El domingo 12 de enero del 2020 salió publicado en la hoja dominical de la iglesia modernista “Vida Cristiana”, la segunda parte del artículo “LA REFORMA LITÚRGICA DE PABLO VI”,  escrito por el “jesuita” Raúl Arderí, en calidad de ministro de la iglesia conciliar. No tenemos el gusto de conocer al autor, pero por los contenidos de su artículo se evidencia la carencia más elemental de nociones de historia de la Iglesia y de la Liturgia. Analizaremos oración por oración su artículo, destinado a confundir a los miles de inocentes “católicos” que todos los domingos leen acríticamente los artículos de Vida Cristiana con la ingenuidad de pensar que leen doctrina católica.

Nota: Las citas del artículo estarán entre comillas, en cursiva y color rojo.

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 “Cincuenta años atrás, el 3 de abril de 1969, el Papa Pablo VI promulgó la Constitución Apostólica con la cual se modificó el Misal Romano, uno de los frutos más importantes de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II (1962-1965).”

Los cambios se clasifican en dos tipos: cambios sustanciales (que modifican la esencia de las cosas) y cambios accidentales (que no la modifican). Un ejemplo de c. sustancial es la combustión de un papel, y un ejemplo de c. accidental es la pintura de un papal. En el primer caso, la esencia de “papel” desaparece, o mejor dicho, es destruida por la acción del fuego. En el segundo caso, la esencia de “papel” continúa siendo y existiendo (valga la redundancia), y el cambió de color no alteró ni modificó la naturaleza o esencial del papel.

Pio XII en la Mediator Dei enseña:

    1. La Jerarquía eclesiástica ha empleado siempre este su derecho en materia litúrgica, instruyendo y ordenando el culto divino y enriqueciéndole con esplendor y decoro siempre renovados para gloria de Dios y bien de los hombres. Tampoco ha dudado, por otra parte, salvo la sustancia del Sacrificio Eucarístico y de los Sacramentos, en cambiar lo que no creía apropiado y añadir lo que mejor parecía contribuir al honor de Jesucristo y de la Santísima Trinidad y a la instrucción y saludable estímulo del pueblo cristiano.
    2. La Sagrada Liturgia, en efecto, consta de elementos humanos y de elementos divinos: estos últimos, habiendo sido instituidos por el Divino Redentor, evidentemente no pueden ser alterados por los hombres; pero aquellos, en cambio, pueden sufrir varias modificaciones, aprobadas por la Sagrada Jerarquía, asistida del Espíritu Santo, según las exigencias de los tiempos, de las circunstancias y de las almas. De aquí nace la, estupenda variedad de los ritos orientales y occidentales, de aquí el desarrollo progresivo de particulares costumbres religiosas y prácticas de piedad, de las que apenas se tenía un leve conocimiento en tiempos anteriores; a esto se debe que con cierta frecuencia sean nuevamente empleadas y renovadas piadosas instituciones, borradas por el tiempo. Todo esto testimonia la vida de la Inmaculada Esposa de Jesucristo durante tantos siglos; expresa el lenguaje empleado por ella para manifestar a su Divino Esposo su fe y amor inagotables y los de los pueblos a ella encomendados; demuestra su sabia pedagogía para estimular y acrecentar de día en día en los creyentes el «sentido de Cristo».

Otras ideas nuestras. a) Los cambios accidentales de la liturgia siempre han sido hacia adelante, y nunca hacia atrás. Es como la evolución de una persona que cuando tiene 1 año es menor que cuando tiene 5 años, y a su vez que cuando tiene 15 años. Pero nadie puede “crecer” entre los 14 y 15 años retornando a la madurez, talla, peso y fortaleza que tenía cuando tenía 2 años. Todo progreso es hacia adelante, nunca hacia atrás.

b) La supuesta sencillez de la liturgia cristiana de los 3 primeros siglos no es por lo que alegan los modernistas de ahora y de siempre, esto es, porque aquellos cristianos eran menos clericales, más activos y participativos, sino por una sencilla razón circunstancial histórica: las persecuciones a las que estaba sometida la Iglesia. Como se sabe la Iglesia primitiva no tenía templos como los poseyó después de la Paz que le otorgó el emperador Constantino, por tanto, los sacramentos se celebraban en condiciones mínimas y muy precarias. Pero apenas tuvo paz la Iglesia para organizar sus acciones litúrgicas al aire libre, rodeó de venerables ritos a los sacramentos, consciente de la grandeza de los misterios que celebrara.

c) El papa Pio XII condenó la pretensión de simplificar la liturgia alegando la supuesta sencillez del cristianismo primitivo en la encíclica Mediator Dei de 1947. Dicha tendencia herética de simplificar la liturgia recibió el nombre de arqueologismo, precisamente porque pretende resucitar formas litúrgicas “muertas” muy antiguas, que la Iglesia enriqueció apenas tuvo condiciones para ofrecer el culto divino con entera libertad.

