Propiedades generales del ente

Res, aliquid, unum, verum, bonum; he aquí las cinco propiedades generales que los Escolásticos señalaban en el ente. Todas ellas, no solamente no se distinguen realmente del ente, sino que son simplemente aspectos y puntos de vista varios con que nuestro entendimiento concibe los seres. Por eso se llaman propiedades transcendentales, porque identificadas como están en el ente, se encuentran y tienen lugar en todas las cosas y en todos los géneros y grados de ser.

Las tres primeras se refieren al ente considerado en sí mismo, el cual se denomina algo, aliquid, en cuanto está dividido de los otros: cosa, res, en cuanto incluye alguna esencia; porque así como una cosa, dice santo Tomás, se denomina ente por razón del ser o existencia, así se denomina res por razón de la esencia; uno, unum, en cuanto contiene indivisión por sí mismo o no está dividido en sí mismo.

La verdad y la bondad corresponden al ente por comparación [39] y en relación de un ser a otro. El ente como cognoscible o concebible por el entendimiento, se dice verdadero, verum; como acto o capaz de ser apetecido por la voluntad, se denomina bueno, bonum.

No ofreciendo dificultad ni importancia especial las propiedades o denominaciones de res y aliquid, trataremos de la unidad, la verdad y la bondad, propiedades transcendentales, del ser que ofrecen mayor importancia filosófica.

La unidad, la identidad y la distinción.

Reduciremos a los siguientes puntos el análisis de estas nociones ontológicas:

1º La unidad, como propiedad transcendental, puede decirse que es la indivisión del ente en muchos entes del mismo género. La unidad, pues, incluye por una parte, una entidad positiva, ens, y por otro lado, la negación de la división, indivisum. Pero esta indivisión que constituye la unidad transcendental, excluye la división en muchos seres iguales al que tiene la unidad, y no la división en seres pertenecientes a diferente orden; y por eso en la definición se ponen las palabras en muchos entes del mismo género. Así, por ejemplo, Pedro, aunque se pude dividir en alma y cuerpo, o en cabeza, tronco, brazos, &c., no se puede dividir en muchos Pedros o individuos humanos, y en esta indivisión consiste su unidad transcendental.

2º De aquí se infieren dos cosas: 1ª que la unidad transcendental de un ser no es incompatible con la composición real del mismo; puesto que aunque algún ser, v. gr., el hombre, una planta, sean compuestos de partes múltiples y varias, esto no quita que se diga con verdad que hay un hombre, una planta: 2ª que la unidad transcendental se identifica con la unidad numérica o individual del ser; porque todo ente que es uno con unidad transcendental, es también uno con unidad numérica o individual, la cual envuelve la indivisión [40] del ser en sí, y su consiguiente división de los demás seres que no son él.

De aquí se colige que el mismo ser, por ejemplo, el hombre, se puede decir uno: 1º con unidad transcendental, en cuanto incluye indivisión en sí mismo, o sea la indivisión en plura ejusdem generis: 2º con unidad numérica, en cuanto está dividido de los demás seres individuales o singulares: 3º con unidad cuantitativa, en cuanto tiene aptitud o capacidad para ser principio y elemento de un número de hombres, o sea parte de una multitud del mismo género.

3º En conformidad con la doctrina expuesta, podemos distinguir dos especies de unidad, una que llamaremos unidad de simplicidad, y otra que llamaremos unidad de composición. La primera incluye la indivisión absoluta y perfecta del ser, de manera que éste, además de excluir la división en muchos seres del mismo género, excluye también la divisibilidad en seres de diferente género, y también toda distinción de partes. Así es, que esta unidad de simplicidad sólo conviene a Dios, acto puro que excluye toda composición y distinción de partes. La segunda conviene a todo ser que incluye partes realmente distintas; de donde se infiere que a todo ser o naturaleza creada sólo le conviene la unidad de composición, ya por razón de la distinción real entre la esencia y la existencia, en la hipótesis de la verdad de esta opinión, ya por razón de la distinción entre la sustancia y los accidentes, la cual tiene lugar hasta en los seres más simples por su naturaleza, como los ángeles y el alma racional.

