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El espacio.

La importancia que la filosofía ha concedido siempre al problema que se refiere a la naturaleza del espacio, nos obliga a ocuparnos, siquiera sea con brevedad, de su solución. Que este problema es uno de los más oscuros y difíciles de la ciencia se descubre y reconoce por la variedad de soluciones que viene recibiendo desde el origen de la filosofía.

Sabido es que Epicuro consideraba el espacio vacío como uno de los elementos del mundo. Entre los Escolásticos, Lessio opinaba que «la inmensidad divina es el intervalo primitivo e íntimo, o el espacio origen del todo intervalo, y espacio de todos los espacios», opinión que adoptaron en todo, o en parte, Clarke, Fenelon, Newton, con algunos otros filósofos, para los cuales el espacio es el mismo Dios o alguno de sus atributos, y por lo mismo infinito. Newton añadía que Dios ve o conoce las cosas que en el espacio infinito como en su sensorio. Descartes identifica el espacio con la extensión de los cuerpos, y consiguientemente con la esencia de éstos, la [217] cual, según él, consiste en la extensión. Algunos afirmaron que el espacio es una verdadera sustancia, distinta y separada de los cuerpos que en él se colocan. Gassendi decía que el espacio no es ni sustancia, ni accidente, sino un ser incorpóreo distinto de los espíritus y de los accidentes espirituales. Para Leibnitz, el espacio es una relación entre las cosas, tanto existentes, como posibles. Sabido es, finalmente, que para Kant el espacio es una forma subjetiva preexistente o puesta en el sujeto a priori, y como tal, condición previa de las representaciones sensibles.

Nuestra opinión sobre esta materia se halla contenida en los siguientes puntos:

1º Tenemos por completamente falsa y absurda la afirmación que confunde e identifica el espacio con la inmensidad de Dios: 1º Porque es espacio, cualquiera que sea su naturaleza íntima y la realidad objetiva que le corresponda, envuelve en su concepto dimensiones o cantidad mensurable, puesto que todo el mundo concibe el espacio contenido entre las paredes de una habitación como algo extenso, y como tal, o por lo mismo, mensurable y capaz de ser comparado con otros espacios, mayores y menores, todo lo cual envuelve el concepto de extensión o cantidad continua, y como tal, compuesta de partes: luego es absurdo el decir que el espacio real, que contiene los cuerpos reales, es la inmensidad de Dios o cualquier atributo divino.

En segundo lugar, la inmensidad es el atributo de Dios por razón del cual le conviene la presencia íntima en todas las cosas, ya sea que existan actualmente, ya sean meramente posibles, en lo cual se distingue la inmensidad de la ubicuidad, por razón de la cual Dios está presente y existe en todas las cosas existentes, pero no en las posibles, no de otra manera que el concepto de la omnipotencia en Dios, no se identifica con el de la creación. Así como si Dios no hubiera creado el mundo, no le correspondería el nombre de Creador,y sin embargo, le correspondería el nombre de [218] Omnipotente, es decir, poderoso y capaz para crear todas las cosas posibles, así también si no existiera el mundo ni criatura alguna, no podría decirse de Dios que estaba ubique, en todas partes, porque la presencia actual se refiere a alguna realidad y no a la nada; y sin embargo, se diría con propiedad inmenso, en razón a que contiene la facultad o virtud de llenar con su presencia todas las cosas desde el momento que existan (1). Es así que si no existiera el mundo tampoco habría espacio real, a no ser que digamos que la nada puede identificarse con un ente real; y sin embargo, no por eso dejaría de existir la inmensidad como atributo de Dios: luego el espacio y la inmensidad son cosas, no solamente distintas, sino separables e independientes.

{(1) El siguiente pasaje de santo Tomás contiene la razón suficiente y filosófica de la diferencia que existe entre la inmensidad y la ubicuidad. «Cum dicitur: Deus est ubique, importatur quaedam relatio Dei ad creaturam fundata super aliquam operationem, per quam Deus in rebus dicitur esse. Omnis autem relatio quae fundatur super aliquam operationem in creaturas procedentem, non dicitur de Deo nisi ex tempore, sicut Dominus, et Creator, et hujusmodi; quia hujusmodi relationes, actuales sunt, et exigunt actu esse utrumque extremorum.» Sentent., lib. 1º, dist. 37, cuest. 2ª, art. III.
De aquí se infiere que es inexacta la doctrina de Balmes cuando escribe: «La inmensidad es aquel atributo por el cual Dios está en todas partes: este atributo es el que dice orden a la extensión.» Aquí hay dos afirmaciones inexactas: 1ª que la inmensidad es el atributo por el cual Dios está en todas partes, pues esto no pertenece a la inmensidad, sino a la ubiquidad, que es como la aplicación concreta, parcial y como el acto segundo de la inmensidad: 2ª que este atributo de la inmensidad se refiere sólo a la extensión, siendo así que lo mismo se refiere a las cosas extensas que a las inextensas o espirituales; pues el poder de llenarlo todo con su presencia no se limita a los cuerpos, sino que abraza todas las cosas finitas, materiales o espirituales, simples o compuestas, actuales o posibles.}

