De la causa eficiente

Noción y realidad de la causa eficiente.

Observaciones previas.

1ª Locke hacía consistir la noción de la causa eficiente en la simple precedencia y sucesión relativa de los fenómenos que la experiencia sensible nos ofrece. De esta teoría sensista dedujo lógicamente Hume, que no tenemos ni podemos adquirir la noción o idea de causa, porque esta idea y el principio de causalidad que a ella se refiere, presentan caracteres de necesidad y universalidad que sobrepujan y traspasan la experiencia de los sentidos y de los fenómenos sensibles.

2ª Por otro lado Mallebranche, con algunos otros partidarios del cartesianismo, renovaron el antiguo ocasionalismo, afirmando que no hay más causa eficiente que Dios, negando este carácter a todas las sustancias creadas, aunque algunos más moderados conceden actividad o eficacia a los espíritus.

3ª La causa eficiente puede considerarse in actu primo, es decir, en cuanto es un ser dotado de fuerza, virtud o potencia para obrar o poner una acción: in acto secundo, o sea como ejerciendo esa fuerza o actividad, o lo que es lo mismo, según que la potencia de obrar se considera reducida al acto y en actual ejercicio. Esto supuesto, expondremos brevemente la

Noción de la causa eficiente.

a) La relación que existe entre la causa eficiente y su efecto, no es relación de pura sucesión: el día sucede a la noche, y viceversa, sin que el uno sea causa eficiente de la otra. Tampoco basta la conexión necesaria entre dos cosas, [74] pues estas pueden tener conexión entre sí por proceder simultánea y necesariamente de otra tercera, sin que la una sea causa de la otra, como sucede en la luz y el calor procedentes del sol. Por otro lado, no se necesita que haya sucesión o duración de tiempo entre la causa eficiente y su efecto, pudiendo éste ser simultáneo, al menos quad nos y sensiblemente, con aquella: el calor o la calefacción coexiste con el fuego, y la luz con el sol.

b) Para que haya, pues, causa eficiente, es necesario que «un ser contenga en sí la razón suficiente de un nuevo ser o nuevo modo de ser por medio de una acción física contenida actual o virtualmente en el ser que se dice causa». Esta definición puede condensarse en las siguientes palabras: Principium extrinsucum cujus actio physica continent rationem suficientem entis vel mutationis de novo existentis. En estas definiciones debe sobreentenderse, si se trata de la causa considerada in actu secundo, que concurren o existen las condiciones sine quibus non correspondientes; porque aunque el fuego, por ejemplo, contiene la razón suficiente de la combustión de la madera, no se realizará la combustión si la madera no se halla cerca del fuego.

Se pone en la definición principium extrinsecum, para excluir las causas material y formal que son principios internos del efecto: se pone actio physica, para distinguir y separar la acción e influjo de la causa final, la cual obra e influye en el efecto mediante la acción e influjo moral que ejerce sobre el agente.

c) Infiérese de todo lo dicho hasta aquí, que la idea de causa eficiente, así como el principio de causalidad que a ella se refiere, se forman y proceden a posteriori y a priori a la vez. Dependen de la experiencia y de los sentidos, y por consiguiente, se forman a posteriori y a priori a la vez. Dependen de la experiencia y de los sentidos, y por consiguiente, se forman a posteriori, en cuanto que los sentidos, junto con la experiencia tanto externa como interna, nos revelan la sucesión y existencia de nuevos seres y nuevos modos de ser. Se forman y constituyen a priori, en cuanto que la razón, apoyada sobre esos datos de la experiencia, forma o percibe el concepto de efecto, el cual contiene esencialmente [75] la dependencia y distinción de otro ser, puesto que ninguna cosa puede darse el ser a sí misma, a no ser que queramos admitir que alguna cosa puede obrar antes de existir.

De aquí es que, en buena filosofía, puede y debe decirse que el principio de causalidad, ni es empírico, ni racional o a priori exclusivamente, sino que participa, o mejor dicho, incluye los dos. Es empírico y a posteriori, en cuanto presupone la experiencia y observación de los fenómenos sensibles: es racional y a priori, considerado en sí mismo, en cuanto que resulta del análisis lógico del concepto de efecto: es empírico praesuppositive; es racional secundum se et absolute.

