El lector podrá ver expuesta la doctrina íntegra de Santo Tomás, a la partir de la mitad de este artículo.

Los Hermanos Dimond acusan de herejía, por mantener la doctrina de del Bautismo de Sangre y de Deseo y/o penitencia, nada menos, ¡Dios nos valga! que

A Santo Tomás de Aquino, Doctor Común de la Iglesia, por sostener esa doctrina en la Suma Teológica, a San Ambrosio, Padre de la Iglesia por declarar el bautismo de deseo explicitamente en un hecho dogmático, al gran  San Agustín por su obra De Baptismo Parvolurum , a San Cipriano por sus carta  a los confesores de la fe, a San Alfonso María Ligorio por su Theología Moralis, a los cardenales autores del Catecismo de Trento entre los que se encuentran nada menos que al frente el cardenal Carlos Borromeo– San Borromeo-, Catecismo sancionado por San Pío V;  al mismo Catecismo de San Pío X, a Ionnne B. Ferreires en su Compendium Theologia Moralis ad Norman Codicis Canonici – manual de formación en teología Moral preconciliar, -todos los cuales enseñan que los efectos del bautismo se reciben  por el deseo y por la sangre, por lo cual se les llama bautismo de sangre o de deseo- y a miles de catecismos diócesanos y obras preconciliares, que defendieron el bautismo de deseo y de sangre. Podría citar algunas decenas más de obras insignes  de santos canonizados hasta Pío XII, y hasta el mismo C.I.C de 1917 y a una pléyade de canonistas y comentaristas del Derecho Canónico de 1917-único legítimo. Pero creo sea suficiente esta muestra para evidenciar el gravísimo peligro que  esconde para el alma el seguir la herejía de los hermanos  Dimond.

Mucho dolor siento en ver que personas que sinceramente aprecio, en especial algunos sacerdotes amigos, se han dejado coger en esta red tendida por el Enemigo. Valientes guerreros, aguerridos soldados, que, finalmente zozobran unos pocos metros de llegar a la orilla. Algunos fueron sacados de su error por la doctrina de Santo Tomás de Aquino, pero, por desgracia quedaron señalados ante sus fieles. ¿ Porque, con qué auctoritas va a reclamar obediencia aquel sacerdote que durante meses se mantuvo en el error, mientras los fieles se mantuvieron en la verdad, advirtiéndole de la falsedad de la doctrina que abrazaba? Otros, no obstante de ser advertidos con caridad en más de dos ocasiones, y luego con la severidad que requería la gravedad de la cuestión, incluyendo la amonestación firme y severa del obispo- no conciliar, ni lefrevista- que les ordenó, prefirieron seguir a los Hnos Dimond en vez de  a Santo Tomás de Aquino; a pesar de que se les había hecho llegar la doctrina del Angélico. Por estos últimos, sólo nos queda rezar, para ejercer la verdadera caridad con ellos. Más no nos pidan que seamos caritativos y misericordiosos con la herejía; con ésta la caridad consiste en su exterminio; con las almas atrapadas en el error, los argumentos de autoridad y la oración para que vuelvan al redil.

Pero no sólo se niega con esta falsa doctrina un dogma material en particular , sino también, que desde siempre se enseñó en los manuales de Teología Moral de preparación para el sacerdocio  y en cualquier catecismo editado por las distintas diócesis la misma doctrina sobre los efectos del bautismo bautismo de deseo y de sangre. Y contradecir esto es negar el Magisterio Ordinario Universal de la Iglesia; magisterio infalible como se definió en la Dei Filius del Concilio Vaticano I ( y único). 

La Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, que fue llevada en procesión en el Concilio de Trento,  y a la que todos los papas verdaderos han mandado volver- sin mucho éxito, ciertamente- explica  la existencia del bautismo de deseo y de sangre. Habrá que elegir entonces,  entre quedarse con Santo Tomás de Aquino, o quedarse en las filas de estos Hnos Dimond que pretenden guíar a otros ciegos. Un servidor, por su parte, torpe aprendiz del Doctor Común de la Iglesia, prefiero guiarme de la fe infusa.

