La Cantidad

COSMOLOGÍA

TESIS X. — «Etsi corpoream naturam extensio in partes integrales consequitur, non tamen idem est corpori esse substantiam et esse quantum. Substantia guippe ratione sui indivisibilis est, non quidem ad modum puncti, sed ad modum ejus quod est extra ordinem diinensionis; quantitas vero quae extensionem substantiae tribuit, a substantia realiter differt, et est veri nominis aceidens.»

“Aunque la extensión en partes integrales es una consecuencia de la naturaleza corpórea, no es lo mismo en un cuerpo ser substancia que ser extensión corpórea. La substancia, en cuanto tal, es indivisible, no a la manera del punto, sino de los seres extraños al orden de la dimensión. La cantidad, origen de la extensión en la substancia, es verdadero accidente incapaz de entrar en la categoría de substancia real».

Resuelto el problema de los principios esenciales de los cuerpos, y dejando ya establecido que la substancia corpórea es un compuesto de materia y forma, vamos a estudiar ahora las propiedades consiguientes a la substancia. El primer accidente derivado de la materia, inmediatamente recibido en la materia, para ser luego sustentáculo de todos los demás accidentes, es la cantidad o extensión. Tres son las tesis relativas a la función u oficio de la cantidad y demás capitales cuestiones que con ésta se enlazan, o sean, el principio de individuación y  situación de los cuerpos en un  lugar.

Recuerda la tesis actual que la cantidad o extensión es necesaria consecuencia de la substancia corpórea.

No podemos negar que los cuerpos exteriores actúan sobre nuestro organismo provocando mil fenómenos de sensación. No es el alma causa única de tales actividades, que a menudo se suscitan sin poder ella remediarlo. Esa causa exterior depende del espacio, exige un contacto real entre lo activo y pasivo a través de una superficie extensa. La perpetua actividad de la naturaleza acusa la realidad de la extensión, como propiedad de la substancia corpórea. Aquí se confirma una vez más la tesis ya establecida: La experiencia y el sentido común, hemos dicho, descubren en los cuerpos un principio substancial y potencial, raíz de la cantidad y extensión, y otro principio substancial, dinámico y formal, fuente de la cualidad y demás accidentes concomitantes.

Sin embargo, dice el texto de la tesis, la cantidad no es la substancia. Ya lo había dicho Aristóteles: »La longitud, anchura y profundidad son cantidades, no la substancia».

La fe, al garantizarnos que la substancia de pan material desaparece y que los accidentes o especies persisten después de la transubstanciación, confirman invenciblemente esta doctrina[1] de la distinción real entre la cantidad y la substancia. Ya hemos advertido que el primer accidente es la cantidad, natural sostén de las cualidades y fenómenos sensibles.

La razón, ya sugerida, de tal distinción es: la cantidad únicamente suministra un ser secundario, el de extender el sujeto y hacerle divisible en partes integrantes; supone, pues, un sujeto constituido en sí mismo, o en su ser primero y fundamental. Debe haber, por consiguiente, entre la cantidad y la substancia una diferencia radical que separe la forma secundaria del primer fondo sustentador de todo el edificio de los accidentes.

La substancia en sí es indivisible, incapaz de más y de menos; la cantidad la extiende en partes, al conferirle la extensión. Santo Tomás lo expresa en dos proposiciones que son dos rayos de luz. «Sólo entendida bajo el aspecto de cantidad es divisible la substancia; prescindiendo de la cantidad es indivisible». El sentido común viene en nuestra ayuda al observar que puede crecer o menguar nuestra cantidad; pero nuestra substancia persevera la misma.

La indivisibilidad que atribuimos a la substancia no es la del punto, sino de un orden superior a todas las condiciones dimensivas. Para hacerse algún cargo de esto, conviene tener en cuenta las diferentes clases de partes señaladas por los escolásticos. Hay partes esenciales, como la esencia y la existencia; partes lógicas, como el género y la diferencia; partes dinámicas, como la inteligencia y la voluntad, partes o potencias del alma; partes integrales, que, al constituir el compuesto divisible, sujetan el cuerpo a un tamaño y a un lugar determinado.

Oficio de la cantidad es dotar a la substancia, de suyo indivisible, o perfeccionarla con esas partes integrales, extensas y mensurables. El concepto de la cantidad entraña partes distintas, que una no sea la otra, y que esté cada cual situada en su propio lugar. Al ser una distinta, y al estar fuera de la otra, naturalmente la excluye de su propio lugar, se hace impenetrable. Gracias a estas partes cuantitativas, los seres corpóreos son divisibles y mensurables.

Tenemos, pues, en esta noción las propiedades capitales de la cantidad: extensión de partes en un lugar, la impenetrabilidad, divisibilidad y orden en las proporciones sujetas a medida.

Como conclusión de todo lo dicho, podemos notar, al fin, que el concepto esencial de la cantidad es la distinción de las partes entre sí, y que las demás propiedades se reducen a efectos secundarios consiguientes. Imposible concebir una cantidad donde una parte no sea distinta de otra; mas no resulta contradicción, como veremos luego, en que dos partes distintas milagrosamente puedan ocupar el mismo lugar.

Evitando sutilezas y cuestiones discutibles de Escuela, la Sagrada Congregación resume perfectamente la filosofía de la cantidad: es un accidente distinto de la substancia, pues le añade partes y puede variar, mientras que la substancia en sí permanece inmutable e indivisible; es un accidente harto real, pues gracias a la cantidad, extensión o masa, se verifican todos los fenómenos sensibles de gravitación, atracción, nutrición y otros innumerables de tan principal importancia en la armonía de los mundos.