Pasemos ahora a la existencia o realidad de las causas eficientes creadas.

Tesis 1ª
Los espíritus o sustancias espirituales son verdaderas causas eficientes.

Pruebas:

1ª So pena de negar el valor del testimonio de la conciencia, abriendo la puerta a un escepticismo absoluto y universal, es preciso admitir que nuestra alma es principio y causa real y eficiente de varias acciones, como son, entre otras, la acción de juzgar, raciocinar, querer, desear, mover el brazo, &c., pues la experiencia interna y al observación psicológica no solo testifican la existencia de estas acciones en nosotros, sino que testifican también, de acuerdo con el sentido común, que nacen de nosotros mismos o del yo como de su principio efectivo, y lo que es más aún, experimentamos claramente que la determinación libre de la voluntad contiene la razón suficiente del movimiento del brazo. La verdad es que es soberanamente ridículo afirmar que nuestros juicios, voliciones, deseos, movimientos del brazo, del pie, &c., no proceden de nosotros, sino de Dios. Sólo las cavilaciones de los filósofos han podido difundir sombras sobre una verdad tan clara de conciencia, a la vez que de sentido común. [76]

2ª Por otra parte, si Dios es la verdadera y única causa de nuestras acciones, o no hay acciones malas moralmente en el hombre, puesto que Dios no puede ser causa de acciones malas; o la malicia de las acciones se refunde en Dios y a Dios debe atribuirse, toda vez que, según la teoría de los ocasionalistas rígidos, el hombre no influye en la existencia de estas acciones. Estos absurdos e inconvenientes aparecen todavía más de bulto, si tenemos en cuenta que no puede haber mérito ni demérito, ni verdadera responsabilidad moral para el hombre, sino es verdaderamente causa y razón suficiente de las acciones meritorias o demeritorias. Es, pues, indudable que el ocasionalismo rígido destruye el orden moral y es incompatible con la libertad humana.

Tesis 2ª
Debe admitirse también en los cuerpos verdadera eficiencia, o causalidad eficiente.

Nótese que para la verdad de la tesis y refutación del ocasionalismo, basta que algunos cuerpos posean actividad y fuerza par producir efectos. Por lo demás, aunque no siempre podemos señalar determinadamente la actividad especial del cuerpo A o B, tenemos por muy probable que no existe en la naturaleza cuerpo alguno que no posea virtud para producir algún efecto, y por consiguiente, que a todos conviene la razón de causa eficiente. Empero sea de esto lo que quiera

a) La experiencia, la observación y el sentido común, demuestran de consuno que hay en la naturaleza acciones y efectos que proceden realmente de sustancias corpóreas, las cuales, por consiguiente, son verdaderas causas eficientes. ¿Se puede negar seriamente que la calefacción es una acción propia del fuego, y al combustión un efecto del mismo?

b) El agua disuelve y sostiene ciertos cuerpos; el sol ilumina y calienta la atmósfera; la planta produce flores y frutos, absorbe ciertas moléculas y expele otras: estos ejemplos, con mil otros semejantes que pudieran aducirse, de efectos y mutaciones en unos cuerpos por la acción e influjo físico de [77] otros, demuestran hasta la evidencia que existe verdadera actividad y eficiencia en el mundo material.

c) Otra razón no menos concluyente en favor de esta actividad de los cuerpos, es que si no existiera ésta, desaparecerían en su mayor parte las ciencias naturales. Siendo incontestable que no poseemos la intuición o conocimiento inmediato de los cuerpos, nos vemos precisados a acudir a sus efectos, mutaciones y operaciones para llegar al conocimiento de su naturaleza y atributos. Ahora bien; si los efectos, acciones y fenómenos que observamos en los cuerpos no proceden de ellos, sino que son producidos por Dios, como pretenden los partidarios del ocasionalismo, no pueden conducirnos al conocimiento racional de su naturaleza, atributos y diferencias; las ciencias naturales y físicas carecerán de base racional y lógica, convirtiéndose en un conjunto de juicios arbitrarios e ilegítimos en el orden científico (1).