Aquí le dejo la doctrina asumida por la Iglesia de Santo Tomás de Aquino, sin quitar ni añadir una coma. Para quien ame la luz, quedará meridianamente claro el asunto. Pero no quedará en este artículo solamente dicho asunto, si Dios quiere,  pues vendrán más santos autores y argumentos a defender la doctrina de la Iglesia del bautismo de deseo y sangre frente a los que leen la Escritura sin tener en cuenta el Magisterio.

Estimado lector, si luego de leer esta doctrina, mil veces sancionada por la Iglesia, usted la sigue contradiciendo, ha de saber que cae en la herejía formal, y por lo tanto, sale fuera de la Iglesia Católica por negar el objeto formal de la fe.

Debe entender, amable lector, que no se acepta en esta web ningún comentario que niegue la doctrina de la Iglesia a este respecto. Torpe somos, y mucho, pero no tanto como para brindar la oportunidad a cualquier sacerdote de exponer una doctrina herética por sí o por medio de terceros. Al igual que no publicamos los argumentos heréticos que refutaban el dogma de la virginidad perpetua de la Santísima Virgen María,  que algunos querían que admitiéramos, acusándonos de intolerantes porque no se los publicamos. Sí, somos intolerantes con la herejía, pero ejercemos la caridad de rezar y argumentar, no con nuestros silogismos, sino con los de los Santos Doctores, con los errados para que salven su alma. Así procederemos, ahora, y siempre. Bergoglio es el de la misercodina, en absoluto se espera encontrar aquí esa pócima. Amigos, sacerdotes, volved a Santo Tomás.

La siguiente doctrina jamás se ha condenado, al contrario, en más de 700 años,

hasta que han surgido los Hermanos Dimond

 

DOCTRINA DEL DOCTOR ANGÉLICO

Que refuta la herejía del Dimondismo

PREÁMBULO

Los tres requisitos para que alguien pueda ser considerado Doctor de la Iglesia, según Benedicto XIV, son: 1º.Insigne santidad de vida, 2º.Doctrina celestial eminente y 3º. Reconocimiento o declaración expresa del Sumo Pontífice: (cfr. De servorum Dei beatificatione et canonizatione, lib. IV, 2, c. 11, n° 8-16). El título de Doctor de la Iglesia exige necesariamente una ciencia extraordinaria y una aprobación más solemne de la Iglesia. La liturgia especial en las fiestas o memorias de los doctores de la Iglesia incluye una antífona propia del Magnificat (O Doctor optime) en el Oficio divino, y Misa propia.

Traigo a la meditación una selección de textos sobre el bautismo del Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, del cual dijo León XIII: “distinguiendo netamente, como debe ser, la razón y la fe, y conciliándolas armónicamente, salvaguardó los derechos y tuteló la dignidad de ambas, de suerte que la razón, remontándose en alas de su genio a las más altas posibilidades humanas, ya apenas puede elevarse más; y la fe no puede casi esperar de la razón ayudas más numerosas y valiosas que las conseguidas gracias a Santo Tomás”. (Encícl. Aeterni Patris: Leonis XIII Pont. Max.  Acta, I, Romae 1881, p. 274.).

Algunos link que he puesto les llevarán a otras partes de la Suma Teológica a los que se va refiriendo el Aquinate. Aprovéchenlo los interesados para guardarla en favoritos y así acceder a la obra cuando lo necesiten.

De más está decir que Santo Tomás, Doctor con doctrina celestial eminente, sería, junto al resto de los doctores de la Iglesia, un hereje material por decir lo que van a leer, según los Hnos. Dimond,  a los cuales les cuadra muy bien el dicho popular: la ignorancia es muy atrevida. Lástima que ese soberbio atrevimiento les haya conducido fuera de la Iglesia.

