La antigua Biblia Vulgata decía que el número de los necios es infinito (Ece 1:15) , y así fue como lo tradujo San Jerónimo. En las modernas versiones, realizadas a partir de la mitad del siglo XX, el texto aparece muy modificado ¡Cómo no! . En la versión de la Neovulgata, después de la revisión ordenada por el conciliábulo Vaticano II, se lee algo muy diferente: Quod es curvum, rectum fieri non potest; et, quod deficiens est, numerari non potest, que algunos traducen como que lo torcido no se puede enderezar, y la nada no se puede enumerar. Traducción que queda ya un poco lejos del original de San Jrónimo. La pléyade de exegetas modernistas nos darán una multitud de explicaciones sobre los recientes estudios bíblicos, etc., a los cuales nosotros —simples mortales y católicos— no vamos a prestar oídos. De todas formas, podemos quedarnos tranquilos, en cuanto que la afirmación bíblica es tan obvia que el propio sentido común no hace más que confirmar esta verdad de las Sagradas Escrituras. Porque efectivamente, cualquiera puede comprobar fácilmente que el número de los tontos es infinito. He aquí una de las frases de un necio que representa a cientos de millones:

«Así que los pobres católicos, los de Juan Pablo II y Benedicto XVI, los católicos enamorados del Concilio Vaticano II en continuidad con la tradición, los católicos eucarísticos y marianos comienzan inexorablemente a llorar lo que queda del esplendor católico, observando detrás de las ventanas de la Madre Iglesia en su lenta agonía.» ( Padre  Alejandro Minutella).

Pero qué es lo que pretende este necio. Él defiende el “auténtico” y herético Conciliábulo Vaticano II del que considera que de alguna forma ha sido manipulado, tergiversado, llevado a otras aguas. Él también  defiende el Novus Ordo Missae (“bien celebrado”, claro está), rito bastardo en el que se ha modificado la forma de la consagración para hacerse equivalente a la misa de Lutero y de Cramer, aniquilando el rito más que milenario de la Iglesia católica.

Este necio se rasga la vestiduras como buen fariseo porque se va a innovar un nuevo rito dirigido por Bergoglio, es decir, un nuevo cambio  de la misa bastarda aprobada por Montini. Al parecer este  cambio recurrirá a la Anáfora de Addai y Mari, Una anáfora asiria – de los nestorianos – que en su día dieron por válida Wojtyla- Juan Pablo II- y el Cardenal Ratzinger, en común parecer con el Cardenal Kasper. Se olvidan estos necios que derraman ceniza sobre sus cabezas, que la responsabilidad es también y sobre de aquellos que veneran: Juan Pablo II y Bendicto XVI.

Resumiendo, afirma Kasper (y aprueban herréticamente Juan Pablo II y Ratzinger) que:

  1. En efecto, la anáfora de Addai y Mari carece de la “Narrativa de la Institución”.
  2. Está en la continuidad con la Última Cena. ( de nuevo la herejía de llamar al santo sacrifico cena)
  3. Nunca fue oficialmente negada su validez, ni en el Occidente ni en el Este.
  4. Se recuerda la validez de las órdenes de los cismáticos (no utilizando esta palabra), recordando el texto conciliar de Unitatis Redintegratio ( que es un texto herético del conciliábulo Vaticano II, que niega el dogma de que fuera de la Iglesia no hay salvación).
  5. Las palabras están realmente presentes en la forma eucológica (eucología: conjunto de elementos oracionales de una celebración), “integrada en sucesivas oraciones de acción de gracias e intercesión” ( Es decir, que la forma del sacramento que expresa la gracia está dispersa, esto no es, no existe para la confección del sacramento ).

Así pues, el toque de trompeta de Minutella llamando a la resistencia, no tiene sentido: “Tomemos posiciones antes de que cambien la misa.“  ¡ Necio, no te das cuenta que el cambio ya lo hizo Montini, alias Pablo VI ! ¿ No eres consciente que tanto tú, como los que están en tu posición celebran y asisnte cada día a una misa que ya no es católica?

