MONSEÑOR SANBORN RESPONDE A LA TEOLOGÍA HERÉTICA DE MON. WILLIAMSON
RESPUESTA AL OBISPO DE LA FALSA RESISTENCIA, MONS. WILLIAMSON
SOBRE LA VACANCIA DE LA SEDE ROMANA
Por Monseñor obispo Sanborn
Sobre la herejía que niega la indefectibilidad del Vicario de Cristo sostenida por los obispos Williamson, Faure, Gerardo Zendejas, Dom Tomás, los dominicos de Avrillé …, y toda la teología de la FSSPX,
Introducción de la Respuesta. (1)
Cada hereje apela a alguna forma de revelación, bien a las Escrituras o bien al obispo Williamson quien ha colocado recientemente en su blog Kyrie Eleison una serie de artículos que tratan de refutar el sedevacantismo. Después de haberse rodeado de los más acérrimos antimodernistas de la Fraternidad de San Pío X, el obispo Williamson, creo yo, ha hallado entre ellos cierta tendencia al sedevacantismo. Algunos de ellos se profesan sedevacantistas, aunque opinionistas en la mayoría de los casos. Esto significa que aunque ellos piensan que Bergoglio no es el Papa, reconocen que la opinión contraria, o sea que Bergoglio es el Papa, tiene algunos argumentos probables en su favor. Estoy seguro de que mi visita a Inglaterra agitó recientemente un poco estas cuestiones.
En este artículo, respondo a dos de los artículos del blog del obispo Williamson, el número 343 de 8 de febrero de 2014 y el 344 de 14 de Febrero de 2014. Déjenme decirles que no tengo ningún conflicto personal con Mons. Williamson, a pesar de nuestros muchos años de oposición en el pasado. Entonces se mantuvo la discusión en un nivel alto y racional, y tengo la intención de seguir haciendo lo mismo. He resumido y parafraseado sus argumentos en aras de la brevedad.
PRIMER ARGUMENTO
En el primer argumento [Tomado de N° 3431 Mons. Williamson defiende la postura de Mons. Lefebvre, de aceptar los papas Novus Ordo, pero al mismo tiempo tamizando sus enseñanzas y disciplinas en lo que es católico, y rechazando aquello que no es católico. Él dice que hacerlo por propia elección personal sería equivalente a la herejía, pero no sería equivalente a la herejía, si uno hiciera esta elección basándose en una tradición de dos mil años. Tradición a la que se acude para hacer la elección de una doctrina contraria a las enseñanzas de la Iglesia Católica. Así pues, el acudir a la tradición católica para elegir la doctrina no es caer en el espíritu de la herejía. ¿Por qué? Porque él apela a la Tradición, la cual está por encima del Magisterio de la Iglesia. El Magisterio, sin embargo, es infalible, y a causa de ello es necesariamente tradicional. (2) La jerarquía católica es la garante de la conformidad de la enseñanza actual con la enseñanza tradicional. No podemos, por un lado considerarla como autoridad, y al mismo tiempo decir que su doctrina se desvía de la Tradición. Apartarse de la Tradición es estar en el error. Incluso la noción de infalibilidad incluye que la doctrina que enseñan está en conformidad con la Tradición. ¿Cómo podría ser no infalible si se apartara de la Tradición? Si su doctrina se apartase de la Tradición, sólo hay una cosa que decir: no es la autoridad, ya que manifiesta en ello que no recibe la asistencia de Cristo en la promulgación de la doctrina. Los católicos, en consecuencia, no necesitan y no pueden tamizar el Magisterio de la Iglesia para ver si hay error o herejía. El propósito mismo de la Iglesia Católica es enseñar a la raza humana, infaliblemente, en el nombre de Cristo, que da su asistencia permanente a la Iglesia para hacer exactamente esto. Además, el sistema consistente en cribar el Magisterio atendiendo a la Tradición despoja de autoridad a los supuestos papas y obispos. La autoridad en tal caso, en realidad, queda negada por el que hace esta criba ya que ella tiene la última palabra para decir lo que es católico o no. Al despojar así a la jerarquía del Novus Ordo, de su autoridad para enseñar, regir, y santificar a la Iglesia, Mons. Williamson, en realidad, está abogando por el sedevacantismo.
SEGUNDO ARGUMENTO
El obispo Williamson cita el argumento de los sedevacantistas alegando que los «papas» del Vaticano II han promulgado falsas doctrinas, disciplinas y culto. Al hacerlo, destruirían la indefectibilidad de la Iglesia, si fueran verdaderos papas. Para contrarrestar este argumento, aduce el caso del papa Liberio [352-366], que, según él, firmó un formulario herético. En este caso, dice, la indefectibilidad no se ejerció por medio del Papa, sino por medio de San Atanasio, quien permaneció ortodoxo. Asimismo, en nuestro tiempo, la indefectibilidad [de la Iglesia] está asegurada gracias al arzobispo Lefebvre y a los que le siguen.
Respuesta. Hay tres cosas que abordar aquí.
10 El Papa Liberio no firmó un formulario herético. Él firmó uno ambiguo, dando de él una interpretación ortodoxa. Pero incluso si uno concediese, por el bien del argumento, que firmó un formulario herético, lo cierto es que el Papa Liberio no enseñó esta doctrina a toda la Iglesia. Pero las falsas doctrinas del Concilio Vaticano II han sido promulgadas a toda la Iglesia por los «papas» del Vaticano II y sus «obispos». Este hecho constituye una diferencia esencial entre el caso de Liberio y el de los «papas» del Vaticano II. De ahí que la analogía sea falsa.