Advertencia: Son textos para rumiar que tienen 700 años; poco aprovechan si se leen a la ligera. He editado con negrita o subrayado, lo que me ha parecido más importante, aunque es un criterio puramente discrecional y el lector bien puede elegir otro distinto.

Consultar artículo principal AQUÍ

Consultar apostillas I, sobre errores de lógica de los Dimond,  AQUÍ

Suma Teológica, IIIa, 64, Artículo 3:

¿Tuvo Cristo en cuanto hombre potestad de producir el efecto interior del sacramento?

Respondo: Cristo produce el efecto interior de los sacramentos en cuanto Dios y en cuanto hombre, aunque de diversa manera. En cuanto Dios lo hace por propia autoridad; y en cuanto hombre, meritoria y eficazmente, pero como instrumento. Ya hemos dicho (q.48 a.1.6q.49 a.1), efectivamente, que la pasión de Cristo padecida por él en su naturaleza humana es causa meritoria de nuestra justificación: no como agente principal o por autoridad, sino de modo instrumental, en cuanto que la humanidad es instrumento de la divinidad, según se ha dicho más arriba (q.13 a.2.3q.19 a.1).

Sin embargo, puesto que es un instrumento unido a la divinidad en su misma persona, esta humanidad de Cristo tiene una cierta principalidad y causalidad con respecto a los instrumentos separados, que son los ministros de la Iglesia y los mismos sacramentos, como se dijo más arriba (a.1). Por eso, como Cristo, en cuanto Dios, tiene poder de autoridad en los sacramentos, así, en cuanto hombre, tiene sobre ellos poder de ministro principal o de excelencia. Y este último poder se funda en cuatro prerrogativas: primera, en que el mérito y la virtud de su pasión operan en los sacramentos, como ya se ha dicho (q.62 a.5). Y puesto que la virtud de su pasión se nos comunica a nosotros por la fe, según se dice en Rom 3,25: a quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación por su propia sangre mediante la fe, fe que nosotros confesamos invocando el nombre de Cristo, a esta excelencia de la potestad de Cristo pertenece, en segundo lugar, el que los sacramentos se confieran en su nombre. Y puesto que los sacramentos obtienen su virtud de la institución, a la misma excelencia pertenece, en tercer lugar, el que Cristo, que confirió esta virtud a los sacramentos, haya tenido potestad para instituirlos. Y puesto que la causa no depende del efecto, sino más bien lo contrario, a dicha excelencia pertenece, en cuarto lugar, el que Cristo haya podido producir el efecto de los sacramentos prescindiendo de ellos.

Suma Teológica IIIa, 64, 4,

Respondiendo a la objeción 3.

Sin embargo este poder de excelencia no quiso Cristo comunicarlo a sus ministros.

Para evitar el inconveniente de que hubiese diversas cabezas en la Iglesia, no quiso Cristo comunicar a sus ministros el poder de excelencia. Pero si lo hubiese comunicado, Él hubiese sido la cabeza principal, y los demás, las secundarias.

Suma Teológica IIIa, 64, Artículo 11:

¿Es adecuada la distinción entre bautismo de agua, de sangre y de deseo?

Objeciones por las que parece que la distinción entre bautismo de agua, de sangre y de deseo, o sea, de Espíritu Santo, no es adecuada.

  1.  El Apóstol dice en Ef 4,5: Una sola fe, un solo bautismo. Pero no hay más que una sola fe. Luego no debe haber tres bautismos.
  2.  El bautismo es un sacramento, como se ha dicho más arriba (q.65 a.1). Pero sólo el bautismo de agua es sacramento. Luego no deben admitirse los otros dos bautismos.
  3.  San Juan Damasceno en su IV libro enumera otras muchas especies de bautismo. Luego no deben admitirse solamente tres.

Contra esto: la Glosa, comentando las palabras de Heb 6,2: la instrucción sobre los bautismos, dice: utiliza el plural porque hay un bautismo de agua, de penitencia y de sangre.