¡Ciego que pretendes guiar a ciegos! ¿ Cómo no ves que todo estaba ya hecho y preparado. Los montes removidos por Montini- Pablo VI-, la tierra pisada- por Wojtyla, Juan Pablo II-, la gravilla fina bien esparcida por Ratzinguer- Benedicto XVI- y que a Bergoglio -Francisco- sólo le tocaba echar el asfalto. Francisco sí que está en plena comunión de trayectoria con el CVII y posconcilio, con la misa novus ordo. Restaba sólo poner la puntilla, rematar; las banderillas, la puya y el estoque, y el descabello ya se lo dieron a la bravura a los que tú y cientos de millones de necios pretendeis seguir.

El número de los tontos es infinito. ¿Por qué tendrían que corregir a San Jerónimo, observando a tantos como tú, Padre Alejandro Minutella?

No os habéis enterado de que los herejes de todas épocas han usado la liturgia para introducir sus errores. Así ocurrió con el cambio de la misa al fabricar el rito Novus Ordo Missae.

ADIVINANZA

¿Cual de las tres misas siguientes es la católica? (Respuesta al final)

Número 1
Número 2
Número 3

ASÍ PROCEDIERON LOS PROTESTANTES E IMITARON LOS CONCILIARES

Por eso el Papa León XIII advierte en la Encíclica Apostólicæ curæ sobre esta práctica que tuvo su furor en la Revolución protestante:
“Siendo plenamente conscientes de la necesaria conexión entre fe y culto, entre “la ley de la creencia y la ley de la oración”, so pretexto de retornar a una forma más primitiva, ellos corrompieron el Orden Litúrgico en muchas formas para adaptarse a los errores de los novadores”.

Los fundadores del protestantismo tenían inmenso odio a la Misa Católica, considerándola el peor de los pecados. De hecho, el maldito Martín Lutero decía:
“Yo declaro que todos los prostíbulos, los homicidios, los robos, los asesinos y los adúlteros son menos malvados que esa abominación que es la misa papista”.

Y más aún:
“Cuando la misa sea destruida, pienso que habríamos derribado con ella todo el papismo. De hecho, el papismo se apoya en la misa como en una roca, todo entero con sus monasterios, obispados, colegios, altares, ministerios y doctrinas, en una palabra con todo su vientre. Todo esto se derrumbará necesariamente cuando sea derribada su misa sacrílega y abominable”. (Martín Lutero, Libelo contra Enrique VIII)

Mas como no podía destruir la “Papisten Messe” de un solo golpe, la modificó y expurgó poco a poco para hacerla más accesible al pueblo, eliminando el Ofertorio, los Altares y la Consagración, porque como dijera en el párrafo siguiente,
“Sin embargo, para conseguir este fin con éxito y sin peligro, será necesario preservar algunas de las ceremonias de la misa antigua para los de mente débil, quienes se escandalizarían con un cambio muy rápido”.
Por eso surgió la Fórmula Missæ et communiónis pro ecclésia Vuittembergénsi, cuyos elementos fueron
Introito
Kyrie eléison
Glória in Excélsis Deo
Colecta
Epístola
Gradual
Aleluya (incluso en Cuaresma y el Viernes Santo)
Secuencia
Evangelio (las velas e incensación son opcionales)
Credo Niceno
Sermón
Prefacio
Oración Eucarística
Sanctus (mientras se dice Benedíctus qui venit, se elevan el pan y el vino)
Oración Dominical
Pax
Agnus Dei (en ese momento comulgaba primero el pastor y luego los fieles, unos y otros con las dos especies)
Colecta
Benedicámus Dómino
Bendición

Salvo el sermón (y algunos himnos compuestos por Lutero), toda la Fórmula Missæ era en latín; y la elevación se conservó por causa de los perplejos. Dos años después, el 29 de Octubre de 1525 implementó la Deutsche Messe und Ordnung des Gottesdiensts, totalmente en alemán y cantada:
Un cántico espiritual o un salmo
Kyrie eléison (tres veces)
Colecta (de cara al altar)
Epístola (de cara a los fieles)
Un himno en alemán (por el coro)
Evangelio (de cara a los fieles)
Credo
Sermón (sobre el Evangelio)
Paráfrasis de la Oración dominical
Exhortación a los que van a comulgar
Consagración del Pan
Elevación del Cuerpo de Cristo
Distribución del Cuerpo de Cristo
Sanctus parafraseado (o el himno “Gott sei Gelobet” de Michael Weisse; o el himno “Jesus Christus unser Heiland”, de Lutero)
Consagración del Vino
Distribución de la Sangre de Cristo
Sanctus o Agnus Dei (remplazable por los himnos “Gott sei Gelobet” o “Jesus Christus unser Heiland”)
Colecta de Acción de gracias
Bendición aarónica (Números 6, 24-26)

