Queremos publicar en esta categoría de artículos (Disputatio) todas las soluciones teológicas respecto a cómo y quiénes tienen legitimidad para elegir un Papa cuando la Sede está vacante, es decir, cuando el que ocupa la Sede de Pedro no es el verdadero Papa.

Debemos como católicos creer las siguientes  verdades reveladas por Cristo y enseñadas como dogmas por la Iglesia, para que cualquier solución teológica que se aporte no se aparte de la fe católica:

1. Conocemos  las cosas que debemos creer de la Iglesia Católica  con el Papa y con los obispos, a través de los cuales Dios nos habla. 

2. La Iglesia (papa y obispos) ciertamente nunca puede enseñarnos la falsedad porque el Espíritu Santo permanece con ella para siempre. 

3. Infalibilidad significa que la Iglesia (papa y obispos) no puede equivocarse cuando enseñan cosas de  fe y moral. 

4.- Todo hereje o cismático sale fuera de la Iglesia, ipso facto, abandona el Cuerpo de Cristo y deja de ser miembro y pierde toda jurisdicción sobre los fieles, porque no puede ser cabeza del Cuerpo quien ni siquiera es miembro del mismo.

5.- Contrario a la enseñanza de la Iglesia y blasfemo: el Papa puede enseñar el error a veces e imponer prácticas y leyes dañinas o perversas sobre la Iglesia Universal.

6.-Contrario a la enseñanza de la Iglesia: podemos resistir la autoridad del Papa.

7. Es de fe que el primado de Pedro tenga perpetuos sucesores. 

Todas las aportaciones que nos envíen manteniendo la doctrina católica señalada se publicarán en esta categoría.  Y puesto que el error y la herejía no tienen  ningún derecho, advertimos que no se publicará ninguna aportación que defienda  los errores y herejías conciliares, ni que patrocine la posición no católica de reconocer como papa a un hereje, a la vez que se le desobedece:  FSSPX, Resistencia de Mons. Williamson, Faure, Zendejas, Dominicos de Avrillé; cuyos seguidores también pueden, naturalmente, escribir, pero sin manifestar el error de reconocer y resistir en este espacio; ni tampoco las que niegan la infalibilidad del Magisterio Ordinario de la Iglesia y del Papa, o la reducen a puntuales y escasos pronunciamientos, de los que ellos mismos, cual buenos lefebrvianos ( * ver nota sobre el significado del término), son los auténticos interpretes, erigiéndose así en clerigus vagus, cuasi papas. 

Cuando decimos que la Cátedra de San Pedro está vacante, nos referimos principalmente a que el hombre que reclama ese puesto (actualmente Jorge Bergoglio,  o antes Ratzinger, Wojtyla, Montini ) no es de hecho Papa , y que, por lo que sabemos , no hay un Papa legítimo que reine actualmente. Por supuesto, no se excluye absolutamente la posibilidad de que haya un  verdadero Papa, de hecho reinante; pero si lo hay, no sabemos quién es y no hemos visto evidencia empírica de su existencia concreta. Por lo tanto, al menos en lo que nos concierne, no insistimos absolutamente en que no hay Papa, solo en que los modernistas en el Vaticano que reclaman el puesto definitivamente no son ocupantes válidos y que no podemos señalar a nadie que sea un válido ocupante. Esto último puede ser el resultado de nuestras propias limitaciones, sin duda; pero el punto es que queremos evitar decir que hay un Papa reinando cuando no tenemos respuesta a la siguiente pregunta lógica: “¿Quién es él?”

Del mismo modo, cuando insistimos en que los apóstatas modernistas que afirman ser la jerarquía católica romana en realidad no lo son porque no pueden serlo por haber caído en la herejía, no insistimos en que no haya absolutamente ninguna jerarquía. Tal idea no es defendible frente a la enseñanza católica citada anteriormente, y el Papa Pío IX explícitamente rechazó como blasfema la idea de que la Iglesia puede perecer. Condenando a los llamados Viejos Católicos que repudiaron la definición de infalibilidad papal del Concilio Vaticano, el Papa escribió en 1873: “Por lo tanto, niegan también la indefectibilidad de la Iglesia y declaran blasfemamente que ha perecido en todo el mundo y que su Cabeza visible y los obispos se han equivocado “( Encíclica Etsi Multa , 22).

No puede ser, y no es, una cuestión de que la Iglesia perezca porque la promesa de Cristo es veraz e infalible. La Iglesia Católica es indestructible e indefectible. Ella durará hasta el final de los tiempos, o, en todo caso, mientras haya seres humanos, porque ella es el Arca de la Salvación para ellos. ¡Dios mismo lo garantiza! 

