La proximidad de las Fiestas Navideñas y las tareas habituales no permitieron la composición de estas líneas hasta hoy. Cuando uno llega a una cierta edad ya no lee todo lo que puede leerse ni desea escuchar todo lo que se dice sea porque muchas cosas se repiten, sea porque son errores, sea porque ya se escucharon o se leyeron. Hay sin embargo una salvedad cuando el que habla o el que escribe hace el mal a otros e inclusive a otros que confían en él.

Trataremos de hacer un comentario al número 385 de la carta “Los Comentarios Eleison” de Mons. Richard Williamson del día 29 de noviembre del 2014 en su edición en francés.

Nosotros conocemos bien a Mons. Williamson porque fue nuestro profesor de Dogma en el Seminario de Ecône en Suiza y segundo Vicerrector del mismo cuando nosotros éramos seminaristas allí. Muchos admiraban entonces en el Seminario su capacidad intelectual y su conocimiento de la Suma Teológica si bien no era un eclesiástico formado en alguna famosa Universidad Romana sino en el mismo Seminario de Ecône, al menos en lo que a Teología concierne.

Han pasado los años y muchas cosas con los años. En aquella época, (en realidad unos pocos años después), atacaba él a la misa nueva (sic. El caso “Cantoni”) y en él buscaban refugio los seminaristas que, entonces, ya eran sede vacantes o más firmes que otros. Con los años pasaron, sin duda, muchas cosas y ahora su Excelencia dedica sus desvelos a atacar a los Sacerdotes sede vacantes, quizás, más que a los modernistas.

Dirán Ustedes que nosotros queremos defender nuestra posición contra la de su Excelencia, no es el caso; queremos simplemente mostrar que sus argumentos carecen de validez y de verdad y que, procediendo de un hombre inteligente no dejan de ser extraños. O su Excelencia ya no recuerda lo que estudió, entonces debemos temer que los años ya han hecho su obra devastadora en él, o ya no podemos creer en su recta intención porque si el argumento se fuerza, y no lo hizo la senilidad, entonces lo hizo la voluntad.

Descolla el artículo citando al papa Pío XII (24 de enero de 1949) “Si, por acaso un día -Nos lo decimos por pura hipótesis- la Roma material llegara a derrumbarse; si por acaso esta Basílica Vaticana, símbolo de la única invencible y victoriosa Iglesia Católica, debiera enterrar bajo sus ruinas sus tesoros históricos y las tumbas sagradas que encierra, aún entonces la Iglesia no por eso estaría abatida ni fisurada. La promesa de Cristo a Pedro permanecería siempre verdadera, el papado duraría siempre, como también la Iglesia, una e indestructible, fundada sobre el Papa que viviera en ese momento. Mons. Williamson aplica esto al papado en su aspecto doctrinal (de eso ni cabe duda porque lo usa como argumento contra aquellos que no aceptan a los papas conciliares de Vaticano II en adelante). Si nosotros leemos con atención el texto de Pío XII no se refiere en absoluto a lo dogmático, ni siquiera a la moralidad de los pontífices, sinó a “la Roma material… a la Basílica Vaticana, símbolo… de la Iglesia Católica… si ella debiera enterrar en sus ruinas los tesoros históricos y las tumbas sagradas que encierra…” Es fácil deducir a qué se refiere el Papa quien pocos años antes asistió al bombardeo de Roma durante la Segunda Guerra Mundial. Dice claramente el gran Papa Pío XII que aunque se destruyera esa Basílica Vaticana “el Papado debería durar siempre”.

En el segundo párrafo Mons. Williamson dice“estas palabras (de Pío XII) corresponden a la doctrina clásica de la Iglesia” y de inmediato las aplica al papado como tal, no a la Roma material como lo hacía su Santidad Pío XII. ¿Vale la inferencia de tal manera? Puedo decir que cuando Pío XII hablaba de una potencial ruina arquitectónica y edilicia, con toda la simbología que tenga, ¿Se refería a la ruina dogmática de los últimos pontífices y que por lo mismo la Iglesia estaría incólume en ellos? No parece posible.

El tercer párrafo del comentario de Mons. Williamson atribuye a la decadencia de la civilización cristiana la corrupción de los “Papas vivientes”: “Es fácil ver cómo la decadencia de la civilización cristiana, desde su apogeo en la edad media, condujo a la presente corrupción de los papas vivientes. Es fácil ver cómo Dios pudo haber permitido esta espantosa corrupción para castigar esta espantosa decadencia. Lo que es más difícil ver es como la Iglesia puede todavía vivir cuando los papas vivientes, sobre los cuales está fundada, están convencidos que el liberalismo- la guerra contra Dios- es católico. Según las propias palabras de Nuestro Señor, [Un árbol bueno no puede dar malos frutos, ni un árbol malo frutos buenos] (S. Mt. VII, 18)”.

Si la corrupción de los “papas vivientes” es fruto de la decadencia de la civilización cristiana habría, dicha corrupción, debido manifestarse en todos los Papas, al menos de manera progresiva ¿Cómo podríamos aplicar la afirmación de su Excelencia a estos Papas: Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X, Pio XI y su Santidad Pío XII? ¿Hubo en algunos de ellos siquiera una atisbo de corrupción o de liberalismo? No parece posible afirmarlo.

