VI. EJEMPLOS DE ELÍAS Y DE JUAN BAUTISTA EN ESTA MATERIA

Esta es la razón que me induce a tener como los mayores de los profetas a Elías y al que vino más tarde, con el espíritu y la fortaleza de Elías, aquel de quien se dijo que era el mayor entre los nacidos de mujer Y aunque en la historia de ambos se encuentran ciertos pasajes obscuros, sin embargo se comprueba claramente en uno y otro, con las enseñanzas de sus vidas, que quien ha de entregarse a la contemplación de las cosas invisibles debe apartarse del comercio humano, no sea que, arrastrado por los engaños que forjan los sentidos, sufra desviaciones o errores en el conocimiento de lo único que es bueno por su misma naturaleza.

Ambos desde su adolescencia abandonaron todo consorcio humano; y tanto por la desestima de la comida y bebida, necesarias por ley de naturaleza para el sustento, como por la vida retirada, preservaron sus oídos del estrépito mundano, defendieron sus ojos del error y redujeron al mínimo el sentido del gusto, hasta el punto de privarle de toda inclinación, saciando la necesidad imprescindible de alimentarse con la ayuda de cualquier cosa que se ofreciera a su paso. Apartados de las perturbaciones exteriores, se crearon una vida tranquila y serena, gracias a la cual subieron a tan gran altura en los carismas divinos, como nos lo recuerda la narración de sus hechos.

Elias, como ecónomo de la hacienda divina, tenía bajo su jurisdicción todas las abundancias celestiales, cerrando su mano a los pecadores y abriéndosela a los que por la penitencia volvían al buen camino. Nada consta en los Libros Sagrados sobre si S. Juan hizo estos prodigios ; pero aquel que penetra lo oculto dejó atestiguado que le había sido conferida una encomienda mayor que a ninguno de los restantes profetas.

Quizá se les concedieron tales prerrogativas por haber puesto en Dios todo su deseo, libre y puro de afecciones humanas; pues ni se distrajeron con el amor de los hijos, ni con el cuidado de la esposa, ni con otras semejantes preocupaciones humanas; ni siquiera anduvieron solícitos por la necesidad del alimento cuotidiano. Despreciando el lujo de los vestidos, se preparaban fácilmente lo imprescindible con lo que hallaban a mano: uno se cubría con pieles de cabra, el otro con pieles de camello. Ciertamente, a lo que juzgo, no hubieran llegado a tanta grandeza si el matrimonio los hubiera ablandado con los regalos del cuerpo.

Todas estas cosas no se proponen sin motivo a nuestra consideración, sino que, como dice el Apóstol, están escritas para nuestra enseñanza 1°, a fin de que dirijamos nuestras vidas según aquellos modelos. En consecuencia, ¿qué es lo que de esos ejemplos debemos aprender? El que teniendo presente la invitación de los varones santos, si alguno desea la unión con Dios, no ocupe su espíritu con los negocios de esta vida. Porque no es posible que el alma de quien se distrae con el cuidado de muchas cosas pueda entregarse a la contemplación y al anhelo de poseer a Dios.