LA P.F.N. DE JUAN PABLO 2 ESTÁ CONDENADA POR LA IGLESIA CATÓLICA
¡Bienaventuradas las vírgenes que respiráis gracia tan inmortal, como los huertos flores, los templos religión y los altares incienso sacerdotal! (San Ambrosio)
Quienes no reciben esta gracia- la virginidad- pidánla a Dios confiados, pero deben saber que pueden santificarse si cumplen con el fin del matrimonio sin subterfugios – de Dios nadie se ríe-, pues:
El Señor, además, quiere que sean engendrados los hombres no solamente para que vivan y llenen la tierra, sino muy principalmente para que sean adoradores suyos, le conozcan y le amen, y finalmente le gocen para siempre en el cielo; fin, que, por la admirable elevación del hombre, hecha por Dios al orden sobrenatural, supera a cuanto el ojo vio y el oído oyó y pudo entrar en el corazón del hombre.
El fin primario esencial del matrimonio es la procreación y la educación de la prole; y este fin es tan necesario y tan esencial, que sin él no puede haber matrimonio válido. No puede fallar, por lo menos en la intención, pues a él se ordena el matrimonio por su naturaleza; el fin secundario, que por sí solo no cumple con el fin del matrimonio, está al servicio del primario.
Este artículo viene a cuento de leer ciertos artículos de aquellos que se rasgan las vestiduras por la exhortación Amoris Laetitia escrita por Bergoglio, pero no quieren reconocer que los levantiscos cardenales Walter Brandmüller, Raymond L. Burke, Joachim Meisner y Caffarra son parte de la misma herejia conciliar que ha invertido los fines del matrimonio y ha insistido en una pastoral de planificación familiar natural para burlar el fin esencial del matrimonio; seguramente tales autores, la mayoría seglares, tal error les viene como anillo al dedo para tener una práctica liberal que no chirríe con las aspiraciones del mundo y evitar la cruz ¿ Pues, en qué se diferencian de los no creyentes y qué anhelan distinto de los mundanos, pues también tienen, como éstos, su corazón puesto en en la hipoteca del piso, en las vacaciones, han introducido la televisión en sus casas para que les seduzca y piensan excesivamente en el ascenso puestos ejecutivos, y en disfrutar de bienes materiales? ¡ Ahh, sí, se me olvidaba! Es que rezan y en eso se diferencian ¿ Dije rezan? Rectifico, pues, comenten el gravísimo pecado de communicatio in sacris yendo cada domingo a la misa nueva de los conciliares, que por sus fines es desagradable a Dios. A todos estos millones que hacen de sus propios pensamientos doctrina, les recordamos la santa doctrina de la Iglesia, y refutamos, de paso, las herejías y errores conciliares que han penetrado en la mente de casi todos los bautizados.
Precisar los términos antes de exponer una doctrina, tesis e incluso para debatir sobre cualquier cosa, es siempre lo más adecuado; así se procedía en el medievo en los debates habidos entre las distintas posiciones teológicas y escuelas; antes de cualquier controversia pública se dedicaba el tiempo que fuera necesario para determinar el significado de las palabras que se iban a esgrimir, para que no se pudiera entender luego por un concepto sino sólo aquello que todos habían convenido. Así que así, siguiendo ese gran ejemplo, abandonado por la teología y magisterio desde Juan XXIII, procederemos aquí.
La Planificación Familiar natural (en adelante PFN) es la industria (R.A.E. : Maña y destreza o artificio para hacer algo) hecha por los esposos de confinar voluntariamente el acto conyugal exclusivamente a los momentos en que la esposa es infecunda para evitar la concepción y conseguir una regulación de la natalidad y no para dedicarse a la oración común, sin renunciar a la sedación de la concupiscencia, sólo reprimida el resto de los días que se presumen ubérrimos.
