El dilema de muchos católicos «tradicionalistas»: ¿ Debo ir a la misa nueva, si no tengo la Misa católica.

Hace dos semanas, mientras estaba avanzando en la lectura de la Biblia, me topé con un pasaje que, desde niño me impresionó:

1Sam 15:22  Pero Samuel repuso: “¿No quiere mejor Yahvé la obediencia a sus mandatos que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los carneros.

Todavía recuerdo el efecto que me produjo a los doce años: Dios prefiere mil veces que obedezcamos los mandamientos antes que asistamos a Misa. O mejor dicho ¿De qué vale ir a Misa todos los domingos si violo los mandamientos? ¿De qué me sirve dar limosna, servir como acólito o lo que fuera, si en realidad estoy desobedeciendo a Dios?

Claro que cuando leí este pasaje, yo era un mozalbete que militaba entusiasmado en las filas de la Iglesia Conciliar, y también recuerdo que estaba preparándome para recibir la “confirmación” en el Novus Ordo. Curiosamente, como modernista (ignorante, recuerden que yo tenía doce años) sabía de la existencia de los mandamientos, de las leyes del Señor, y que esas leyes estaban por encima de todo el sistema de sacrificios que Dios había instaurado y dado a Moisés para el pueblo de Israel. Pero, como reza el dicho: “texto sin contexto es un pretexto”. Vayamos al pasaje completo de Samuel. ¿De qué se habla? Saúl es el rey de Israel, fue elegido por Dios mismo para conducir al pueblo. Saúl era “pequeño” entre los “pequeños”, es decir, su familia era de las menos importantes de la tribu más pequeña, pero Dios lo hizo grande y él fue grande, mientras anduvo en los caminos del Señor.

Veamos el texto completo:

1Sa 15:9  Pero Saúl y el pueblo dejaron con vida a Agag y las mejores ovejas y los mejores bueyes, los más gordos y cebados, y los corderos, no dándolos al anatema, y destruyendo solamente lo malo y sin valor.

1Sa 15:10  Yahvé dirigió a Samuel su palabra, diciendo:

1Sa 15:11  “Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, pues se aparta de mí y no hace lo que digo.” Samuel se entristeció y estuvo clamando a Yahvé toda la noche;»

1Sa 15:12  y levantándose de mañana para ir al encuentro de Saúl, supo que había ido al Carmelo, donde se había alzado un monumento, y de vuelta, pasando más allá, había bajado a Gálgala.

1Sa 15:13  Dirigióse, pues, a donde estaba Saúl, y le dijo Saúl: “Bendito seas de Yahvé. He cumplido la orden de Yahvé.”

1Sa 15:14  Samuel le contestó: “¿Qué es entonces ese balar de ovejas que llega a mis oídos y ese mugir de bueyes que oigo?”

1Sa 15:15  Saúl respondió: “Los han traído de Amalee, pues el pueblo ha reservado las mejores ovejas y los mejores bueyes para los sacrificios de Yahvé, tu Dios; el resto ha sido dado al anatema.”

Detengámonos un minuto. En primer lugar llama la atención el sentimiento que expresa Dios al profeta Samuel: el arrepentimiento. ¡Qué dolor tan grande debió sentir Yavêh, el Señor, para decir semejantes palabras! Si vamos por ejemplo a Génesis 6: 6 encontramos que dice “Y se arrepintió [Yavêh] de haber hecho hombre en la tierra, y le doliéndose grandemente en su corazón”. Veamos que el autor va dejando algunas muestras del carácter que había desarrollado Saúl: se erigió monumentos, suponía que su juicio era más favorable y que él podía torcer la voluntad de Dios. Al igual que el hombre en el Paraíso, desobedeció y lleno de soberbia quiso ser igual a Dios. Dios ordenó que todo fuera destruído, pero el se guardó una parte bajo el pretexto de ofrecerlo en sacrificio. ¿No nos recuerda esto al pecado de Ananías y su esposa? Vayamos por un momento a Hechos 5: 1-4.

Hch 5:1  Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira, su mujer, vendió una posesión

Hch 5:2  y retuvo una parte del precio, siendo sabedora de ello también la mujer, y llevó el resto a depositarlo a los pies de los apóstoles.

Hch 5:3  Díjole Pedro: Ananías, ¿por qué se ha apoderado Satanás de tu corazón, moviéndote a engañar al Espíritu Santo, reteniendo una parte del precio del campo?

Hch 5:4  ¿Acaso sin venderlo no lo tenías para ti, y vendido no quedaba a tu disposición el precio? ¿Por qué has hecho tal cosa? No has mentido a los hombres, sino a Dios.