2°La indefectibilidad no puede salvarse con la fidelidad de un obispo o de algunos obispos a los que los fieles deben adherirse. La Iglesia Católica es esencialmente jerárquica, y por tanto uno no puede separar sus actos y sus atributos del Papa y de la jerarquía universal. Lo que hacen, queda hecho. Si ellos FALLAN [en la Fe], eso no deja de ser un fallo.
El don de profecía en el Antiguo Testamento, que fue la misión de enseñar infaliblemente la revelación de Dios a los judíos, ha sido trasladado por Cristo en el Nuevo Testamento a la jerarquía católica. Por tanto no puede haber un «profeta-obispo», como el arzobispo Lefebvre para tamizar la enseñanza de la jerarquía católica, y convertirse a sí mismo en la autoridad infalible. La infalibilidad y la indefectibilidad de la Iglesia Católica se ejercen por el Papa y los obispos unidos a él. Ésta no queda asegurada por uno o unos pocos obispos que se arrogan el ser correctores del papa y del resto de la jerarquía. Sostener esta teoría arruina la misma constitución divina de la Iglesia Católica. La esencia del catolicismo es que está dotado de una jerarquía que tiene el poder de enseñar, regir, y santificar en el nombre de Cristo y con la misma e idéntica autoridad de Jesucristo. Si los fieles, para llegar a descubrir la verdad sobrenatural, tuvieran que correr a los profetas-obispos, como si éstos fueran los avisadores del error, ellos mismos se colocan contra esta jerarquía, cayendo por el suelo así la naturaleza y la esencia de la Iglesia Católica.
En otras palabras, nadie puede hablar en nombre de Dios por encima o al margen de la jerarquía católica.
3º El sistema utilizado por el Obispo Williamson, de cribar el magisterio con el fin de determinar su conformidad con la Tradición, arruina por completo la regla católica de la fe, que es el magisterio de la Iglesia Católica. Su sistema [el de Williamson] es esencialmente el de los protestantes. Ellos sostienen que cada individuo debe decidir por sí mismo lo que es la verdadera interpretación de las Escrituras. El Obispo Williamson dice que cada católico debe decidir por sí mismo lo que él considere que está en conformidad con la tradición o no. Tal regla de fe llevaría exactamente a lo que el protestantismo es: un conjunto de personas que no tienen en absoluto la unidad de la fe, que sin cesar disputan acerca de lo que dicen las Escrituras, y que se han dividido en una miríada de formaciones dogmáticas.
Hay muchos casos en la historia de la Iglesia Católica en el que esta apelación a la Tradición, como si fuera un tribunal superior, contra la cabeza del magisterio, ha llevado a graves errores. Los donatistas se convirtieron en cismáticos, por ejemplo, porque pensaban que la Iglesia se equivocó al aceptar como válidos los sacramentos de los que habían caído en la apostaría durante la persecución. Los griegos entraron en cisma en el siglo XI, porque decían, entre otras cosas, que el uso de los panes sin levadura, en el rito romano no era tradicional, y por lo tanto no era válido. También rechazaban la primacía del Papa con el argumento de que no era tradicional. Los viejos católicos en el siglo XIX rechazaron igualmente la infalibilidad papal alegando que no era tradicional.
También los modernistas sostienen que la Iglesia católica con el tiempo evolucionó hasta ser algo que no se encuentra en la Iglesia primitiva, y por tanto no es tradicional. La reforma litúrgica de la década de 1960 se basó en la falsa noción del arqueologismo, esto es, que los períodos medievales y el tridentino crearon una liturgia que no estaba en conformidad con la tradición primitiva. Los Feeneyitas afirman que la doctrina católica del bautismo de sangre y de deseo no puede conciliarse con la Tradición, sino que fue inventada en el siglo diecinueve.
La idea del Obispo Williamson, de tamizar el magisterio con la Tradición, lo cual es una invención cocinada en Ecóne, es un potencial nido de herejías y de cismas, y coloca a la Tradición Católica en las peores compañías.
TERCER ARGUMENTO
El obispo Williamson afirma correctamente: «Lo que los obispos del mundo enseñan, en unión con el Papa, es Magisterio de la Iglesia, el cual es infalible.» Entonces propone el argumento de los sedevacantistas que deducen que puesto que el Concilio Vaticano II ha sido promulgado por los «papas» y los «obispos» del Vaticano II, es imposible que sean verdaderos papas y verdaderos obispos. El obispo Williamson responde a esto diciendo que el Magisterio universal ordinario del Concilio Vaticano II y de los años siguientes no es conforme con la Tradición. Por tanto no es magisterio ordinario universal. Y en consecuencia, el argumento de los sedevacantistas es falso.
Respuesta. La noción del obispo Williamson sobre el magisterio ordinario universal (en adelante, MOU) es falsa. Proviene de una teoría que circulaba comúnmente en Ecóne cuando yo estaba allí, que establecía que una enseñanza no podía considerarse como MOU si no era conforme con la Tradición. En consecuencia, desde este punto de vista, sería posible, que el Romano Pontífice, junto con todo el cuerpo de obispos enseñaran a toda la Iglesia una doctrina que fuera, en realidad, una herejía. Tal afirmación, en sí misma, es una herejía.