En el tercer párrafo, al final, su Excia. citaba el Evangelio de San Mateo (VII vs. 17-18; S. Lc. VI, 43) en donde Nuestro Señor habla del árbol bueno y del árbol malo y de los frutos de ambos. “Según las propias palabras de Nuestro Señor [Un árbol bueno no puede dar malos frutos, ni un árbol malo frutos buenos]… Pero un árbol a medias bueno y a medias malo puede producir frutos mitad buenos y mitad malos. Por supuesto que tomada en su totalidad una mezcla de bueno y malo es mala, pero esto no significa que tomada parte por parte, las partes buenas de la mezcla sean tan malas como las partes malas”.

 

La Verdad Encarnada dirá:

Árbol bueno, frutos buenos, no malos.

Árbol malo, frutos malos, no buenos.

Por sus frutos los conoceréis (S. Mt. VII, 20; XII, 33)

Su Excia. Introducirá un

        Nuevo tipo de árboles:
un árbol a medias bueno:

frutos buenos y frutos malos  por sus frutos no podréis conocerlos.

 un árbol medias malo:

frutos buenos y frutos malos  por sus frutos no podréis conocerlos.

Ya bastante haber hecho distinciones, entre los árboles, mejores que las que hizo Nuestro Señor quien creó todos los árboles.

Aún así, séanos permitido decir que la distinción hecha por su Excia., no sólo es atrevida, por corregir a  Nuestro Señor, sino que es errónea y concluye falsamente porque pasa de la moralidad a la entidad, de lo moral que es conducta a lo entitativo que es algo invariable y que no puede cambiar; que entonces confunde lo accidental con lo substancial. Que el valor de suplencia de los términos “suppositio” en lógica, es distinto en las diversas premisas y que por lo tanto no puede concluir bien.

“Ahora bien ningún hombre viviente de la Iglesia, ni ningún otro hombre viviente, es completamente bueno ni completamente malo. Todos somos una mezcla fluctuante hasta el día de nuestra muerte. Entonces ¿Pudo alguna vez haber habido un Papa viviente cuyos frutos fueran completamente malos? La respuesta no puede ser más que no. En cuyo caso la Iglesia católica pudo haber vivido a medias durante estos últimos 50 años por los frutos de la mitad buena de los papas conciliares, con una vida a medias permitida por Dios para purificar su Iglesia, pero de la cual no permitiría nunca que ella llegara  a matar a su Iglesia”. (Cuarto párrafo).

Valgan algunas distinciones.

Un árbol, como todo ser creado por Dios, es lo que es.

El manzano da manzanas y el espino espinas. Si quiero comer buscaré el árbol que da frutos comestibles. Si una manzana está picada o deforme será accidental al manzano, lo cierto es que él no dará espinas.

Todo hombre viviente de la Iglesia será siempre capaz de la Gracia, de la Redención y de la Salvación; si su conducta no es buena o, si es inclusive muy mala, siempre será hombre, siempre capaz de la Gracia, de la Redención y de la Salvación. Vale lo dicho para San Dimas (el buen ladrón) y para tantos otros.

Apliquemos esto al Papa.

Una cosa es el orden ontológico, el de las esencias, el de las naturalezas (sic. para el árbol frutal ser árbol frutal), otra cosa es el orden de la salvación moral en el cual, alguien, sin dejar de ser lo que es se porta mal, como San Dimas antes de convertirse.

Preguntémonos por el Papa.

Ontológicamente (en su ser) el Papa es una persona como nosotros.

Persona que ha recibido una Gracia permanente y estable (no imperdible ya que puede perderla, por ejemplo, por renunciar como San Celestino) que lo constituye Vicario de Nuestro Señor en la Tierra y, en esto, ocupa el lugar de San Pedro en la Iglesia.

¿Para qué fue constituido San Pedro Vicario de Jesucristo en la Iglesia?

“Tu aliquando conversus confirma fratres tuos” “Tu una vez convertido confirma a tus hermanos” (S. Lc. XXII, 32). Lo propio y específico del Papa es confirmar en la Fe. Ya que la Iglesia es una sociedad sobrenatural ordenada a la salvación de los hombres. Por eso dirá su Santidad León XIII en la Encíclica Satis Cognitum: “Así pues, es propio de Pedro sostener a la Iglesia y guardarla unida y firme no con lazo soluble” (No. 40, Encíclicas Pontificias, Editorial Guadalupe T. II, pág. 554; 72. 38-40).

Esto es lo que nunca puede faltar al árbol papal, es su fruto primordial y específico. Si el árbol que vemos no confirma en la Fe sino que destruye la Fe, entonces estamos delante de otro árbol, ya que sobremanera para este vale que lo conozcamos por los frutos.

Puede, sí, tener frutos deformes en lo que tiene de hombre, podría tener pasiones en desorden, ambición, cólera, o lo que se quiera que no afecta a la naturaleza del pontificado, no algo que fuera opuesto a la naturaleza misma del pontificado.

