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RESPUESTA DE UN OBISPO CATÓLICO A UN MILENARISTA OBSTINADO

sofronio 31 mayo, 2020 RESPUESTA DE UN OBISPO CATÓLICO A UN MILENARISTA OBSTINADO2020-05-31T12:00:28+00:00 Apostolado, Noticias 1 Comment
La siguiente carta es la respuesta de un Obispo católico erudito a un obstinado milenarista que hace mucho hincapié en revelaciones privadas, cuyos contenidos ni siquiera conoce en el idioma original.  De momento, silencio el nombre del Obispo, que posee varios doctorados, y también el del cándido obstinado milenarista, que no posee ninguno, para que éste no se sienta ofendido.
Al igual que un servidor leyó las obras completas de Anna Catherina Emmenrick en la lengua que ella hablaba y en la que se editó la primera edición de sus obras, parte de las cuáles le adjunté, y sobre la que que usted contestó no conocer el alemán, sino el español, en que no obstante traduje un párrafo decisivo, prefiriendo Vd. seguir guiándose por una pseudotraducción al español dolosa, pues bien, estimado señor, ha debido al menos leer la obra completa de la célebre mística Católica, pues, si se habla de algo hay que tener conocimiento pleno de la materia de la que se habla. Y allí, en las obras completas de la Mística, como no podía ser de otro modo, no se habla nada de cuchillos retorcidos, pecado de concupiscencia libidinosa, o sexual, Sacramento sacado de costado alguno, ni custodia de un Sacramento en el arca de la alianza, novedades, que las diga quien las diga, son herejías, pues los Sacramentos fueron instituido por el Redentor viador, y no antes. De este asunto trato algo más ampliamente en otro mensaje que le envió adjunto.
En cuanto al milenarismo, antes de darle mi opinión y tesis particular, que lo haré en otra ocasión, vamos a repasar lo que la Iglesia a través del Magisterio Ordinario y Extraordinario ha dicho sobre eso.
El milenarismo no es nuevo en la Iglesia, como bien sabe, pues ya en la Época Apostólica se trataba de él algunas veces.
Vamos a definir el milenarismo o quiliasmo como la doctrina errónea, según la cual Cristo volverá para reinar sobre la Tierra durante mil años, antes del último combate contra el mal, despojando, al Diablo, de toda su influencia sobre los justos y su facultad de tentar,  comenzando después el Juicio Universal. En la definición hay una herejía, de la cual hablaremos más tarde [¿ no este, acaso, el milenarismo espiritual que apellidan algunos para escaparse a las censuras de la Iglesia].
Prosigo.
Desde los primeros siglos de la Iglesia no han faltado partidarios del milenarismo. Las atroces persecuciones contra los primeros cristianos, entre otras cosas, daban lugar a que doctrinas como esta fueran acogidas, ya que muchos creían que esos tiempos eran los apocalípticos y esperaban una pronta segunda y última Venida de Cristo. Han pasado milenios desde entonces…….y, como ve, Cristo no ha descendido aún del cielo en Gloria y Majestad.
El origen del dicha teoría milenarista parte de libros apócrifos del judaismo precristiano, como el libro III de los Oráculos sibilinos, el libro de Enoc etiópico, el libro de los Jubileos y el Apocalipsis de Baruc. Hablan de los tiempos venideros, en los cuáles las fieras salvajes se amansarán, los hombres gozarán de toda clase de bienes materiales, vivirán tantos o más años que los patriarcas antediluvianos y serán de estatura gigante. Esta concepción, que unas veces va unida a bienes espirituales y a la presencia del Mesías, y otras nada tiene que ver con éste, presenta en los diversos libros duración distinta, y es la que se conoce con el nombre de Milenarismo Craso.
De los judíos pasó a algunos primeros cristianos, que creyeron ver un fundamento, para ella, en la afirmación del capítulo XX del Apocalipsis de San Juan, según la cual Cristo habrá de reinar mil años con los justos antes del juicio final (El pasaje es oscuro, como todo el libro del Apocalipsis); pero, y esto es capital, NO HABLA DE CUERPOS RESUCITADOS, y menos aún de cuerpos definitivamente resucitados para toda la futura eternidad, de modo que ha de cómodamente entenderse que se trata del espacio que media entre la muerte de los hombres y el juicio final, espacio temporal durante el cuál Cristo reina en el cielo con los justos.
Cerinto y los ebionitas, según Eusebio, defendieron su particular milenarismo  (Historia Eclesiástica III 28: MG 20, 275); la supone el capítulo XV de la Epístola del Pseudo-Bernabé, y la aceptan San Papías (Cf. Funck, Patrum Apostolicorum opera, vol.2, Papiae Frag. I), San Justino (Dial, cum Tryph.. MG 6,663), San Ireneo (Adversus haereses, V 31. MG 7, 11210-1218), Tertuliano (Adversus Marción, III 24: ML 2355) y otros de menor importancia. Todos éstos hablan de un reinado espiritual de Cristo sobre la tierra, bien sobre los hombres que en ella viven, bien sobre los justos resucitados, pero siempre antes del juicio final. Esta forma de milenarismo suele llamarse Milenarismo Mitigado.
Ya San Justino, en el lugar citado, decía que muchos buenos católicos no la admitían. Y así, lo rechazaron expresamente San Eusebio, Orígenes, Dionisio Alejandrino, San Basilio, San Jerónimo y San Agustín; cuyo argumento principal es que la Iglesia sólo admite en el Símbolo una doble venida de Cristo en persona física y figura visible: la primera a redimirnos y la segunda a juzgarnos. Esto es muy importante, ya que toca al Dogma Catolico de la técnicamente denominada Segunda Venida de Cristo. El Concilio de Éfeso y Trento, Canon 345/65, Canon 456, dictan que quien afirme que Cristo vendrá más de una vez a la tierra Glorioso a juzgar a vivos y muertos sea anatema.