Respondo: Como ya se ha dicho anteriormente (a.2 ad 1a.9 ad 1q.62 a.5), el bautismo de agua recibe su eficacia de la pasión de Cristo —a la que uno queda configurado por el bautismo-y del Espíritu Santo como de la causa primera. Y, aunque el efecto dependa de la causa primera, ésta, sin embargo, sobrepasa el efecto y no depende de él. Y por eso, sin recibir el bautismo de agua, alguien puede recibir el efecto sacramental de la pasión de Cristo configurándose a ella mediante el sufrimiento por Cristo. Por lo que se dice en Ap 7,14: Estos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus túnicas y las han blanqueado en la sangre del cordero.

Y por la misma razón, uno puede conseguir el efecto del bautismo por virtud del Espíritu Santo no sólo sin el bautismo de agua, sino también sin el bautismo de sangre, por cuanto su corazón es movido por el Espíritu Santo a creer en Dios, a amarle y a arrepentirse de sus pecados, por lo que también se le llama bautismo de penitencia. De él se dice en Is 4,4: Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de la hija de Sión, y haya limpiado la sangre de Jerusalén del interior de ella con espíritu de justicia y ardor.

Así pues, a cualquiera de estas dos modalidades de bautismo se la llama bautismo por hacer las veces del bautismo. Por lo que dice San Agustín en IV De único Baptismo parvulorumQue el martirio hace en ocasiones las veces del bautismo, lo argumenta con fuerza. San Cipriano de aquel ladrón no bautizado a quien se le dijo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Y yo, considerando esto bien, llego a la conclusión de que no sólo el sufrimiento por el nombre de Cristo puede suplir la falta del bautismo, sino también la fe y la conversión del corazón, si por falta de tiempo no se puede celebrar el sacramento del bautismo.

A las objeciones:

  1.  Los otros dos bautismos quedan incluidos en el bautismo de agua, que recibe su eficacia de la pasión de Cristo y del Espíritu Santo. Luego por esto no se destruye la unidad del bautismo.
  2.  Como ya se dijo más arriba (q.60 a.1), el sacramento pertenece a la categoría de los signos. Pero los otros dos convienen con el bautismo de agua no porque sean signossino en el efecto del bautismoY por eso no son sacramentos.
  3.  San Juan Damasceno habla de cosas que son figuras del bautismo, como el diluvio,que fue signo de nuestro bautismo en lo que se refiere a la salvación de los fieles en la Iglesia, pues entonces unos pocos fueron salvados en el Arca, como se dice en 1 Pe 3,20. Habla también del paso del mar Rojo, que significa nuestro bautismo, por la liberación de la servidumbre del pecado. Por lo que el Apóstol dice en 1 Cor 10,20 que todos fueron bautizados en la nube y en el mar. Habla igualmente de las diversas abluciones que se hacían en la antigua ley, y que prefiguraban nuestro bautismo, por lo que tiene de purificación de los pecados. Y habla también del bautismo de Juan, que fue una preparación para nuestro bautismo.

Suma Teológica IIIa, 66 Artículo 12:

¿Es el bautismo de sangre el más importante de los tres bautismos?

Objeciones por las que parece que el bautismo de sangre no es el más importante de los tres bautismos.

  1.  El bautismo de agua imprime carácter. Lo cual no hace el bautismo de sangre. Luego el bautismo de sangre no es más importante que el de agua.
  2.  El bautismo de sangre es ineficaz sin el bautismo de deseo que se obtiene por la caridad, pues se dice en 1 Cor 13,3: Si entregase mi cuerpo a las llamas y no tengo caridad, nada me aprovecha. Pero el bautismo de deseo vale sin el bautismo de sangre, pues no solamente los mártires se salvan. Luego el bautismo de sangre no es el más importante.
  3.  Como el bautismo de agua recibe su eficacia de la pasión de Cristo, a la cual corresponde, según lo dicho (a.11), el bautismo de sangre, así la pasión de Cristo recibe su eficacia del Espíritu Santo, según se dice en Heb 9,14: La sangre de Cristo, quien a través del Espíritu Santo se ofreció a sí mismo por nosotros, purificará nuestra conciencia de las obras muertas. Luego el bautismo de deseo es más importante que el bautismo de sangre. Luego el bautismo de sangre no es el más importante.