Sin embargo, qué significa exactamente esto con respecto a la jerarquía es una pregunta separada. Por ejemplo, ¿es necesario que al menos la sede papal  esté siempre ocupada en acto o solo requiere que la Iglesia sea en todo momento capaz en potencia de tener su sede ocupada en y  con sus cargos jerárquicos, especialmente del Papa del que emana toda jurisdicción? Si es esto último, ¿en qué consiste exactamente esta capacidad? La Historia de la Iglesia nos muestra que, a veces, transcurrieron muchos meses durante los cuales la Sede de Pedro estuvo vacante desde la muerte de un Papa hasta la elección del siguiente; por ejemplo, en septiembre de 1271 se eligió Papa a Gregorio X, que no era sacerdote, pero el Papa anterior, Clemente IV, había muerto en noviembre de 1268, habiendo transcurrido, pues, casi tres años sin Papa. Lo cual parece decirnos que la Iglesia conserva  la capacidad de dotarse de jerarquía siempre, muy especialmente del Papa. Ahora, bien, de esta enseñanza de la Historia de la Iglesia surgen nuevas preguntas que necesitan respuestas, tales cómo ¿Quién tiene en la Iglesia la capacidad de hacer la elección de un Papa? Si decimos en la situación actual son aquellos que tienen jurisdicción, habrá que preguntarse, pues ¿Cómo pueden tener jurisdicción aquellos que no la han recibido de un Papa legítimo, único del cual proviene la jurisdicción a toda la Iglesia? La pregunta es legítima, puesto que todas las tesis  admiten  que quien ocupa actualmente la sede de San  Pedro no tiene ninguna jurisdicción- tanto la tesis de sede vacante llamada de Cassiciacum,  como la total-; por lo tanto, estos últimos «papas» no han podido dar ninguna jurisdicción, porque nadie da lo que no tiene. Mas nos seguimos preguntando ¿ Habrá otras instituciones en la Iglesia a las que descienda esa capacidad en caso de defección de los que ostentan ordinariamente ese derecho?

Estas son preguntas importantes que merecen una respuesta. En la medida en que puede haber un debate legítimo sobre los detalles, no vamos a tomar una posición firme en cualquier sentido, y publicaremos todas, excepto aquellas ya citadas más arriba u otras que no sostengan la doctrina infalible de la Iglesia en sus soluciones. Este es, pues, el marco en el que el debate es legítimo. Fuera de estos límites no hay legitimidad.

Que cada parte dé las pruebas  de su posición; Que cada parte demuestre que puede explicar mejor la situación en la Iglesia Católica después de la muerte del Papa Pío XII sin contradecir nunca la enseñanza de la Iglesia. No necesitamos haberlo descifrado todo; muchas veces a través de dicho debate se obtiene claridad y se descubren nuevos conocimientos.

La belleza del don de la fe es que podemos afirmar nuestra creencia en el dogma incluso si no lo entendemos  o no lo podemos reconciliar por completo. La verdad de lo que Dios ha revelado es absolutamente cierta, y la Revelación divina, al menos en la medida en que ha sido propuesta por la Iglesia, exige todo nuestro asentimiento.

Por último, pedimos encarecidamente que loas aportaciones estén formadas en la Caridad. Pedimos argumentos, no insultos a las personas. Por nuestra parte iremos subiendo en esta categoría escritos de unos y otros, siempre que respeten los principios señalados arriba, para ayudar al entendimiento de los católicos.