En la definición tenemos el fin de la PFN: la regulación de la natalidad. Lo hace, el con qué, por la aplicación de la industria de los hombres (de industria hominum), es decir, con una industria nacida de una observación más o menos rigurosa, adquirida por distintas técnicas, de los días fértiles en la mujer. El beneficio: la sedación de la concupiscencia. La voluntariedad del acto, que es ejercido durante un periodo y sólo en determinados días de infertilidad; y los sujetos del acto, los esposos, que no pueden alegar ignorancia porque requieren un entendimiento previo y en ocasiones hasta meticuloso de los días fecundos de la esposa a través de diversas mediciones. El cuánto: un periodo más o menos largo. Y mucho más, que no nos detenemos a detallar.
Estamos, pues, ante un acto humano que es sujeto susceptible de un juicio moral. En él hay plena advertencia y consentimiento.
Lo primero y fundamental que indicamos es que el fin es el mismo que el de la Planificación Familiar Artificial (D.I.U., anticonceptivos, etc.); es decir, la regulación de la natalidad o dicho en cristiano, tener sólo los hijos que ellos quieran y no los que Dios les mande. La única diferencia se encuentra en la industria, esto es, la sexta circunstancia que Santo Tomás (1) considera para determinar la moralidad del acto: con qué.
Si el fin es el mismo, debemos, entonces, considerar cuál es el fin del matrimonio. Pero antes, tenemos que comprender qué relación tiene la finalidad de un acto determinado con la moralidad del mismo.
En esto, se consideran cinco reglas en teología moral:
1ª El fin bueno agrega una nueva bondad al acto bueno. Eje. Oír misa-objeto bueno- en reparación por los pecados- fin bueno-.
2ª Si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto. Eje. Oír Misa-objeto bueno- sólo para contemplar con deseos a una mujer- fin malo-.
3ª Cuando el acto de suyo es indiferente, el fin lo convierte en bueno o en malo. Eje. Pasear frente a un banco-objeto indiferente-para preparar el próximo robo-fin malo-.
4ª Si el fin es malo agrega una nueva malicia a un acto de suyo malo. Eje. Robar-objeto malo- para después embriagarse-fin malo-.
5ª El fin bueno del que actúa, nunca puede convertir en buena una acción de suya mala. Eje. Dar muerte a alguien para librarlo de sus dolores o robar al rico para darlo a los pobres.
Veamos ahora cuáles son los fines del matrimonio. El dogma católico nos enseña que el fin primario del matrimonio y del acto conyugal es la procreación y educación de la prole.
Descargar encíclica Casti Connubii de Pío XI en español
El Papa Pío XI, Casti Connubii, § 17: “El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de la prole”. Lo mismo nos dice el C.I.C. : “el fin primario del matrimonio consiste en la procreación y educación de la prole (2). Este fin natural además, en los matrimonios católicos, está orientado a engendrar la progenie de la Iglesia de Cristo. La naturaleza, pues, del acto conyugal tiene la finalidad de generar hijos, conciudadanos de los santos y domésticos de Dios “… estando destinado el acto conyugal, por su misma naturaleza, a la generación de los hijos” (ibid. §14).
Hay que considerar, entonces, que forma parte de su naturaleza el destino primario del acto conyugal, que no es otro que la generación de la prole. Quien no oriente el acto conyugal al fin primario obra contra la naturaleza misma de la operación. El papa trae en su apoyo a San Agustín que dice: “Porque se cohabita ilícita y torpemente incluso con la esposa legítima cuando se evita la concepción de la prole. Lo cual hacía Onán, hijo de Judas, y por ello Dios lo mató”
Cierto que el matrimonio tiene otros fines secundarios, tales como el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia. Pero estos fines secundarios están subordinados al fin primario y no se puede hacer uso lícito de aquellos sin éste. Pío XI nos dice al respecto en Casti Connubii, § 59: “Hay, pues, tanto en el mismo matrimonio como en el uso del derecho matrimonial, fines secundarios ―verbigracia el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia―, cuya consecución en manera alguna está vedada a los esposos, siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto y, por ende, su subordinación al fin primario”.
