GRITOS DE UN PADRE DE FAMILIA, CONDENADO

Evigilabunt in opprobrium, ut videant semper
(Dan. XII, 2)
     Yo soy (mortales) un padre de familia que morí, que fui juzgado y ya estoy condenado. ¡Oh qué tres cosas, cuan presto se dicen, y cuan acerbamente se experimentan! Morí. No tienen que cansarse, porque no puede entenderse ni explicarse cuánto es lo que aflige a una conciencia descuidada una inopinada muerte.
     Supongan un hombre, que jamás vio toros, se viera en un recinto angosto sobre un indómito caballo, que tampoco los hubiera visto, y que improvisadamente se arrojase contra él un ferocísimo toro: ¿no os parece que la vista solo de tan espantosa novedad lo sacaría de sí y del caballo, y que caído del bruto, como de ánimo, uno y otro serian triunfo despedazado de aquella fiera? Pues mas fiera es la muerte que la fiera mas fiera, porque estas mas por acaso y la muerte por esencia. Mi cuerpo que era el caballo, no había visto a la muerte porque no la había padecido; mi alma que era el jinete tampoco la conocía, porque jamás la había considerado, con que dar sobre mi esta fiera en el recinto de una cama, fue tan espantoso el susto de su cercana vista, que al punto me hizo caer de animo, y turbándome el uso del alama y cuerpo fueron uno y otro indefenso despojo de su furia: Equum, et ascensorem dejecit in mare. (Exod. in cant. Mois.).
     Esto nació de no haber puesto en mi vida los ojos en mi muerte, pues no me espantara vista entonces si la tuviera prevista antes, pero mientras viví, el mismo vivir me engañaba mientras enfermé, me engañó mi familia, mientras empeoré, me engañó mi médico; pues no pudiendo negar el mal, me negó el peligro consolándome con que no era enfermedad de muerte. ¡Oh crueldad temeraria! esto solo puede decirlo el que una vez lo dijo, que fue el Hijo de Dios, infirmitas haec non est ad mortem (Juan 11). Ay, ay que me muero: decían los amigos era imaginación, que  no pensara en eso, que antes de un mes había de cazar con ellos. Me decía mi mujer: hijo no te desconsueles, que esto no es una cosa de cuidado. Me decía el hijo: Padre, anímese usted, y no se adelante el mal con esa aprehensión.Me decían los asistentes: con este remedio ira usted por puntos mejorando. Así me ayudaron todos a mal morir.
     Con este engaño caía sobre lo que yo tanto deseaba, y lo afirmaban todos, y lo confirmaba el mismo obligado al desengaño, que era el médico; con eso yo, ¡Hay de mí! lo creí, y no supe de mi muerte hasta después de mi muerte: ad nihilum redactus sum, et nescivi(Psalm LXXII).
     Y si estremeció a los monjes, que todo el discurso de su vida emplearon la vida y el discurso no solo en esperar la muerte, sino en apetecerla, ved que haría en mi que ni por pensamiento me la figuré jamas, y que siempre huía de ella como de ella misma; que haría en mi cuando de improviso se me representó su horrible formidoloso ceño, su ejecutivo irreparable impulso, su eterna calamitosa consecuencia y todo a un tiempo y de un golpe todo.
     Lo que hizo fue helarme el susto la sangre, apretarme la congoja el corazón, estancarme la urgencia el aliento, enajenarme la angustia los sentidos, confundirme la prisa el entendimiento, ofuscarme el tropel de cuidados la memoria, y desesperarme la falta de tiempo y sobra de culpas la voluntad; y como con esta había de agenciar el perdón de mis pecados, espiré y morí ¡hay de mí! con ellos, y sin él; así espirarán las almas y morirán cuantos me sigan en no tener a su muerte muy presente, por imaginársela muy distante, en no acabarlo de creer ni aun cuando empieza a enfermar, en oír gratamente a quien les diga lo contrario, y en fin en criar una familia tan infiel e indevota que por no asustar al dueño con un desengaño breve, quieren despeñarlo a un abismo tan largo como eterno.
