Autenticidad de los Evangelios. San mateo. Argumento interno (Art. 3 de 9)
ARGUMENTO INTERNO DE AUTENTICIDAD
SACADO DE LA OBRA
Vistos los argumentos extrínsecos a favor de la autenticidad del Evangelio de San Mateo, el examen interno del contenido y estilo propios del primer Evangelio nos confirma la verdad de su autoría y nos ofrece los siguientes datos:
1. El autor es un judío de Palestina que conoce muy bien su geografía y las autoridades que la gobiernan:
a) Conoce muy bien, y apenas explica, dándolos por sabidos, los datos geográficos de regiones (Decápolis, el desierto de Judá, la tierra de Zabulón y Neftalí, etc.), de ciudades (Cesarea de Filipos, Betsaida, Corozaín, Nazaret, etc.) o de localizaciones toponímicas (Getsemaní, Calvario, etc.).
b) Cita con naturalidad los nombres de las diversas autoridades contemporáneas: Herodes Magno, Arquelao, Herodes Antipas, Caifás, Pilato, etcétera, a pesar de que para el año 70 se había trastocado todo aquel panorama político.
2. Emplea alusiones espontáneas a los usos de los judíos, que supone familiares a sus oyentes.
a. Le es muy familiar la religión judía con sus tradiciones acerca de la observancia minuciosa del sábado (12,1-13), de las prescripciones acerca del ayuno (9,14-17), de la obligación de evitar el trato con los publicanos (9,10-13), de las lociones necesarias para no caer en impureza legal y de las formas de oblaciones al templo (15,1-20), del origen del dinero que debía meterse en las cajas del templo (27,6), de las clases de juramento (23,16-22), etc.
b. Está muy al tanto del ambiente en que se desenvuelven los representantes de la ley y del sacerdocio, distinguiendo diligentemente a los fariseos y herodianos (22,15s), a los saduceos (22,23s) y hace notar los principales defectos de cada uno, v.gr., la ostentación vanidosa de las filacterias (23,5) o la hipocresía de los fariseos (23,13-33), etc.
c. Asimismo da por supuestas las costumbres referentes a las bodas (25,1-13), las leyes judiciales y diversas clases de juicios: tribunal, sanedrín, gehenna (5,21), etc.
d. Su estilo abunda en locuciones netamente hebreas, como el uso de «Reino de los cielos» en vez de Reino de Dios, nombre evitado escrupulosamente por los judíos. En Mt aparece 32 veces la primera frase, frente a sólo cuatro veces en que emplea la segunda, siendo así que en Mc y Lc no se halla nunca aquel modismo) contándose 15 y 32 veces la locución de «Reino de Dios». Asimismo son frecuentes ciertos giros específicamente hebreos, como la «consumación del siglo», las puertas del Hades o el Scheol para indicar el poder del infierno, o expresiones puramente nacionales como generación adúltera (12,39; 16,4), «prosélito» (23,15), «hijo de la gehena», «ciudad santa» por Jerusalén 27,53), etc.
3. El autores un judío de las primeras generaciones.
1. Desde luego, es anterior al año 70, en que acaeció la destrucción de Jerusalén, ya que al narrar las predicciones del Señor sobre la ruina de la ciudad santa y el fin del mundo los datos aparecen confusamente mezclados, defecto inconcebible en quien hubiera conocido la destrucción realizada por Tito (c.24).
2. Recuerda varias frases de Jesús que no hubieran tenido sentido ni oportunidad una vez dispersos los apóstoles y llevada a cabo la gran evangelización de los gentiles, v.gr., «No he venido a abrogar la ley (judía) o los profetas, sino a consumarla. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse una jota o una tilde de la ley» (5,1 7s). Aun cuando declara sin ambages que todos los gentiles están llamados al cristianismo y deben ser bautizados (28,18), no deja de consignar la preferencia de los judíos a través de aquellas palabras de Jesús a la cananea referentes a la misión personal del Señor: «No he venido sino para las ovejas extraviadas del pueblo de Israel» (15,24), o las dirigidas a los discípulos en su primera misión por Galilea: «No toméis el camino de los gentiles ni entréis en las ciudades de los samaritanos» (10,5). En su nomenclatura todavía aparecen los gentiles como pecadores (5,7; 6.7; 10,548,17, etc.), al paso que los judíos son los «hijos del Reino» (8,12), y Jesús es el que «ha de salvar a su pueblo» (1,21).
4. Su autor parece ser un publicano.
a) Es significativa la propiedad de pala bra cuando habla de los tributos, censos o monedas en comparación de los otros evangelistas, que usan voces más generales. En el pago del tributo es el único que emplea la voz didracma (17,24) y el nombre propio de estatera (17,27). Así como tiene especial cuidado en consignar la palabra técnica de «moneda del censo» (20,19).
b) No debe pasarse por alto que en la vocación del publicano para el apostolado es el único evangelista que se atreve a poner el nombre de Mateo, en vez de Leví, usado por los demás, deseosos de evitarle la infamia inherente a tal cargo en Palestina y dentro de la segunda cuaterna de los apóstoles en el primer evangelio, el último lugar es ocupado por Mateo, a diferencia del orden establecido por los otros evangelistas.
En conclusión, el análisis intrínseco del primer evangelio está indicando un autor plenamente judío, perteneciente a la primera generación de discípulos del Señor, familiar a los oficios tributarios.Sólo San Mateo responde a estas características.