Esta unidad de composición se puede llamar metafísica, si las partes del ser, aunque distintas realmente, son inseparables, como la esencia y la existencia en las sustancias finitas; o por el contrario, se llamará física, si las partes, además de distintas, son separables, como el cuerpo y el alma en el hombre: se llamará moral, la que se refiere a un ser cuyas partes sólo se unen moralmente, de manera que en realidad, no solo son distintas, sino que están separadas de hecho, como una familia, un ejército. Finalmente, la unidad, que sólo conviene a la cosa en virtud del modo con que [41] nuestro entendimiento la concibe, como la unidad específica o genérica, se llamará unidad lógica.

4º Hay también unidad per se, y unidad per accidens. Decimos que el ser es unum per se, cuando está constituido por una sustancia que es una esencia completa y específica en su género, bien sea sustancia simple, como los ángeles, bien sea sustancia compuesta, como el hombre, o el animal. Por el contrario, unum per accidens se dice, o bien del ser significado y expresado por un término que abraza una esencia sustancial en cuanto modificada por un accidente extraño a la misma, como filósofo, que significa la esencia sustancial del hombre con la filosofía; o bien, con más propiedad, del ser que es divisible y que envuelve pluralidad de partes separadas y existentes por sí mismas, como una familia, un ejército: en éste último sentido, la unidad per ancedens coincide con la de composición moral.

5º Con la unidad tiene afinidad y se halla relacionada la identidad, la cual puede definirse: la conveniencia de una cosa consigo misma. De manera que la identidad es la misma unidad de la cosa, en cuanto que nuestro entendimiento por medio del poder y fuerza de abstracción que posee, concibe algún ser bajo un doble punto de vista, y como si dijéramos, en dos momentos.

De aquí las locuciones y proposiciones que expresan ésta identidad, como cuando decimos: Pedro es idéntico consigo: este hombre es el mismo que vino ayer, &c.

Luego la identidad es susceptible de las mismas divisiones que la unidad, cuya naturaleza y condiciones sigue. Conviene, sin embargo, tener presentes las siguientes divisiones o clases de identidad.

a) Identidad física y moral.

La primera tiene lugar cuando la sustancia de una cosa permanece la misma según su realidad física, o sin experimentar ninguna mutación, aumento o disminución en la sustancia, como sucede en los ángeles y el alma racional. La segunda, cuando hay alguna mutación en la misma sustancia, pero permaneciendo la misma, o bien, según la opinión [42] vulgar, fundada en la permanencia de la forma externa, como cuando un edificio se renueva por partes; o bien porque las partes que se suceden se hallan sometidas y subordinadas a una forma sustancial interna que determina el ser sustancial y específico de la cosa, como sucede en el hombre que permanece el mismo, porque las partes del cuerpo que se renuevan sucesivamente son informadas por una misma alma que les comunica el ser humano, como forma interna, esencial y sustancial del hombre. La primera, puede también apellidarse identidad material, y la segunda, identidad formal.

b) Hay también la identidad genérica, específica y numérica, de las cuales se habló ya en la lógica.

c) Identidad real y de razón.

La primera existe entre las cosas que a parte rei se identifican, pero que nosotros concebimos, representamos y expresamos por medio de conceptos y términos diferentes, como la animalidad y racionalidad, las cuales, según existen en el hombre, son una misma entidad, pero corresponden a dos conceptos diferentes en nuestro entendimiento. La segunda se verifica entre dos cosas, de las cuales la una, ni existe, ni se puede concebir sin la otra: y así diremos que hay identidad de razón entre el hombre y el animal racional.

d) Identidad adecuada e inadecuada. Pedro tiene identidad adecuada o perfecta consigo mismo, porque es identidad que abraza todo el ser y todo lo que en sí contiene.

El número cinco tiene identidad inadecuada o incompleta con el número tres, que se incluye en él, y con la unidad, que es su principio. En general, puede decirse que el todo tiene identidad inadecuada con sus partes.