     Está fue (según se mi hizo saber en el juicio) pena correspondiente a mi culpa: fue mi culpa no velar por el bien de las almas de mi familia; y fue mi pena, que esta familia en la muerte me despintase la muerte, desatendiendo a mi alma en castigo de haber yo descuidado de las suyas: fue mi culpa el no vivir para ver el mal que de noche podrían obrar mis dependientes; y ahora es mi pena el velar siempre para ver siempre; y lo que veo siempre es el siempre que he de penar que no solo es el mayor tormento de la eternidad, sino toda la eternidad junta, porque estoy viendo siempre su interminable siempre, sin olvidarlo nunca. Esta vista es la que (como dice David) me hace furiosamente crujir, bramar, y perecer sin acabar, y la que hace que perezcan todos mis deseos peccator videbit, etc (Psalm. III).
     Uno de mis deseos es, que tú perezcas como yo; y para que aun este deseo perezca en mí, me compele Dios a que te desengañe (para que te preserves) que los mas que mueren de larga enfermedad, mueren de repente por no creer que de aquella han de morir. El mozo, porque por mozo ha de resistir; el viejo por lo que hasta entonces ha resistido; unos y otros y todos por la esperanza de vida que se toman, y que les dan; por esto hacen mas mal los médicos con retardar estos desengaños, que los demonios con todos sus engaños, tanto porque los demonios no son creídos, y los médicos si, como porque los engaños que pervierten una vida son curables, pero irreparables los que desgracian una muerte; por esto influye Satanás con tanto ahínco confianza de vivir en el enfermo, y pusilanimidad para sacarlo de ella en el médico, en los amigos, en los asistentes, todos hicieron aleve alianza contra mí, para despeñarme con mas ímpetu a ser eterno tizón de estas hogueras.
     No solo estoy aquí velando siempre para ver siempre mi oprobio sino que velan contra mi los mismos demonios, que aquí me guardaron el sueño, para que no viese lo que de noche obraba mi familia; y como estás fieras que me comen a bocados, nunca duermen, tampoco yo nunca dejo de velar: Qui me commedunt, non dormiunt (Job XXX). ¡Pero qué mucho, si hasta el mismo Dios está para mi alma en vela! Vilabo super eos in malum, et non in bonum(Jer. 44). Pondera cual será mi desdicha, pues para mi mal está desvelado todo un Dios; y cuándo será mi alivio, pendiendo de que duerma quien nunca puede dormir ni dormitar: Non dormitabit neque dormiet, qui custodit Israel (Psalm. CXX)
     ¡Ah! que alguna vez ya me hirió alguna luz de esta eternidad. Pero temí perder el juicio si cavilaba en ella, ahora conozco que era el único medio para cobrarlo. ¿Pudo ser mayor mi locura que no temer estar en el infierno siempre y temer pensar en el infierno un rato? Cosa increíble es que quisiera yo ponerme en este estado, pero mas increíble es que fía quien me oye y se mantiene en él, siendo tanto los padres de familia que no se apartan del camino o descamino por donde yo he llegado a este término sin término.
     Ya pues, oh padre de familia, que ves en mi cabeza, que por descuidar en vida de las almas de mi familia, quiso Dios que en mi muerte esta familia descuidase de mi alma, ya que ves que por haberles yo creído, y no pensar en mi muerte, me halle muerto sin pensar; y ya ves que en pena de no haber velado en mi casa por la honra de Dios como por la mía estoy aquí siempre velando, y Dios y sus verdugos se están desvelando en mi deshonra; ya ves que este velar yo siempre es para ver el siempre que aquí he de penar, y que ahí nunca medité, haz de todo esto que fue veneno para mi triaca para ti, obrando lo contrario sino quieres hallarte tan pesadamente burlado como yo; desvelate siempre en ver siempre este siempre para tu bien, sino quieres aqui velar siempre para ver siempre tu mal eterno, y tu eterno oprobio, como te amenaza el tema: Evigilabunt in opprobrium ut videant semper; y en el Apocalipsis III, 3, Si non vigilaveri, veniam ad te tamquam fur, et nescies, qua hor, veniam ad te.

Dr. José Boneta