Es Papa porque es Vicario de Jesucristo

Y por eso es Sucesor de San Pedro —-) Para confirmar en la Fe.

Si el “árbol” papal diera malos frutos teológicos, dogmáticos, morales en cuanto a no enseñar qué es bueno y qué es malo o enseñarlo al revés entonces esos frutos malos no podrían proceder más que de un árbol malo, luego, no de un Papa quien, esencialmente debe confirmar en la Fe.

El fruto propio de un árbol sigue a su naturaleza propia.

La enseñanza dogmática, moral, litúrgica, escriturística de un Pontífice sigue a su nota esencial:

—-)Confirmar en la Fe, no podría nunca destruir, dividir, ablandar la Fe de los creyentes. Hasta Vaticano II nunca sucedió.

En el anteúltimo párrafo (4to.), hacia el fin del mismo, dice su Excia.: “En cuyo caso la Iglesia Católica puede haber vivido a medias durante estos últimos 50 años por los frutos de la mitad buena de los Papas Conciliares, con una media vida permitida por Dios para purificar su Iglesia, pero de la cual Él no permitiría nunca que llegue a matar a su Iglesia”.

Vale la pena ponerse de pié para aplaudir tamaño argumento jamás enunciado en veintiún siglos de vida católica: La Santa Iglesia habría vivido 50 años gracias a la “mitad buena” de los papas “buenos a medias” y se habría purificado, con el permiso divino, gracias a la “mitad mala” de los papas “malos a medias” ¡Hurra!.

Realmente no sabemos si su Excia. subestima a sus lectores o, como estos “Papas a medias buenos y malos” convencidos de “que el liberalismo es católico” (3er. Párrafo hacia el fin), él también está convencido de que quienes lo leen son alumnos de alguna escuela especial para niños disminuidos.

La Iglesia se purifica por las persecuciones, los martirios, la lucha contra la herejía, los grandes movimientos de conversión fomentados, en momentos cruciales, por los Santos Fundadores de las Órdenes Religiosas. Pero ¿Desde cuándo se purifica por las herejías enseñadas en su seno mismo por Obispos, Cardenales y hasta “Papas”; por ordenaciones inciertas; por hombres como Ratzinger para quienes “la formulación de los Sacramentos de la tardía edad media es una caricatura de los Sacramentos”, para quien “Jesucristo pudo revelar porque Dios se lo reveló” (¿Entonces quién era Jesucristo?) (Confrontar Teoría de los Principios Teológicos, HERDER, 1986); por otros como Juan Pablo II para quien “la constancia en la fe de los paganos es un fruto del Espíritu Santo”; por las nulidades matrimoniales “por incompatibilidad psicológica”; por las absoluciones masivas; por la comunión a los no católicos o a los que no están en estado de Gracia?

Nadie purifica con algo sucio, más aún, inmundo. Pedro es quien debe purificar, ordenar, señalar y condenar el error y los peligros morales, confirmar en la Fe. Es la mano segura de la cual se toma el católico para pasar entre los errores y los peligros y los ataques. No puede él herir de muerte a aquél que se aferra a él para salvarse. Eso no se llama purificación sinó iniquidad.

¿Cuál es nuestra ganancia señalando estos errores?

Pues un Obispo está puesto en la Iglesia para enseñar la verdad y cuidar a las almas, para gritar “lobo” al lobo cuando fuere un peligro a las ovejas.

-¿Cree Usted que su Excia. Es un lobo?

No digo lo que creemos, lo que decimos es que si aúlla no es cordero ni pastor y que enseñar lo que no es correcto, inferir sin motivo, forzar el argumento de una autoridad, cambiar las distinciones de Nuestro Señor Jesucristo, no es de aquél que enseña la verdad sinó de quien confunde. No buscamos los Fieles ni los Sacerdotes de nadie, los Fieles y los Sacerdotes son de Dios; pero no es justo que Fieles y Sacerdotes de buena voluntad (aunque no todos) sigan el aullido creyendo que es balido.

Si su Excia. dice verdad, pruébela bien. Si dice error, no diga que es Verdad. Saque la conclusión de los argumentos, no estire los argumentos para que sirvan a la conclusión preconcebida. ¿Por qué el sede vacante tiene sólo frutos malos y “Benedicto XVI aspiraba a la Tradición”;“Aún el Papa Francisco cree seguramente conducir a los hombres a Dios cuando rebaja a Dios al nivel de los hombres”? (Último párrafo, al comienzo).

Algunas gentes buenas siguen a su Excia. Confiados en la aureola de firmeza y de tomismo que tenía en Ecône. Ya pasó mucho tiempo desde aquello y con el tiempo muchas cosas. Juzguemos los argumentos por su forma y su contenido, las conclusiones por su justeza, los árboles por su fruto si aún es valedero el argumento de Nuestro Señor Jesucristo.

Ave María Purísima.

+ Mons. Andrés Morello.

Patagonia Argentina

 

31 de diciembre 2014.