La “Reforma” litúrgica querida por el Vaticano II, y realizada en el posconcilio, es una verdadera revolución: “La vía abierta por el Concilio está destinada a cambiar radicalmente el rostro de las asambleas litúrgicas tradicionales”, admite Mons. Annibale Bugnini, uno de los principales artífices de la llamada “reforma”; él mismo agrega que se trata de una “real ruptura con el pasado (Bugnini, “La Ri-forma Litúrgica” [1948-1975], CLV Edizioni Liturgiche, 1983).

Ahora bien, ninguna revolución estalla de repente un buen día, sino que es el fruto de largos asaltos, caídas lentas y concesiones progresivas. Por tanto, el hilo conductor del artículo que estamos analizando CARECE de fundamento en la doctrina católica, y no es más que un intento más (desesperado como siempre) de legitimar la destrucción del Misal Romano, que no su modificación a secas.

“Para muchos, el cambio litúrgico más visible de este periodo fue la transición de la eucaristía celebrada en latín y de espaldas al pueblo, a la celebración en español y teniendo el altar como centro de la asamblea.”

Innegable. Pero agregamos algo. Contra el común mito de los modernistas de que el objetivo principal de la reforma era que los fieles entendieran la misa. Si el problema era solamente el latín ¿Por qué no se conformaron con decir la misa católica de siempre en vernáculo y punto? Incluso, si el problema era el cura de espaldas ¿Por qué no se conformaron con darle vuelta al altar y al cura y punto? Pero no fue suficiente. El objetivo era destruir el ritual y las rúbricas de la misa, al estilo de los luteranos del siglo XVI, y en efecto, así sucedió. Se modificó el Ordo de la Misa, eliminando de ella genuflexiones, señales de la cruz, oraciones a la Santísima Trinidad, referencias al diablo, al infierno, al purgatorio, etc… Los estudios comparativos entre los dos Ordos (el católico y el modernista) abundan en la literatura especializada, pero para el que no está introducido en el tema, recomiendo el libro “El Drama litúrgico” de Augusto del Rio publicado en 2003 en Buenos Aires, Argentina.

“Todo fue encaminado a promover una plena y activa participación de todos los fieles.”

Esto es protestantismo renovado, porque fue Lutero y sus hijos espirituales (calvinistas, galicanos, febronianos, veterocatólicos, católicos liberales y… modernistas) quien siempre dijo que la Misa que no se entendía era vana, como dando a entender que solamente si el pueblo entiende lo que el sacerdote está orando dicha misa cobra valor. Esto además de herético es blasfemo, pues supone la participación del pueblo como elemento necesario para la validez o idoneidad de la misa. Esto es desconocer el concepto Patrístico y Apostólico de la Misa como renovación incruenta del sacrifico de la Cruz, que realiza principalmente el sacerdote in persona Christi. De hecho, por mucho que le pese a los protestantes y modernistas, misa sin pueblo puede haber, pero misa sin sacerdote no.

“La difícil situación de la Iglesia cubana en aquel momento nos hizo prestar atención a otras preocupaciones que no correspondían exactamente a esta sensibilidad de la Iglesia universal.”

Exactamente, de hecho, suelo decir siempre que en Cuba coincidieron 2 revoluciones al unísono: la política y la religiosa. Pero al ser evidentemente más cercana y aparentemente más dañina (en realidad es al revés) la problemática comunista y del cambio de régimen político en los años 60’s, las destrucción del catolicismo desde el Vaticano usurpado por los modernistas de Juan XXIII y compañía no fue analizada con prudencia y criterio por el catolicismo cubano del momento, más preocupado por sobrevivir a las persecuciones, críticas, calumnias y embates del comunismo cubano que a estudiar con calma la nueva religión que le estaban vendiendo desde el Vaticano.

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Además, como buenos revolucionarios y subversivos, los modernistas nunca han ido rápido y de pronto, y en aquellos primeros años (1960-1970) las reformas eran tan sutiles que apenas eran percibidas. Solo los más entendidos en la teología y con una vida interior fuerte pudieron vislumbrar lo que sucedía. En ese sentido, aquellos católicos de los 60’s tienen escusa de no haber visto con claridad la nueva secta que estaba fraguándose sobre los edificios públicos de la Iglesia Católica. Pero hoy…, hoy no hay excusa.