Contra esto: dice San Agustín Ad Fortunatum, comparando los bautismos entre sí: El bautizado confiesa su fe ante el sacerdote, el mártir, ante el perseguidor. Aquél, después de su confesión, es rociado con agua; éste, con sangre. El primero, por la imposición de manos del Pontífice, recibe el Espíritu Santo. El segundo queda convertido en templo del Espíritu Santo.

Respondo: Como acabamos de decir (a.11), el derramamiento de la sangre por Cristo y la acción interior del Espíritu Santo se llaman bautismos en cuanto que producen el efecto del bautismo de agua. Ahora bien, el bautismo de agua recibe su eficacia de la pasión de Cristo y del Espíritu Santo, como se ha dicho (ib). Cierto que estas dos causas actúan en cualquiera de los tres bautismos, pero de modo más excelente en el bautismo de sangre. Porque la pasión de Cristo actúa en el bautismo de agua por una representación figurativa; en el bautismo de deseo o de penitencia, por un afecto ardiente; pero en el bautismo de sangre actúa por imitación de la misma realidad. De modo semejante, también la virtud del Espíritu Santo actúa en el bautismo de agua por una virtud latente; en el bautismo de penitencia, por una conmoción del corazón; pero en el bautismo de sangre, por un intensísimo impulso de amor y afecto, según las palabras de Jn 15,13: Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos.

A las objeciones:

  1.  El carácter es res et sacramentum (a.1). Pero no hemos dicho que el bautismo de sangre sea más importante como sacramento, sino por el efecto del sacramento.
  2.  La efusión de sangre no tiene sentido de bautismo si no va acompañada de la caridad. Por lo que queda claro que el bautismo de sangre incluye el bautismo de deseo, y no al contrario. Y esto demuestra que es superior.
  3.  Como se acaba de decir (c.), el bautismo de sangre es superior no sólo por su semejanza con la pasión de Cristo, sino también por el influjo del Espíritu Santo.

Suma Teológica IIIa, 68 Artículo 1:

¿Están obligados todos a recibir el bautismo?

Objeciones por las que parece que no todos están obligados a recibir el bautismo.

  1.  Cristo no ha estrechado la vía de la salvación a los hombres. Pero antes de la venida de Cristo los hombres podían salvarse sin el bautismo. Luego también después de la venida de Cristo.
  2.  El bautismo ha sido instituido principalmente como remedio del pecado original. Pero el que se bautizó, puesto que ya no tiene pecado original, no se ve cómo pueda transmitirlo a la prole. Luego los hijos de los bautizados no parece que hayan de ser bautizados.
  3.  El bautismo se da para que uno quede purificado del pecado mediante la gracia. Pero esto lo consiguen los que son santificados en el vientre materno sin el bautismo. Luego éstos no están obligados a recibir el bautismo.

Contra esto: se dice en Jn 3,5: El que no renazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Y en el libro De ecclesiastids dogmatibus se dice: Creemos que sólo para los bautizados hay un camino de salvación.

Respondo: Los hombres están obligados a todo aquello sin lo cual no pueden conseguir la salvación. Ahora bien, está claro que nadie puede conseguir la salvación más que por Cristo, por lo que el Apóstol en Rom 5,18 dice: Como por el delito de uno solo llegó la condenación a todos los hombres, así por la justicia de uno solo llega a todos los hombres la justificación de la vida. Pero el bautismo se da precisamente para esto, para que el hombre regenerado por Cristo se incorpore a él y se convierta en un miembro suyo; por lo que se dice en Gal 3,17: Los que habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de él. Luego es claro que todos están obligados a recibir el bautismo y que sin él no hay salvación para los hombres.