En ninguna parte puede encontrarse esta idea Econiana (de tamizar el MOU) tanto en los manuales de teología dogmática como en la enseñanza de la Iglesia Católica. La definición del MOU dada por el P. Reginald-Maria Schultes OP, escrito en 1931, es como sigue: «El magisterio ordinario y universal se ejerce cuando la Iglesia predica la doctrina revelada, la enseña en sus escuelas, la publica por medio de los obispos, y dan testimonio de ella como perteneciente tanto los Padres de la Iglesia como a los teólogos en general.». 1
Todos los teólogos católicos coinciden en esta definición.
El P. Sylvester Berry escribe:
La autoridad de la enseñanza ordinaria de los obispos está en que dan la enseñanza de los fieles en sus respectivas diócesis mediante cartas pastorales, o en sermones predicados por ellos mismos o por otras personas autorizadas para tal fin, y mediante catecismos y otros libros de instrucción editados o aprobados por ellos. Cuando los obispos de la Iglesia, ejerciendo el deber de la instrucción de su gente, son prácticamente unánimes en proclamar una doctrina de fe o de moral, se dice que ejercen con autoridad la enseñanza universal y entonces son infalibles en cuanto a la doctrina. En otras palabras, una doctrina de fe o moral en la que prácticamente todos los obispos de la Iglesia están concordes, es una verdad infalible. La fe de la Iglesia creyente debe corresponder a la fe propuesta por los obispos que constituyen el cuerpo docente en la Iglesia. Por tanto, si los obispos como un cuerpo no fueran infalibles, toda la Iglesia podría ser inducida al error en cualquier momento, y consiguientemente deja de ser la Iglesia de Cristo, la columna y baluarte de la verdad. (2)
Para probar este punto, expongo a su atención el libro de texto de teología dogmática escrito por el padre. Francis Diekamp en 1917, titulado Theologiae Dogmatica Manuale. Allí dice:
Los obispos individualmente ejercen el dicho magisterio ordinario tanto en su instrucción religiosa ordinaria como en las instrucciones de este tipo que tienen lugar bajo su mando y bajo su vigilancia, y también en los juicios publicados por los Sumos Pontífices que ellos dan por escrito, en los Sínodos provinciales o diocesanos, en la condena de los errores, en las cartas pastorales, publicando catecismos y libros de devoción distribuidos en toda la diócesis, etc. Los libros litúrgicos prescritos por los obispos y sobre todo por los Romanos Pontífices son de gran importancia en las discusiones relativas a los dogmas. Las leyes, los ritos y las oraciones contenidas en ellas dan testimonio de la fe de los pastores y de los fieles. Con el consenso de todas las iglesias orientales y occidentales, en la fe, viene la obligación de dar el consentimiento de la fe. El Papa Celestino 1 [422-432] enseñó lo siguiente:
«Veámoslo dicho también en las oraciones de los sacerdotes transmitidas desde los Apóstoles [recitadas] en la celebración de los sagrados misterios, que son celebrados de manera uniforme por todo el mundo y por todas las iglesias católicas, cómo la ley de la oración establece la ley de la creencia». (Epist. 21, 11)
La doctrina de los obispos en conjunto, al igual que las definiciones ex cathedra del Romano Pontífice, no son infalibles por el asentimiento que la Iglesia creyente da a ellas, sino que son infalibles en sí mismas por razón de la divina asistencia, por la cual son preservadas de error.
La doctrina expuesta por estos autores, así como su comprensión del MOU, están en conformidad con la de todos los teólogos católicos. Está más allá del alcance de este artículo aportar las pruebas.
La noción del MOU del obispo Williamson, por otro lado, no se encuentra en ningún libro de cualquier teólogo católico o en el magisterio de la Iglesia. La idea del obispo Williamson del MOU requiere que los fieles analicen y juzguen la enseñanza universal de la Iglesia para ver si está conforme con la Tradición. En este escenario, es muy posible que pueda darse la herejía de que la jerarquía puede enseñar herejías acerca de cualquier determinado punto, pero que la infalibilidad y la indefectibilidad de la Iglesia se preservan gracias al rechazo de este magisterio, con el argumento de que a los fieles no les parece conforme con la Tradición. Esto es tan absurdo como decir «la Iglesia Católica es infalible, excepto cuando no lo es.» Por otra parte, en su sistema se requiere que los fieles decidan si aceptan o no el magisterio ordinario universal, fundándose en la creencia personal de que esté o no, en conformidad con la Tradición. En otras palabras, los fieles deben cribar la enseñanza de la Iglesia universal, cuando ésta enseña, para distinguir la verdad del error. Como he dicho anteriormente, tal noción despoja de autoridad al magisterio del Papa y de la jerarquía desplazándola al individuo, ya que él tiene la última palabra en cuanto a si la doctrina está conforme o no lo está, con la Tradición.
Lo que el obispo Williamson dice sobre la Tradición podría decirse también de la Escritura. ¿Qué se hace si se cree que algún acto del magisterio de la Iglesia no está en conformidad con la Sagrada Escritura? ¿Se tendría derecho a rechazarla, interpretando que la Escritura niega que el papa fuese el verdadero vicario de Cristo?
