Origen del alma racional

Teorías principales sobre el origen del alma

Sabido es que Platón y Orígenes enseñaron que las almas humanas existieron todas desde el principio del mundo, y que su unión con el cuerpo humano era una especie de castigo debido a culpas cometidas en su existencia anterior. Esta opinión, renovada en el fondo por los espiritistas de nuestros días, sobre ser una teoría completamente gratuita, se halla en contradicción con la experiencia interna y la observación psicológica, que ningún indicio racional suministran de semejante preexistencia del alma. Añádese a esto, que esta hipótesis es incompatible con la unidad sustancial de naturaleza y de persona en el hombre, y por otra parte destruye la naturalidad o espontaneidad de la unión entre el alma y el cuerpo; porque es claro que si el alma existe y se posee a sí misma completamente antes de unirse al cuerpo, y si esta unión tiene razón de castigo, semejante unión lejos de ser natural al alma, más bien debe apellidarse violenta.

Rechazada esta teoría, y dejando a un lado aquellas cuya falsedad se presenta aún más de bulto (1), es preciso admitir en buena filosofía que la producción de cada alma racional se subordina a la producción del hombre que por ella es informado, constituido y animado, y consiguientemente que [380] comienza a existir con el hombre y en el hombre por ella vivificado.

{(1) Tales son, por ejemplo, la teoría panteísta que hace del alma una parte de la sustancia divina, y la teoría de algunos gentiles para los cuales el alma del hombre era una parte o derivación del alma universal del mundo.}

Sin embargo, esta afirmación fundamental y constante de la filosofía cristiana, acorde, sin duda, con la razón, la ciencia y el sentido común, no ha impedido la diversidad de sistemas o teorías en cuanto al modo con que se verifica la producción del alma racional, existiendo tres sistemas principales acerca de este punto concreto o particular, a saber:

a) El traducianismo, sistema semimaterialista que pretende explicar la producción del alma racional, considerándola como un efecto o desarrollo germinal del alma y del cuerpo de los padres, a la manera que la planta o el animal son producidos mediante la acción simultánea y compleja del cuerpo y de la forma o alma que constituyen la planta o animal de quienes proceden.

b) El generacionismo pretende que el alma racional del hijo es producida o engendrada por el alma del padre, a la manera que una candela se enciende en otra candela sin disminuir la luz de ésta. Puede decirse que este sistema solo se distingue del anterior en que excluye el influjo del cuerpo (1).

{(1) Algunos filósofos modernos, aun de los que pasan por católicos, y entre ellos Kleé, Oischinger y Froschlammer, han resucitado la teoría generacionista, esforzándose a la vez en presentarla, no solo como racional y filosófica, sino conforme con la tradición de los PP. de la Iglesia y con la doctrina católica.
Por lo que hace al traducianismo, no sabemos que haya sido enseñado por los PP. o escritores eclesiásticos de nota, si ese exceptúa Tertuliano, que por lo menos parece favorable y hasta partidario de esta teoría, a juzgar por varios pasajes de sus obras. «Hominius anima, dice uno de estos, velut surculus quidam ex matrice Adam in propaginem deducta, genitalibus faeminae foveis commendata, cum omni sua paratura pullulabit, tam intellectu, quam et sensu». De Anima, cap. XXVII.}

Con el generacionismo coincide en realidad la peregrina teoría de Leibintz, según la cual las almas racionales se hallan precontenidas in semine parentum, en la virtud seminal [381] de los padres, subiendo hasta Adán, en el cual preexistieron todas las almas racionales incluidas en ciertos corpúsculos orgánicos (1). Bien se deja conocer que esta teoría es una reminiscencia de la de Platón y Orígenes, aunque para eludir algunos de los inconvenientes de ésta, el filósofo alemán la modifica, diciendo que las almas racionales, mientras están incluidas o contenidas en los corpúsculos orgánicos y seminales de los padres, carecen de apercepción o de razón, la cual adquieren, o mejor dicho, se manifiesta actual y explícitamente en ellas cuando se verifica la generación humana, «ya sea, dice, que haya algún modo natural de elevar una alma sensitiva a la perfección o rango de alma racional (lo cual no admito fácilmente), ya sea que Dios comunique a esta alma sensitiva a la razón por medio de cierta operación particular, o sea por una especie de transcreación.»

{(1) «Je croirais, escribe este filósofo, que les ames qui seront un jour ames humaines, ont eté dans le semences et dans les an cétres jusqu’ á Adam, et on existé par consequent depuis le commencement des choses toujours dans une manière de corps organisé.» Essais de Theod., p. 1º, núm. 91.}

Esta teoría de Leibnitz, además de estar sujeta a la mayor parte de los absurdos e inconvenientes de la teoría de Platón y Orígenes, envuelve otros no menos graves, entre los cuales señalaremos únicamente los siguientes: 1º la transcreación de que habla, sobre ser una hipótesis puramente arbitraria y gratuita, carece de sentido filosófico; porque la producción de un efecto con dependencia de alguna cosa que sirve de materia y de sujeto para la producción no tiene nada de común con la creación que envuelve la producción ex nihilo.

2º El sensualismo y hasta el materialismo son consecuencias lógicas y necesarias de semejante teoría; porque, según ella, el alma racional no se distingue sustancialmente de la sensitiva, puesto que es la misma sustancia que antes era sensible, animal y orgánica o material que vivificaba los corpúsculos seminales, sin más diferencia ni mutación que [382] la apercepción o razón que le sobreviene o se le añade en la generación humana. Excusado es advertir que semejante doctrina deja la puerta abierta para negar la distinción esencial, primitiva y real entre el hombre y los brutos.

c) El creacionismo, sistema o teoría que, según indica el nombre enseña que el alma racional es producida inmediatamente por Dios por medio de la creación ex nihilo, en el instante en que el cuerpo se halla con las disposiciones y organización convenientes para la unión. Cuál sea este instante, no es fácil determinarlo; pero sea de esto lo que quiera, es indudable que esta teoría, sobre ser la más conforme con la doctrina católica y de los PP. de la Iglesia (1), es también la más racional y lógica.

{(1) «La majorité des Peres de l’Eglise, escribe Worter, parte dans le même sens en faveur du creatinisme. Quant à ce qui est des decisions dogmatiques, l’Eglise ne s’est precisement prononcée nulle part pour le creatinisme; mais bien des decisions qui ont indirectement rapport á cette doctrine, peuvent s’interpreter en sa faveur.»
Conviene igualmente no perder de vista, a fin de no incurrir en exageraciones, que algunos PP. de la Iglesia, y entre ellos el mismo san Agustín, abrigaron dudas, y dudas serias y perseverantes acerca del origen del alma humana. Véase cómo se expresa el último, al examinar las varias opiniones de los filósofos gentiles y cristianos sobre la cuestión: «Harum autem quatuor de anima sententiarum, utrumne de propagine veniant, an in singulis quibusque nascentibus novae fiant, an in corpora nascentium jam alicubi existentes, vel mittantur divinitus vel sua sponte labantur, nullam temere affirmare oportebit.» De lib. Arb., cap. XXI.
Y es digno de notarse que no había depuesto aún estas dudas en el último período de su existencia, según se desprende del siguiente pasaje escrito en los últimos años de su vida: «Quod attinet ad ejus (del alma humna) originem, qua fit ut sit in corpore, utrum de illo uno sit, qui primum creatus est, cum factus est homo in animam vivam; an similiter ita fiant singulis singuli; nec tunc sciebam, nec adhuc scio.» Retract.,, lib. 1º, cap. I.}