¿A quién mintió Saúl cuando se encontró con el profeta Samuel? No a éste, sino a Dios. Sigamos ahora con el texto de Samuel:

1Sa 15:16  Samuel dijo entonces a Saúl: “Basta; voy a darte a conocer lo que Yahvé me ha dicho esta noche.” Saúl le dijo: “Habla.”

1Sa 15:17  Samuel dijo: “¿No es verdad que, hallándote tú pequeño a tus propios ojos, has venido a ser el jefe de las tribus de Israel y te ha ungido Yahvé rey sobre Israel?

1Sa 15:18  Yahvé te dio una misión, diciéndote: Ve y da al anatema a esos pecadores de Amalee y combátelos hasta exterminarlos.

1Sa 15:19  ¿Por qué no has obedecido al mandato de Yahvé y te has echado sobre el botín, haciendo mal a los ojos de Yahvé?”

1Sa 15:20  Saúl contestó a Samuel: “Yo he obedecido el mandato de Yahvé y he seguido el camino que me ordenó Yahvé: he destruido a los amalecitas y he traído a Agag, rey de Amalee.

1Sa 15:21  El pueblo ha tomado del botín esas ovejas y esos bueyes, como primicias de lo dado al anatema, para sacrificarlos a Yahvé, su Dios, en Gálgala.”

Veamos como miente Saúl: siendo increpado y puesto ante la evidencia, niega que él desobedeció, y culpa al pueblo y luego justifica esta acción diciendo que tenía como fin, algo noble: agradar a Dios. Veamos otros ejemplos en la Escritura de un comportamiento semejante:

El primero lo encontramos en Caín, quien dio el sacrificio que él quería y no el que Dios le había ordenado. Cuando vio que la ofrenda de Abel fue aceptada, se llenó de ira y lo mató.

El segundo lo encontramos en el relato del becerro de oro:

Éxo 32:4  Él [Aarón] los recibió [anillos y zarcillos de oro] de sus manos, hizo un molde, y en él un becerro fundido, y ellos dijeron: “Israel, ahí tienes a tu dios, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.”

Éxo 32:5  Al ver eso Aarón, alzó un altar ante la imagen y clamó: “Mañana habrá fiesta en honor de Yahvé.”

Éxo 32:6  Al día siguiente, levantándose de mañana, ofrecieron holocaustos y sacrificios eucarísticos, y el pueblo se sentó luego a comer y a beber, y se levantaron después para danzar.

Éxo 32:7  Yahvé dijo entonces a Moisés: “Ve, baja, que tu pueblo, el que tú has sacado de la tierra de Egipto, ha prevaricado.

Es muy interesante ver que el texto hebreo utiliza el vocablo Elohim. Lo que hizo Aarón no fue, a la vista del pueblo “hacer dioses falsos”, sino hacer una imagen del Dios que los había sacado de Egipto. Los sacrificios y la fiesta no se hicieron en nombre de Isis, Horus u Osiris, los dioses egipcios, sino de Yavêh y podemos ver que realizaron un culto que Dios no quería, que Dios no había autorizado, y al Señor no le importaron las “buenas intenciones” de Aarón ni del pueblo, sino que lo llamó, directamente “prevaricación”. Ahora ¿Qué le contestó Samuel a Saúl?

1Sa 15:22  Pero Samuel repuso: “¿No quiere mejor Yahvé la obediencia a sus mandatos que no los holocaustos y las víctimas? Mejor es la obediencia que las víctimas. Y mejor escuchar que ofrecer el sebo de los carneros.

1Sa 15:23  Tan pecado es la rebelión como la superstición, y la resistencia como la idolatría. Pues que tú has rechazado el mandato de Yahvé, él te rechaza también a ti como rey.”

Desobedecer a Dios es revelarse contra Dios, y quien rechaza a Dios, por Dios es rechazado.