A las objeciones:

  1.  Nunca pudieron salvarse los hombres, ni siquiera antes de Cristo, sin convertirse en miembros de Cristo, porque, como se dice en Act 4,12: No se nos ha dado otro nombre a los hombres por el que podamos salvarnos. Pero antes de la venida de Cristo, los hombres eran incorporados a Cristo por la fe en su futura venida, de cuya fe era signo la circuncisión, como dice el Apóstol en Rom 4,11. Y antes de que fuese instituida la circuncisión, los hombres se incorporaban a Cristo, según dice San Gregorio, por la fe, testimoniada por los antiguos padres en la oblación de sacrificios. Pero después de la venida de Cristo, también los hombres se incorporan a Cristo por la fe, según aquello de Ef 3,17: que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. No obstante, para manifestar la fe en una cosa presente se emplea un signo diferente del que se empleaba para manifestarla como futura, como también son diversas las palabras para significar el presente, el pasado y el futuro. Por eso, aunque el sacramento tal del bautismo no fuera siempre necesario para la salvación, la fe, de la que el bautismo es sacramento, siempre fue necesaria.
  2.  Como se dijo en la Segunda Parte (1-2, q.81 a.3 ad 3), los que se bautizan son renovados por el bautismo según el espíritu, mientras que el cuerpo permanece sometido a la vetustez del pecado, según aquello de Rom 8,10: El cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Por donde San Agustín deduce en VI Contra Julianum que en el hombre no se bautiza todo lo que hay en él. Ahora bien, es claro que el hombre, en la generación carnal, no engendra según el espíritu, sino según la carne. Y, por eso, los hijos de los bautizados nacen con el pecado original. Por lo que necesitan ser bautizados.
  3.  Los que son santificados en el seno materno consiguen, ciertamente, la gracia purificadora del pecado original, pero no por eso reciben el carácter que les configura a Cristo. Y, por eso, si alguno fuese santificado en el vientre de su madre actualmente, debería ser bautizado para que, recibiendo el carácter, quede conformado a los demás  

Suma Teológica IIIa; 68 Artículo 2:

¿Puede salvarse alguien sin el bautismo?

Objeciones por las que parece que sin el bautismo nadie se puede salvar.

  1.  El Señor dice en Jn 3,5: Quien no renazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Pero solamente se salvan los que entran en el reino de Dios. Luego nadie puede salvarse sin el bautismo, con el que uno es regenerado por el agua y el Espíritu Santo.
  2.  En el libro De ecclesiasticis dogmatibus se dice: Creemos que ningún catecúmeno ha conseguido la vida eterna, aunque haya muerto en estado de buenas obras, excepción hecha del martirio, donde llegan a plenitud todos los sacramentales del bautismo. Ahora bien, si algunos pudiesen salvarse sin el bautismo, éstos deberían ser los catecúmenos de buenas costumbres, los cuales parecen tener la fe que obra por la caridad (Gal 5,6). Luego parece que sin el bautismo nadie se puede salvar.
  3.  Como anteriormente se ha dicho (a.1q.65 a.4), el sacramento del bautismo es necesario para la salvación. Ahora bien, necesario es aquello sin lo cual una cosa no puede existir, como se dice en V Metaphys.. Luego parece que sin el bautismo nadie puede conseguir la salvación.

Contra esto: dice San Agustín en Super Levit.Algunos recibieron y les aprovechó la santificación invisible sin los sacramentos visibles. Mas la santificación visible, que tiene lugar por el sacramento visible, puede recibirse sin la invisible, pero no aprovecha. Y, puesto que el sacramento del bautismo pertenece a la santificación visible, parece que sin el sacramento del bautismo es posible conseguir la salvación por la santificación invisible.

