ESTADÍSTICAS: En las 22.464 horas que ha visto un adolescente de 16 años la televisión, ha sido espectador de 150.508 acciones violentas, 17.520 homicidios y 250.000 anuncios de televisión[1]. (Súmese el móvil o la Play o aparatos semejantes.

Otra fuente nos informa que, teniendo en cuenta sólo 4 horas promedio de televisión que vea por día, un chico pasa aproximadamente 1.460 horas al año (es decir, 60 días enteros). En cuanto al contenido: aparecen 25 escenas de violencia por hora dentro de la franja infantil [2].

Pasamos a considerar uno de los enemigos más sutiles y poderosos que tenemos en nuestra vida, en nuestro salón, habitación, cocina…;  nos vamos a referir a la televisión. Vamos a tener que enfrentarnos a la decisión, o bien  continuamos con la influencia de la televisión o bien la quitamos de en medio de nuestra vida y de nuestros hogares. Este instrumento ha sido tomado por el diablo, forjado por el diablo, programado por el diablo; para afectar hasta la ruina espiritual y moral a nuestros niños, jóvenes, adultos, hasta apagar totalmente su fe católica, de manera que ya no creen en todos los dogmas.
De manera que la televisión ha tomado control del carácter y de las pasiones, de las decisiones y de las reacciones de las personas, proponiendo modelos de vida, de familia, de ocio, y una causa final de la existencia que ha dejado de ser cristiana y ha quitado toda luz al entendimiento.

¿ ES PECADO VER LA TELEVISIÓN?

Respuesta:

Secundum quid .

Entonces preguntamos: ¿lo es en algún caso? Respuesta: ¡Ciertamente! ¡Y en muchísimos! ¡ Y muchas veces mortal!  Preguntamos: ¿Cuándo? Respuesta: Por ejemplo, sin ánimo de ser exhaustivos:

1º Cuando se ven cosas que son en sí mismas malas. El pecado toma su especie del objeto moral que se consiente o en el que se deleita. Consintiendo plenamente en ver ciertas imágenes o aceptando plenamente ciertas afirmaciones puede pecarse (al menos internamente) de impureza, de adulterio, de violencia, de calumnia, de difamación, etc. No debemos olvidar que las miradas, los pensamientos y los deseos pecaminosos, consentidos plenamente, son pecado, y pueden ser pecado mortal, y lo son en muchos casos. Y esto, tanto en programas «basura», como en la publicidad.

2º Algo semejante se diga de aquellas cosas que no son totalmente malas, pero que se miran con malas intenciones. No hace falta que algo sea totalmente malo, pues la imaginación puede ser mucho más desordenada que la misma realidad.

3º Cuando se ven cosas estúpidas (si es algo habitual) se puede pecar por necedad. En el orden alimenticio asimilamos en nuestro organismo lo que comemos; en el orden espiritual y cultural, se puede decir que nosotros nos asimilamos a lo que recibimos. ‘Amas el cielo: eres cielo; amas el barro: eres barro’; esto es de San Agustín. En cuanto a nuestro tema: ¿nos gusta y recibimos en nuestra inteligencia, imágenes, noticias, razonamientos, slogans frívolos, mundanos, insustanciales, etc.?; pues bien: nos hacemos tales y pecamos de frivolidad, mundanidad, superficialidad, fatuidad. La televisión puede fagocitarnos dentro de su espíritu huero.

4º Cuando se pierde demasiado tiempo frente al televisor se peca por pereza, por perdida de tiempo; y nos hacemos responsables de las consecuencias que esto trae para nosotros o para aquellos sobre quienes no ejercemos el control debido, pues la exposición a la televisión durante un tiempo excesivo trastorna la mente y la imaginación, atrofia la vida afectiva (crea personas insociables, solitarios y aislados, violentos o deformes sexuales, etc).

