El alma racional es también inmortal con inmortalidad externa, o no es destruida por ninguna causa al separarse del cuerpo.

Siendo el alma racional una sustancia simple, espiritual e inteligente, según queda demostrado, sólo puede dejar de existir por aniquilación, y consiguientemente por el poder y acción de Dios; porque la destrucción de un ser por aniquilación supone y exige un poder infinito, como lo exige y supone la producción de un ser de la nada, ex nihilo. Luego para negar al alma la inmortalidad externa, es preciso suponer y admitir que es aniquilada por Dios, afirmación absolutamente inadmisible en buena filosofía, a la vez que incompatible con la verdad religiosa y moral.

1º Porque Dios no aniquila ni destruye los seres por él creados y conservados. Por otra parte, si el alma racional pereciera por aniquilación, sería de peor condición que el cuerpo, que persevera después de la muerte, y hasta de peor condición que los brutos, las plantas y los cuerpos inanimados, los cuales no son aniquilados, sino que permanecen en cuanto a las partes o elementos que entran en su constitución.

2º La experiencia y la razón demuestran que en el hombre existe un deseo innato y natural de alcanzar la felicidad perfecta y el bien sumo. Si el alma estuviera destinada a perecer o dejara de existir después de la muerte, semejante deseo innato, y por consiguiente procedente del mismo Autor del alma humana, sería vano e ilusorio, siendo, como es, incontestable que este deseo no se realiza en la vida presente. Luego es absolutamente preciso, o decir que Dios se burla del hombre, comunicándole un deseo natural e irresistible que no puede satisfacer nunca, o que el alma no es aniquilada, sino que vive perpetuamente, sin lo cual no puede realizarse ese deseo innato y esa inclinación de la naturaleza al bien universal y a la existencia eterna (1). Luego la aniquilación [344] del alma después de la muerte repugna, por una parte a la naturaleza y propiedades del alma, y por otra a la providencia divina.

{(1) «Impossibile est, dice a este propósito santo Tomás, appetitum naturalem esse frustra: sed homo naturaliter appetit perpetuo manere, quod patet ex hoc quod esse est quod ab omnibus appetitur: homo autem per intellectum apprehendit esse, non solum ut nunc[344] sicut bruta animantia, sed simpliciter (en universal y absolutamente): consequitur erto homo perpetuitatem secundum animam, qua esse simpliciter et secundum omne tempus aprehendit.»}

3º La experiencia de todos los días manifiesta que, durante la vida presente, los hombres virtuosos padecen con frecuencia calamidades, trabajos, y sobre todo persecuciones, calumnias, violencias e injurias de parte de los malos, los cuales, a su vez, no solo se libran de las calamidades y trabajos anejos a la vida humana, sino que eluden el castigo de sus crímenes y disfrutan de comodidades, honores y riquezas adquiridas por medio de fraudes, violencias e injusticias contra los buenos. Suponer, pues, que el alma no conserva el ser y la vida después de la muerte o separación del cuerpo, es lo mismo que decir que Dios nada se cuida de los vicios, pecados, virtudes y obras buenas de los hombres; lo cual, sobre ser una horrible blasfemia y destruir las bases mismas de la Religión y de la moral, envuelve la negación del mismo Dios; porque Dios, si existe, es esencialmente justo, santo y próvido castigador de los malos y remunerador de los buenos (1). Si existe, pues, alguna verdad inconcusa, evidente y demostrada en la filosofía, es la inmortalidad, tanto natural o interna, como externa, del alma racional; siendo digno de notarse, que esta verdad se halla íntima [345] y esencialmente ligada y relacionada con la verdad moral y religiosa, y con la existencia misma de Dios.

{(1) Por eso escribía con su acostumbrada elegancia y energía san Juan Crisóstomo: «Si ii qui Deum rite colunt, injuriis affecti migrant, impii contra, injusta felicitate potiti; non ergo justitia in Deo est, si suos non postest honoribus et praemis donare. Quod si Deo, aut potentiam, aut justitiam, aut oculos ad cernendum tollis, Dei vocabulum inane fit. Omni namque ratione concluditur, un si nullo praemio afficit eos qui inquirunt illum, nec Deus quidem ullo modo sit, nisi Deum, aut caecum, aut imbecillum, aut iniquum habeamus: caecum, qui suos non videat: imbecillum, que dare praemia non possit: iniquum, qui nolit.»}