Es una licencia criminosa, sigue diciendo la Casti Connubii, que se arrogan, ora porque están hastiados de los hijos, ora porque tratan de satisfacer sin cargas la voluptuosidad, y otros alegando que ni pueden guardar continencia (legítima de común acuerdo), o que a causa de la hacienda familiar o dificultades materiales no pueden aceptar más prole. “No existe, sin embargo, razón alguna, por grave que pueda ser, capaz de hacer que lo que es intrínsecamente contrario de la naturaleza se convierta en naturalmente conveniente y decoroso”.
Contra esta doctrina segura, vienen ahora los liberales de la iglesia conciliar negando todo lo que ya está definido en la Iglesia Católica diciendo, cito literalmente un vómito cerebral típicamente modernista: “ Cuando Dios y los padres quieran concebir un hijo dentro de un matrimonio, será (¿No es lo mismo que el fundamento para uso de medios artificiales?). Que cumplan la voluntad de Dios según su libre razón, arbitrio y responsabilidad. Los cónyuges están en todo su derecho, lícito, de discernir la causa justa para el uso de medios naturales, en el caso que no consideren oportuno un hijo…..Decir otra cosa, que debe haber causa grave, que debe ser excepcional, es realmente digno de sectas protestantes y fanáticas. O de pseudocatólicos rigoristas con resabios de jansenismo y totalitarismo sobre la conciencia moral que sería repudiado por los sabios católicos…. El hijo es un bien futuro, pero el matrimonio y los hijos presentes, son un bien presente y debe prevalecer este en el juicio moral. Dios da libertad para esto, aunque algunos rigoristas no lo entiendan”.
Habrá que preguntar a estos sofistas ¿quién determina la causa justa? Para este modernista, “de cuyo nombre prefiero no acordarme”, evidentemente no es la Iglesia, sino los cónyuges en parlamento democrático con Dios regido por las mayorías; pero acaso ¿Dios llama a los esposos por teléfono para ponerse de acuerdo con ellos? Para reír, si no fuera tan triste y gravísima la situación espiritual de los conciliares. Y, por otra parte, ¿es cada persona quién determina la causa justa o es Dios con sus mandamientos positivos y naturales? No existe, sin embargo, razón alguna, por grave que pueda ser, capaz de hacer pasar por conveniente lo que es contrario a la naturaleza. La única razón aparente de este esputo, más que razonable pensamiento, es justificar la sedación de la concupiscencia sin responsabilidad y sin freno, lo que es un camino rápido al infierno. Lo de jansenista se lo aplican a todos y ni siquiera saben, según me temo, de qué van las herejías de Jansenius. Lo digo porque es al revés; en realidad este discurso subversivo es jansenista y un verdadero manual del guerrillero contra las costumbres, como veremos de inmediato en palabras de Pío XI.