Insisto la teoría del milenarismo tenía raíces en la literatura judía, atormentada siempre por la idea de un Mesías que reinará gloriosamente en la tierra. Retomada en tiempos de San Juan por el heresiarca Cerinto, es exacto que en los siglos II y III de la era cristiana, algunos Padres, y no de los menores adoptaron no la ceríntica, sino otras tesis más o menos atenuadas. Se puede citar entre ellos, de nuevo a San Justino. Esto es muy importante que lo entienda, porque para que el testimonio de varios Padres de la Iglesia pueda considerarse la expresión de la Tradición católica, dicen los teólogos que hace falta “que no sea impugnado por ningún otro” Padre. Ahora bien, esta condición no existe de ninguna manera en este caso: ya San Justino reconocía que la teoría milenarista distaba mucho de ser admitida por todos; Orígenes la rechazaba y la trataba de inepcia judaica. San Jerónimo rompe deliberadamente con ella: “En cuanto a nosotros, no esperamos ‒escribe‒ según las fábulas que los Judíos decoran con el nombre de tradiciones, que una Jerusalén de perlas y oro descienda del cielo… Sólo hay demasiados de los nuestros que han tomado seriamente estas promesas… «.
San Agustín se pronuncia en el mismo sentido, tras tener algunas vacilaciones al principio. En la Ciudad de Dios, se lo ve condenar claramente el quiliasmo y todo milenarismo de reinado físico del Salvador en Segunda Venida distante mil años del día del Juicio Final. Y esta opinión es la que prevalece en adelante, tanto en Oriente como en Occidente, en la Iglesia. A partir del siglo IV, no se encuentra a ningún nuevo escritor católico digno de consideración que defienda el milenarismo (en sentido técnico e histórico del término que comprende todas las teorías afirmativas al respecto) , y la sentencia unánime de los teólogos, en cuyo primer plano hay que citar a Santo Tomás y a San Buenaventura, que lo descartan con determinación. (…)
Así pues, como ya lo hemos indicado, la expresión «Y han reinado mil años con Cristo» debe entenderse, como la Iglesia la interpreta, en un sentido místico, no digo simbólico. Los mil años designan todo el período que se extiende entre el día en que Cristo, por Su Resurrección, abrió de nuevo el Reino de los Cielos, franqueando sus puertas con su Santísima Persona, y el día en el cuál, gracias a la resurrección general, los cuerpos entrarán allí a su vez.  En cuanto a los espíritus (espíritus separados de sus respectivos cuerpos por la muerte padecida por sus personas) de los bienaventurados, siguen allí, estrechamente unidas a nuestro Dios y Señor Jesucristo; participan en la gloria de Cristo, constituyen su corte, reinan con Él en el Paraíso Celeste.
El estudio y la refutación del milenarismo son el objeto de una tesis de la clásica obra del Cardenal Jean-Baptiste Franzelin, Tractatus de divina Traditione et scriptura, S.C. de Propaganda fide, Roma 1882, tesis XVI, págs. 186-201, y definitivamente queda refutado todo milenarismo estricto en la tesis doctoral de Villegas, defendida en el Angelicum a principios de los 50.
A lo largo de un apretado discurso el Cardenal Franzelin invoca especialmente el testimonio de Santo Tomás de Aquino (en IV Sent. dist. XLIII q. 1 a. 3 sol. 1 ad 4): “Con motivo de las palabras del Apocalipsis (cap. XX), como relata San Agustín (Ciudad de Dios, libro XX), algunos herejes, preste atención HEREJES, afirmaron que los muertos resucitarían una primera vez para reinar con Cristo en la tierra durante mil años: de ahí se les llama, como he mencionado ya quiliastas o milenaristas». San Agustín, en contra de lo que usted afirma de él, sostiene que hay que entender las palabras del Apocalipsis como referidas a la resurrección espiritual, por la cuál los hombres resucitan del pecado por el don de la gracia. La segunda resurrección es la de los cuerpos. La Iglesia es la que se llama el Reino de Cristo.
El milenarismo es entonces una teoría explorada por algunos Padres, pero que no es tradicional porque no se transmitió. Al contrario, sufrió un definitivo freno por parte de Padres principales de la Iglesia (San Jerónimo, San Agustín) y fue rechazada del cuerpo de la doctrina católica. Resurgió de vez en cuando, pero fue en los medios heterodoxos y en la sectas protestantes.
En contra de lo que usted sostiene, no hay rastros de milenarismo que pueda encontrase en los Evangelios o en las Epístolas de San Pablo; todo se mueve en la esfera espiritual y religiosa, también la descripción del fin del mundo y del juicio final. La victoria sobre la bestia simbólica (el enemigo de Dios y de los santos) y sobre el Anticristo, así como el triunfo de Cristo y sus santos, son descritos en el Apocalipsis de San Juan (Ap. 20-21), en figuras que recuerdan las de los escritores apocalípticos judíos, especialmente de Daniel y de Enoc.
Dícese que Satanás es encadenado en el abismo por mil años, los mártires y los justos se levantan de la muerte y comparten el sacerdocio, otra herejía según la entiende usted y que más adelante trataremos.