“La reforma litúrgica de Pablo VI no fue un acto improvisado…”

¿Improvisado? ¿Quién lo podría afirmar? La usurpación de la Santa Sede viene preparándose desde el siglo XIX, como lo demuestran los papeles secretos de la Alta Venta de los Carbonarios que cayeron en manos del Papa Gregorio XVI, y abarcan el período de 1820-1846. Fueron publicados a pedido del Papa Pío IX, por Crétineau-Joly en su obra “La Iglesia romana y la revolución”.[1] Y por el Breve de aprobación del 25 de febrero de 1861 dirigido al autor, Pío IX confirma la autenticidad de sus documentos pero no permitió que se divulgaran los verdaderos nombres de los miembros de la Alta Venta implicados en esta correspondencia. El documento que cito a continuación tiene 200 años, pues fue escrito en 1820:

“El Papa, cualquiera que sea, jamás vendrá a las sociedades secretas: a ellas corresponde dar el primer paso hacia la Iglesia para vencer a ambos. El trabajo que vamos a emprender no es obra de un día, ni de un mes, ni de un año; puede durar varios años, quizás un siglo; pero en nuestras filas el soldado muere y el combate continúa.

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No queremos ganar a los Papas para nuestra causa, hacerlos neófitos de nuestros principios, propagadores de nuestras ideas. Sería un sueño ridículo. Cualquiera sea el giro de los acontecimientos, el hecho de que cardenales o prelados, por ejemplo, hayan entrado de pleno grado o por sorpresa en una parte de nuestros secretos, no es en absoluto un motivo para desear su elevación a la Cátedra de Pedro. Esta elevación nos perdería. Sólo la ambición los habría conducido a la apostasía y la necesidad del poder los forzaría a inmolarnos. Lo que debemos pedir, lo que debemos buscar y esperar como los judíos esperan el Mesías, es un papa según nuestras necesidades (…).

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Así marcharemos con más seguridad al asalto de la Iglesia que con los liberales de nuestros hermanos de Francia y el mismo oro de Inglaterra. ¿Queréis saber la razón? Es que con ello, para destrozar la roca sobre la que Dios construyó su Iglesia, ya no necesitamos el vinagre anibalino, ni la pólvora del cañón; ya no necesitamos ni siquiera nuestros brazos. Tenemos el dedo meñique del sucesor de Pedro comprometido en la conjura, y ese dedo vale en esta cruzada más que todos los Urbano II y todos los San Bernardo de la Cristiandad.

No dudamos que llegaremos a ese término supremo de nuestros esfuerzos, pero ¿cuándo y cómo? La incógnita no se devela aún. Sin embargo, como nada debe apartarnos del plan trazado sino por el contrario todo debe tender a él como si ya desde mañana el éxito viniera a coronar la obra apenas esbozada, queremos en esta instrucción que para los simples iniciados permanecerá secreta, dar a los encargados de la Venta Suprema, consejos que deberán inculcar a la universalidad de los hermanos, en forma de enseñanza, o de memorandum (…).

Ahora bien, para asegurarnos un Papa de las debidas proporciones, se trata primero de labrar a ese papa una generación digna del reino que soñamos. Dejad de lado la vejez y la edad madura; dirigios a la juventud y, si es posible, aún a la infancia (…) os ganaréis sin mucho esfuerzo una reputación de buen católico y de patriota sin doblez.

Esta reputación hará llegar nuestras doctrinas tanto al seno del joven clero, como al fondo de los conventos. Dentro de algunos años forzosamente este clero joven habrá invadido todas las funciones. Será el quien gobierne, administre, juzgue, forme el consejo del soberano, y será el llamado a elegir el Pontífice que tendrá que reinar, y este pontífice, como la mayor parte de sus contemporáneos, estará necesariamente más o menos imbuido de los principios italianos y humanitarios que comenzaremos a poner en circulación. Es un granito de mostaza que confiamos a la tierra; pero el sol de las justicias lo hará crecer hasta el más alto poder, y un día veréis qué mies abundante producirá este granito.

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En la ruta que trazamos a nuestros hermanos, hay grandes obstáculos que deberemos vencer, muchos tipos de dificultades que superar. Triunfaremos gracias a la experiencia y la perspicacia; pero la meta es tan espléndida que es preciso izar todas las velas al viento para alcanzarla. Si queréis establecer el reino de los elegidos sobre el trono de la prostituta de Babilonia, que el clero marche bajo vuestro estandarteCREYENDO IR SIEMPRE TRAS LAS BANDERA DE LAS LLAVES APOSTÓLICAS. Si queréis hacer desaparecer el último vestigio de los tiranos y los opresores, echad vuestras redes como Simón Barjona; echadlas en el fondo de las sacristías, de los seminarios y de los conventos más que en el fondo del mar; y si no os apuráis, os prometemos una pesca más milagrosa que la suya. El pescador de peces se convirtió en pescador de hombres; vosotros os rodearéis de amigos junto a la Cátedra Apostólica. Vosotros HABRÉIS PREDICADO UNA REVOLUCIÓN POR LA TIARA Y LA CAPA, marchando con la cruz y el estandarte, una revolución que no tendrá necesidad más que de una chispa para incendiar las cuatro esquinas del mundo”.[2]

“… sino el fruto de un intenso movimiento de renovación bíblica, teológica y litúrgica desde inicios de siglo XX.”