La realidad escalofriante es, que las ideas del obispo Williamson se ajustan perfectamente a lo que el hereje archimodernista Hans Küng dice en su libro de 1970 titulado ¿infalibilidad? Una investigación sobre ella, en el que dice que la infalibilidad de la Iglesia no está vinculada a fórmulas dogmáticas, que, según dice, en realidad pueden estar equivocadas, sino con el compromiso global y de largo plazo que tiene la Iglesia con la verdad. Küng señala:
La infalibilidad, la inerrancia, tomadas en este sentido radical, significan por tanto una fundamental permanencia de la Iglesia en la verdad, la cual no queda anulada por errores individuales.(3) Sin embargo, la permanencia de la Iglesia en la verdad no depende en absoluto de proposiciones infalibles definitivas, sino de su permanencia en la verdad en todas sus proposiciones – incluso cuando fueren erróneas -.4
Él cita Yves Congar, un colega archimodernista durante el Concilio, repitiendo: «Una u otra parte de la Iglesia puede equivocarse, incluso los obispos, incluso el Papa, la Iglesia puede ser embestida por la tormenta: Al final ella permanece fiel» 5 Pero esta afirmación de Küng se parece mucho a la postura del Obispo Williamson cuando dice:
«,Así pues, dónde, en estos tiempos oscuros, se manifiesta realmente la indefectibilidad de la Iglesia? No en la jerarquía, no en la teología, sino en esos innumerables y en gran parte desconocidos cristianos – siempre hay algunos obispos y teólogos también entre ellos – que incluso en los peores períodos de la Iglesia escucharon el mensaje cristiano, tratando de vivir de acuerdo con él, en la fe, la esperanza y el amor.»6. Ellos serían los verdaderos testigos de la verdad de Cristo.»7»
Küng cita a los cismáticos orientales con el fin de probar su punto:
Los patriarcas cismáticos escribieron a Pío IX en 1848: «Entre nosotros, ni los patriarcas, ni los Concilios jamás podrían introducir una enseñanza nueva, pues el guardián de la religión es el cuerpo mismo de la Iglesia, que es el pueblo (laos) en sí mismo. (8)
Küng cita también al teólogo cismático Alexei Khomiakov, que dice:
«La constancia invariable y la verdad infalible del dogma cristiano no depende de ningún orden jerárquico, sino que es custodiado por la totalidad, por todo el pueblo de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo» (9)
Y en los treinta y nueve artículos anglicanos leemos:
«Así como las Iglesias de Jerusalén, Alejandría y Antioquía han errado, así también la Iglesia de Roma ha cometido errores, no sólo en su vida y en la forma de las ceremonias, sino también en materia de fe.»
El obispo Williamson no puede dejar de reconocer su concordia con estos herejes protestantes, porque al mantener que la jerarquía modernista es la jerarquía católica, no puede obviar la conclusión de que «la Iglesia de Roma se ha equivocado.» Por otro lado, los sedevacantistas sostienen que las falsas enseñanzas y prácticas del Vaticano II no vienen de la Iglesia de Roma, sino de un grupo de eclesiásticos abusadores, herejes que pretenden ser la jerarquía católica. El deber de la Iglesia Católica en esta crisis es desenmascarar a estos usurpadores para denunciarlos como falsos jerarcas.
Es cierto que hay que comparar todo lo que cualquiera diga con la enseñanza tradicional de la Iglesia. De igual modo comparamos lo que oímos con los primeros principios del pensamiento, y rechazamos de inmediato lo que es contradictorio. En nuestro caso, cuando hemos visto que la aparente jerarquía católica enseña doctrinas falsas y promulga un falso culto y unas disciplinas erradas, nos es necesario llegar a la conclusión de que no son papas u obispos verdaderos, ya que es imposible que los papas verdaderos u obispos, considerados en su conjunto, hagan una cosa así. La deserción de Vaticano II de la verdad, y su enseñanza de la herejía a la Iglesia universal, son un signo infalible de que Pablo VI no era un verdadero Papa, y que nunca había sido verdadero Papa. Pues la autoridad de un concilio general depende de la del papa.
La doctrina que acabo de exponer está totalmente de acuerdo con la Sagrada Escritura, en la que San Pablo en Gálatas 1: 8-9 dice: «Mas si nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. Tal como os dije, ahora os lo repito: Si alguno os predica un evangelio diferente al que habéis recibido, sea anatema.»
Observe que él no les dice que criben las falsedades del maestro para hallar lo que quede de buena doctrina, sino que les dice que le rechazen a él también. Que él sea anatema. Esta doctrina está también en conformidad con la bula del Papa Pablo IV Cum ex apostolatus de 1559, que aboga por el total rechazo de un pontífice romano que se hallare ser herético, pero no aboga por la criba de su doctrina.