Y sobre la Presencia real, Lutero rescató la teoría del hereje Berengario de Tours, la Consubstanciación (aunque Lutero -y algunos de sus seguidores aún hoy- prefería el término “Unión Sacramental”), con la particularidad que en el pan está el Cuerpo de Cristo y en el vino Su Sangre (por ello se le conoce a esta tesis como Empanación). Esto en respuesta a la afirmación de Andrés Carlostadio, Ecolampadio y Ulrico Zwinglio y sus seguidores, que consideraban al pan y al vino como meros símbolos de la presencia de Cristo en la congregación (Zwinglio además negaba la existencia de los Sacramentos, de ahí que a los zwinglianos se les llame sacramentarios), quienes le respondieron a su vez que más lógica era la doctrina papista que la de él.

Años después, Calvino sostuvo que si se recibía al Cuerpo y la Sangre de Cristo era porque en San Juan 6, 52 está escrito así, mas esa recepción se da era “por la fe del creyente” y la Presencia era dentro del servicio religioso (doctrina sostenida en el anglicano Libro de Oración Común, pero abandonada por los calvinistas años después de morir su fundador). Y en cuanto a la doctrina de Lutero sobre el particular, hoy cuenta con muy pocos seguidores, pues la creencia generalizada es similar a la de los anglicanos (aunque en algunas congregaciones del ámbito de la Hochkirchliche o Alta Iglesia luterana, se practica la reserva de las especies eucarísticas).

Frente a los errores de unos y otros herejes, Pablo III convocó el Santo y Dogmático Concilio de Trento en 1545, en el cual se definió y ratificó el dogma de la Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Hostia Consagrada y el Cáliz luego de pronunciarse las palabras consecratorias por el Sacerdote en el Santo Sacrificio de la Misa, quedando solamente los accidentes (lo perceptible por los sentidos) del pan y el vino (cambio llamado TRANSUBSTANCIACIÓN), y que para recibirlo dignamente en el Santo Sacrificio de la Misa hay que examinarse mediante el Sacramento de la Confesión. Frente a la mutilación de Lutero, San Pío V codificó en 1571 el Santo Sacrificio de la Misa mediante la Bula Quo Primum Témpore, y San Pío X restableció su dignidad mediante Divíno Afflátu en 1911.

Pero hoy los errores de Lutero y sus secuaces son ley, puesto que el Misal Montini-Bugniniano fue promulgado en 1969 (aunque se implementó como tal dos años después). Antes de eso, la Misa Romana Tradicional había comenzado a ser adulterada por la Reforma de la Semana Santa en 1955 y el Rito Roncalliano de 1962; pero es a partir de la Constitución Sacrosánctum Concílium (aprobada con casi unanimidad: 2147 votos a favor y sólo 4 en contra). Todos esos cambios, que no tuvieron casi resistencia de parte de la gran mayoría de clérigos y laicos, tanto por los pocos -casi nulos- conocimientos que tenían de la Teología Dogmática como por la falsa obediencia y el ambicionar honores de los hombres y no de Dios, conllevaron a la obra final: la Misa Novus Ordo, que es en todo semejante al rito anglicano, y según dijera su arquitecto, Aníbal Bugnini, el deseo que tenía con ésta era
“eliminar cada piedra que pudiese tornarse cuando menos una sombra de posibilidad de obstáculo o de desagrado a los hermanos separados”. (Aníbal Bugnini, en L’Osservatore Romano, 11 de Marzo de 1965)