Aunque es difícil enfocar agudamente las imágenes usadas en el Apocalipsis y las cosas expresadas por ellas, no cabe duda que la descripción completa se refiere al combate espiritual entre Cristo y la Iglesia por un lado y los poderes malignos del infierno y del mundo por otro. Que quede claro, ese pasaje habla del combate espiritual entre Cristo y su Iglesia militante, Docente y Santificante, es decir, dotada de Sacerdocio Ministerial Mayor .
A finales del siglo XII el milenarismo encontrará su teórico más destacado y de lejos más influyente: el monje calabrés Gioacchino da Fiore (1135-1202), “de espíritu profético dotado”, para usar las palabras que Dante le dedicó en La divina comedia. Paul Johnson lo califica, en su Historia del Cristianismo, con toda razón, como el más erudito, sistemático y “científico” de todos los creadores medievales de sistemas proféticos. Además, “no era un rebelde, sino un elegante abate calabrés, protegido por tres papas, un hombre cuya conversación complació a Ricardo Corazón de León en su viaje durante la Tercera Cruzada.”
El monje calabrés Gioacchino da Fiore, mientras viajaba por Galilea entre 1156 y 1157, tuvo una fantasía mística en el Monte Tabor, luego de lo cual se decía obtuvo el don de la exégesis. Para él la historia de la humanidad es un proceso de desarrollo espiritual, que pasa por tres fases: la Edad del Padre de 5000 años (Era de la Ley), la Edad del Hijo de 2000 años (Era de la Gracia) y la Edad del Espíritu Santo de 1000 años (Era del Amor). En total 8000 años
 En cualquier caso esta doctrina privada, que parte de un supuesto arrobo espiritual es herética.
A últimos del siglo XIX y XX resurge y en la Iglesia, por parte del judaizante hereje jesuita Lacunza, cuya obra sobre su milenarismo es inmediatamente incluida en el Índice Expurgatorio. Durante el Pontificado de Pio XII, por fín díctase decreto del Santo Oficio declarando que el milenarismo mitigado no se puede enseñar con seguridad de la pureza doctrinal  y que hay que preservar de tales «novedades», y es doctrina muy pero que muy peligrosa. Si el Romano Pontífice Pio XII y el Santo Oficio dicen tal cosa, supongo que más conocimiento que usted tendrían, pues la Iglesia no es baladí en estos asuntos graves y está guiada por el Espíritu Santo. Con esta declaración oficial obtiene valor para la Iglesia universal la precedente respuesta del mismo Santo Oficio al arzobispo de Santiago de Chile, de 11 de julio de 1941, a propósito de un brote reciente de estos errores milenaristas (algo mitigado) en el territorio de su jurisdicción.
     La carta del Santo Oficio decía así:
«Palacio del Santo Oficio, 11 julio 1941.
Excmo. y Revdmo. Sr. :
     Se ha recibido en este Santo Oficio la carta número 126/40, de 22 de abril de 1940, en que V. E. daba noticia de que en esa archidiócesis había quienes defendían el sistema de los milenaristas espirituales y que cada día iba en aumento el número de los admiradores de tal doctrina y de la obra del P. Lacunza, Venida del Mesías en gloria y majestad. Al mismo tiempo, V. E. pedía a la Santa Sede las normas oportunas.
Llevado el asunto a la reunión plenaria del miércoles día 9 de este mes, los Emmos. y Revdmos. Cardenales de esta Suprema Sagrada Congregación mandaron responder:
     El sistema del milenarismo aun mitigado —o sea, del que enseña que, según la revelación católica, Cristo Nuestro Señor ha de venir corporalmente a reinar en la tierra antes del juicio final, previa la resurrección de muchos justos o sin ella— no se puede sostener por ningún fiel católico ni enseñar sin ser muy pero que muy peligrosa.
     Así, pues, apoyándose en esta respuesta y en la condenación ya hecha por este Santo Oficio de la obra del P. Lacunza, V. E. procurará vigilar cuidadosamente para que dicha doctrina bajo ningún pretexto se enseñe, propague, defienda o recomiende, sea de viva voz, sea por cualquier escrito. Le traduzco del latín, mire que contundente es la Iglesia.
     Para conseguirlo podrá emplear V. E. los medios necesarios no sólo de persuasión, sino también de autoridad, dando, si fuere oportuno, las instrucciones que fueren necesarias a los que enseñan en el seminario y en los institutos.
     Y si surgiere algo de mayor gravedad, no omita V. E. comunicárselo al Santo Oficio.
     Aprovecho la ocasión para testimoniarle el sentimiento de mi estimación y quedo de V. E. afectísimo, F. Card. Marcchetti Selvaggiani. — Excmo. y Revdmo. Sr. D. José M. Caro Rodríguez, arzobispo de Santiago.
En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una  vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué se debe pensar del sistema del milenarismo mitigado, que enseña que Cristo Nuestro Señor antes del juicio final, previa la resurrección de muchos justos o sin ella, ha de venir visiblemente a reinar en esta tierra.
     Propuesto el asunto a examen en la reunión plenaria del miércoles 19 de julio de 1944, los eminentísimos y reverendísimos señores cardenales encargados de la tutela de la fe y de las costumbres, oído previamente el voto de los reverendos consultores, decretaron responder que el sistema del milenarismo mitigado no se puede enseñar y es muy pero que muy peligroso.
     Y el día siguiente, jueves 20 del mismo mes y año, nuestro Santísimo Padre Pío, por la divina Providencia Papa XII, en la acostumbrada audiencia concedida al excelentísimo y reverendísimo asesor del Santo Oficio, aprobó, confirmó y mandó publicar esta respuesta de los eminentísimos Padres a todo el Orbe Católico.
     Dado en Roma, desde el Palacio del Santo Oficio, a 21 de julio de 1944.