Resumo mi respuesta: El magisterio ordinarios universal, que es la enseñanza relativa a la fe y a la moral de todos los obispos dispersos por el mundo, junto con el Romano Pontífice, es infalible. Esta doctrina fue definida en el Concilio Vaticano I de 1870, y se encuentra en el Código de Derecho Canónico de 1917. Por lo tanto es herético, incluso el poner en duda lo enseñado por el magisterio universal y ordinario. Si lo que parece ser magisterio ordinario universal contradice la enseñanza de la Iglesia, entonces la conclusión necesaria es que no puede haber venido de la verdadera jerarquía de la Iglesia Católica, ya que ese magisterio no está asistido por Cristo para cometer estos errores. Es contrario a la constitución de la Iglesia rechazar el magisterio ordinario universal como falso, mientras que al mismo tiempo se acepta la jerarquía que lo promulga como verdadera jerarquía católica romana. La idea del magisterio ordinario universal del obispo Williamson es falsa y muy peligrosa, ya que conduce al católico a creer que toda la Iglesia docente, el Romano Pontífice con todos los obispos, puede enseñar el error en asuntos que pertenecen a la fe. De ahí que los principios del obispo Williamson acerca del magisterio ordinario universal no pueden ser esgrimidos en contra de los argumentos del sedevacantismo, ya que estos principios son falsos.
CUARTO ARGUMENTO (tomado del Kyrie EleisoN, n° 433)
Aquí el obispo Williamson intenta desactivar el argumento de los sedevacantistas que establecen que puesto que los papas del Vaticano II son herejes públicos, no pueden ser papas.
Él responde que los Papas conciliares, a pesar de que han declarado herejías objetivas, subjetivamente no son culpables del pecado o del crimen de herejía, debido al hecho de que no podemos probar, fuera de un tribunal de justicia, que sean realmente conscientes de contradecir la enseñanza de la Iglesia.
Respuesta. En primer lugar, es necesario revisar la distinción entre pecado de herejía y delito de herejía. El pecado de herejía es el acto de dudar o negar una verdad de fe católica. Puede ser formal o material. Herejía formal es dudar o negar la verdad con el conocimiento de que lo que se está dudando o negando, es, de hecho, un dogma católico o una enseñanza moral, y no sólo una conclusión teológica u opinión de algunos teólogos. Herejía material es dudar o negar lo que es objetivamente un dogma católico o enseñanza moral sin conciencia de que esta enseñanza pertenece a la Fe.
La herejía es también un delito, es decir, una violación de la ley de la Iglesia, para la cual hay ciertas sanciones. 10
En ambos casos, sin embargo, la comisión del pecado o del delito, si se hace en público, lleva consigo una separación automática de la Iglesia Católica.
Los moralistas son claros al afirmar que lo único que excusa de la herejía formal es la ignorancia. Uno tiene que desconocer el hecho de que está contradiciendo una doctrina católica que pertenece al magisterio solemne de la Iglesia, o al magisterio ordinario universal.
El obispo Williamson nos quiere hacer creer que, una vez establecido el hecho de la herejía, es decir, que alguien ha pronunciado una herejía, hay que presumir la ignorancia, hasta que se pruebe lo contrario en un tribunal de justicia.
De hecho es todo lo contrario. Uno es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad en todos los tribunales de justicia en relación con el hecho de un delito, pero nunca en lo que respecta a la formalidad (culpa personal) del delito. Si esto fuera cierto, sería necesario contar con dos estudios para cada crimen: uno para demostrar el hecho, y el otro para demostrar que el autor realmente sabía lo que estaba haciendo cuando lo hizo. Toda ley presume la culpabilidad formal cuando es conocido el hecho de la delincuencia. Lo mismo es cierto para el pecado. La falta de formalidad en el pecado – que alguien sea inocente por falta de advertencia – tiene que ser probada.
Voy a dar algunos ejemplos. En el caso del tiroteo en una sala de cine de Colorado que tuvo lugar en 2012, los abogados de la defensa de este joven no cuestionaron, en modo alguno, el hecho de que su cliente llevó a cabo los tiroteos y asesinatos. Ellos trataron de probar que el tirador no estaba en su sano juicio, y por lo tanto, por razones de locura, no era realmente culpable del crimen ante la ley. La carga de la prueba recae sobre ellos, no hay presunción de ley a favor del joven.
También está el famoso caso en Oyster Bay Cove, Nueva York, en un edificio que ahora sirve como centro de misas de la Sociedad de San Pío V. Hace muchas décadas hubo un asesinato en ese edificio, realizado por la esposa de un hombre a quien ella supuestamente tomó por un merodeador en medio de la noche. Ella admitió que le disparó, pero sin darse cuenta de que era su esposo y por ello lo hizo por error. Fue absuelta. La carga de la prueba del error, sin embargo, recayó sobre ella, porque la presunción de ley estaba le era contraria.
Luego está el famoso caso de Washington durante la guerra civil americana, en la que alegándose demencia temporal, se logró una absolución. Un hombre llegó a su casa inesperadamente y encontró a su mujer con otro hombre. El marido se puso tan furioso que tomó un arma y disparó de inmediato al amante de su mujer. Admitió ante el tribunal que él realizó la acción, pero se declaró inocente por falta de formalidad en el acto ya que él cayó en un arrebato de locura temporal a causa de su ira extrema.
La cuestión es que toda ley, incluyendo la teología moral y el derecho canónico, presume la culpabilidad, una vez que se ha admitido el hecho del pecado. La persona que dice que no es culpable debido a la ignorancia debe probar la falta de formalidad.
El obispo Williamson nos quiere hacer creer, en cambio, el absurdo de que los «papas» del Vaticano II son ignorantes de la fe católica. Se supone que debemos creer que Benedicto XVI, quien ha negado públicamente la resurrección de los muertos al fin del mundo, no sabe que esta doctrina es parte del Credo de los Apóstoles, del Credo Niceno y del Símbolo de San Atanasio.