Esto es una verdad a medias. Una cosa es el movimiento litúrgico de Dom Prosper Guéranger (1805-1875), que cualquiera puede estudiar en su obra “Considérations sur la liturgie catholique”, publicadas en el “Memorial” de 1830, y otra muy diferente es el movimiento litúrgico desviado por los modernistas desde principios del siglo XX. Nosotros, siguiendo a San Pio X, adherimos al movimiento litúrgico de Dom Guéranger, pero rechazamos como herético al desviado, que fue precisamente el que consagró el Vaticano II y su pseudo-reforma litúrgica.

Nacido de padres benedictinos, el Movimiento Litúrgico verá durante mucho tiempo su historia ligada a la Orden de San Benito. El Movimiento nacido y desarrollado en Francia, iba a extenderse más allá de las fronteras francesas. Dom Mocquereau, Dom Pothier y Dom Cagin lo harían desde la casa matriz. Después lanzaba sus primeras fundaciones: San Martin de Beuron en Alemania (1863) Maredsous (1872) y Mont-César (1899) en Bélgica, mientras que Dom Guépin partía para España en 1880 a restaurar Silos.

Uno de los primeros en desviar el movimiento litúrgico fue Dom Lambert BEAUDUIN (1873-1960), quien no supo cuidar la jerarquía de los fines de la liturgia, como acto de culto (dirigido a Dios) y como acto didáctico (dirigido a los fieles). Por el contrario Dom Festugiére siguió siendo fiel al punto de vista totalmente “teocéntrico” de Dom Guéranger. El movimiento litúrgico desviado siempre insistiría más en el aspecto antropocéntrico de la liturgia, como de hecho sucede en la neo-iglesia del Vaticano II.

Todas las ideas de la herejía antilitúrgica -Dom Guéranger llamó así a las tesis litúrgicas del siglo XVIII- fueron retomadas en los años 20 y 30 por liturgistas como Dom Lambert Beauduin (1873-1960) en Bélgica, en Francia, Dom Pius Parsch, y Romano Guardini en Austria y Alemania.

Nacido del genio de Dom Guéranger y de la indomable energía de San Pío X, el movimiento litúrgico brindó en esa época frutos magníficos de renovación espiritual. Sin embargo, el carácter de “apostolado” de la liturgia que Dom Beauduin “tiende” a acentuar demasiado, se va a volver cada vez más fuerte. Y ésa será la gran tentación del “Movimiento”: hacer de la liturgia antes que nada un medio de apostolado; hacer plegar la liturgia a las exigencias del apostolado. El nudo del drama está ahí. Es por culpa de no haber sabido resistir a esta tentación que esa obra magnífica se derrumbó.

Dom Beauduin en 1925 fundó el “Monasterio de la Unión” en Amay-sur-Meuse, Bélgica, con intenciones de promover el ecumenismo que sería condenado por el Papa Pio XI en la encíclica Mortalium animos el 6 de enero de 1928.

No es fruto de la casualidad que en 1924, Dom Beauduin hubiera trabado una fiel amistad con monseñor Roncalli, quien había caído en la diplomacia después de haber perdido su cátedra en el Ateneo de Letrán, por sospechoso de modernismo, El futuro antipapa Juan XXIII iba a ser uno de los primeros y más fieles simpatizantes de Beauduin.

“No constituyó simplemente una adaptación a las necesidades de la cultura contemporánea, sino volver a las fuentes de la Tradición para encontrar el modo de proclamar el evangelio a los hombres y mujeres de hoy.”

Esto es totalmente falso. La revolución litúrgica se aparte de la Tradición Católica, no se acerca a ella. Es una liturgia artificial, sin base viva en la Tradición de la Iglesia. Constructo mental de liturgistas de gabinete, que tenían en mente una sola cosa: inventar una liturgia ecuménica que disminuyera lo más posible las diferencias con las demás iglesias cristianas. Una verdadera obra de felonía. La presencia de los seis pastores protestantes en la comisión de la reforma litúrgica es más que suficiente para demostrarlo.

Sobre “encontrar el modo de proclamar el evangelio a los hombres y mujeres de hoy”, podemos decir que la Iglesia es una institución divina, asistida y protegida por el Espíritu Santo para que hable siempre con palabras de vida eterna. Fue para eso que Cristo la fundó, y no en virtud de los hombres, sino del mismo Cristo, ha realizado siempre con integridad su encomienda de conducir las almas al cielo, objetivo y sentido último de la existencia humana. El evangelio no puede ser cambiado, y la doctrina católica tampoco. Además, la naturaleza humana es siempre la misma, y sus necesidades básicas también. El anuncio católico nunca ha tenido necesidad de renovación. Somos los humanos quienes tenemos tal necesidad.