(*) Con la expresión lefebrvianos queremos indicar, no un juicio anacrónico sobre mosn. Lefebrve, al que respetamos,  sino a todos aquellos que en lugar de seguir el espíritu de su acción en aquellos tiempos confusos, se quedaron en la letra y se afianzaron en su error principal: reconocer a un hereje como verdadero papa y resistirlo. Si su posición errada en este punto fue, quizá, disculpable en los años setenta y ochenta, época en la que tuvo que enfrentarse, junto a unos pocos,  a cientos de obispos encabezados por un hereje usurpando la Cátedra de San Pedro, y le sirvió a él para salvarse, hoy en día, sabemos que, definitivamente, no es una posición católica reconocer a un hereje como papa y, por lo tanto, esa posición no tiene por qué servir para salvar las almas de los que no retuvieron más que su mayor error, entre sus muchas virtudes y, en especial, su ansia de verdad y su sincero intento de defender la tradición. No nos cabe duda que hoy, con lo que ha llovido, Mons. Lefebvre hubiera declarado que la Sede de San Pedro está y ha estado vacante desde el Concilio Vaticano II: Es ese su espíritu, como se lo preguntó él mismo públicamente en varios sermones, diciendo «Hay que pensar que éste «papa»- Wojtyla- tal vez no sea verdadero papa«.  A él le debemos mucho, pero no sólo a él, pues fue Mons. Thuc, y no mons. Lefebrve, quien declaró que la Sede de Pedro estaba vacante, dando así la única explicación verdaderamente católica a la posición de la Tradición encabezada por Mons. Lefebvre y que se había formado para resistir al modernismo. Sin duda la lucha titánica de mons. Lefebrve fue decisiva frente al modernismo, por lo cual le estaremos agradecidos siempre, pero la parresía de mons. Thuc abrió las mentes a una posibilidad increíble para los católicos de entonces: que la única solución católica era considerar que Wojtyla no era verdadero papa; pues a un verdadero Papa no se le puede resistir y quien le resiste se pierde eternamente sin remisión, como señalan varios concilios, doctrina que es de fe. Gracias también, pues,  a Mons. Thuc por dar una solución católica y una gran paz a las almas que se encontraban angustiadas pensando que estaban desobedeciendo al Papa; sin duda que su batalla no fue tan titánica ni prolongada, además de cometer otros errores, pero su acción fue la propia de una virtud heroica, pues ¿Que obispo se atrevía, entonces, a declarar la Sede vacante? Se necesitaba para ello un grado alto de heroicidad. Gracias, pues, a Mons. Lefebrve, pero no deseamos recibir en herencia su error;  y gracias a Mons. Thuc, pero tampoco queremos heredar sus fallos. Pero sobre todo, gracias a Dios, pues  «¿qué tienes que no hayas recibido? y si lo recibiste ¿de qué te glorías?«. Más ni a uno ni otro los convertimos en dioses, y ya que ellos no se dieron gloria, no hurtemos nosotros la que debemos sólo a Dios, pues ambos eran humanos, y ambos cometieron errores. Falta el sentido común a quien repite los errores de Mos. Lefebvre, como si a éstos le disculparan las circunstancias que vivió el obispo, y sólo con seguirlo como discípulos y papagayos les fuese suficiente para salvar la fe católica,  y su alma. Igual le faltaría el sentido común a quien se obstinara en repetir los errores de Mons. Thuc. Es a éstos que idolatran al hombre Lefebvre con sombras y luces a los que llamamos lefebvrianos errados;  y hoy pasado de sobra aquellos años turbulentos de los 70s y 80s, y  habiendo tenido  todos los elementos de la doctrina infalible de la Iglesia y décadas de reflexión, estos lefrebvianos son nada más que heterodoxos, porque niegan varias de las doctrinas infalibles sobre el papado y la Iglesia: casi todas las que hemos puesto al principio de esta entrada. Recordar, que sólo seguimos a Cristo, y a nadie más, el cual nos envió al Espíritu Santo que guía a la Iglesia y habla por su magisterio, el cual no puede contener errores en la fe, y que quien niega esta doctrina infalible, sale fuera de la Iglesia, y si no se convierte antes de su muerte, se pierde. Sin la fe inmaculada nadie puede salvarse. Ahh, dirán algunos lefebvrianos : pero nosotros somos tradicionales desde hace décadas y no promovemos la promiscuidad como los conciliares y somos castos; a lo que respondemos: muy bien, pero también las vestales y miles de maniqueos eran vírgenes y castos y no se salvaban; otros dirán, pero nosotros tenemos muchos hijos, no somos como los modernistas que tienen la parejita; a lo que respondemos: muy bien nada haces de más, pero también los musulmanes tiene muchos hijos y no se salvan; otros dirán, pero nosotros no promovemos el aborto; a lo que respondemos: muy bienm pero tampoco los mormones ni los protestantes de la iglesia evángelica radical ni los musulmanes  y no se salvan; y otros dirán, pero nosotros sólo vamos a Misa tradicional  y llevamos velo, etc. y no aceptamos el novus ordo; a lo que respondemos muy bien,pero también los arrianos, monotelitas, y los juramentados seguían el rito católico tradicional, y muchos herejes, y sin embargo no se salvan; pero nosotros ayunamos, rezamos, nos mortificamos, responderán otros; a lo que respondemos: muy bien, pero también Orígenes se mortificada y hasta se castró entendiendo literalmente el Evangelio, y murió «mártir» a mano de los romanos siendo hereje, y los herejes no se salvan. No queremos decir que todas esas virtudes no sean necesarias, sino que de nada sirven si se niega cualquier parte de la doctrina infalible de la Iglesia. Sin la fe inmaculada no puede haber Caridad, y quien muere sin la Caridad, eternamente se pierde. Quien niega una sola doctrina infalible de la Iglesia sale fuera de ella, porque niega el objeto formal de fe  quo y quod. (Santo Tomás de Aquino).