De la Primera Carta de Clemente a los Corintios

Texto que consideramos muy apropiado, al contemplar como muchos clérigos sedevacantistas se destruyen, se traicionan entre sí, y aniquilan, si fuera necesario, comunidades católicas completas, incluidas familias de fieles, amistades, y sobre todo esperanzas. Al leer el texto aconsejamos que piense cada uno en que las palabras de Clemente están dirigidas a los fieles de siempre, y no sólo a los de Corinto de aquel lejano tiempo, por lo tanto trate de hacer un ejercicio de personalizar cada uno lo que enseña la Carta. Los paréntesis no están en el texto original.

Virtudes de la iglesia de Corinto (Ponga en su lugar el nombre de su comunidad o nación)

  1. Por causa de las calamidades y reveses, súbitos y repetidos, que nos han acaecido, hermanos, consideramos que hemos sido algo tardos en dedicar atención a las cuestiones en disputa que han surgido entre vosotros, amados, y a la detestable sedición, no santa, y tan ajena y extraña a los elegidos de Dios, que algunas personas voluntariosas y obstinadas han encendido hasta un punto de locura, de modo que vuestro nombre, un tiempo reverenciado, aclamado y encarecido a la vista de todos los hombres, ha sido en gran manera vilipendiado.

Porque, ¿quién ha residido entre vosotros que no aprobara vuestra fe virtuosa y firme? ¿Quién no admiró vuestra piedad en Cristo, sobria y paciente? ¿Quién no proclamó vuestra disposición magnífica a la hospitalidad? ¿Quién no os felicitó por vuestro conocimiento perfecto y santo? Porque hacíais todas las cosas sin hacer acepción de personas, y andabais conforme a las ordenanzas de Dios, sometiéndoos a vuestros gobernantes y rindiendo a los más ancianos entre vosotros el honor debido. A los jóvenes recomendabais modestia y pensamientos decorosos; a las mujeres les encargabais la ejecución de todos sus deberes en una conciencia intachable, apropiada y pura, dando a sus propios maridos la consideración debida; y les enseñabais a guardar la regla de la obediencia, y a regir  los asuntos de sus casas con propiedad y toda discreción.

  1. Y erais todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en vez de reclamarla, más contentos de dar que de recibir, y contentos con las provisiones que Dios os proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositabais diligentemente en vuestros corazones, y teníais los sufrimientos de Cristo delante delos ojos.

Consideramos que hemos sido algo tardos en dedicar atención a las cuestiones en disputa que han surgido entre vosotros, y a la detestable sedición -sublevación de las pasiones-, no santa.

Así se os había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de hacer el bien. Además, había caído sobre todos vosotros un copioso derramamiento del

Espíritu Santo; y, estando llenos de santo consejo, en celo excelente y piadosa confianza, extendíais las manos al Dios todopoderoso, suplicándole que os fuera propicio, en caso de que, sin querer, cometierais algún pecado. Y procurabais día y noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito decidido y sin temor alguno. Erais sinceros y sencillos, y libres de malicia entre vosotros.

Toda sedición y todo cisma era abominable para vosotros. Os sentíais apenados por las transgresiones de vuestros prójimos; con todo, juzgabais que sus deficiencias eran también vuestras. No os cansabais de obrar bien, sino que estabais dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa en extremo, ejecutabais todos vuestros deberes en el temor de Dios. Los mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritas en las tablas de vuestro corazón.

Prosperidad e ingratitud

  1. Os había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que está escrito: “Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y empezó a dar coces” (Dt. 32:15). Por ahí entraron los celos y la envidia,la discordia y las divisiones, la persecución y el tumulto,la guerra y la cautividad. Y así los hombres empezaron a agitarse: “los humildes contra los honorables, los mal reputados contra los de gran reputación, los necios contra los sabios, los jóvenes se puede entender los recién llegados, en lugar e atender a la edad) contra los ancianos” (Is. 3:5).

