Facultades sensibles

En atención a que en la Cosmología se tratará de las facultades o fuerzas locomotriz y vegetativa, así como de la voluntad en la Ética, por las relaciones que tiene con su objeto, nos limitaremos a tratar en esta sección de psicología empírica de las facultades sensitivas, tanto de conocimiento como afectivas, y del entendimiento.

De la sensibilidad en general

A) Idea o noción de la sensibilidad.

Es difícil definir filosóficamente la sensibilidad, porque pertenece a aquella clase de objetos que con mayor claridad se experimentan que se explican. Diremos, sin embargo, que la sensibilidad en general es: aquella facultad o fuerza vital, la cual nos sirve, ya para percibir los objetos materiales y sensibles singulares, ya para experimentar determinadas afecciones internas con relación y dependencia de éstas percepciones.

Como facultad o fuerza vital conviene con las demás potencias de los animales y del hombre. Como facultad limitada a objetos materiales y sensibles singulares, se distingue de las facultades puramente intelectuales, como son el entendimiento y la voluntad, cuyas funciones se extienden también a objetos espirituales y universales.

B) Clasificación de la sensibilidad.

De la definición expuesta se puede colegir que la sensibilidad debe dividirse:

1º En cognoscitiva o perceptiva, y afectiva. La sensibilidad cognoscitiva es aquella cuyo objeto primario y directo es la percepción o conocimiento de algún objeto o cualidad de [228] los cuerpos. La afectiva, por el contrario, aunque presupone el conocimiento del objeto sensible, consiste precisamente en una especie de movimiento determinado hacia el mismo. Las funciones de la vista, por ejemplo, y las de la imaginación, pertenecen a la sensibilidad cognoscitiva; porque su objeto y su efecto propio es conocer o percibir algunas cosa. El deleite, la tristeza, la ira, pertenecen a la afectiva, porque en sí mismas no son más que movimientos o afecciones determinadas del alma con respecto a alguna conocida a o aprendida de antemano.

2º La sensibilidad cognoscitiva se divide en externa, la cual comprende los cinco sentidos que llamamos externos; e interna, la cual comprende ciertos sentidos interiores destinados a conocer en los objetos materiales y sensibles ciertas cualidades, modificaciones o propiedades, que no perciben los exteriores, y cuyos órganos se hallan en lo interior del cuerpo, de donde les viene la denominación de sentidos internos.

Téngase presente que las potencias afectivas de la sensibilidad también tienen órganos determinados, porque esto es común a toda facultad sensible. Ignoramos, sin embargo, el número y sitio particular de esos órganos, y hasta se disputa entro los fisiólogos acerca del asiento general de los mismos, colocándolos unos en el cerebro, otros en la médula espinal, quien en el corazón, quien en otras vísceras del cuerpo.

Algunos dividen las sensaciones o funciones de la sensibilidad en inmanentes y representativas, llamando inmanentes a las que son simples afecciones de nuestra alma, sin relación a ningún objeto distinto de ella; y representativas a las que nos representan algo fuera de nosotros. En vez de inmanentes y representativas, también se les podrá llamar intransitivas y transitivas; porque las primeras no nos hacen pasar al objeto, y las segundas nos trasladan a él haciéndonos salir fuera de los fenómenos internos.

No hay inconveniente en admitir esta clasificación de la sensibilidad adoptada por Balmes, pero con las restricciones siguientes: 1ª que para que una sensación sea representativa, no siempre es necesario que «nos represente algo fuera de [229] nosotros»; la imaginación, por ejemplo, funciona algunas veces, sin representarnos algo fuera de nosotros, como sucede cuando nos representa las sensaciones y afecciones antes experimentadas por nosotros y en nosotros: 2ª que aun aquellas sensaciones que reciben el nombre de representativas con relación al objeto, son en realidad verdaderas acciones inmanentes; porque toda sensación se realiza y se recibe en el mismo sujeto que siente, manet intus, recipitur in subjecto ipso a quo egreditur, y por consiguiente permanece dentro del sujeto.

C) Objeto de la sensibilidad.

El objeto general de las facultades sensitivas son las cosas materiales, como singulares. Todo cuanto percibimos por las facultades de la sensibilidad, interna o externa, cognoscitiva o afectiva, siempre es alguna cosa material, o alguna modificación, propiedad, efecto o causa de algún objeto corpóreo. Igualmente todo cuanto percibimos por la sensibilidad en todas sus varias manifestaciones, siempre es alguna cosa o hecho singular. Y aquí precisamente se encuentra una de las bases racionales y científicas más sólidas para reconocer y demostrar la diferencia esencial y primitiva que separa y distingue las facultades del orden sensible de las del orden puramente intelectual, como son la inteligencia o razón y la voluntad.

Como quiera que el objeto debe estar en relación y proporción con la naturaleza de la potencia destinada a su conocimiento, fácil es inferir que los sentidos internos, como más perfectos, superiores, y, por decirlo así, más espirituales que los externos, tienen también objetos menos groseros y materiales que éstos últimos, según tendremos ocasión de observar al tratar de los primeros.

Por lo que hace a los sentidos externos, su objeto puede dividirse en propio y común. Propio se dice aquella cualidad o modificación de los cuerpos que solo puede ser percibida por uno de los cinco sentidos externos; tal sucede en el color respeto de la vista, el sabor respecto del gusto, &c.

Objeto común se dice aquella cualidad o modificación de los cuerpos que puede ser percibida por dos o más sentidos, [230] como sucede con la figura, el movimiento, la magnitud o extensión, &c., que pueden ser percibidos por la vista y el tacto, y algunos por el oído. Los Escolásticos llamaban a los objetos de la primera clase sensibile proprium, y a los de la segunda sensibile commune. También decían que la sustancia corpórea singular se puede llamar sensibile per accidens, en cuanto que los sentidos, al percibir sus objetos propios o comunes, perciben en cierto modo, y de una manera indirecta y confusa, la sustancia o cuerpo que les sirve de sujeto, puesto que perciben en cierto modo, y de una manera indirecta y confusa, la sustancia o cuerpo que les sirve de sujeto, puesto que perciben las cualidades o modificaciones sensibles, puestas o inherentes en algún cuerpo, y no como separadas de él. Tomada en este sentido la afirmación de los Escolásticos, es muy racional y conforme a la experiencia y observación psicológica, y no merece las calificaciones que le han dado algunos cartesianos y otros modernos.

D) Necesidad de las facultades sensibles.

El hombre es un ser organizado y dotado de vida, como los animales, y es además un ser inteligente. Bajo los dos conceptos le son necesarias las facultades o potencias sensitivas. Es claro que sin los sentidos, sin los cuales no podría conocer y buscar lo que es necesario, provechoso y nocivo, el hombre no podría atender convenientemente a la conservación de su vida, ni a la propagación y conservación de la especie.

Por otra parte, cualquiera que sea la naturaleza de las relaciones que existen entre los sentidos y la inteligencia, es lo cierto, porque así nos lo evidencia la experiencia y la observación, que la razón y la voluntad no se ponen en movimiento, ni desarrollan actividad, sino precediendo y acompañando el ejercicio de la sensibilidad. No es posible desconocer en principio las íntimas relaciones que existen, ya entre los sentidos externos y la imaginación, ya entre ésta y la inteligencia.

Luego es incontestable que la sensibilidad es necesaria al hombre: 1º para la satisfacción de sus necesidades físicas y animales: 2º para el ejercicio y desarrollo de sus facultades intelectuales y morales.