 “El comienzo del movimiento litúrgico se remonta al Papa Pío X (1903-1914) y su deseo de hacer de la comunión eucarística una práctica semanal e incluso cotidiana, accesible a partir de los siete años.”

Este era uno de los objetivos del movimiento litúrgico católico, no del desviado, que es el que defiende el Vaticano II. El evitar la comunión semanal era una práctica jansenista y galicana (no católica) que había contagiado a muchos incautos y el Santo Padre Pio X combatió contra ella ardientemente.

“Este cambio pastoral ayudó a comprender la comunión como un elemento indispensable para la participación del pueblo y superar la costumbre de ir a la iglesia simplemente para oír misa’. El movimiento litúrgico anterior al Vaticano II alcanzó su mayoría de edad en 1956 con el Congreso Internacional de Asís, Italia. Algunos de sus participantes ya propusieron usar las lenguas locales en vez del latín.”

Barata publicidad modernista, porque se da a entender la intención de San Pio X era promover la idea modernista que “comprende la comunión como un elemento indispensable para la participación del pueblo”. San Pio X promovió la comunión frecuente por el valor sacramental y espiritual que tiene recibir el Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo en la Santa Misa.

No es incorrecta la expresión “oír misa”, porque la realiza el sacerdote, por más que la asamblea participe en algunos diálogos con él. Ya esto se explicó arriba. Lo demás, es teología ficción. Pio XII en su encíclica Mediator Dei dijo:

  1. Hay en efecto, en nuestros días, algunos que, acercándose a errores ya condenados el, enseñan que en el Nuevo Testamento, con el nombre de Sacerdocio, se entiende solamente algo común a todos los que han sido purificados en la fuente sagrada del Bautismo; y que el precepto dado por Jesús a los Apóstoles en la última Cena de que hiciesen lo que Él había hecho, se refiere directamente a toda la Iglesia de fieles; y que el Sacerdocio jerárquico no se introdujo hasta más tarde. Sostienen por esto que el pueblo goza de una verdadera potestad sacerdotal, mientras que el Sacerdote actúa únicamente por oficio delegado de la comunidad. Creen, en consecuencia, que el Sacrificio Eucarístico es una verdadera y propia «concelebración», y que es mejor que los sacerdotes «concelebren» juntamente con el pueblo presente, que el que ofrezcan privadamente el Sacrificio en ausencia de éstos.
  2. Inútil es explicar hasta qué punto estos capciosos errores estén en contradicción con las verdades antes demostradas, cuando hemos hablado del puesto que corresponde al Sacerdote en el Cuerpo Místico de Jesús. Recordemos solamente que el Sacerdote hace las veces del pueblo, porque representa a la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto Él es Cabeza de todos los miembros y se ofreció a Sí mismo por ellos: por esto va al altar, como Ministro de Cristo, siendo inferior a Él, pero superior al pueblo. El pueblo, en cambio, no representando por ningún motivo a la Persona del Divino Redentor, y no siendo mediador entre sí mismo y Dios, no puede en ningún modo gozar de poderes sacerdotales.”

“Este deseo no fue realizado por el Papa Pío XII, aunque él mismo había publicado en 1947 la primera encíclica litúrgica de la historia (Mediator Dei) y en 1955 había renovado el Triduo Pascual trasladando la vigilia de Pascua de la mañana a la noche del Sábado Santo. El Concilio continuó este proceso y por ello publicó su primer documento sobre la liturgia (Sacrosanctum Concilium, 1963) indicando la dirección de la futura renovación.”

En dicha encíclica de Pio XII se condena el movimiento litúrgico desviado, como el “arqueologismo” litúrgico (que sirve de pretexto a los innovadores para garantizar sus invenciones) que defiende Raul Arderí. Citemos algunos de sus pasajes.

“81… cuando se trata de la Sagrada Liturgia, no estaría animado de un celo recto e inteligente el que quisiese volver a los antiguos ritos y usos, rechazando las nuevas normas introducidas, por disposición de la Divina Providencia, debido al cambio de las circunstancias.”

“82. En efecto, este modo de pensar y de obrar, hace revivir el excesivo e insano arqueologismo suscitado por el Concilio ilegítimo de Pistola, y se esfuerza en resucitar los múltiples errores que fueron las premisas de aquel conciliábulo y le siguieron con gran daño de las almas, y que la Iglesia, vigilante custodio del «depósito de la Fe», que le ha sido confiado por su divino Fundador, condenó con justo derecho.”