Casti Connubii se contrista de las quejas de aquellos cónyuges que, acosados por la dura necesidad económica [razón esgrimida por los defensores de la PFN], encuentran enormes dificultades para el sostenimiento de los hijos ¿Les aconseja Pío XI la PFN? No, al contrario, porque dice: “No puede surgir dificultad alguna capaz de derogar la obligación impuesta por los mandamientos de la Ley de Dios, que prohíbe los actos por su íntima naturaleza malos. Cualesquiera que sean las circunstancias siempre les será posible a los cónyuges, robustecidos por la gracia de Dios, cumplir fielmente con su cometido y conservar en el matrimonio la castidad, limpia de esa torpe mancha, pues subsiste firme la verdad del tridentino: ‘Nadie puede hacer uso de aquella opinión temeraria y anatematizada por los santos Padres de que el cumplimiento de los preceptos de Dios es imposible para el hombre justificado. Puesto que Dios no manda imposibles, sino que mandando te exhorta no sólo a que hagas lo que puedas, sino también a que pidas lo que no puedas , y te ayuda para que puedas.. Y esta misma doctrina ha sido confirmada en la condenación de la herejía jansenista, que se atrevió a blasfemar de la bondad de Dios de esta manera. ‘ Hay algunos preceptos de Dios que los hombres justos, aun queriendo y afanándose, dadas las fuerzas actuales de las que disponen, no pueden cumplir; les falta también la gracia, con que se hagan posibles`”. De lo que resulta que jansenista es esa opinión energúmena, porque piensa que es terrorismo de conciencia tener los hijos que Dios mande, ya que no cree, como Jansenius, que Dios le auxiliará para cumplir sus preceptos. Por eso se inventan un Dios a su antojo que no refrene su voluptuosidad insaciable. Por esa causa rechazan la Doctrina de siempre de la Iglesia Católica y prefieren la ventajosa de Juan pablo II de la iglesia conciliar, con su explosiva teología del cuerpo. Y aquí el católico deberá elegir entre dos puertas, la de un verdadero papa que defiende la moral de siempre, Pío XI, puerta angosta, o la de Juan Pablo II que predica la salvación de todos, puerta amplísima y sin dificultad. El criterio de elección lo determina el mismo Cristo Jesús, vida nuestra: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuan pocos los que dan con ella! Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces (Mt. 7, 13-15). Curiosamente, nos manda guardarnos de los predican esa puerta ancha, que aún con vestiduras de ovejas, son los falsos profetas. Está claro, pues, quién es el falso profeta.
Respecto a los sacerdotes, obispos, cardenales, etc. que tienen a su cargo las almas e indujeren al error a los fieles o guardaren silencio sobre la verdad, hoy la mayoría, Pío XI les dice “sepa que habrá de rendir cuenta a Dios, Juez supremo, de la traición de su ministerio, y considere que fueron dichas para él aquellas palabras de Cristo: ‘Son ciegos y guías de ciegos; y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caen el hoyo’ ” (Ibid. 58). La misma sentencia vale para los laicos aprendices de teólogos que pululan en el ciberespacio y que con apariencias de eruditos, no sólo ellos conducen a otros al fuego eterno, sino que ellos mismos van directos a él, donde serán más atormentados.
No perdamos de vista la relación con la moralidad del acto que tienen los fines, como más arriba hemos visto. El fin de la PFN es regular, es decir, impedir, por el periodo en que se hace uso de ella, engendrar la progenie de la Iglesia de Cristo. En efecto, se está tratando de alcanzar un fin secundario que sólo es lícito, si está subordinado al fin primario, que es lo que se rechaza. Pero resulta que esto es una acción ilícita, según San Agustín, y torpe e intrínsecamente deshonesta, según Pío XI “… estando destinado el acto conyugal, por su misma naturaleza, a la generación de los hijos, los que en el ejercicio del mismo lo destituyen adrede de su naturaleza y virtud, obran contra la naturaleza y cometen una acción torpe e intrínsecamente deshonesta”.
Como dijimos: Si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto. El fin en este caso es malo, porque es ilícito, obra contra la naturaleza del mismo acto cambiando la acción en torpe y deshonesta. Luego, como hay advertencia y consentimiento es pecado ¿en qué gravedad? Mortal. El mismo Papa lo dice con claridad y solemnidad, no haciendo más que repetir la tradición y las Sagradas Escrituras:
“Habiéndose, pues, algunos manifiestamente separado de la doctrina cristiana, enseñada desde el principio y transmitida en todo tiempo sin interrupción, y habiendo pretendido públicamente proclamar otra doctrina, la Iglesia católica, a quien el mismo Dios ha confiado la enseñanza y defensa de la integridad y honestidad de costumbres, colocada, en medio de esta ruina moral, para conservar inmune de tan ignominiosa mancha la castidad de la unión nupcial, en señal de su divina legación, eleva solemne su voz por Nuestros labios y una vez más promulga que cualquier uso del matrimonio, en el que maliciosamente quede el acto destituido de su propia y natural virtud procreativa, va contra la ley de Dios y contra la ley natural, y los que tal cometen, se hacen culpables de un grave pecado”.