 

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1 Comment Already

  1. amadora de la verdad - mayo 31st, 2020 at 6:31 pm none Comment author #2523 on RESPUESTA DE UN OBISPO CATÓLICO A UN MILENARISTA OBSTINADO by Sapientiae Sedei Filii

    El tema está muy claro.

    Es verdad que según la carta 11 julio 1941, el Santo Oficio está respondiendo a la doctrina del mileranismo ESPIRITUAl, que es sobre lo que se le pregunta (de que en esa archidiócesis había quienes defendían el sistema de los milenaristas espirituales, etc.). Luego el milenarismo espiritual no se podría enseñar, ni aún mitigado. No dice en una traducción correcta del latín «el milenarismo mitigado» como si fuera una corriente dentro de la doctrina milenarista, sino aún «mitigado», asunto muy distinto de como nos traducen los obcecados milenaristas.

    Es decir, para entenderlo: La doctrina de los milenaristas, espirituales-porque es sobre se le pregunta en 1941- o sea, del que enseña que, según la revelación católica, Cristo Nuestro Señor ha de venir corporalmente a reinar en la tierra antes del juicio final,1º previa la resurrección de muchos justos 2º o sin ella (más mitigado)— no se puede sostener por ningún fiel católico ni enseñar sin ser muy pero que muy peligrosa (para las almas, porque la salvación de las almas es el fin de la Iglesia).

    Si no están dispuestos a obedecer al Santo Oficio en 1941 ¿qué tipos de católicos son? ¿ A quién obedecerán salvo a sí mismos?

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