5º Cuando se delega en la televisión las funciones de ‘educador’ de los hijos; o, peor aún, de ‘padre/madre’ de los hijos, haciendo de la televisión una ‘niñera electrónica’, se peca por negligencia grave en los deberes de estado (pienso en los padres, madres, educadores, etc.). Las consecuencias son a veces funestas. Hay que recordar lo que han dicho importantes analistas del fenómeno, como, por ejemplo, Giovanni Sartori, autor deHomo videns: ‘quienes hacen la televisión son analfabetos’; y en otra oportunidad: ‘La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y toda nuestra capacidad de entender’. El famoso cineasta Costantin Costa Gavras, ha dicho, por su parte que la televisión se caracteriza por la vulgaridad. ‘El peor pecado de la televisión: la vulgaridad… Terminamos pareciéndonos a los que miramos. Cuanta más vulgaridad haya en la tele, más vulgares seremos todos’

6º Cuando se descuidan obligaciones más importantes, como compromisos, trabajos, estudio, etc.: se peca alterando el orden de las cosas y contra los deberes de estado u obligaciones profesionales.

Cuando se le pide a la televisión que llene el vacío interior que sólo Dios y los valores espirituales pueden colmar, se puede pecar en cierta medida de idolatría; al menos de cierta ‘idolatría’ subrepticia o solapada. No creo que nadie le rece a la televisión o la endiose; pero tampoco puede negarse que en muchos casos se busca en ella valores que están relacionados directamente con Dios: la felicidad, el sentido de la vida, etc. También hay que reconocer que la televisión ha reemplazado para muchos cosas tan elementales para el ser humano como la oración, la lectura, la meditación de las grandes verdades, el estudio, el juego, la conversación, la amistad, la vida de familia (o al menos no deja espacio para estas cosas).

Cuando se ve sin criterio y discernimiento se peca haciéndose responsable de los errores que se asimilan, tanto quien la ve, como el que teniendo autoridad no lo impide, y si esto afecta a la fe es pecado mortal. Es bastante notable el porcentaje de información televisiva que adolece de seriedad, ponderación, prudencia y, por el contrario, desborda sensacionalismo; y en muchos casos se caracteriza por una irresponsable falsedad, exageración y adulteración. Cierto tipo de periodismo hoy muy difundido puede caer fácilmente en la calumnia, en la difamación y en la violación de la intimidad familiar del prójimo, con todas las consecuencias sociales destructivas que esto conlleva. Quien acepta sin espíritu ‘altamente’ crítico los ‘trascendidos’ periodísticos, puede hacerse cómplice de ello, o caer en el chismoserío, la vana curiosidad, y la verborrea.

9º Cuando crea nuevos  becerros de oro a los cuales adorar, tales como el Futbol, que despiertan las pasiones más bajas del ser humano, pudiendo pecar de idolatría.

10º Cuando absorbemos nuevos dogmas, tales como la evolución, o admitimos graves errores  como que la verdad depende del número que la sustenta, o que todas las religiones son buenas, o que fuera de la Iglesia hay salvación o nos imbuimos del pecado del liberalismo, podemos pecar contra la fe infusa y destruirla, sin la cual no hay salvación. 

Pero el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios; son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente.  Al contrario, el espiritual juzga de todo, pero a él nadie puede juzgarle. Porque “¿quién conoció la mente del Señor para poder enseñarle? Mas nosotros tenemos el pensamiento de Cristo [1 Cor 2, 14-16].

¿ Y cómo podría tener la mente de Cristo aquél que  ha recibido el espíritu del mundo

con decenas de miles de horas vanas delante de la televisión a lo largo de una vida?

¿ Crees que Dios no te va a pedir cuenta de malgastar la vida ?

No os engañéis; de Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembrare, eso cosechará [ Gal. 6, 7]

[1] La televisión dicta el ritmo de las clases, La Nación, 5 de octubre de 1999, p.10.

[2] Niñera a toda hora, Cf. Revista Noticias, 30 de mayo de 1993, p. 114