El alma racional es inmortal con inmortalidad natural e interna, y puede perseverar en posesión de la vida después de separada del cuerpo.

La primera parte es una consecuencia necesaria de lo que en el artículo precedente queda demostrado. Si el alma racional es una sustancia simple, como se ha probado, claro es que no puede dejar de existir por disolución o descomposición de sus partes, como acontece en las sustancias compuestas; porque lo que es simple carece de partes. Luego excluye por su propia naturaleza todo principio interno de corrupción per se, y posee la inmortalidad que hemos llamado natural.

La 2ª parte de la tesis no es menos evidente para todo filósofo que admita que la inteligencia y la voluntad libre son facultades independientes por su naturaleza y superiores a todo cuerpo. Las funciones propias de estas facultades son [341] verdaderas operaciones vitales, a no ser que queramos decir que Dios no es un ser viviente. Luego el alma separada del cuerpo posee las condiciones necesarias para la vida intelectual.

Esta doctrina aparecerá aún con más evidencia, si se tienen en cuenta: 1º que dichas facultades, aunque dependen de los sentidos en su movimiento y desarrollo inicial, pueden funcionar después y desarrollarse por sí mismas: 2º que los universales, y las razones objetivas y seres espirituales que constituyen su objeto propio, son independientes de los cuerpos y del mundo corpóreo: 3º que el alma conserva por medio de la memoria intelectual las ideas y conocimientos adquiridos: 4º que en el estado de separación, la actividad intelectual del alma se convierte o dirige a las cosas espirituales, así como en el estado de unión con el cuerpo, se convierte y dirige principalmente a las cosas materiales y corpóreas.

Si alguno deseara más razones o pruebas de esta tesis, le propondremos la siguiente, que consideramos altamente filosófica. Ninguna cosa se corrompe ni deja de existir por causa de aquello en que consiste su perfección principal; es así que la perfección principal y propia del hombre como ser inteligente y racional, consiste y se realiza por medio de la separación y abstracción de la materia: luego la separación del alma como sustancia inteligente o racional, lejos de producir su corrupción o destrucción, debe, por el contrario, determinar en ella mayor perfección en orden al modo de ejercer las funciones de la vida inteligente. La menor constituye una afirmación tan filosófica como evidente para todo hombre pensador, siendo, como es, incontestable que las perfecciones principales y propias del hombre, como ser inteligente, son la ciencia y la virtud. Ahora bien: la ciencia tanto es más noble y perfecta, cuanto se refiere a objetos más espirituales y a ideas más inmateriales de su naturaleza, como las ideas de ser, de sustancia, de causa, &c. Por otro lado, la virtud se eleva y perfecciona, a medida que se hace superior a las afecciones, pasiones y movimientos del orden [342] sensible y corpóreo, y a medida que se eleva más y más sobre las condiciones del orden material. En una palabra: las funciones y operaciones peculiares y específicas del alma racional, adquieren nobleza y perfección a medida que se alejan de las condiciones de la materia: luego no puede depender, en cuanto a su ser y sustancia, de la existencia y unión con el cuerpo.

Esta razón, que abraza las dos partes de la tesis propuesta, es una de las muchas que santo Tomás aduce en favor de la inmortalidad del alma racional (1).

{(1) He aquí sus palabras textuales: «Nulla res corrumpitur ex eo in quo consistit sua perfectio; hae enim mutationes sunt contrariae, acilicet, ad perfectionem et ad corruptionem. Perfectio autem animae humanae consistit in abstractione quadam a corpore; perficitur enim anima scientia et virtute. Secundum scientiam autem, tanto magis perficitur, cuanto magis immaterialia consederat: virtutis autem perfectio consistit in hoc quod homo corporis passiones non sequatur, sed eas secundum rationem temperet refrenet: non ergo corruptio animae in hoc quod a corpore separetur… Si igitur anima secundum operationem suam perficitur in reliquendo corpus et corporea, substantia sua in esse suo non deficiet per hoc quod a corpore separatur.»
No es menos elevada y sólida la prueba que a continuación añade: «Proprium perfectivum hominis secundum animam, est aliquid incorruptibile; propria enim operatio hominis, in quantum hujusmodi, est intelligere, per hanc enim differt a brutis, et plantis, et inanimatis: intelligere (la intelección, el acto de entender) est universalium et incorruptibilium in quantum hujusmodi, perfectione autem oportet esse perfectibilibus proportionatas: ergo anima humana est incorruptibilibus.» Sum. cont. Gent., lib. II, cap. 55.
Véanse también Estudios sobre la Filosofía de santo Tomás, lib. IV, cap. 5º, razones que se distinguen por la elevación y solidez de principios en que estriban.}