Por esta causa la justicia y la paz se han quedado a un lado, en tanto que cada uno ha olvidado el temor del Señor y quedado ciego en la fe en Él, no andando en las ordenanzas de sus mandamientos ni viviendo en conformidad con Cristo, sino cada uno andando en pos de las concupiscencias de su malvado corazón, pues han concebido unos celos injustos e impíos, por medio de los cuales también la muerte entró en el mundo (Sabiduría 2:24).

Os había sido concedida toda gloria y prosperidad. Por ahí entraron los celos y la envidia,la discordia y las divisiones,la persecución y el tumulto.

Celos y envidia, origen del mal

  1. Porque como está escrito: “Y aconteció después de unos días, que Caín ( el mayor) trajo del fruto de la tierra una ofrenda al Señor. Y Abel ( el menor) trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró el Señor con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no prestó atención a Caín ( al mayor) y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?

Si no has ofrecido rectamente y no has dividido rectamente, ¿no has pecado? ¡Calla! Con todo esto, él (Abel, el menor) se volverá a ti y tú ( Caín, el mayor) te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos a la llanura. Y aconteció que estando ellos en la llanura, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató” (Gn 4:3-8).

Veis, pues, hermanos, que los celos y la envidia dieron lugar a la muerte del hermano. Por causa de los celos, nuestro padre Jacob tuvo que huir de delante de Esaú su hermano. Los celos fueron causa de que José fuera perseguido a muerte, y cayera incluso en la esclavitud. Los celos forzaron a Moisés a huir de delante de Faraón, rey de Egipto, cuando le dijo uno de sus paisanos: “¿Quién te ha puesto por juez entre nosotros? ¿Quieres matarme, como ayer mataste al egipcio?” (Éx. 2:14). Por causa de los celos Aarón y Miriam tuvieron que alojarse fuera del campamento (¿Podríamos aplicar hoy en ciertas circunstancias,se quedaron sin los Sacramentos?). Los celos dieron como resultado que Datán y Abiram descendieran vivos al Hades, porque hicieron sedición contra Moisés el siervo de Dios. Por causa de los celos David fue envidiado no sólo por los filisteos, sino perseguido también por Saúl,que era rey de Israel, (la autoridad sobre el pueblo).

El martirio de Pedro y Pablo

  1. Pero, dejando los ejemplos de los días de antaño, vengamos a los campeones que han vivido más cerca de nuestro tiempo. Pongámonos delante los nobles ejemplos que pertenecen a nuestra generación. Por causa de celos y envidia fueron perseguidos y acosados hasta la muerte las mayores y más íntegras columnas de la Iglesia. Miremos a los buenos apóstoles. Estaba Pedro, que, por causa de unos celos injustos, tuvo que sufrir, no uno o dos, sino muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio,se fue a su lugar de gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su ejemplo, señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente; y cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partió del mundo y fue al lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resistencia paciente.

Mártires romanos bajo Nerón

Por causa de celos y envidia fueron perseguidos y acosados hasta la muerte las mayores y más íntegras columnas de la Iglesia.

  1. A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo entre nosotros. Por razón de los celos hubo mujeres que fueron perseguidas, después de haber sufrido insultos crueles e inicuos, nuevas Danaidas y Dirces, alcanzando seguras la meta en la carrera de la fe, y recibiendo una recompensa noble, por más que eran débiles en el cuerpo.

Los celos han separado a algunas esposas de sus maridos y alterado el dicho de nuestro padre Adán: “Ésta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2:23).

Los celos y las contiendas han derribado grandes ciudades y han desarraigado grandes naciones (e iglesias y comunidades religiosas).

Llamada al arrepentimiento

  1. Estas cosas, amados, os escribimos no sólo con carácter de admonición, sino también para haceros memoria de nosotros mismos. Porque nosotros estamos en las mismas listas y nos está esperando la misma oposición.

Por lo tanto, pongamos a un lado los pensamientos vanos y ociosos; y conformemos nuestras vidas a la regla gloriosa y venerable que nos ha sido transmitida; y veamos lo que es bueno y agradable y aceptable a la vista de Aquel que nos ha hecho. Pongamos nuestros ojos en la sangre de Cristo y démonos cuenta de lo preciosa que es para su Padre, porque habiendo sido derramada por nuestra salvación, ganó para todo el mundo la gracia del arrepentimiento.