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“LA REFORMA LITÚRGICA DE PABLO VI (2a parte) Cincuenta años atrás el Papa Pablo VI publicó el nuevo Misal Romano, que renovó la celebración eucarística después del Concilio Vaticano II. Muchos acogieron las transformaciones del concilio con gran entusiasmo y promovieron la plena y activa participación de los fieles, así como la renovación de los espacios de culto. Lamentablemente, tampoco faltaron excesos e improvisaciones que llevaron a destruir verdaderas obras de arte e impusieron al pueblo la creatividad personal de algunos ministros en nombre de una inculturación poco reflexionada.”

Gran entusiasmo, si, como no, como el que tenían algunos protestantes y masones que enviaron cordiales mensajes de felicitación a Juan XXIII, Pablo VI y demás pseudo-clérigos infiltrados en el Vaticano.

La destrucción de las obras de arte se hizo con el apoyo de obispos y cardenales modernistas, y por supuesto, por más que después se quejara del humo de Satanás en 1972, del anti-papa Pablo VI, responsable principal de todo el desastre litúrgico de los años 70’s.

“Otros fieles y miembros del clero sintieron que la reforma era una traición a la “misa de siempre” y se aferraron a modos e indumentarias de estilo marcadamente pre-conciliar.”

Aplicando la enseñanza fundamental del Conmonitorio de San Vicente de Lerins (+450): los cristianos han de creer quod semper, quod ubique, quod ab ómnibussólo y todo cuanto fue creído siempre, por todos y en todas partes. Varios  Papas y Concilios han confirmado con su autoridad la validez  perenne de esta regla de fe. Aplicando también la regla espiritual de San Ignacio de Loyola, que Arderí debería conocer, “en tiempos de tormenta, no hacer mudanza”. ¡Y que tormentas las del Vaticano II! ¡Con aires huracanados de categoría 5!

Además, dicho análisis peca de superficial, pues supone que el “tradicionalismo” es un movimiento cultural que aglomera a nostálgicos de las casullas guitarra, de la arquitectura gótica y del órgano en la misa. Tal banalidad no es más que una supina ignorancia y un desconocimiento sistemático de los ríos de tinta que los católicos tradicionales hemos vertido contra la herejía modernista y su maldad sistemática, que si bien tiene un componente estético, no se agota en él y mucho menos es el que más resaltamos. Por este tipo de comentarios es que digo que Arderí no se ha tomado el trabajo de estudiar las obras de teología católica anterior al Vaticano II, y menos las que los tradicionalistas han escrito en los últimos 70 años. Su acercamiento al complejo mundo de la reforma litúrgica es a base de cuentos e historias contadas por modernistas setentistas.

“El deseo del Vaticano II en el campo litúrgico fue la simplificación de los ritos con el objetivo de volver a la norma de las primeras generaciones cristianas.”

Esto es una confesión de partes. Es la declaración abierta del arqueologismo que Pio XII condenó en Mediator Dei, como ya se ha repetido aquí 2 veces. Pretender simplificar los ritos para retomar normas litúrgicas antiguas que ya no están vigentes es ilegítimo, como ilegítimo es el Vaticano II y todos sus líderes. Además, si hubiran querido restablecer la liturgia primitiva, tendrían que haber dejado la misa en la normativa de la ultima Cena y no fue así. Luego, lo que querían en realidad era crrear una nueva liturgia híbrida y sincrética, con elementos protestantes, judios y católicos, todo un sabroso coctel. En el siguiente gráfico se aprecia la evolución y perfeccionamiento de la liturgia romana, lo que demuestra que quitar las oraciones que la Iglesia fue proveyendo para mejor adorar y alabar a la Santísima Trinidad, no son simplificables por puro amor a la novedad.

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 “Es interesante descubrir cómo esta misma motivación llevó, quinientos años atrás (1570), al Papa Pío V a reformar el Misal Romano para crear la misa tridentina.”

Esto es totalmente falso. Ni San Pio V reformó el Misal Romano, sino que codificó el que ya existía en Roma desde hacía siglos; ni San Pio V creó la Misa Tridentina. Cito a continuación algunos pasajes del opúsculo “Breve historia de la misa romana” de Michael Davies:

El Misal de San Pío V fue compilado y publicado en 1570 en obediencia a los Padres del Concilio de Trento. El P. Fortescue explica las intenciones de los Padres del Concilio de Trento: Los Reformadores Protestantes destruyeron la antigua liturgia. Fue de principio a fin la expresión de un rechazo a las ideas de la Presencia Real, el Sacrificio Eucarístico, y así sucesivamente. Sustituyéndola con nuevos servidos de comunión que manifestaran sus principios, pero, por supuesto, rompiendo por completo con cualquier tipo de evolución litúrgica. El Concilio de Trento (1545-1563) en oposición a estos nuevos servicios, quiso que la Misa Romana fuera celebrada uniformemente en todas partes. Los usos medievales hace tiempo que habían sido abandonados.[3]