El cuarto argumento del obispo Williamson, consiguientemente, se derrumba porque se basa en principios falsos respecto a la culpabilidad formal, y con la absurda suposición de que los «papas» modernistas podrían realmente ser desconocedores de la Fe.
Además, el pecado de herejía pública es, -no sólo el delito canónico- el que basta para impedir la recepción de la autoridad papal.
RESPUESTA AL KYRIE ELEISON N° 344
Esta entrega [del obispo Williamson] da una explicación de la infalibilidad de la Iglesia, que adolece, sin embargo, de los mismos errores que hemos mencionado anteriormente, similares a los de Hans Kung. Pretende separar la infalibilidad y la indefectibilidad de la Iglesia, de la jerarquía.
En el segundo párrafo, el obispo Williamson expresa muy claramente la noción católica de la infalibilidad de la Iglesia. En esencia, dice esto: que Cristo asiste a la jerarquía de la Iglesia Católica de manera que la preserva del error en la enseñanza de la doctrina católica.
En el tercer párrafo, sin embargo, dice que debido a que Dios no quita a nadie el libre albedrío, estos mismos hombres de Iglesia, que en el párrafo dos dice que están asistidos por Cristo para no cometer errores, dice que, de hecho, son capaces de cometer el error. Esto no tiene sentido.
Él trata de salvar la infalibilidad diciendo que Dios no permite que su Iglesia se convierta en «totalmente defectible». Prueba de ello es que incluso los “Papas” del Vaticano II enseñaron algunas cosas que eran verdaderas. Se podría concluir diciendo que la Iglesia podría defeccionar parcialmente, es decir, enseñar algunos errores, pero no totalmente.
Luego él se hace la siguiente pregunta: «,Cómo alguien podría entonces distinguir lo verdadero de lo falso?» La respuesta que da es: mediante el tamiz de la doctrina, es decir, mediante la comparación de lo que enseñan los «papas» del Vaticano II, con el magisterio tradicional.
Así pues, repite la tesis de Küng de que la infalibilidad de la Iglesia no recae sólo en la jerarquía, sino en la Iglesia como un todo. «Ella [la Tradition] ha sido dada por Dios a la Iglesia en su conjunto, y no sólo a los Papas, bajo la guía infalible del Espíritu Santo». [Subrayado en el original]
Hans Küng aplaudiría esta afirmación con entusiasmo ardoroso. Küng dice:
No hay que identificar la Iglesia con la Iglesia oficial, con el Papa y los obispos. Más bien aunque está oculta, pero totalmente real, es la verdadera Iglesia de aquellos que verdaderamente creen, los cuales no puede errar, porque Cristo según su promesa sigue con ella hasta el fin del mundo; ella es la «columna y baluarte de la verdad «(1 Tim III. 15). Considerada con este alcance, la Iglesia ha sido preservada, incluso bajo unos papas caídos en el error.
La teoría del obispo Williamson nos haría creer que la infalibilidad de la Iglesia y su indefectibilidad están garantizadas gracias a los fieles que criban el magisterio papal para descubrir sus errores. En este caso, el Espíritu Santo asiste a la Iglesia creyente, cuando ha fallado en la asistencia a la Iglesia docente, es decir, a la jerarquía.
Esto no tiene ningún sentido. ¿Cuál sería la asistencia del Espíritu Santo al Papa y a los obispos, si Él no puede preservarlos de enseñar el error a toda la Iglesia? Si él falla en preservarlos del error, ¿qué garantía tendríamos de que la Tradición es verdad?
Conclusión
El obispo Williamson, incurre en algunos conceptos erróneos graves sobre la naturaleza del magisterio, de la infalibilidad de la Iglesia, de la indefectibilidad de la Iglesia, y de la naturaleza del pecado y del delito de herejía, así como de los puntos básicos de la la ley moral y de la ley penal común. Sus teorías sobre el magisterio le hacen a él y a sus seguidores, incurrir lógicamente en la herejía de que el magisterio ordinario universal podría de hecho enseñar algo contrario a la fe.
El error central del obispo Williamson es éste: que él separa la infalibilidad y la indefectibilidad de la Iglesia Católica Romana, de la jerarquía de esa misma Iglesia, y la transfiere al discernimiento [tamiz] de los fieles.
Por el contrario la fuerza del argumento sedevacantista es que refiere, absoluta y exclusivamente, la infalibilidad y la indefectibilidad a la jerarquía católica romana. En consecuencia, si la jerarquía falla [en le Fe], no hay jerarquía en absoluto.
El obispo Williamson, además, ha perdido una perspectiva más amplia que es absolutamente fundamental: ¿Desde el Concilio Vaticano II y sus reformas, ha habido un cambio sustancial de la fe católica, o sólo cambios accidentales? Dicho de otra manera: ¿La religión que hallo en mi parroquia que funciona bajo la orientación y aprobación del «Papa» Francisco, y del «obispo» local Novus Ordo, es la Religión Católica? Dicho aún de otra manera: ¿Llegaré al cielo practicando la religión que me ofrecen quienes, según el obispo Williamson, son el «papa» y los «obispos» católicos romanos? ¿Es esta religión agradable a Dios, o le es desagradable? ¿Es la religión verdadera o es una religión falsa?