De hecho, la Nueva Misa tiene muchas similaridades con el “Servicio de Comunión” promulgado con el Libro de Oración Común del herético Tomás Cranmer el 9 de Junio de 1549, y reformado en 1552 y 1662. Si comparamos a este con la Misa Novus Ordo promulgado en 1969 por Montini, encontraremos muchas similaridades perturbadoras (quien quiera profundizar sobre el tema, le recomendamos el estudio hecho por el P. Noel Barbara para la revista bimestral Fortes in Fide, vol. I Nro. 4, año 1975, disponible en inglés en http://www.the-pope.com/fif1-4.html):
El Libro de Oración Común de Cranmer sustituyó el latín por el Inglés, con el pretexto de que el latín era ininteligible para los fieles (así también hizo Martín Lutero). Pablo VI sustituyó el latín por la lengua vernácula alegando el mismo motivo de comprensibilidad, lo que se realizó apoyándose en el Concilio, diciendo que el nuevo rito está dotado de un nuevo vigor para adaptarse a las necesidades y circunstancias de nuestros días.
El Libro de Oración Común adoptó el término “Cena del Señor”, o simplemente el “Servicio de Comunión” para referirse a su culto dominical. Después de la reforma litúrgica de Pablo VI, ya no se hablaba de la Santa Misa o del Sacrificio de la Misa, pues fue reemplazado por “la Eucaristía”, “Cena del Señor” o “Celebración”.
Las oraciones al pie del altar fueron suprimidas en el Servicio de la Comunión Anglicana. En el Novus Ordo también se eliminaron estas oraciones.
En el servicio anglicano se daba mayor importancia a las lecturas de la Escritura, con sus explicaciones y comentarios. De la misma manera, la Nueva Misa se extiende en gran medida con la “Liturgia de la Palabra” y da entrada a los laicos en el “servicio”.
En el ofertorio del pan y del vino, Cranmer suprimió las oraciones que dejaban en claro que las ofrendas iban a convertirse en el verdadero Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, lo que él llamó “herejía muy terrible” de la Iglesia Católica. Para él, la presencia sacramental de Cristo era simplemente figurativa y, por lo tanto, era erróneo hablar de una renovación del Santo Sacrificio de Cristo en el Altar. En la Nueva Misa, todas las oraciones y rúbricas que expresan que el Pan y el Vino van a transubstanciarse en el Cuerpo y Sangre de Cristo fueron eliminadas.

También se suprimió la deposición de la Hostia por el sacerdote en el corporal (que sugiere la realidad del Cuerpo de Cristo), después de hecha sobre ella la señal de la cruz (recordatorio de la inmolación) con la súplica al Espíritu Santo para que se realice la renovación del Sacrificio de la Cruz (es decir el Veni Sanctifícator). Así estas supresiones evocan el espíritu de Lutero, que igualmente negó el carácter sacrificial de la Misa.
Por otra parte, las oraciones mantenidas por Cranmer –el Prefacio, Sanctus y Benedíctus qui venit– también fueron retenidas en la Nueva Misa.
Cranmer eliminó las oraciones que invocaban a la Virgen y los santos en el Canon. También eliminó las oraciones que precedieron a la Consagración, en las que el sacerdote pide a Dios que bendiga, acepte y santifique las ofrendas para que “sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Tu Amadísimo Hijo Jesucristo Nuestro Señor”. Una vez más, esta supresión se hizo para negar la doctrina de la transubstanciación y el carácter sacrificial de la Misa, que los protestantes siempre han rechazado. Cranmer dijo: “el fin último de esta doctrina del Anticristo [la de la transubstanciación] es la mayor idolatría que jamás se haya concebido en este mundo” (D.A. Scales, Thomas Cranmer’s ‘True and Catholick Doctrine of the Sacrament’ Churchman 104/2, 1990). Lutero también predicó su rechazo de la misma, indicando que la tarea del sacerdote de ofrecer el sacrificio de la misa era “una perversión, porque Cristo se había ofrecido a sí mismo una vez y para siempre” (Martin Brecht, Martin Luther: Shaping and Defining the Reformation, 1521-1532, Fortress Press, 1990, pp. 28-30).

Como su nombre indica, el “Canon” (del griego κανών = modelo, regla) era la parte invariable de la Misa considerada intocable. De ahí que la reforma de Pablo VI se llevó a cabo con cautela. Como se explicó antes, en la Nueva Misa se introdujeron cuatro nuevas plegarias eucarísticas. La primera simula el Canon Romano con algunos cambios de menor importancia; las otras tres tienen nuevos cambios y omisiones sustanciales, eliminando el concepto tradicional de la oblación de acuerdo con las palabras de Cranmer y Lutero. ¿Debería sorprendernos eso cuando recordamos que seis ministros protestantes ayudaron a elaborar la Nueva Misa?
Finalmente, llegamos a la Consagración. La cuestión de dejar de lado las palabras “Mystérium Fídei” de la fórmula y colocarla a posterióri (en la misa Novus Ordo, dice el presbítero hispanohablante: “Este es el sacramento de nuestra fe”, a lo que se responde con esta aclamación un tanto banal: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”) para consagrar el vino en la Sangre Divina de Cristo es un rechazo total a la doctrina definida en los santos y dogmáticos Concilios de Florencia y de Trento, de que estas dos palabras son parte integrante de la Forma del Santo Sacrificio de la Misa. En este caso también la Nueva Misa está siguiendo los pasos de Cranmer: eliminar el carácter sacrificial de la Misa para convertirla en una cena común y corriente.

