San Hermenegildo, mártir. 13 de abril

Un gran ejemplo para nuestro tiempo. Un gran mártir que prefirió derramar su sangre por la fe católica antes que comulgar de manos de un obispo hereje- que había consagrado válidamente el pan, pero por ser hereje cometió sacrilegio- y comunicar en lo sagrado; evitando así pecar mortalmente.

¡Un grandísimo ejemplo para todos los que comulgan de manos de sacerdotes y obispos conciliares!

¡ Una verdadera ocasión para examinar cada cual su conciencia sobre del pecado mortal de communicatio in sacris!

Lecciones tomadas del segundo nocturno correspondiente a los Maitines del día 13 de abril, en la traducción bilingüe del IIº volumen y último en preparación por Sapientiae Sedei Filii.

Del Libro de los Diálogos de San Gregorio, Papa.

Libro 3, capítulo 31.

NOCTURNO II

Lección IV

El rey Hermenegildo, hijo de Leovigildo, rey de los visigodos, se convirtió de la herejía arriana a la fe católica por la predicación del venerable obispo de Sevilla, Leandro, con el cual me une una antigua y estrecha amistad. Su padre, que había permanecido arriano, procuró que abrazara de nuevo la herejía, valiéndose, ya de premios, ya de amenazas. Y como él respondiese con gran constancia que habiendo conocido la verdadera fe quería perseverar en ella, airado su padre, le desposeyó de sus derechos a la corona, y le despojó de todos sus bienes. Y como ni así pudiese hacerle cambiar de propósito, le encerró en una estrecha prisión y le sujetó con una cadena el cuello y las manos. Entonces empezó el joven rey Hermenegildo a despreciar el reino terreno, y a desear con vehemente anhelo del celestial. Postrado en el suelo, y atormentado por un cilicio, pedía al Dios omnipotente que le confortara, y despreciaba la gloria mundana con tanta mayor grandeza de alma, cuanto en la cárcel había conocido la nada de todo aquello de que le habían privado.

Lección V

Llegada la festividad pascual, su pérfido padre le envió en medio del silencio de la noche a un obispo arriano, para que de su mano recibiera la comunión consagrada sacrílegamente – Nota de la redacción para mejor entender: es decir, era una consagración válida, pues el Obispo había recibido válidamente las órdenes, pero ilegítima por ser hereje-, y así volviera a la gracia de su padre. Mas Hermenegildo, entregado ya a Dios, apenas se le acercó el obispo arriano, le reprendió como debía, rechazando con valor su perfidia, pues si bien estaba preso exteriormente, con todo permanecía seguro y conservaba toda la elevación de su alma. Después que el obispo hubo vuelto al lado de Leovigildo, enfurecido este príncipe arriano, envió unos soldados a dar muerte al valerosísimo confesor de Cristo en su prisión; lo cual así fué ejecutado. En efecto, entrando allí los soldados, le partieron la cabeza de un hachazo; pero al quitarle la vida del cuerpo consiguieron quitarle sólo lo que la heroica víctitima había despreciado. Mas a fin de demostrar la verdadera gloria de que gozaba, no faltaron prodigios y milagros sobrenaturales, ya que en el mismo silencio de la noche empezaron a oírse cantos junto al cuerpo de aquel rey mártir, tanto más verdadero Rey cuanto verdadero Mártir.

Lección VI

Algunos también afirman que en la oscuridad de la noche aparecían allí lámparas encendidas. Por lo cual su cuerpo comenzó a ser venerado merecidamente por todos los fieles como el de un Mártir. Mas el padre pérfido y parricida, movido a penitencia, se arrepintió del crimen contra su hijo, pero no se arrepintió hasta el punto de merecer el perdón. Pues conoció que la fe católica era la verdadera, pero le detuvo el temor que le inspiraba su pueblo y no se convirtió. Acometido por una gravísima enfermedad, que le condujo a la muerte, recomendó al obispo Leandro, a quien antes había contristado en gran manera, su hijo Recaredo, que dejaba en el arrianismo, a fin de que con sus exhortaciones repitiera con él lo que había hecho con su hermano. Y hecha esta recomendación, expiró. Después de la muerte de Leovigildo, el rey Recaredo, siguiendo el ejemplo, no de su pérfido padre, sino de su hermano Mártir, se convirtió de la herejía arriana, condujo a la verdadera fe a toda la nación de los visigodos, y no quiso recibir bajo sus estandartes, en todo su reino, a nadie que no temiera constituirse en enemigo de Dios al permanecer en la herejía. No es de admirar se convirtiera en predicador de la verdadera fe el hermano de un Mártir; los méritos de éste debían ayudarle a conducir gran número de almas al seno de la Iglesia del Dios omnipotente.