Si afirmamos que la nueva religión es sustancialmente la misma que el catolicismo anterior al Vaticano II, si decimos que es la Religión Católica, y que una persona puede salvar su alma abrazándola y practicándola, entonces ¿qué necesidad tenemos de que exista el movimiento tradicionalista? Resistir a los cambios habidos sería resistir a la fe católica. Sería afirmar nuestra propia sentencia de muerte eterna.
Pero si por el contrario, la nueva religión ha sufrido un cambio sustancial respecto del Catolicismo Romano, si no es la religión católica, y es desagradable a Dios y es el camino del infierno, entonces ¿cómo podremos decir que ha sido promulgada por la Iglesia infalible e indefectible?
El obispo Williamson ofrece en sus explicaciones la línea estándar de Ecóne para
justificar su postura oficial de «reconocer y resistir». Quieren reconocer la jerarquía
Novus Ordo como verdadera jerarquía Católica Romana, pero al mismo tiempo la resisten en casi todo: Ellos condenan el Concilio, la Nueva Misa, los nuevos sacramentos
Ellos dicen a la gente que no asistan a las misas aprobadas por la que llaman jerarquía católica. Dado que nada de esto tiene sentido en la teología católica, Ecóne ha tenido que fabricar una nueva teología para justificarse a sí misma. Yo lo recuerdo. Yo he oído las mismas cosas en otro tiempo. Yo he oído decir al Arzobispo Lefebvre en una conferencia:» El magisterio del Concilio Vaticano II es sólo magisterio ordinario, el cual no infalible» Entonces yo lo creía; más tarde, supe que era un error muy grave, incluso una herejía, tal y como está dicho. También fue el Arzobispo Lefebvre quien usó la analogía y el término de «tamizar» el magisterio y la disciplina de la jerarquía Novus Ordo, para determinar lo que es católico y lo que es modernista.
La teología de Ecóne despoja de la infalibilidad y la indefectibilidad de la Iglesia, a la jerarquía católica, la cual constituye la Iglesia docente, y la pone en los fieles, que son la Iglesia discente. Para ello hace de la Iglesia Católica una Iglesia protestante, en la que los individuos son inspirados por el Espíritu Santo en orden a hallar la verdad.
La doctrina católica es que la Iglesia docente, la jerarquía católica romana es la que guarda infaliblemente la Tradición, e infaliblemente la propone a toda la Iglesia. De hecho, si esto no fuera cierto, no habría Tradición con la cual comparar el Concilio Vaticano II y sus reformas. Porque, como el teólogo del siglo XIX De Groot dijo en su «Tratado sobre la Iglesia»: «Quien separa la tutela y la preservación de las tradiciones del magisterio infalible de la Iglesia, quita a los hombres la certeza infalible de estas tradiciones» [Énfasis en el original] 12
Irónicamente, tanto el obispo Williamson como Hans Küng, separan la tutela y la preservación de las tradiciones de la jerarquía de la Iglesia Católica.
Aunque ciertamente el obispo Williamson no quiere tener nada que ver con la herejía, sin embargo, él a través de su teología de Ecóne, ha encontrado en Hans Kung, un compañero de camino [ herético y cismático].
1 Schultes, Reginaid-Maria, de Ecciesia Catholica PrIectiones ApoIogetic, (Paris: Lethielleux, 1931), p. 355. 2 Berry, Sylvester, DD, La Iglesia de Cristo, (Saint Louis: B. Herder, 1927) pp 466-467.
3 Küng, Hans, la infalibilidad? Una investigación, (Garden City, Nueva York: Doubleday, 1971), p. 181.
4 ¡bid., P. 182.
5 Citado en ¡bid., Página 183.
6 ¡bid., Página 189.
7 ¡bid.
8 Citado ¡bid., Página 200.
9 Citado ¡bid., Página 201.
10 El P. Cekada ha hecho un excelente artículo sobre el pecado y el crimen de herejía, que hallarse en traditionalmass.org.
11 Küng, op.cit., P. 195.
12 De Groot, JV, OP, Summa de Ecciesia Catholica Apologética, (Ratisbona: GJ Manz: 1906) p. 765.
Bp. Donaid Sanborn responde a una objeción común
[De Bp. Sanborns En Veritate Blog ]
El Papa-Tamizado
La recusación se ha hecho para mi reciente respuesta al obispo Williamson. Es una objeción frecuentemente formulada contra los sedevacantistas. Se objeta que los sedevacantistas no pueden criticar a la Fraternidad San Pío X por tamizar el magisterio, ya que ellos mismos tamizan a los papas. Al encontrar una discrepancia entre el pre-Vaticano II y el Magisterio del post-Vaticano II, los sedevacantistas simplemente deponen a los papas que les parecen estar fuera de la ortodoxia. Ahora bien, ellos no tienen autoridad para hacer esto. Así pues, mientras que los sedevacantistas objetan a los de la FSSP su «magisterio-cribado» ellos mismos caen en lo mismo al presentar a «papas-cribados», lo cual es la misma cosa.