{(1) Esta razón fue aducida ya por santo Tomás contra los antiguos ocasionalistas en los siguientes términos: «Si effectus non producuntur ex actione rerum creaturam, sed solum ex actione Dei; impossibile est quod per effectus manifestur virtus alicujus causae creatae; non enim effectus ostendit virtutem causae nisi ratione actionis, quae a virtute (de la fuerza o potencia activa) procedens, ad effectum terminatur. Natura autem causae non cognoscitur per effectum, nisi in quantum per ipsum cognoscitur virtus quae naturam consequitur. Si igitur res creatae non habent actiones ad producendem effectum sequitur, quod nunquam natura alicujus rei creatae poterit cognosci per effectum; et sic subtrahitur nobis omnis cognitio scientiae naturalis, in qua praecipue demonstrationes per effectum, sequuntur.» Sum. cont. Gent., lib. III, cap. 69.}

Si para establecer la tesis de la actividad en las sustancias creadas solo hemos echado mano de razones a posteriori, basadas sobre la experiencia, el sentido común y ab absurdo, es porque estas pruebas, como más sencillas y claras, se hallan al alcance de la generalidad de los lectores. Pero esto no quiere decir que la tesis no tenga también en su favor argumentos a priori; en prueba de lo cual vamos a indicar solamente dos raciocinios tan sólidos como elevados, raciocinios [78] que arrancando, por decirlo así, de la alta metafísica, colocan el problema en su verdadero terreno filosófico.

1º El ser de una cosa tiende espontáneamente a su operación, la cual viene a ser como el complemento natural del ser, siendo como una difusión o expansión espontánea de aquél. Así es que el ser de una naturaleza, el cual es la base y raíz de su perfección, a la vez que de su operación, no se concibe como perfecto, ni adquiere todo el desarrollo y realidad de que es capaz, sino por medio del ejercicio de su actividad. La planta se perfecciona produciendo flores y frutos: el hombre se perfecciona y completa, por decirlo así, su ser propio, por medio de las diferentes operaciones sensibles, intelectuales y morales que ejecuta. Luego la actividad o fuerza para obrar es una consecuencia y como una eflorescencia natural del ser. Luego Dios, al comunicar a las criaturas el ser, es decir, una esencia y una existencia determinada, les comunica también la fuerza para desarrollarse y perfeccionarse por medio de operaciones en armonía con la condición de su ser.

2º El obrar actualmente es consiguiente al existir en acto, de manera que el grado y modo de obrar corresponde y se halla en relación con el grado y modo de ser, como se ve en Dios, el cual, por lo mismo que es acto puro en su ser, es también la primera causa de ser para todos los demás seres. Luego así como es cierto que comunicó a las criaturas su semejanza en el orden entitativo, sacándolas de la nada y dándoles el ser, también les comunicó su semejanza en el orden operativo, o sea en cuanto al obrar, comunicándoles fuerza para poner acciones propias en relación con su ser propio. En nuestra opinión, los verdaderos filósofos y los hombres familiarizados con la alta metafísica, reconocerán que estos elevados raciocinios, tienen el valor y la fuerza de verdaderas demostraciones. [79]

Escolio

Como sucede con frecuencia, el error ocasionalista trae su origen de la exageración de la verdad. Tanto los antiguos ocasionalistas como los modernos, negaron toda actividad a las criaturas, por considerarla incompatible con la idea que de la grandeza, omnipotencia e independencia de Dios debemos formar. Dios decían, está presente y obra íntimamente en todas las sustancias creadas, sin que necesite de nadie para producir sus actos y mutaciones: luego es inútil la actividad de las criaturas, y hasta incompatible con la perfección soberana de Dios.

Objeciones

Obj. 1ª La primera objeción que suelen presentar los ocasionalistas, es la que se acaba de indicar al exponer el origen de este sistema, suponiendo que la causalidad eficiente concedida a las criaturas, es incompatible con la omnipotencia, perfección y bondad de Dios.

Resp. A esta objeción contesta con razón santo Tomás, que lejos de favorecer y poner a salvo los atributos divinos, más bien los rebaja y contradice, al suponer que Dios no puede conservar su perfección, su independencia absoluta y su omnipotencia, comunicando a las criaturas la eficiencia. Apenas se concibe que filósofos eminentes hayan incurrido en semejante aberración, proponiendo seriamente esta objeción; porque la verdad es que a la inteligencia más vulgar se le alcanza, que el poder, bondad y perfección de Dios, brillan y se revelan de una manera especial comunicando a las criaturas, no solo el ser, sino también la facultad o fuerza para poner verdaderas acciones y producir efectos: mayor perfección y poder arguye en Dios comunicar su semejanza a las criaturas, quoad esse et operari, que el comunicarla quoad esse solamente, como pretenden los ocasionalistas.