2º Fácil es colegir de lo dicho, que los espacios que concebimos, bien sea fuera del mundo actual, bien sea en el lugar ocupado por éste antes de ser producido por Dios, son nada en sí mismos, carecen de realidad objetiva, y son ilusiones de la imaginación, que tiene el poder o fuerza de agrandar [219] indefinidamente la magnitud del mundo, y que, por otro lado, nada puede representar sino bajo la forma de extensión.

Para convencerse además de esto, basta tener presente que semejante espacio tendría que ser una sustancia, a no ser que admitamos accidentes que existen sin sujeto. Esta sustancia, o es increada, o creada: si lo primero, tendremos el absurdo ya indicado de un Dios con dimensiones y capaz de ser medido; si lo segundo, se falta a la hipótesis, toda vez que el mundo es la universalidad de los seres creados, y con mucha más razón de los seres materiales o cuerpos, que son los que tienen relación con el espacio.

3º Luego es inadmisible igualmente la opinión de los que pretenden que el espacio es una sustancia, lo cual vale tanto como decir que es un cuerpo, toda vez que el espacio envuelve en su concepto dimensiones y extensión mensurable: luego a) esta sustancia, que serviría de espacio general para los cuerpos, según esta opinión, necesitaría a su vez otro espacio o lugar proporcionado a sus dimensiones: b) sería necesario que los demás cuerpos que se suponen colocados llenando el espacio, o sea esa sustancia especial, se penetraran con ésta, resultando de aquí dos extensiones, o dos cosas extensas penetradas naturalmente.

Todavía es menos admisible la opinión de Gassendi, que hace del espacio un ser incorpóreo dotado de dimensiones especiales no producidas; porque, además del inconveniente de admitir dimensiones en un ser incorpóreo, y como tal, inextenso, se pone en contradicción con la razón y con la ciencia cristiana, las cuales afirman a una voz que nada existe, ni puede existir fuera de Dios que no dependa de su poder, y por Dios haya sido producido.

4º Si el espacio, pues, incluye necesariamente alguna realidad, toda vez que está sujeto a distancias, dimensiones y mensurabilidad; si por otro lado, repugna que esta realidad sea algo perteneciente a Dios, ni una sustancia distinta de los cuerpos, únicos seres en los cuales tienen lugar propiamente las distancias, las dimensiones y la mensurabilidad, es preciso admitir que el espacio, como ser real, como [220] realidad objetiva independiente de nuestra razón, y con anterioridad a nuestra concepción, no es ni puede ser otra cosa más que la extensión real de los cuerpos.

5º Reasumiendo ahora la doctrina expuesta, y deduciendo sus consecuencias y aplicaciones podremos decir,

a) Que el espacio particular, por ejemplo, el espacio de esta sala, no es otra cosa que las dimensiones o extensión de los cuerpos en ella contenidos.

b) Que lo que llamamos espacio universal, considerado objetivamente y en lo que tiene de real, se identifica con las dimensiones de todos los cuerpos que componen el mundo material, a las cuales la abstracción del entendimiento comunica la unidad o universalidadque presenta el concepto del espacio universal. Si de este espacio universal removemos por medio de la razón todo límite, resulta el concepto de espacio infinito.

c) Que el espacio imaginario e indefinido, es decir, el espacio que la imaginación representa más allá de los términos reales del mundo, o anterior a la creación de éste, es el resultado de los esfuerzos de la imaginación para seguir los procedimientos de abstracción y generalización del entendimiento; y por consiguiente, una ilusión de la fantasía, sin ninguna realidad objetiva.

d) Que donde no hay cuerpo no hay espacio realmente, y que lo que llamamos distancia no es más que la interposición de un cuerpo con determinadas dimensiones.

e) De donde se infiere que desapareciendo el cuerpo interpuesto entre dos o más superficies, desaparecería necesariamente la distancia real entre las mismas, y por consiguiente, que no es posible la existencia de un espacio vacío, sea grande o pequeño, coacerbado o diseminado.

f) Luego considerado el espacio por parte de su concepto formal y propio, formaliter, es decir, con exclusión de la extensión real, y por parte de lo que se añade a ésta, carece de realidad objetiva, y es nada en sí mismo; pues lo que añade a la extensión real el espacio, no es más que un modo o grado de abstracción.