Existencia de las ideas intelectuales

Expuesta la noción y diferencia general de las ideas intelectuales, es preciso establecer su realidad o existencia.

Tesis
Existen en nosotros ideas intelectuales, tanto impresas como expresas.

La primera parte o sea la existencia de las ideas impresas puede considerarse como probada de antemano por las razones aducidas para establecer la necesidad y existencia de las ideas o especies sensibles; porque, en realidad, las razones expuestas en la psicología empírica tienen igual fuerza respecto [390] de las ideas impresas, cuya necesidad y existencia es un corolario de lo que allí se dijo. Más todavía: las razones allí aducidas tienen mayor eficacia relativamente a las ideas impresas del entendimiento, por lo mismo que éste está más separado que los sentidos de los objetos materiales, los cuales llegan a la inteligencia pasando antes por la sensibilidad. Esto no obstante, puede probarse esto mismo con la siguiente

Razón. La percepción intelectual lleva consigo y exige la unión del objeto con la inteligencia, pues esta no puede percibir, ni obrar sobre un objeto, sino a condición de que este exista en la misma de una manera u otra: no siendo, pues, posible concebir ni explicar racionalmente esta unión del objeto con el entendimiento, sino por medio de la idea impresa, es preciso admitir su necesidad y existencia.

Para convencerse de la fuerza y legitimidad de este raciocinio, basta tener presente que esa unión objetiva del orden intelectual no puede verificarse: 1º por el mismo entendimiento, ya porque por sí mismo está indiferente para percibir este objeto o aquel, y por consiguiente su acción presupone algo que contenga la razón suficiente de su determinación objetiva; ya también porque su acción, siendo, como es, esencialmente inmanente, no se recibe ni pasa al objeto que existe fuera, sino al objeto existente dentro de la misma inteligencia: 2º ni por medio del mismo objeto, al menos cuando se trata de un objeto distinto realmente de nuestra alma; porque es claro que cuando percibo con el entendimiento un árbol o un animal, estos objetos no entran, ni están en mi inteligencia, según el modo de ser que tienen fuera de mí: 3º tampoco puede verificarse dicha unión por la presencia del objeto en las representaciones sensibles de la imaginación o de otros sentidos, y esto por dos razones principalmente:

1ª Porque el entendimiento, como facultad cognoscitiva de un orden superior y esencialmente diferente de la sensibilidad, exige también un modo de representación o de acción objetiva, esencialmente diferente y superior a la que corresponde al conocimiento o percepción de los sentidos.

2ª Porque los objetos externos solo se representan en la [391] sensibilidad bajo la forma de singularidad, pero al entendimiento se presentan bajo la forma de universalidad. Luego sólo por medio de las ideas impresas abstraídas de las representaciones sensibles mediante la acción del entendimiento agente, es posible explicar de una manera racional y filosófica la unión inteligible, ideal o intencional, como la llamaban los Escolásticos, del objeto con la facultad inteligente, unión que constituye una condición necesaria de toda percepción intelectual, al menos cuando se refiere a objetos distintos de la misma alma y de sus actos.

Por lo que hace a la segunda parte de la tesis, no necesita de pruebas; pues no siendo otra cosa las ideas expresas, más que el término de la acción intelectual, o lo que los filósofos apellidan verbum mentis, la concepción de la cosa, negar su existencia, sería lo mismo que negar la realidad de los actos intelectuales. Así es que la existencia de las ideas expresas puede decirse una verdad de sentido común entre los filósofos, y lo que es más, una verdad de sentido íntimo, porque todos experimentamos que al conocer o percibir con el entendimiento alguna cosa, hablamos interiormente y formamos conceptos o nociones que representan el objeto en cuanto conocido, y según la parte mayor o menor que de él conocemos.

Corolarios

1º Infiérese de lo dicho que es inadmisible la doctrina de Platón y de algunos ontologistas que confunden e identifican las ideas con los objetos. La idea, lejos de constituir el objeto conocido por el entendimiento, es más bien el medio de que éste se sirve, ya para conocer el objeto (idea impresa), ya para expresar y representar en el entendimiento el objeto conocido y como conocido (idea expresa); y esto de una manera habitual y permanente, sin lo cual no se explica ni concibe fácilmente la adquisición, progreso y conservación o permanencia de la ciencia en el individuo.

2º Tanto la impresa como la expresa, son esencial y necesariamente objetivas, porque una y otra tienen por oficio, si es lícito hablar así, representar el objeto, establecer la [392] unión objetiva, poner en relación la inteligencia con su objeto, sin más diferencia sino que la primera realiza esto en orden al objeto como cognoscible, y la segunda al mismo objeto como conocido intelectualmente. Por esto enseña con razón santo Tomás, que las ideas no son id quod cognoscitur; sino que son id quo aliquid cognoscitur; palabras y doctrina con las cuales se cierra la puerta al ontologismo y también al idealismo.

Objeciones

Obj. 1ª Lo que sólo tiene existencia en nuestro entendimiento es un ente de razón; es así que las ideas intelectuales, tanto impresas como expresas, sólo existen en nuestro entendimiento: luego no se puede decir que existen realmente dichas ideas.

Resp. Las ideas, tanto impresas como expresas, son accidentes o modificaciones reales del alma, que existen por consiguiente realmente en el entendimiento, accidentes y modificaciones que no pueden ni deben confundirse con lo que los filósofos llaman entes de razón, porque no tienen más existencia ni realidad que la que les da la concepción misma del entendimiento, como sucede cuando concebimos un centauro, o el concepto de animal como género y superior al concepto de hombre, &c.

Empero las ideas no consisten en la sola percepción o en el modo de concebir de nuestro entendimiento, sino que son entidades verdaderas, aunque accidentales, como es también una entidad o realidad verdadera, aunque accidental, el acto mismo del entendimiento.

Si se quiere responder en términos escolásticos, se puede distinguir la mayor; lo que solo tiene existencia objetiva o intencional en nuestro entendimiento, es ente de razón, conc. si además de la objetiva tiene existencia real, neg.

Obj. 2ª Para que la idea impresa pudiera determinar al entendimiento a percibir el objeto A o B, sería necesario que el entendimiento conociera o percibiera la misma idea impresa, lo cual se opone a la experiencia que nos enseña que [393] la actividad intelectual se aplica y dirige al objeto mismo antes que a su idea: luego son inútiles e inadmisibles las ideas impresas.

Resp. La idea impresa, por su misma naturaleza y hasta por las condiciones de su origen, toda vez que es abstraída de las representaciones imaginarias, es representativa del objeto, y consiguientemente es medio (id quo cognoscitur) para conocer el objeto, y no el objeto conocido directamente. Así, pues, como primero conocemos el objeto, que el acto mismo intelectual, no obstante que este es medio necesario para el conocimiento del objeto, lo mismo se debe decir de las ideas impresas. El acto directo se refiere, tiende y se aplica al objeto: la idea, lo mismo que el acto intelectual, sólo es conocida por reflexión, o por medio del acto reflejo, que presupone el directo. En otros términos: la idea impresa, como idea es el mismo objeto constituido en el orden inteligible, y bajo este punto de vista el primer término del acto intelectual: la idea impresa, en cuanto cosa o accidente real, no es el mismo objeto representado, y es término del acto reflejo o secundario del entendimiento.

Para ver el árbol A no necesito ver primero la especie o representación del mismo en la retina, ni tampoco necesito ver o percibir primero la visión misma; y, sin embargo, aquélla y ésta son medio para la percepción sensible o visible del árbol: la cosa que (id quod) veo o percibo con la vista es el árbol A: la especie visual y la visión son aquello con que (id quo) veo el árbol. [394]