Lengua, destinatarios y fecha del primer evangelio.
1. La lengua empleada por el primer evangelista en su escrito está claramente atestiguada por Eusebio, Orígenes, Panteno, Ireneo y Papías en los testimonios antes citados, todos los cuales afirman unánimes que fue la hebrea. Sin duda el sentido de esta palabra se refiere al dialecto arameo hablado en Palestina en los tiempos apostólicos. El hebreo, en su significación estricta, era lengua muerta desde hacía varios siglos y su empleo hubiera hechos inútiles para el pueblo los escritos evangélicos. La misma expresión de «lengua hebrea» emplean los Hechos al narrar el idioma usado por San Pablo para hablar a la plebe en Jerusalén (Act 21,40). Más tarde fue traducido al griego, según indicaremos al tratar de la cuestión sinóptica.
2. Tampoco puede suscitarse duda razonable sobre los destinatarios inmediatos del primer evangelio, que fueron los judíos convertidos al cristianismo. Esto lo pregonan claramente las voces de la tradición anteriormente escuchadas en los testimonios sobre su autenticidad, lo comprueba la lengua aramea en que fue escrito y lo refrendan varias de las características ya indicadas, como el uso de locuciones específicamente nacionales, v.gr., «el lugar santo» = templo (24,15), «pecadores» = paganos, etc., así como la falta de traducción en las palabras aramaicas empleadas: raká (5,22), beelzeboul (50,25), korbanás (27,6), etc. 34, y la omisión de explicaciones oportunas y aun necesarias al hacer referencias a usos o doctrinas judíos (cf. 9,20; I4 1 I 15,2; 215.24.27; 27,62, etc.). Más difícil es precisar las diversas traducciones griegas, que, según Papías, se intentaron (n.370), y en qué circunstancias se hizo la que al fin fue aceptada por la comunidad como norma canónica.
3. Respecto a la fecha, tenemos algunos jalones que nos la precisan dentro de ciertos límites. Las citas que de este evangelio encontramos en el siglo I nos obligan a poner su composición antes del año 95. El sermón escatológico del c.24, con sus datos confusamente entremezclados, señalan una fecha en que aún no había tenido lugar la destrucción de Jerusalén, es decir, en un tiempo anterior al año 70. A esto debemos añadir el dato precioso de que nuestro primer evangelio fue compuesto para instrucción de los judíos convertidos y como continuación de las catequesis de San Mateo cuando éste se hallaba a punto de abandonar Jerusalén, como dice Eusebio (n.365).
¿Qué fecha podemos señalar para la partida de Mateo en busca de nuevos campos paganos que evangelizar? No tenemos datos fijos, aun cuando en los primeros siglos se dio una tradición bastante persistente sobre un mandato de Jesús a los apóstoles de que permaneciesen en Jerusalén doce años. En el Kerigma de Pedro se lee: «Después de doce años (habla Jesús a los apóstoles), dispersaos por el mundo para que nadie pueda decir «no hemos oído (el evangelio) » . No debe tomarse, sin duda, muy a la letra el número de doce, que nos conduciría al año 42, pero sí es un indicio que viene a coincidir con otros datos ciertos, cuales son la ausencia de Mateo el año 49, fecha del concilio de Jerusalén. Nos consta por el doble testimonio de San Pablo en su carta a los Gálatas (2,9), que declara no haber encontrado en Jerusalén sino a Santiago, Pedro y Juan, y por la narración del concilio hecha por San Lucas, en que tampoco se advierte su asistencia. Podemos, pues, colocar la fecha de composición del primer evangelio entre los años 42 y 49 de nuestra era.
Enjuiciamiento de las razones opuestas a la fecha anterior.
San Ireneo afirma que San Mateo escribió su evangelio mientras Pedro y Pablo fundaban la Iglesia de Roma. Esto nos obligaría a colocar la composición del evangelio después del año 6o. Es cierto que el texto de San Ireneo ha dado origen a múltiples interpretaciones. Razonable es, entre otras, la de que San Pedro fue a Roma por primera vez hacia el año 44. Si bien San Pablo no estaba en esa fecha allí, pudo San Ireneo juntar en su testimonio a los dos apóstoles sin precisar más, como hace en otros textos.
El lenguaje del evangelio de San Mateo no da la impresión de ser una traducción, como se manifiesta en múltiples detalles estilísticos y lingüísticos. Creemos que la respuesta más adecuada a este no reparo es la de que cuando hablamos de un original arameo y una traducción griega, contamos con la posibilidad de una «adaptación», no de una mera traducción, con tal que se mantenga el principio de que esta reelaboración, en lo esencial, es conforme al original (cf. DB 405).
Si Papías fuese la fuente única de las noticias referentes al original arameo de San Mateo, resultaría este dato menos seguro. Con todo, no dejaría de tener su valor, pero puede añadirse que tampoco es cierto que todos los otros testimonios se reduzcan al Papías; el de Panteno, por lo menos, ofrece notas propias.
Vistos; pues los argumentos extrínsecos e internos de la obra en favor de la autenticidad del Evangelio según San Mateo, así como de la existencia de su orginal en arameo y de la fecha más que probable de su escritura: 42 a 49 de nuestra era, vamos a estudiar en lo sucesivo, si Dios quiere, la autenticidad del Evangelio según San Marcos.
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