Respondo: A uno le puede faltar el sacramento del bautismo de dos maneras. Una, de hecho y de propósito, como ocurre a los que ni están bautizados ni quieren bautizarse. Esta actitud, en los que tienen uso de razón, supone desprecio del sacramento. Por eso, aquellos a quienes les falta el bautismo de esta manera, no pueden conseguir la salvación, porque ni sacramental ni intencionalmente se incorporan a Cristo, por quien únicamente viene la salvación.

Otra, a uno le puede faltar el sacramento del bautismo de hecho pero no de propósito, como es el caso de quien desea recibir el bautismo pero inopinadamente es sorprendido por la muerte antes de recibirlo. Este puede conseguir la salvación sin el bautismo de hecho, por el deseo del bautismo, un deseo que procede de la fe que actúa por la caridad, por la que el hombre es santificado interiormente por Dios, cuyo poder no está limitado a los sacramentos. Por eso dice San Ambrosio a Valentiniano, muerto cuando era todavía catecúmeno: Yo perdí al que había de regenerar, pero él no perdió la gracia que había solicitado.

A las objeciones:

  1.  En 1 Re 16,7 se lee: Los hombres miran las apariencias, pero Dios penetra el corazón. Ahora bien, quien desea ser regenerado por el agua y el Espíritu Santo en el bautismo, está ya regenerado en el corazón, aunque no lo esté en el cuerpo; y en este sentido dice el Apóstol en Rom 2,29 que la verdadera circuncisión, la del corazón, es según el Espíritu, y no según la letra, cuya alabanza viene no de los hombres, sino de Dios.
  2.  Nadie puede entrar en la vida eterna si no está absuelto de toda culpa y del reato de la pena. Esta absolución general se consigue por el bautismo y por el martirio, por lo que se dice que en el martirio llegan a plenitud todos los sacramentales del bautismo, o sea, la total liberación de la culpa y de la penaLuego si muere un catecúmeno con deseo del bautismo (de otra manera no moriría en estado de buenas obras, que no se pueden hacer sin la fe que actúa por la caridad) no entra seguidamente en la vida eterna, sino que sufrirá la pena de sus pecados pasadosaunque se salvará, pero como quien pasa a través del fuego, como se dice en 1 Cor 3,15.
  3.  Se dice que el sacramento del bautismo es necesario para la salvación porque el hombre no se puede salvar si no tiene al menos deseo de recibirlo, el cual cuenta para Dios como realizado.

Suma Teológica IIIa, 68 Artículo 8:

¿Se requiere la fe por parte del bautizando?

Objeciones por las que parece que por parte del bautizando se requiere la fe.

  1.  El sacramento del bautismo ha sido instituido por Cristo. Pero Cristo, al entregarnos la forma del bautismo, presupone la fe cuando dice: El que creyere y se bautizare, se salvará. Luego parece que si no hay fe, no puede haber sacramento del bautismo.
  2.  Nada se hace en los sacramentos de la Iglesia que no tenga sentido. Pero, según el rito de la Iglesia, quien se acerca al bautismo es interrogado acerca de su fe cuando se le dice: ¿Crees en Dios Padre todopoderoso? Luego parece que se requiere la fe para el bautismo.
  3.  Para recibir el sacramento del bautismo se requiere la intención de recibirle. Pero no puede haber recta intención si no hay verdadera fe, ya que, como dice San Agustín en IDe Baptismo Parvulorum, por él quedan incorporados los hombres a Cristo, incorporación que no podría realizarse sin la verdadera fe, según la frase de Ef 3,17: que habite Cristo en vuestros corazones por la fe. Luego parece que quien no tenga la verdadera fe no puede recibir el sacramento del bautismo.
  4.  Y todavía más: la infidelidad es un pecado gravísimo, como se demostró en laSegunda Parte (1-2, q.10 a.3). Pero los que persisten en el pecado no han de ser bautizados. Luego tampoco los que persisten en la infidelidad.