En su sesión 18ª, el Concilio designa a una comisión para examinar el Misal, para revisar y restaurarlo “conforme a la costumbre y el rito de los Santos Padres”. El P. Fortescue considera que los miembros de la Comisión designada para revisar el Misal lograron acabadamente su tarea: El objetivo que tenían no era el de componer un nuevo Misal, sino restaurar el existente, uno conforme a la costumbre y el rito de los Santos Padres utilizando para este fin los mejores manuscritos y otros documentos.[4]

Y hace una mención particular sobre la continuidad litúrgica que caracterizaría al nuevo Misal. El Misal promulgado por San Pió V no es simplemente un decreto personal del Soberano Pontífice, sino una obra del Concilio de Trento, aunque el mismo concluyera el 4 de diciembre de 1563, antes que la comisión terminara su labor. El Papa Pió IV murió antes de que el trabajo estuviera concluido por lo que fue su sucesor, San Pió V, quien promulgó el Misal resultante del Concilio, con la Bula “Quo Primum Tempore” el 14 de julio de 1570. Porque el Misal es obra del Concilio de Trento, su título oficial es “Missale Romanum ex decreto sacrosancti Concilii Tridentini restltutum”, esto es, “El Misal Romano restaurado de acuerdo a los decretos del Santo Concilio de Trento”. Este fue el primer paso en el año 1570, en la historia de la Iglesia que un papa conciliar utilizó la legislación para especificar e imponer un rito completo de la Misa.

Es innecesario insistir sobre el hecho que San Pió V no promulgó un nuevo Orden de la Misa (Novus Ordo Missae). La idea de componer un nuevo orden de la Misa era y es totalmente ajena al espíritu Católico, tanto en Oriente como en Occidente. La tradición Católica ha sido legada para ser conservada y mirar cualquier novedad con gran sospecha. El Cardenal Gasquet observó que:

“Todo Católico debe sentir un amor personal por aquellos ritos sagrados cuando vienen a su encuentro con toda la autoridad de los siglos. Cualquier manipulación ruda de tales formas debe causar un profundo dolor a aquellos que saben y las utilizan. Pues estas (formas antiguas) vienen de Dios a través de Cristo y a través de la Iglesia. Ciertamente no poseían la atracción cuando todavía no estaban santificadas por la piedad de tantas generaciones que oraron con las mismas palabras y encontraron en ellas apoyo en la alegría y consuelo en el dolor”.[5]

El Misal de 1570 fue realmente el resultado de las instrucciones dadas por Trento, pero fue de hecho, en cuanto al Ordinario, Canon, Propio del tiempo y las demás partes (de la Misa) una réplica del Misal Romano de 1474, que repitió en todo lo esencial la práctica de la Iglesia Romana de la época de Inocencio III, la cual deriva de San Gregorio y sus sucesores en el siglo VII. En definitiva, el Misal de 1570 fue en todo lo esencial, el uso que dominaba la liturgia Europea medieval incluido Inglaterra y todos sus ritos.

 “En la época de la Reforma Protestante abundaban numerosos misales en dependencias de lugares o familias religiosas. Muchas de las fórmulas contenidas en los mismos rayaban en la superstición o incluso la simonía; por ello, el Concilio de Trento (1545-1563) ordenó su revisión.”

Los modernistas llaman superstición a las costumbres piadosas de los católicos de siempre. Esto no es más que un disparo de bengala para distraer al lector de la verdadera motivación de la reforma de San Pio V, cual fuera como dijimos más arriba, evitar los servicios de comunión inventados por los protestantes y sus precursores que habían abandonado muchas normas de la liturgia romana tradicional.

“Pió V suprimió la mayoría de estos misales y unificó la liturgia.

Falso, eliminó solamente los que no tenían 200 años de antigüedad. O sea, siguió un criterio tradicionalista, no progresista. El Concilio Vaticano II suprimió los ritos de cientos de años e inventó uno nuevo jamás conocido, que intentaba y simulada ser la resurrección de los primitivos, pero que en realidad no lo era. Así que, la comparación no procede.

“Esta reforma debe ser valorada según sus circunstancias históricas de confrontación con el movimiento protestante de entonces y según el conocimiento limitado de los textos antiguos disponibles entonces.”

Esto da pena, ira y risa. Pena por el error del autor, ira por su descaro en hablar con la ligereza de lo que desconoce, y risa por lo seguro de sí mismo que se ve para un análisis tan ayuno de fundamento histórico. Es una increíble ofensa a la pléyade de genios de la época del Concilio de Trento (a cuyo talón no llega Raúl Arderí) sostener que tenían un conocimiento limitado de los textos antiguos que disponemos ahora en el siglo XX y XXI. Es simplemente una suposición que hace el autor, y para vergüenza suya, porque es al revés: en época de San Pio V habían códices y textos de los monumentos litúrgicos de los primeros siglos que hoy no se conversan porque se han deteriorado y destruido. ¡Qué barbaridad!

