegido la autoridad pontificia, ¿cómo llamarlos? Algunos teólogos dicen que son papas materialiter… Poco importa el nombre…. la realidad es que los papas de Vaticano II no tienen la autoridad apostólica» (p. 46-47) (S.T.P.14,En.89,p.36)
En S.T.P. n° 8, p. 37 en «tres puntos que los guerardianos se rehusan a contestar», dice el Abbé Zins que: «puesto que los ‘guerardianos’, explícitamente F. Mac Kenna, afirman por una parte que Karol Wojtila no tiene la autoridad pontificia, la jurisdicción universal y reconocen por otra parte que esta jurisdicción universal es la esencia del Pontificado Romano…deben reconocer que pese a sus afirmaciones contrarias y sus sutiles distinciones, esto implica que Karol Wojtial no tiene aquello sin lo cual el soberano Pontífice no puede ser ni ser concebido y que no es absolutamente Papa».

«Oh Timoteo guarda el depósito evitando las novedades profanas…»
Hacemos un llamado patético a quienes queriendo reaccionar contra el Modernismo conciliar y trabajar por una solución a la ya prolongada vacancia en la Iglesia, adhieren a esta postura.
Ella confunde, divide a la pequeñísima grey que lucha, consolida la vacancia de la Sede, la institucionaliza, pues no hay manera de salir de ella dentro de las leyes de la Iglesia. No implora sino, en los hechos, exige el milagro. «Los judíos piden milagros, los griegos sabiduría, mas nosotros predicamos a Cristo crucificado….»
Mas «el cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia Católica Romana son una sola misma cosa»(D2319) (19). «Enseñamos y declaramos que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras, y que esta potestad de jurisdicción del Romano Pontífice es inmediata. A esta potestad están obligados por deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia, los pastores y fieles de cualquier rito y dignidad, ora cada uno separadamente, ora todos juntamente, no sólo en las materias que atañen a la fe y las costumbres sino también en lo que pertenece a la disciplina y régimen de la Iglesia difundida por todo el orbe; de suerte que guardada con el Romano Pontífice esta unidad tanto de comunión como de profesión de la misma fe, la Iglesia de Cristo sea un solo rebaño, bajo un solo pastor supremo. Tal es la doctrina de la verdad católica, de la que nadie puede desviarse sin menoscabo de su fe y salvación». (Vat. I, D.1827)
¿Cómo se inserta aquí el Papa «materialiter»?
No exijamos, así sea implícitamente, para salir de esta prolongada vacancia y crisis generalizada una intervención del cielo que sea sine Petro o contra Petrum, que desconozca la «subordinación jerárquica», «la disciplina y régimen» con que Dios la fundó. «Si alguno, pues, dijere que no es de institución de Cristo mismo, es decir, de derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en el primado sobre la Iglesia universal…. sea antema» (Vat. I, D.1825)
«Como el autor divino de la Iglesia hubiera decretado que fuera una por la fe, por el régimen y por la comunión, escogió a Pedro y a sus sucesores para que en ellos estuviera el principio y como el centro de la unidad… Más en cuanto al orden de los obispos, entonces se ha de pensar que está debidamente unido con Pedro, como Cristo mandó, cuando a Pedro está sometido y obedece; en otro caso necesariamente se diluye en una muchedumbre confusa y perturbada» (León XIII, Satis Cognitum, D.1960)
El hereticismo lefebvrista y el guerardismo del Papa «materialiter» aceptan como normal la ruptura de la unidad, que no sea una por la fe, por el régimen y por la comunión.
Por lo tanto, «necesariamente se diluyen en una muchedumbre confusa o perturbada».
La Bula Unam Sanctam (D 468), aplica a ella el texto de los Cantares: «Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta» (Cant. VI,8). Si es perfecta no se la puede alterar.

Dios habla por las leyes y costumbres de su Iglesia
Dice San Vicente de Lerins: «Es pues, sumamente necesario, ante las múltiples y enrevesadas tortuosidades del error, que la interpretación de los profetas y de los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico».
«En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico… Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los obispos y maestros». (Conmonitorio #2).
Así pues «es propio de los católicos custodiar el depósito transmitido por los Santos Padres, condenar las novedades profanas y, como muchas veces repitió el Apóstol, descargar el anatema sobre quien tiene la audacia de anunciar algo diverso de lo que ha sido recibido» (id. # 26).
Sigamos pues el Magisterio de la Iglesia expresada en Bulas, Constituciones, breves, encíclicas; la doctrina de sus doctores, el Código de Derecho Canónico, los ejemplos de sus santos, la filosofía tomista recomendada por la Iglesia, sin pretender elaborar doctrinas propias.
Como ella es perfecta, debemos creer que en su legislación doctrinal y canónica, Dios dio los medios para salir de esta crisis.

Dios habla cuando quiere y como quiere
Pero ¿cómo se llegó a este estado? Cuando murió Pío XII la Iglesia no sólo tenía esos medios sino seminarios de hasta 1000 alumnos, decenas de miles de misioneros en el mundo entero, una Gregoriana, un Angélico, un Lateranense, una curia Romana con un Santo Oficio, firmes en la doctrina. Esos Pastores y Doctores «¿qué se fizieron?».
Creemos que Dios habla no sólo por la doctrina y el Magisterio sino a quien quiere, cuando quiere y como quiere. Si San Francisco o San Ignacio hubieran dicho que no al llamado divino ¿la historia de la Iglesia hubiera sido la misma? Si San Pío no hubiera rezado ¿se habría dado Lepanto? Si Pelayo no hubiera escuchado a la Virgen, sino al Arzobispo don Oppas que lo instaba a parlamentar con los moros, hoy usaríamos albornoz y turbante. Dios envió un ángel al centurión Cornelio y una visión a San Pedro para iniciar el bautismo de los gentiles. Y bien, los hombres de la Iglesia en el siglo XX, no oyeron a la Virgen Santísima.
Benedicto XV en 1917 pidió su ayuda para terminar la Primera Guerra Mundial. Ella vino enseguida y en una serie de apariciones en Fátima que culminaron con un milagro visto por 70.000 personas -que hasta el anticlerical diario «O Seculo» de Lisboa tuvo que registrar- dijo lo que ella quería.
Pío XII dijo: «Para Fátima no hay más tiempo para dudar; hay que pasar a la acción». «El mensaje de Fátima, es mi propio Mensaje»….»El Papa de Fátima soy yo…»
Pero los hombres de Iglesia -incluso Pío XII que vio 4 veces el milagro del sol cuando definió el dogma de la Asunción- no cumplieron el pedido de la Virgen Santísima tal como Ella lo formuló. Por eso el mensaje de Fátima está incumplido e inconcluso:
1) Rusia no fue consagrada con especial mención, al Inmaculado Corazón de María, por el Santo Padre en unión con todos los obispos del mundo (fieles), como le dijo Lucía en su carta del 2.XII.1940 a Pío XII.

2) El tercer secreto que debía ser dado a conocer antes de 1960 aún no lo fue.
3) «Vendré aquí una séptima vez» dijo Nuestra Señora el 13.V.1917 y aún no vino.

4) Lucía aún vive (tiene 84 años). Ella pidió a la Virgen Santísima de llevarlos a los 3 pastorcitos al Paraíso. Nuestra Señora le dijo: «Sí, a Jacinta y a Francisco vendré pronto a buscarlos. Pero tú, te quedarás algún tiempo ahí abajo. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón».

Dejados a nuestras solas fuerzas no podemos nada. Ni podremos ponernos de acuerdo los pocos que luchamos contra la subversión conciliar. En Fátima, en octubre del año pasado nos reunimos 5 sedevacantistas de diversas naciones: no pudimos elaborar una declaración conjunta.
No se trata de la devoción a la Virgen en que todos concordamos, sino que la solución de la crisis actual pasa por el cumplimiento de su pedido, como que a esta crisis llegamos por no haberlo hecho.
Como Samuel decimos: «Habla Señora que tu siervo escucha» y pedimos: «¡Danos fuerzas contra tus enemigos!».
Esperamos así el cumplimiento del mensaje y decimos: «¡Ven Señor Jesús!» Ven como vienes siempre: como lo hiciste en la Encarnación, como vienes a cada alma, como vendrás en la Parusía con gloria y majestad: ¡por María Santísima!
¡Corazón Santísimo, Corazón Amantísimo de Jesús y María, ten misericordia de nosotros!.
Ing. M. Roberto GOROSTIAGA
ROMA
AÑO XXIV, N»120 – BUENOS AIRES- MES DEL ROSARIO 1991

código de derecho canónico.
2261
1- El excomulgado no puede licitamente hacer ni administrar Sacramentos o Sacramentales, salvas las excepciones que siguen.

§ 2. Pueden los fieles, sin perjuicio de lo que se prescribe en el § 3, pedir por una causa justa cualesquiera Sacramentos o Sacramentales a un excomulgado, sobre todo si no hay otros ministros, y en ese caso el excomulgado asi requerido puede administrarlos, sin que tenga obligación alguna de preguntar a quien le requiere la causa de la petición.
§ 3. Pero a los excomulgados vitandos y a otros excomulgados, cuando ha mediado sentencia condenatoria o declaratoria, sólo en peligro de muerte pueden los fieles pedirles tanto la absolución sacramental, a tenor de los cánones 882 y 2252. como también, si no hay otros ministros, los demás Sacramentos y Sacramentales *.
NOTAS

(1) Ejercicios Espirituales. Primeras reglas de discreción de espíritus, 2° [315] d.
(2) Segundas reglas de discreción, í- [329]
(3) En «La defensa de la Iglesia hereticista», Roma 116, p.2, refutando al «teólogo Lefebvrista» P.Ceriaini i
(4) En «jesús Christus, Dossier especial» de la Fraternidad San Pío X.
(5) Satis Cognitum #39 ed.Guadalupe, citando a Paáano, ad Sempr. c.III, 11. P.L. 13, 1071.
(6) Satis Cognitum # 48, S.Cipr. Ep.48 ad Corn. n.3 P.L. 3,710.
(7) id. id. S.Cipr. Ep.59 ad Corn. n.14 P.L 3,732.
(8) id. #54 S.Cipr. I>; unitate Eccl. n. 4 P.L. 4,498.
(9) id. id. S.Optato de Milevo, De Schism. Donat. Lib. 11,2. P.L. 11, 947.
(10) id. id. S.Cipr. Epist. 12 ad Corn, n.5 P.L. 3,802.
(11) En Credidimus Caritati, de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, semin. de la Reja, año IV, ns18, p.5
(12) El Protocolo del 5.V y la correspondencia están tomados del Dossier especial ya citado.
(13) S. Vicente Ferrer, del Tratado del cisma moderno, en’Biografía y Escritos». Ed BAC, Madrid, 1956, producido en ROMA nQ 98, p.21.
(14) «La Defensa de la Iglesia hereticista», ROMA 116, p.25
(15) Reglas para la 2* semana, 5« [333].
(16) Editorial Palabra, Madrid, 1976
(17) I Tim. 6,20-21.
(18) 34, ruédela Californie 37.000 TOURS, Francia. Véanse los nros. 5, 7, 8,11,13,14,25. Podemos enviar un ejemplar a quien lo pida. Podemos discrepar con el Abbé Zins en otras cosas, pero en 5 años y 20 números de su revista no le han contestado sobre este tema.
(19)Pío XII en Humani Generis (1950) reafimando la doctrina revelada expuesta en Mystici Corporis AAS 35 143) 193 s.