Obj. 2ª Otra objeción de los ocasionalistas consiste en [80] decir que el conceder causalidad eficiente a las criaturas equivale a concederles la facultad de crear, que es propia y exclusiva de Dios. La razón es que el efecto propio de la causa eficiente es producir un ser nuevo, o sea hacer que una cosa pase del no ser al ser, lo cual sólo pertenece a la acción creadora.

Resp. El tránsito del no ser al ser, o sea la producción de un efecto, puede tener lugar, o por creación, es decir, sacando todo el efecto de la nada, o por trasmutación de alguna materia o sujeto preexistente. Cuando nace una planta o es engendrado un animal, hay tránsito del no ser al ser, hay un efecto nuevo, una sustancia nueva que no existía antes: lo mismo puede decirse, aunque con menos propiedad, cuando se realiza una mutación accidental, como cuando el hombre adquiere la ciencia o la salud que no tenía, cuando de un pedazo de mármol se hace una estatua. En todos estos casos, el término y efecto de la causalidad eficiente es un nuevo ser, o en el orden sustancial, o en el orden accidental; pero en todos estos casos, esa casualidad eficiente presupone necesariamente alguna materia sobre la cual obra, que recibe la acción de la causa eficiente, y que es transformada por ésta de una manera más o menos profunda e íntima, transformación de la cual resulta la existencia del nuevo ser, en el cual, por consiguiente, hay algo que no ha sido producido por la causa. Ésta es la acción propia de la causa eficiente creada, acción muy diferente de la creación, la cual ni exige materia previa, ni el ser que produce es nuevo por simple transformación de una materia preexistente, sino por educción total ex nihilo, es decir, sacando de la nada todo el efecto, toda la entidad que hay en el efecto. En resumen, y en términos de escuela: la producción de un nuevo efecto, o sea el tránsito de una cosa del no ser al ser per creationem, es acción propia de Dios, y que no puede convenir a las criaturas, se concede: el tránsito del no ser al ser realizado por mutación de la materia preexistente, per solam mutationem materiae vel subjecti praexitentis, es efecto propio de la Divinidad, se nieg.

Obj. 3ª Los cuerpos son seres infinitamente distintos, y [81] como contrarios de la sustancia divina: luego siendo este acto puro, los cuerpos carecen de toda actividad, y por consiguiente, las sustancias materiales, al menos, no son causas eficientes. A esto se añade que los cuerpos por razón de su extensión e impenetrabilidad, no pueden obrar sobre otros cuerpos, porque ninguna cosa obra donde no existe.

Resp. A la primera parte de la objeción debe contestarse, que los cuerpos distan infinitamente de la esencia divina, como distan también infinitamente los espíritus; porque cualquiera que sea la perfección de una criatura, siempre se hallará colocada a una distancia infinita de Dios. Si en la objeción quiere significarse que la distancia de los cuerpos con respecto a la esencia divina es la mayor posible, la afirmación es inexacta y errónea, pues la nada dista más de la esencia divina que los cuerpos, y entre las cosas reales la materia prima, que es pura potencia, es la que se halla colocada a la mayor distancia posible de Dios, como acto puro. Los cuerpos, en el mero hecho de poseer una esencia y existencia real, poseen cierto grado de semejanza con Dios como esencia y como acto.

Por lo que hace a la segunda parte de la objeción, basta tener presente que el modo de presencia que la causa eficiente exige respecto del efecto, es diferente según la diversidad de las causas. De un modo está presente Dios cuando obra sobre un sujeto o materia; de otro la sustancia espiritual; y de otro la sustancia material, la cual se hace presente a la materia sobre la cual obra, y se pone en relación con el efecto por medio del contacto, per contactum, es decir, inmutando la parte contigua de un cuerpo, y por medio de ésta las demás partes del mismo sucesivamente. [82]

Toda esta filosofía es fundamento de la Suma Teológica de Santo Tomás, que puede encontrar resumida, en tan sólo 338 páginas en el Catecismo de la Suma Teológica  que puede adquirir aquí mismo.