Artículo V. Del silogismo probable.

Así como la demostración es causa de la ciencia, así el silogismo probable, que es aquel cuyas premisas, o todas, o parte de ellas no son ciertas y evidentes, produce la opinión o asenso opinativo. De manera que la opinión viene a ser: el asenso del entendimiento a alguna cosa como verdadera, pero con temor de lo contrario. Este asenso y el temor que lo acompaña admite diferentes grados en relación con las razones o fundamentos que determinan el asenso, puesto que cuanto mayor sea el peso de éstas razones y fundamentos, más firme y estable será el asenso que resulte, y menor el temor de la [107] parte opuesta. La opinión, por lo tanto, puede concebirse como ocupando el espacio o distancia que media entre la duda y la certeza acerca de una cosa, acercándose más o menos a dichos extremos, según la condición de los fundamentos en que estriba, de donde resultan los varios grados de probabilidad en las opiniones.

Cuando la probabilidad relativa a una proposición estriba en el testimonio y autoridad de otros que afirman la verdad o probabilidad de la misma, se llama probabilidad extrínseca: cuando por el contrario damos asenso probable a una proposición en virtud de las razones que en su favor se alegan, o de las que nosotros descubrimos, se dice que hay probabilidad intrínseca: si se reúnen las dos clases de fundamentos, habrá probabilidad mixta. Es muy difícil determinar y medir los grados de probabilidad, especialmente cuando se trata de la extrínseca; sin embargo, expondremos más adelante algunas reglas con el objeto de facilitar este discernimiento.

Los lógicos suelen señalar algunos lugares comunes, de los cuales se pueden sacar medios y argumentos, a lo menos probables, para establecer o probar alguna proposición: y digo a lo menos probables, porque algunos de ellos pueden suministrar medios demostrativos. Éstos lugares se llaman tópicos por la razón indicada, y pueden reducirse a diez, que son:

a) A causis: cuando el efecto o alguna cosa perteneciente al mismo se prueba por sus causas, bien sean internas, como la formal y materia, bien sean externas, como la eficiente, la final y la ejemplar.

b) Ab effectu: cuando la causa de una cosa o algo perteneciente a aquella se prueba por el efecto. Hay algunos axiomas o principios que sirven de fundamento a los argumentos que se sacan de estos dos lugares; tales son entre otros: si hay efecto hay causa. Puesta la causa necesaria y total, se pone el efecto. Lo que es causa de la causa es causa de lo causado. Quitada la causa se quita el efecto. Pero nótese que en nuestro juicio algunos de estos principios, ni son axiomas, [108] ni siquiera verdaderos, a no ser que se tomen en sentido determinado y concreto. Así, por ejemplo, Dios, aunque es causa de la voluntad humana, no es causa del pecado que de la misma procede, y bajo este punto de vista no se verifica en sentido universal y absoluto la afirmación: quod es causa causae, est causa causati. Así también, aunque perezca el padre no perece por eso el hijo, ni por consiguiente se verifica que sublata causa tollitur effectus, axioma que sólo es verdadero: 1º si se entiende en el sentido de que la existencia del efecto presupone necesariamente la preexistencia de la causa: 2º Si se trata de aquellos efectos que dependen de alguna causa, no sólo en cuanto a recibir la existencia, sino en cuanto a su conservación.

c) A subjecto: cuando se prueba algo relativamente a las propiedades, o accidentes, por la condición del sujeto en que existen.

d) A definitione: cuando nos servimos de la definición del predicado o del sujeto para probar su conexión o repugnancia. Ésto debe entenderse de las definiciones accidentales, o de las descriptivas imperfectas, o incompletas, porque si se trata de definiciones esenciales, y aun de las descriptivas completas, suministran medio o argumento demostrativo. Hay algunos axiomas relativos a este medio, como son: Lo que conviene al género, conviene a la especie. Quitado el género, se quita la especie. Lo que se afirma o niega de la definición se afirma o niega del definido. Al que conviene la definición conviene el definido.

e) A divisione: cuando tomando por medio el todo probamos algo acerca de sus partes, o inferimos el todo de la enumeración de sus partes; o inferimos alguna parte de la exclusión o negación de las demás. Tiene como axiomas: Si existe el todo existe la parte. Si una cosa está en la parte, está en el todo. Excluidas o negadas todas las partes de una cosa, se excluye también el todo. Excluidas o negadas todas las partes de una cosa, se excluye también el todo. Excluidas las demás partes vale la consecuencia con respecto a la única que resta.

f) A contrariis: cuando de la afirmación o negación de un contrario inferimos algo acerca de otro, v. gr. La virtud es [109] digna de alabanza: luego el vicio merece vituperio. La contrariedad no se toma aquí en sentido riguroso, sino por cualquier género de oposición.

g) Ad adjunctis: cuando se toma argumento para probar alguna cosa, de la familia, lugar, tiempo, personas u otras circunstancias y condiciones de la misma.

h) A simili: cuando nos servimos de la semejanza o analogía para probar algo. La inmoralidad hizo perecer la república romana: luego también perecerán las nacionalidades que a ella se entreguen.

j) Ab auctoritate: cuando se prueba alguna cosa por el testimonio de los peritos en aquella materia. Sin perjuicio de lo que sobre la materia diremos después, el conveniente uso de este lugar, exige que se tenga presente: 1º si el autor que se alega es tenido por competente en aquella materia: 2º si ha examinado la cosa por sí mismo, o si solo se refiere al parecer o dicho de otros: 3º si ha examinado la cuestión ex profeso y detenidamente, o sólo por incidencia y ligeramente: 4º si se ha dejado llevar de preocupaciones, afectos o pasiones sobre la materia, lo cual puede conjeturarse teniendo en cuanta el carácter, profesión, costumbres, vida y demás condiciones del autor.

Corolarios

1º Luego es absurda e insostenible la opinión de Genovesi y otros que dicen que la probabilidad es uno de los grados de certeza. Ésta incluye en su concepto asenso firme, y la probabilidad excluye ésta firmeza, yendo acompañada de temor de que sea verdadera la parte contraria.

2º Luego la probabilidad y consiguientemente las opiniones están sujetas a mutación, si no in se, a lo menos quoad nos. La misma experiencia nos manifiesta que lo que antes nos parecía más probable, o viceversa, deja de serlo para nosotros, en virtud de nuevas razones o fundamentos que se nos presentan en pro o en contra. [110]

 

Escolio

La autoridad, que ocupa el último lugar en Filosofía, ocupa el primero y principal en la Teología; porque ésta, aunque hace uso de la razón y de las ciencias puramente naturales, tiene por materia principal las verdades reveladas que le sirven también de primeros principios para sus procedimientos racionales y científicos. En las ciencias filosóficas y naturales, cuyo objeto y cuyas verdades no son superiores a la razón humana, el raciocinio, la experiencia y la observación son los medios connaturales; y por lo mismo referentes para su constitución, demostraciones y desarrollo científico. Sin embargo, aunque en éstas ciencias, la razón debe ser preferida a la autoridad, debe concederse no poca importancia y peso a ésta: 1º porque los ingenios ordinarios y medianos no penetran la fuerza y peso de las razones alegadas por los autores: 2º porque cuando se trata de ciencias o de materias que nos son poco conocidas, exige la misma razón que tomemos en cuanta las palabras y sentencias de los sabios con respecto a aquellas materias. En resumen: la autoridad debe posponerse a la razón en las ciencias filosóficas, físicas y naturales, pero al propio tiempo la razón debe combinarse con la autoridad, la cual sirve en ocasiones para impedir los extravíos de la imaginación, y comunica a la razón cierta sobriedad en el juzgar.