Contra esto: dice San Gregorio escribiendo al obispo Quirico: Hemos aprendido desde la antigua tradición de los padres que los que son bautizados por los herejes en nombre de la Trinidad, al volver a la santa Iglesia, deben ser acogidos en su seno maternal con una unción crismal o con una imposición de manos o con la sola profesión de fe. Ahora bien, esto no sucedería si la fe fuese un requisito indispensable para recibir el bautismo.

Respondo: Como queda bien patente por lo dicho (q.63 a.6q.66 a.9), el bautismo produce en el alma un doble efecto, o sea, el carácter y la gracia. Luego, de dos modos se requiere una cosa para el bautismo. Primero, cuando sin ella no se puede recibir la gracia que es el último efecto del sacramento. Y en este sentido, se requiere para el bautismo indispensablemente la verdadera fe, ya que se dice en Rom 3,22: La justicia de Dios se obtiene por la fe en Jesucristo.

Segundo, para el bautismo se requiere una cosa indispensablemente cuando sin ella no se puede imprimir el carácter. Y en este sentido no es requisito indispensable para el bautismo la verdadera fe del bautizando, como tampoco lo es la verdadera fe del que bautiza, con tal de que se cumplan en la realización del sacramento todos los demás requisitos. Porque la eficacia del bautismo no depende de la justicia del hombre que le administra ni de la justicia del hombre que le recibe, sino del poder de Dios.

A las objeciones:

  1.  El Señor habla así del bautismo en cuanto que conduce a los hombres a la salvación por la gracia justificante, la cual no se puede obtener sin la verdadera fe. Por eso puntualiza: el que creyere y se bautizare se salvará.
  2.  La Iglesia quiere bautizar a los hombres para que se queden purificados de sus pecados, según la frase de Is 27,9: éste será todo el fruto, que desaparezca el pecado. Por eso, en lo que depende de ella, no quiere dar el bautismo más que a los que tienen la fe verdadera, sin la cual no hay remisión de los pecados. Este es el motivo de que pregunte a los bautizandos si creen. Pero si alguien, sin la fe verdadera, recibe el bautismo fuera de la Iglesia, no le aprovecharía para la salvación. Por lo que dice San Agustín: A la Iglesia se la compara con el paraíso para indicar que los hombres pueden recibir su bautismo también fuera de ella, pero la salvación nadie puede recibirla o tenerla fuera de ella.
  3.  Uno que no tenga verdadera fe acerca de los otros artículos del credo, puede tener verdadera fe acerca del sacramento del bautismo, hecho que no le impediría poder tener intención de recibir el sacramento del bautismo. Y, aunque su error se extienda a este sacramento, basta para recibirlo la intención general de recibirlo como Cristo lo instituyó y como la Iglesia lo administra.
  4.  De la misma manera que no debe darse el sacramento del bautismo a quien no quiere apartarse de los otros pecados, así tampoco se le debe dar a quien no quiere abandonar la infidelidad. Uno y otro, sin embargo, reciben el sacramento si se les administra, aunque nada les aprovecha para la salvación.

El Dimondismo, tiene el orgullo de contradecir, pues, al mismo Santo Tomás de Aquino, cuya doctrina es la misma que la de la Iglesia, por lo que ellos mismos caen en herejía.

Esta doctrina, que es la de la Iglesia Católica, la puede leer en el Catecismo de la Suma Teológica de Pagués, un sobresaliente resumen de la teología del Doctor Común de la Iglesia, que puede leer aquí:

¿Aún se atreven los Hermanos Dimond a acusar a Santo Tomás de Aquino de herejía u error?

Estimados amigos sacerdotes, a los que no cito para no descubrir aún vuestros nombres, con la esperanza de vuestra prontísima vuelta a la sensatez, ruego por vosotros, pidiendo a la Virgen María, vencedora de todas las herejías : Volved a Santo Tomás ¡ Volved pronto!; tended seguro que olvidaremos este, digamos desliz.