En cuanto a las oraciones eucarísticas, en el Libro de Oración Común, hallamos esta fórmula en la oración Post-Sanctus.
“Heare us (O merciful father) we besech thee; and with thy holy spirite and worde, vouchsafe to bles✠se and sancti✠fie these thy gyftes, and creatures of bread and wyne, that they maie be unto us the bodye and bloude of thy moste derely beloved sonne Jesus Christe”. (Tomás Cranmer, Libro de Oración Común. Londres, 1549)

TRADUCCIÓN
“Escúchanos, oh Padre misericordioso, te suplicamos; y con tu Santo Espíritu y Palabra, concede ben✠decir y santi✠ficar estos tus dones y creaturas de pan y vino, para que puedan ser para nosotros el cuerpo y la sangre de tu muy amado Hijo Jesucristo”.
Cranmer tenía como propósito de esta redacción el refutar la doctrina papista de la transubstanciación, apelando a la nueva enseñanza luterana de que Nuestro Señor estaba sólo “espiritualmente presente” en la Eucaristía, que según él “era la doctrina verdadera y católica” expresada en la liturgia (D. A. Scales, op. cit., p. 1). Pero en una deriva más protestante, la oración fue variada en 1552 hasta llegar a la versión actual:
“Suplicámoste humildemente, oh Padre Misericordioso, que nos oigas, y concedas que recibiendo estas tus producciones de pan y vino, segun la santa institucion de tu Hijo nuestro Salvador Jesucristo, en memoria de su pasion y muerte, seamos partícipes de su benditísimo Cuerpo y Sangre”. (Libro de la Oración Común, edición de 1662 -traducción española-. Sociedad para propagar los conocimientos cristianos, Londres, 1864).
Uno sólo puede preguntarse -sobre la intención de los redactores de la nueva misa- por qué se sigue a los protestantes con tanto cuidado en la elaboración de la Nueva Misa. Lo expresado por Cranmer es casi palabra por palabra lo que encontramos en la Nueva Misa de Pablo VI, en la Plegaria Eucarística II:
Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y ✠ Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.

o la Plegaria Eucarística III, que nos retrotrae a la versión de 1549
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y ✠ la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, Jque nos mandó celebrar estos misterios.

Sin duda, para estos “reformadores” también, el “verdadero sacrificio de la Nueva Alianza” no es más que un mero “memorial conmemorativo”.

La mayoría de las oraciones de la misa tradicional fueron eliminadas o drásticamente alteradas:
Unde et mémores, Dómine.
Súpplices te rogámus, omnípotens Deus.
Nobis quoque peccatóribus.
Líbera nos, quǽsumus, Dómine.
Agnus Dei.
Dómine Jesu Christi, Fili Dei vivi.
Percéptio Córporis tui.
El Confíteor y la Absolución antes de la Comunión de los fieles.
Las Antífona de la Comunión y la oración Postcomunión.
Placeat tibi, sancta Trínitas.
El último Evangelio y las oraciones leoninas.
La antífona Trium puerórum y las oraciones de acción de gracias después de la Misa.

En síntesis, los cambios que se han dado en ocasión y a causa del Vaticano II tanto en la Ley de Oración y Creencia, como en la disposición de los templos, permiten deducir que tienen más en común el Novus Ordo con el rito eduardiano que no con la Misa Romana Tradicional (ni mucho menos con los ritos pre-Trento, como fatuamente dicen algunos). Por ello no es de asombrarse que Francisco Bergoglio dijese el 26 de Febrero de 2017 en la iglesia anglicana de All Saints de la otrora Alma Urbe romana: “Cuando la gente no puede ir el domingo a la celebración católica va a la anglicana, y los anglicanos van a la católica, porque no quieren pasar el domingo sin una celebración”.

Respuesta a la adivinanza: Ninguna de las tres. La número 1 es anglicana; la número 2 es la misa nueva de la iglesia conciliar, rito fabricado por Pablo VI la número 3 es luterana.