Este pasaje es uno de los más ignorados en la historia reciente de la Iglesia. Hoy en día, millares de católicos realizan todo tipo de malabares con tal de tener la “Misa” sin importar el ministro que la rece, sin importar si pertenece o no a la Iglesia Católica y mucho menos, sin importar cómo consiguió esas ordenes sagradas que lo convierten en un ministro ordenado. Lo que importa es tener “La Misa”. Yo me pregunto “Estos católicos que tanto hacen depender su fe de la Misa ¿No estarán inviertiendo la ecuación? ¿No caen en el peligro de poner antes el sacrificio que la obediencia? ¿Le simporta realmente quién celebra la Misa y en que condiciones? ¿Les interesa realmente si el que la celebra es o no un sacerdote? No, no les importa. Y basta llevar sus argumentos al extremo para ver que son ridículos. Por ejemplo, una persona me escribió diciendo que Dios podía suplir todo defecto de intención o del ministro durante la consagración episcopal por la necesidad de los fieles. Yo me pregunto ¿Entonces por qué la Iglesia declaró inválidas las ordenes anglicanas? ¿Acaso Dios desamparó a miles de campesinos británicos ignorantes, pero no a un puñadito de tradicionalistas modernos? ¿Por qué la Iglesia declaró inválidas las ordenes de la Iglesia Etíope en el pasado, aún cuando estas provenían de la Iglesia Copta, cuya validez jamás se negó? ¿Es que Dios desamparó a los pobres etíopes? ¿No les tuvo misericordia a ellos y a los coptos sí, tan herejes como los segundos?

¿Cómo sigue el relato de Samuel? Veamos:

1Sa 15:24  Dijo entonces Saúl a Samuel: “He pecado traspasando el mandamiento de Yahvé y tus palabras; temí al pueblo y le escuché. Perdona, pues, te ruego, mi pecado,»

1Sa 15:25  y vuélvete conmigo para adorar a Yahvé.”

1Sa 15:26  Samuel le contestó: “No me volveré contigo, porque tú rechazaste el mandato de Yahvé, y Yahvé te rechaza a ti para que no reines en Israel.”

1Sa 15:27  Volvióse Samuel para irse, pero Saúl le cogió por la orla del manto, que se rompió;»

1Sa 15:28  y le dijo Samuel: “Hoy ha roto Yahvé de sobre ti el reino para entregárselo a otro mejor que tú;»

1Sa 15:29  y el Esplendor de Israel no se doblegará, no se arrepentirá, pues no es un hombre para que se arrepienta.”

1Sa 15:30  Saúl dijo: “He pecado; pero hónrame ahora, te lo ruego, en presencia de los ancianos de mi pueblo y en presencia de Israel, y ven conmigo a adorar a Yahvé, tu Dios.”

El texto nos muestra la dureza del corazón de Saúl: no estaba arrepentido, estaba más interesado en quedar bien ante los ojos del pueblo, de los ancianos de Israel, que reconciliarse con Dios. Peor también vemos algo más: el sacrificio que iba a ofrecer Saúl era «válido», cumplía con los requisitos… pero Dios no lo aceptaría porque iba en contra de sus mandamientos.

Hoy en día vemos lo mismo: muchísimos católicos que se dicen tradicionalistas asisten a una Misa Tridentina los domingos sin importarles si el “sacerdote” es sacerdote, si el sacerdote “robó” las ordenes haciendose ordenar por un cismático o un hereje, si el sacerdote mismo está en cisma o en herejía, con tal de tener el culto barroco al que redujo la fe de Cristo. Lo que importa es la apariencia: parece católico, parece tridentino, parece latino, parece conservador y antimodernista… pero en realidad es farisaico, en realidad es muy modernista, porque se trata de una fe atada al sentimentalismo y a la cronología, no a la Revelación ni a la obediencia.

Hoy en día, muchísimas personas, bajo el pretexto de tener la Misa han llegado a hacer depender toda la fe, toda su fe de los sacramentos.

¿El sacerdote que los celebra tiene ordenes dudosas? No importa, porque un sacramento es un sacramento.

¿El sacerdote que dice la Misa no tiene las mínimas competencias intelectuales? No importa, porque un sacramento es un sacramento.

¿El sacerdote ha violado en reiteradas oportunidades el secreto de confesión? No importa, porque puede decir la Misa y un sacramento es un sacramento.

¿El sacerdote fue ordenado, bien por un obispo que desciende de la Iglesia Palmariana, la Iglesia Brasileña o los Veterocatólicos? ¡No importa! Mientras se vista como sacerdote y balbuceé algunas palabras en latín, es “la Misa” y es mejor eso que nada.

Podemos ser cristianos o podemos ser como los fariseos. Si somos católicos que creemos que la Sede de Pedro está usurpada, si creemos que el Concilio Vaticano II es la Gran Apostasía predicha en las escrituras (II Tes 2: 3-4) entonces no podemos decir: “¡lo que importa es la Misa!” porque el signo, lo que caracterizará a la Iglesia en los últimos días es la paciencia de los Santos… ¿Y qué es eso? (Apoc 14: 12):

Aquí está la paciencia de los santos, aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.

Raúl de Miguel