El papa Pío XI está repitiendo lo que siempre ha explicado la Iglesia para determinar la moralidad del acto humano. A saber, “para que una acción sea buena, es necesario que lo sean sus tres elementos: objeto bueno, fin bueno y circunstancias buenas. Para que el acto sea malo, basta que lo sea cualesquiera de sus tres elementos (“ bonum ex integra causa, malum ex quoquenque defectu”); el bien nace de la rectitud total, el mal nace de un único defecto(3).
El papa Pío XI, por lo tanto, estaba transmitiendo la doctrina sempiterna de la Iglesia recordando la ilicitud de obrar sólo por placer. En efecto, este principio tiene muchas aplicaciones en la vida práctica; veamos el esquema de R. Sada-A Monroy en su Curso de Teología Moral, que es el mismo en todas las teologías morales normales. Las premisas son las siguientes:
- Dios ha querido que algunas acciones vayan acompañadas por el placer, dada su importancia para la conservación del individuo o de la especie.
- Por eso mismo, el placer no tiene en sí razón de fin, sino sólo de medio que facilita la práctica de los actos: “delectatio est propter operationem et non et converso” :La delectación es para la operación y no al contrario (4).
- Poner el deleite como fin de un acto – que es en definitiva lo que hace la PFN- implica trastocar el orden de las cosas señalado por Dios. Esa acción queda corrompida más o menos gravemente. Por tal razón nunca es lícito obrar solamente por placer. El ‘católico’ que mantenga una opinión contraria a esto debe saber que estaría defendiendo una opinión que la Iglesia ha condenado infaliblemente. Porque si invirtiendo los fines aun manteniendo el primario hay, al menos, pecado venial, según la siguiente proposición que está condenada por la Iglesia : “El acto del matrimonio, practicado por el solo placer, carece absolutamente de toda culpa y de defecto venial” (5); mucho más grave, pecado mortal, es impedir el fin primario, como bien dice Pío XI.
- Se puede actuar con placer, pero no siendo el deleite la realidad pretendida en sí misma. Es lícito el placer conyugal en orden a los fines del matrimonio, pero no exclusivamente por gusto; no cuando se busca como única finalidad el placer o la sedación de la concupiscencia en sí misa.
- Para que los actos tengan una rectitud es bueno referirlos a Dios, fin último de hombre, al menos de manera implícita (1Cor. 10,31). Si en algún acto se excluye la intención de agradar a Dios de forma explícita, es decir, no por inadvertencia, resulta pecaminoso.
El Papa no inventa una nueva doctrina, por eso dice “una vez más”; está transmitiendo lo que ha recibido sin cambiar una tilde. La PFN es una industria que busca la sedación de la concupiscencia, sin querer asumir “la carga” de los hijos. Rechaza la prole que Dios le mande, sin hacer uso de lo único legítimo: la continencia sexual de mutuo acuerdo entre los esposos en un determinado periodo o en varios para la alabanza de Dios en oración, penitencia, etc.. Antes de que los laboratorios produjesen masivamente anticonceptivos, la fábrica del hombre usó de artimañas y argucias naturales para evitar la prole. En las mismas Sagradas Escrituras está contenida esta doctrina contra la PFN:
“Los que abrazan con tal disposición el matrimonio, que apartan de sí y de su mente a Dios, entregándose a su pasión, como el caballo y el mulo que no tienen entendimiento; ésos son sobre quienes tiene poder el demonio. Mas tú, cuando la hubieres tomado por esposa, entrando en el aposento, no llegarás a ella en tres días, y no te ocuparás en otra cosa sino en hacer oración en compañía de ella. (…) Pasada la tercera noche, te juntarás con la doncella, en el temor del Señor, llevado más bien del deseo de tener hijos, que de la concupiscencia…” (Tobías 6, 17)
Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano [éste había muerto], y cumple con ella tu deber como cuñado, y levanta descendencia a tu hermano. Y Onán sabía que la descendencia no sería suya; y acontecía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, derramaba su semen en tierra para no dar descendencia a su hermano. Pero lo que hacía era malo ante los ojos del Señor; y también a él le quitó la vida.…(Gn 38, 8-10.
