• CUALQUIER MANCHA ES UN PELIGRO PARA LA VIRGINIDAD

En nuestra vida son innumerables los senderos que conducen al pecado, y de muchas maneras nos significa esto la Sagrada Escritura. Porque son muchos, dice, los que me persiguen y me atribulan  y muchos los que me combaten desde lo alto , y lo mismo declara en otros textos semejantes.

Así que quizás se podría con propiedad decir que son muchos los que nos atacan con espíritu adúltero, pretendiendo corromper este matrimonio verdaderamente noble y este tálamo inmaculado. Y si queremos enumerar con su propio nombre a los tales, adúltera es la ira, adúltera la avaricia, adúlteras la envidia, la venganza, la enemistad, la celotipia, el odio; todas las cosas, en fin, que el Apóstol enumera como contrarias a la sana doctrina, constituyen un catálogo de adúlteros.

Supongamos, pues, una mujer hermosa y apasionante, a quien por sus prerrogativas toma el rey por esposa. Unos libidinosos le ponen asechanzas por su belleza. Mientras desdeñe a cuantos la acechan para corromperla y descubra el enredo a su legítimo esposo, se conservará honrada y solamente servirá a un esposo, sin conceder lugar ninguno a las torpes aspiraciones de los lascivos. Pero, si consiente con uno sólo de los solicitadores, no la librará del castigo la continencia que guarde con los demás. Para ser condenada basta la profanación del tálamo por parte de uno. Así el alma que vive para Dios no tiene que deleitarse en nada que engañosamente se le presente como hermoso, ya que, si mancha su corazón con algún deseo vicioso, pierde los derechos al matrimonio espiritual; y, como se dice en la Escritura, en el alma maliciosa no entrará la sabiduría.

Por el mismo motivo podremos decir con toda verdad que en el alma llena de ira, o de envidia, o de otro afecto semejante, no puede habitar el buen Esposo. Pues ¿qué reflexión armonizará lo que por su naturaleza es opuesto e irreconciliable? Oye al Apóstol, que asegura no poder compaginarse la luz con las tinieblas ni la justicia con la injusticia, y para decirlo brevemente, ninguno de los nombres que se aplican a Dios para la diferenciación de sus atributos con cuantas propiedades malas se pueden pensar contrarias a Él. Luego si es imposible la fusión de objetos desemejantes entre sí, también el alma enredada en el vicio es incapaz y refractaria para recibir la comunicación del bien.

¿Qué nos enseña todo esto? Que la virgen prudente y sensata debe abstenerse en absoluto de toda pasión que en alguna manera mancille el alma, y conservarse a sí misma pura para el Esposo, que la ha adoptado sin la menor mancha ni arruga ni cosa semejante.