( De Sede de la Sabiduría: Recordad hijos lo que nos dice el Apóstol de los gentiles:»Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios».Gálatas 5:19-21. Recordad la amonestación del Apóstol Santiago: Pero si tenéis celos amargos y ambición personal en vuestro corazón, no seáis arrogantes y {así} mintáis contra la verdad. Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica. Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala. Hijos, la envidia es un pecado monstruoso porque es el único que perdura, aún cuando ha pasado el hecho y aún cuando nos hacen bien, y todavía vía persiste cuando el envidiado se humilla. Porque la envidia es un pecado que consiste en una tristeza o pesar del bien ajeno. Nadie diga éste artículo no va conmigo´ porque soy obispo, presbítero o seglar, ya que nadie está exento de caer en este pecado, y a mayor dignidad más grande es la probabilidad de destruir a una nación o a una Iglesia entera. Terminamos, pues, con el remedio contra pa envidia que tanto afecta, en especial, a los clérigos de la «tradición», con una palabras de Fray Luis de Granada, que proporciona el remedio: «Mira también cuan contraria cosa sea a la caridad (que es Dios) y al bien común (que Él tanto procura) tener envidia de los bienes ajenos y aborrecer aquéllos a quien Dios crió y redimió, y a quien está siempre haciendo bien, porque esto es estar condenando y deshaciendo lo que Dios hace, a lo menos con la voluntad.

Y si quieres una muy cierta medicina contra este veneno, ama la humildad y aborrece la soberbia, que ésta es la madre de esta pestilencia. Porque como el soberbio ni puede sufrir superior, ni tener igual, fácilmente tiene envidia de aquéllos que en alguna cosa le hacen ventaja, por parecerle que queda él más bajo si ve a otros en más alto lugar. Lo cual entendió muy bien el Apóstol cuando dijo: No seamos codiciosos de la gloria mundana, compitiendo unos con otros, y habiendo envidia unos a otros. En tales palabras, pretendiendo cortar las ramas de la envidia, cortó primero la mala raíz de la ambición, de donde ella procedía. Y por la misma razón debes apartar tu corazón del amor desordenado de los bienes del mundo, y solamente ama la heredad celestial y los bienes espirituales: los cuales no se hacen menores por ser muchos los poseedores, antes tanto más se dilatan cuanto más crece el número de los que los poseen. Más por el contrario, los bienes temporales tanto más se disminuyen, cuanto entre más poseedores se reparten. Y por esto la envidia atormenta al ánima de quien los desea: porque recibiendo otro lo que él codicia, o del todo se lo quita, o a lo menos se lo disminuye.

Porque con dificultad puede este tal dejar de tener pena, si otro tiene lo que él desea.

Y no te debes contentar con no tener pesar de los bienes del prójimo; sino trabaja por hacerle todo el bien que pudieres, y pide a nuestro Señor le haga lo que tú no pudieres. A ningún hombre del mundo aborrezcas: tus amigos ama en Dios, y tus enemigos por amor de Dios, el cual, siendo tú primero su enemigo, te amó tanto, que por rescatarte del poder de tus enemigos puso su vida por ti. Y aunque el prójimo sea malo, no por eso debe ser aborrecido: antes en este caso debes imitar al médico, el cual aborrece la enfermedad y ama la persona: que es amar lo que Dios hizo, y aborrecer lo que el hombre hizo. Nunca digas en tu corazón: ¿Qué tengo yo que ver con éste, o en qué le soy obligado? no le conozco, ni es mi pariente, nunca me aprovechó, y alguna vez me dañó.

Mas acuérdate solamente que sin ningún merecimiento tuyo te hizo Dios grandes mercedes: por lo cual te pide que en pago de esto uses de liberalidad, no con El, pues no tiene necesidad de tus bienes, sino con el prójimo que Él te encomendó.  )