Ya hemos citado a san Agustín, veamos lo que dice San Cesáreo de Arlés: “Cada vez que él se une a su esposa sin un deseo de tener hijos (…) sin lugar a dudas que comete pecado”(6).
Los resultados de este tremendo error que sostienen en general los conciliares resulta evidente. De una parte al coincidir la maldad del fin entre los que prodigan la limitación de los nacimientos mediante la industria de la PFN y los que la procuran mediante la industria artificial de los anticonceptivos hace que cada vez más de los primeros se pasen a la práctica de los segundos. Esto está archidemostrado por numerosas encuestas, entre la que recordamos por parecernos más que suficientes sólo dos, la realizada entre los jóvenes ’católicos’ que acudieron a la JMJ de Río y la respuesta de los obispos a Roma sobre el panorama de sus diócesis, para la preparación del próximo Sínodo. El resultado de ambas es espeluznante al coincidir en que más del 90% de los católicos considera que hacer uso del matrimonio usando métodos anticonceptivos no es pecado.
Pero ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Por una ley fácil de entender: La comodidad, o de economía de esfuerzo que dice: ante el fin que se puede conseguir de dos maneras, una ardua y otra fácil, el hombre siempre tiende a escoger la última ; el pensamiento es el siguiente: “si cada cual decide cuántos hijos ha de tener, reunidos en la Cortes con Dios, en cuyo parlamento siempre son mayoría los esposos que suman dos votos, se cometen menos errores- porque ya la PFN ha preparado las mentes de que tener los hijos que Dis manda es un error– confiados en una píldora que llevando el apunte de los ciclos y la temperatura íntima de la mujer; ergo, como la finalidad es la misma no debe haber tanta diferencia respecto a la culpa entre unos y otros medios”. Todo este inicuo pensamiento que ha arraigado en el entendimiento y la voluntad de los ‘católicos’ tiene una razón de ser, que San pablo nos explica perfectamente: “por no haber recibido el amor de la verdad que los salvaría. Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira y sean condenados cuantos, no creyendo en la verdad, se complacieron en la iniquidad. Por no haber recibido el amor de la verdad que los salvaría” (2Ts,10-12).
Todos los argumentos de los que defienden la PFN se enfocan en el acto conyugal en sí, y en efecto, bien dicen que no interfiere directamente con el acto conyugal, pero no viene de ahí su maldad, sino de que subordina el propósito primario del matrimonio y del acto conyugal a un fin secundario, impidiendo la consecución de fin primario voluntariamente y conscientemente.
Para concluir. Si los piadosos padres de Santa Catalina de Siena hubieran usado la PFN nunca hubiera nacido esta gran santa, ya que Catalina, quien tuvo una hermana gemela, Giovanna, quien murió poco después, es la vigésima cuarta hija de los veinticinco hijos que tuvieron sus padres. Ni San Ignacio de Loyola, que era el más pequeño de trece hijos. Quizá, ni Fátima se hubiese dado, al menos como lo conocemos, ya que Lucía era la última de siete hijos, Francisco el octavo de nueve hijos y Jacinta la última de nueve hijos y todos “pobres de solemnidad” (causa justa según los liberales). Hay muchos más ejemplos que el lector puede encontrar, por ejemplo, leyendo la Vida de los Santos de Butler .