En primer lugar, como ya he dicho en mi artículo, todo católico debe comparar todo lo que oye con el Magisterio anterior de la Iglesia, también los nuevos actos del propio magisterio, ya que el magisterio de [de la Nueva Iglesia] enmienda los dogmas de la Iglesia, que son el objeto de nuestra fe. Así pues, una vez que la Iglesia se ha pronunciado sobre cualquier tema dogmático o moral, su pronunciamiento queda para siempre. Nada a partir de entonces puede legítimamente contradecirlo. Incluso las papas están obligados a respetar el Magisterio anterior.
La asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia asegura que cualquier acto del magisterio de la Iglesia se hará en consonancia con el Magisterio anterior. Por otra parte, por el don de la indefectibilidad, el Espíritu Santo ayuda a la Iglesia de una manera tal que ninguna disciplina universal o ley, ya sea litúrgica o cualquier otra, podrían caer en algo pecaminoso.
Por consiguiente, si hay contradicción entre el Magisterio anterior y el magisterio actual, el católico debe seguir al Magisterio anterior, el cual de ningún modo puede alterarse, siendo el objeto de la virtud de la fe. Haciendo esto, el católico debe ver el «magisterio» que contradice al anterior, como algo que viene de una jerarquía que no goza de la asistencia del Espíritu Santo. Porque es imposible que una jerarquía, asistida por Él, pueda promulgar una cosa así. Por lo tanto, la contradicción que se encuentra en el nuevo «magisterio» debe ser vista como una señal infalible de que no procede de una jerarquía divinamente asistida. Por tanto, Pablo VI promulgando las herejías del Vaticano II nos da una señal infalible de que no gozaba de la autoridad papal, ni nunca la tuvo, ya que en este caso hubiera gozado de una asistencia que le hubiese impedido promulgar la herejía y el error.
Lo mismo puede decirse de las leyes y disciplinas. Si los tradicionalistas dicen que la nueva liturgia es mala, y que los nuevos sacramentos no son válidos , por lo menos en algunos casos, y que el Código de Derecho Canónico de 1983 contiene leyes pecaminosas, entonces están implícitamente afirmando que es imposible que estas cosas procedan de una jerarquía asistida por Dios. La única conclusión posible es el sedevacantismo.
Observe que los tradicionalistas no pueden esquivar la conclusión del sedevacantismo, sin negar implícitamente la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia, lo cual en realidad sería una herejía.
El grave error de la Fraternidad San Pío X y del obispo Williamson es precisamente decir que el Papa y la jerarquía católica en su conjunto puede contradecir al Magisterio anterior y puede promulgar malas liturgias, disciplinas y leyes a toda la Iglesia, creando con ello una religión completamente nueva y falsa. La solución, dicen, es tamizar el magisterio conciliar y postconciliar, la liturgia, las disciplinas y las leyes para quedarse con lo que pueda haber de tradicional, y a la vez reconocer a los que divulgan la religión falsa como si fuera una jerarquía católica legítima. Esto significa que la jerarquía católica infalible ha promulgado universalmente la herejía y el error, así como las perniciosas liturgias, leyes y disciplinas. Ahora bien, esto es contrario a la fe.
Por tanto, la fe nos exige no tamizar el magisterio y las disciplinas defectuosas, sino rechazar a los que las divulgan como una falsa jerarquía, es decir, como una jerarquía que no tiene autoridad para enseñar, regir, y santificar a la Iglesia.
Los sedevacantistas no están deponiendo a nadie, ya que no tienen autoridad para hacerlo. Por tanto, según la Tesis del obispo Guérard des Lauriers, los fieles sólo pueden y deben decir que la jerarquía Novus Ordo carece de autoridad, por las razones expuestas, pero no está y no puede estar depuesta, salvo por una autoridad legítima.
El sedevacantismo, como dije en mi artículo, sigue lo que San Pablo dice a los fieles de Galacia en el primer capítulo de esta epístola. Si cualquier persona, incluyendo un ángel o él mismo, predica una doctrina diferente a la que ha predicado, sea anatema [ver Gálatas 1:8-9]. Él no dice: tamizar la falsa doctrina de para quedarse con lo tradicional. En otras palabras, si un predicador contradice el Magisterio anterior, debe ser totalmente rechazado, y no «aceptado pero tamizado.» Del mismo modo Pablo IV pide el rechazo absoluto del papa electo que resulta ser un hereje . Él manda a los fieles no que tamicen la doctrina con la verdad, sino que lo consideren un falso papa.
Por lo tanto, si por tamizar al Papa» nos referimos a que los fieles católicos deben rechazar como falso a un predicador de falsas doctrinas, incluso aunque fuera el propio San Pablo, entonces los sedevacantistas se confiesan culpables [de tamizar al papa], porque esto es lo que San Pablo y la Iglesia Católica nos mandan hacer. El papa-tamizado» en realidad, es un papa equivocado. Lo correcto sería hablar de un «hereje-tamizado», es decir, hay que tamizar la jerarquía de herejes, algo que la Iglesia siempre ha hecho. Porque ningún hereje puede ser un verdadero Papa.
El obispo Williamson quiere transferir la asistencia del Espíritu Santo al Papa y a la jerarquía, a los fieles creyentes, asegurando de esta manera la infalibilidad del magisterio por el consentimiento y la aceptación de los fieles. En este sistema, uno puede tener un Papa y una jerarquía defectibles, y al mismo tiempo una Iglesia infalible e indefectible.
En otras palabras, usted puede tener su papa y también devorarlo. [De Bp. Sanborns En Veritate Blog ]
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