6º Así como la pluralidad se opone a la unidad, así a la identidad se opone la distinción, a la cual, en consecuencia, pueden acomodarse las divisiones atribuidas a la identidad. Conviene, no obstante, tener presentes las siguientes:

a) La distinción real, es la que conviene a las cosas independientemente y con anterioridad a la concepción de nuestro entendimiento. Distinción de razón o mental, la que sólo les conviene en virtud de nuestra concepción o de la facultad [43] que tiene nuestro entendimiento de concebir y representarse una misma realidad bajo diferentes puntos de vista parciales, como cuando distinguimos con el entendimiento en la esencia del hombre la animalidad y la racionalidad, o concebimos en Dios la sabiduría como distinta de la omnipotencia.

b) Si ésta distinción de razón tiene fundamento en la cosa o entidad real a causa de su perfección relativa o absoluta, por razón de la cual incluye virtualmente la perfección de otros seres inferiores, como sucede en los ejemplos puestos, se llama distinción rationis ratiocinatae, y también distinción virtual. Si carece de este fundamento real por parte del objeto, se llama rationis ratiocinantis o pure mentalis, como la distinción entre hombre y animal racional.

c) La distinción real, si se refiere a dos o más sustancias, se denomina sustancial; y además completa o incompleta, según que estas sustancias son esencias completas y específicas, o no. La distinción entre una sustancia y un accidente, como entre el hombre y la ciencia que posee, o entre dos accidentes, como entre el movimiento y la ciencia, se llama accidental. Si la distinción se refiere a una sustancia o accidente con respecto a algún modo de ser de los mismos, se llamará modal, como la distinción entre la esencia y la subsistencia, entre el movimiento y su velocidad.

d) Cuando la distinción entre dos cosas abraza, además de la numérica, la específica, suele llamarse diversidad: en este sentido decimos que Pedro y un caballo son diversos, pero que Pedro y Pablo son simplemente distintos.

e) Se deduce de lo dicho que la distinción numérica o individual, no es incompatible con la identidad específica o genérica, y por consiguiente, esencial: así, aunque Pedro y Pablo son distintos individualmente, pueden decirse idénticos esencialmente, en cuanto que tienen la misma esencia específica. [44]

Escolio

La cuestión relativa al origen propio de la unidad numérica, o sea al principio de individuación, es una de las más difíciles y controvertidas en la metafísica. Santo Tomás señala como principio de individuación en las sustancias materiales, la materia en cuanto afectada y determinada por la extensión, materia signata quantitate, o sea la materia en cuanto modificada por las dimensiones que le corresponden, habida razón de la forma sustancial que recibe. Esta opinión no carece de sólido fundamento; porque la individuación, como identificada con la naturaleza del individuo, debe traer su origen de alguno de sus principios esenciales, que son la materia y la forma sustancial. A la forma le pertenece ser y es realmente principio de la unidad y distinción específica, y no de la numérica: luego ésta última solo puede proceder, como de primer origen, de la materia. Empero la materia por sí misma es indiferente y potencial para todas las determinaciones, y por consiguiente, no incluye ex se pisa ninguna distinción ni individuación. Mas si consideramos que esta materia, al recibir una forma sustancial determinada, recibe por razón de ésta una cantidad y dimensiones determinadas, para cuya recepción estaba preparada, a las cuales decía orden, y las mismas que exigía en virtud de las disposiciones y modificaciones previas introducidas en la materia antes de recibir la nueva forma, tendremos el principio de la individuación de la nueva sustancia en la materia signata quantitate de santo Tomás.

La dificultad del problema ha dado origen, por lo demás, a multitud de soluciones entre los Escolásticos, buscando y señalando unos el origen de la unidad numérica en la existencia actual, otros en la esencia, estos en la heceidad, aquellos en la causa eficiente, y algunos, finalmente, en la colección de los accidentes que modifican el individuo. [45]

Toda esta filosofía es fundamento de la Suma Teológica de Santo Tomás, que puede encontrar resumida, en tan sólo 338 páginas en el Catecismo de la Suma Teológica  que puede adquirir aquí mismo.