Qué duda cabe que hoy en día resulta ‘embarazoso’ a los pastores repetir a los matrimonios la enseñanza de San Pablo a Timoteo: [la mujer] “Se salvará por la crianza de los hijos, con tal que permaneciere con modestia en la fe, la caridad y la santidad “(1Ti 2:15 ). ¿Y cómo será esto posible, si engañadas por sus pastores, creen que se salvarán cerrando la puerta a los hijos que Dios manda y siendo, en cambio, protagonistas en las misas novus ordo? Pues “Así habla el Señor:
Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: “Vas a morir”, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida (Ez. 33, 7-9)”.
La Objeción de los defensores de la PFN
Los defensores de la planificación natural quieren apoyarse en la enseñanza del mismo Papa Pío XI, en el § 59 de la Casti connubii, donde enseñó que los esposos pueden hacer uso del matrimonio en los periodos infértiles, cuando dice: “Ni se puede decir que obren contra el orden de la naturaleza los esposos que hacen uso de su derecho siguiendo la recta razón natural, aunque por ciertas causas naturales, ya de tiempo, ya de otros defectos, no se siga de ello el nacimiento de un nuevo viviente. Hay, pues, tanto en el mismo matrimonio como en el uso del derecho matrimonial, fines secundarios ―verbigracia, el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia―, cuya consecución en manera alguna está vedada a los esposos, siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto y, por ende, su subordinación al fin primario”.
Pío XI no está enseñando la planificación familiar natural en este párrafo, sino que los esposos pueden hacer uso legítimo de los fines secundarios siempre, incluso en los días infértiles (causas naturales), sobrevenida la edad yerma por ejemplo (de tiempo) o por el defecto radical de engendrar en uno o los dos cónyuges, operación, accidentes, etc, (otros defectos), pero siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto, su subordinación al fin primario. En resumen, lo citado anteriormente no enseña la PFN, sino que anuncia el principio según el cual los esposos pueden utilizar legítimamente su derecho en cualquier momento. Además, en el mismo párrafo que los defensores de la PFN retuercen para justificar su práctica de control de la natalidad, el Papa Pío XI condena la PFN reafirmando la enseñanza del fin primario del matrimonio, el cual la PFN lo convierte en secundario o mejor dicho a su inexistencia. El Papa Pío XI reitera que todo uso del derecho matrimonial – incluyendo cuando la nueva vida no se puede concebir debido al tiempo de infertilidad o por razón de defectos naturales – ¡debe mantener los fines secundarios del matrimonio subordinados al fin primario! Pio XI aniquila, así, en un mismo párrafo, los argumentos de los defensores de la PFN de una parte, confirmando su pecado, y por otra parte, se enfrenta a los posibles argumentos de los sectarios que niegan los fines secundarios a quienes por causas naturales, defectos, tiempo, etc. no pueden obtener el fruto siempre querido en primer lugar, la prole. He aquí cómo habla Pedro por boca de Pío XI.
Si usted ha practica la PFN arrepiéntase y vaya al confesor, y si éste cree que no es pecado, igualmente reciba la absolución sacramental luego de confesar esa falta grave; y más tarde, dígale que si él no predica la sana doctrina, Dios le pedirá cuentas de las almas que por su causa se pierdan y que más pesada que la de éstas, será la piedra atada a su cuello en el día del Juicio.
No te olvides de elogiar la virginidad en primer lugar, para que la gracia de desearla prenda en los corazones; y en segundo lugar, predicar el fin esencial del matrimonio, y sea ese el orden de tu discurso siempre, sin dudar de que a la estéril Dios la hará madre feliz de hijos por la fecundidad de la flor de la virginidad.
Sofronio
NOTAS:
(1) Sum. Th. I-II,q. 7, a.3
(2) C.I.C. 1917, 1013 § 21
(3) Sum. Th. I-II,q. 18, a.4, ad 3
(4) C.G., 3, c.26
(5) Dz. 1159, ed. 1957
(6)La Fe de los Primeros Padres; Jungers
Deja una respuesta