“La misa tridentina no pudo extraer las riquezas de la participación plena y activa por parte del pueblo que caracterizó a las primeras generaciones cristianas.”

Esto es una afirmación modernista, pues proyecta en los primeros cristianos la noción moderna de participación activa en la liturgia. Esto es un ucronismo.[6]

“Uno de sus límites fundamentales fue quedar casi exclusivamente reducida a una celebración individual del sacerdote, que constituía el centro de su piedad personal.”

La misa nunca ha sido obra del Pueblo de Dios, sino del sacerdote. Esto es tan básico, que repetirlo es cansón.

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“Las misas privadas sin participación de fieles, el rezo del rosario u otras devociones durante la eucaristía, e incluso el sonido de la campanita para “avisar” la consagración, mostraron la necesidad de un desarrollo posterior que continuara la intuición de Pío V.”

Como ya dijimos, nada tuvo que ver la reforma de San Pio V con la revolución de los modernistas Roncalli y Montini Company. Y sobre el rezo del rosario durante la misa, no es una práctica mala, sino que está indulgenciada. No obstante, se recomienda que los seglares sigan la misa con los misales de fieles para que recen la misa.

“Cuando Pablo VI promulgó el nuevo misal, permitió continuar la misa tridentina en solitario a los sacerdotes “ancianos o enfermos” que no tenían una pastoral activa.”

Claro, a los que no tenían edad para cambiar… de religión. En España hubo decenas de sacerdotes que murieron de tristeza de ver la devastación litúrgica que provocó la reforma. Se llegó a prohibir de facto la misa tradicional, y para muchos seglares y clérigos comenzó un verdadero infierno en la tierra al tener que resistir a los jerarcas modernistas que disfrazados de católicos dirigían la destrucción de un ritual litúrgico que está canonizado a perpetuidad por un papa Santo.

“Ambos ritos, el de Pío V y el de Pablo VI, no pueden ser vistos como dos modos de celebrar en contradicción, sino como un desarrollo natural de la liturgia que siempre se reforma para ser fiel a su misión.”

Es justo lo contrario de lo que dice aquí. De hecho, son dos modos de celebrar en contradicción que constituyen dos religiones diferentes. El de San Pio V la religión católica y el de Pablo VI la religión antropocéntrica del Modernismo. Analícese el siguiente cuadro que las compara muy bien:

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“Tan perjudicial es oponerlos a ambos como quedarse atrapados en el primero.”

Lo perjudicial es dejar la Iglesia Católica y su Liturgia milenaria por un artificio maléfico de un bando de herejes modernistas. Los ritos antiguos tienen a su favor la práctica litúrgica comprobada de la Iglesia.

“Cincuenta años es tiempo suficiente para valorar las riquezas y los límites de la reforma litúrgica y seguir adelante haciendo de la “participación plena y activa de los fieles” no simplemente una manera de celebrar los sacramentos, sino un nuevo modo de ser comunidad cada vez menos clerical.”

Las riquezas de la reforma litúrgica son estas: primero las cifras del post-concilio a partir de 1965. Después las estadísticas de la Iglesia bajo el Papa Pío XII.

3

4

5

Como los números no mienten, los tres cuadros anteriores muestran la innegable muerte lenta de la secta conciliar.  También muestra que el llamado “Efecto Francisco” no pudo revertir el desplome de la asistencia a la misa dominical.

Ahora, para echar un vistazo a lo que era la Iglesia.  Los números de Pío XII, el pontífice anterior al Concilio, están abajo.

6

“La forma en que oramos refleja el modo en que creemos. (Lex orandi, lex credendí).”

Así es, por eso ustedes son otra iglesia y otra religión, porque no tienen la lex orandi católica, y mucho menos, la lex credendi.

¡Viva Cristo Rey!

David A. Martínez Espinosa

damartinez900212@gmail.com

[1] Vol. 2, Ed. original, 1859; reimpreso por el Círculo del Renacimiento francés, Paris, 1976. Mons. Delassus reprodujo de nuevo sus documentos en su obra “La conjuración anticristiana” DDB, 1910, T III p. 1035-1092.

[2] Instrucción permanente de 1820, op. cit., p. 82-90. 3 (Op. cit. p. 129).

[3] Padre Adrián Fortescue “The Mass: A Study of the Roman Liturgy”  p. 205-206 [London: Longmans, 1912] (“La Misa: Un Estudio sobre la Liturgia Romana”)

[4] Fortescue “The Mass: A Study of the Roman Liturgy” p. 206

[5] Gasquet & Bishop, op. cit., p. 183.

[6] Ucronismo: novela histórica alternativa y que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad.