SALUDO PASCUAL DE SU EXCIA. MONS.
ANDRÉS MORELLO PASCUA DE 2018

Pascua de 2015

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27 de marzo del 2018.

Queridos Amigos       
Y Fieles,

                                   Dios Nuestro Señor ha querido que se crucen los senderos de nuestras vidas sin buscarlo, quizás, ni Ustedes ni nosotros. Sin buscarlo ni pretenderlo nuestros Sacerdotes se han ocupado del bien eterno de sus almas, almas que no son nuestras, que son de Dios, que a Dios debemos y que habremos de dar cuenta de ellas.

                                   Ser Tradicionalista es simplemente ser Católicos delante de una iglesia oficial que día a día tergiversa más y más el Depósito Sagrado, que se atreve a hacerlo porque no lo reconoce sagrado y porque tiene la pretensión de poder torcer la mano de Dios. Los Santos, los Doctores, los Teólogos durante siglos repitieron la misma Doctrina, la misma senda para seguir a Jesucristo Nuestro Señor, para llegar a Dios y dio resultado. Ya no se habla de eso, se habla en contra, se denigra lo de siempre, se pierden los hombres en el laberinto de una prédica inconsistente y vacía que lo más que consigue es que el cristiano se enamore de un mundo aún más vacío, ajeno a Dios, opuesto a su moral y a sus derechos.

                                   La libertad no da el Derecho sinó que se mueve dentro de él, por eso no permite lo que se me antoje sinó sólo lo bueno, así podemos elegir entre lo bueno, lo conveniente o lo mejor pero jamás lo malo. El mundo contemporáneo, al grito de ¡Libertad! Pretende poder hacer lo que quiere, erige en igualdad al desorden y lo invertido y delante de ese grito libertario los hombres de la iglesia oficial retroceden, callan, bajan sus cabezas y susurran la misma cantinela del mundo temerosos de una suerte semejante a la de los que durante siglos se negaron a dar al César lo que era sólo de Dios.

                                   César no puede lo que Dios. César puede mandar mientras mande el bien y el orden sinó se hace tirano. Ni el César ni nadie puede cambiar la naturaleza del hombre y, por lo mismo, la conducta que se sigue de esa naturaleza.

                                   Jesucristo Nuestro Señor no murió en la Cruz para establecer el orden, ese orden existía desde la Creación. Murió para ratificar con su Sangre y como Hijo de Dios la Voluntad invariable de la Santísima Trinidad, murió para mostrar cuál era la afrenta de Adán al obrar contra la Voluntad explícita de Dios, murió para allanar la entrada al Cielo y que ese Cielo quedaba abierto para siempre pero solo a los buenos, a quienes quisieran serlo.

                                   La Pascua marca una realidad, la única, lo que Dios creó y como Dios lo quiso, no hay otra. El respeto de eso supone el odio del mundo del cual dijo Nuestro Señor Jesucristo: “Sabed que antes me odió a Mi” (S. Jn. 15, 18). Y también dijo: “Confiad, Yo he vencido al mundo” (S. Jn. 16, 33).

¡Santísimas Pascuas!